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29 enero, 2024

El Verdugo y las Doncellas.

No lejos de la Puerta de la Carne, sumergida como tantas en el constante trajín de multitud de turistas acarreando maletas, encontraremos una calle sin aparente historia, en la que tuvo su morada un personaje digno de mención por su siniestra forma de ganarse la vida; pero como siempre, vayamos por partes.

Foto Reyes de Escalona.

Entre la calle Santa María la Blanca, pasando por Cruces, y terminando en un callejón sin salida, la calle Doncellas es quizá muchos más conocida por su famoso Horno del mismo nombre, muy apreciado por el gran público por sus regañás y torrijas en fechas cuaresmales que por su propia historia. Poco se sabe del origen del nombre de esta calle, aunque quizá se deba a que allí vivieran jóvenes con esa condición de doncellas o a la presencia de alguna casa propiedad de algún tipo de fundación o hermandad que tenía como objetivo el cuidar de dichas muchachas proporcionándoles dotes con las que contraer matrimonio.

Foto Reyes de Escalona. 

Estrecha y sinuosa, ahora con numerosos negocios de hostelería orientados al omnipresente turismo, posee algunos edificios del siglo XIX, con la curiosidad de que finaliza en una zona sin salida, tras atravesar otras calles como Mariscal, llamada Trasbolso antiguamente por encontrarse a la espalda de la casa palacio del banquero Pedro de Morga, arruinado en el siglo XVI, y también  Cruces, ambas también muy angostas y llenas de encanto. En el caso de la Plaza de las Tres Cruces, indicar que fue creada en 1942 tras la demolición de una escueta manzana de casas, colocándose tres fustes de columnas con las correspondientes cruces, cercadas por una verja de forja e iluminadas por faroles. Durante un tiempo la zona se denominó de los Cuatro Vientos, aunque González de León afirmaba que ello se debía a: 

"Costumbre viciosa y sin ninguna significación como sucede con la presente, que ni aun el nombre de calle merece por el pequeñísimo tamaño, porque  no sólo está a cuatro vientos pero ni uno, pues es una continuación algo más ancha de la calleja angostísima de las Tres Cruces o Cruces Verdes".

El escritor Alfonso Álvarez-Benavides, en sus Curiosidades Sevillanas, libro rescatado del olvido en 2005 con una cuidada edición de la Universidad realizada y prologada por el malogrado profesor Alberto Ribelot, mencionaba que en esta calle de las Doncellas vivió en aquellos tiempos, finales del siglo XIX, un oscuro personaje: un verdugo. 

Efectivamente, en el número 13 de la calle Doncellas tuvo su domicilio durante un tiempo José Quintana Caballero, sujeto, como afirma el propio Álvarez-Benavides no mal parecido, de elevada estatura y aspecto aseado, con buen hablar y desenvuelto, de manera que podría confundirse con alguien de posición holgada, ya que lucía valiosos anillos de oro y brillantes, vestía de negro, peinaba sus cabellos de manera atildada y usaba elegante bigote. El escritor afirma haberlo conocido en Córdoba en 1891, con motivo de la ejecución del condenado José Cintabelde Pujazón, el famoso Pepillo Cintas Verdes, autor de los llamados crímenes del Jardinito, acaecidos en un cortijo el 27  de mayo de 1890 y en el que encontraron la muerte varias personas, dos niñas incluidas, todo por un botín destinado a comprar entradas para una corrida de toros de la feria cordobesa. 

Con un sueldo de 24 reales diarios, como verdugo cobraba además 40 pesetas en concepto de derechos, que incluían, cosas de aquellos tiempos, la construcción del patíbulo, la hopa o ropajes que había de vestir el reo, sin olvidar otros elementos como las cuerdas con que atarlo llegado el fatídico momento, todo ello con el "plus" de cobrar el doble los días que tenía que ejercer su tremenda función. Como se ve, un puesto de trabajo bien remunerado aunque sus funciones no pudieran ser más odiosas. 

Foto Reyes de Escalona.

Al parecer nacido en Madrid, Quintana era llamado a otras poblaciones para cumplir con su cometido, habiendo acudido a Villanueva del Río para ajusticiar a dos sujetos condenados a la pena máxima por el asesinato de una pareja de la Guardia Civil, a Osuna, para dar muerte a Ventura Medina, autor de varios homicidios y a localidades como Murcia, Albacete, Pozoblanco, Jerez, Granada o Cádiz. El propio Álvarez-Benavides relataba así su encuentro con este ejecutor sevillano, que usaba para su cometido el llamado Garrote Vil: 

"Cuando en Córdoba conocimos y hablamos con Quintana en virtud de nuestra misión como corresponsal de un diario sevillano, aquel no tuvo inconveniente en mostrarnos las máquinas destinadas para las ejecuciones; llevaba dos, perfectamente lustrosas y ensebadas, como demostró a nuestra vista haciéndolas girar, pesa cada una once kilos, y la correa que ha de sujetar al reo es de grandes dimensiones y sumamente fuerte. 

José Quintana nos manifestó que el día antes de las ejecuciones y aquel en el que se verifican, no puede ni comer ni dormir, por las impresiones que recibe, y que en su opinión, los reos no sufren nada, dada la prontitud con que la máquina concluye la vida de los ejecutados. Nos basta con que Quintana nos lo asegure. "

Por lo que hemos averiguado, Quintana seguía en activo aún en abril de 1905, ya que se le menciona en reseñas de la prensa local sevillana siendo movilizado para realizar su cometido en Cádiz (habría cobrado mil pesetas en concepto de salario, dietas y gastos para el montaje del cadalso) para hacer cumplir la condena a pena de muerte impuesta a Antonio Vega Romero por delitos de homicidio, robo e incendio. Debido a su fama y problemas con sus vecinos, Quintana tuvo que mudarse, dejando la calle Doncellas para marcharse a la calle Imperial número 19, esquina con Lanza, y a partir de ahí se le pierde la pista sobre su vida, pero esa, esa ya es otra historia. 

08 enero, 2024

Correduría.

A medio camino entre la Alameda y Feria, calle popular, cofradiera y cabalgatera, en esta ocasión nos vamos a conocer un lugar lleno de ajetreo y ciertamente afectado por el tráfico rodado. Pero como siempre, vayamos por partes. 

Foto Reyes de Escalona.

Entre las confluencias de Feria y Guadiana y la de Quintana, Torrejón, Barco y Joaquín Costa, la calle Correduría poseía dicho nombre desde tiempos inmemoriales, aunque los arqueólogos que han realizado diversas prospecciones en  esa zona han comprobado que la cercanía del río y la antigua zona pantanosa de la actual Alameda habría provocado que hasta el siglo XV no se hallan encontrado restos de construcciones. En aquel sentido, durante años fue zona víctima de las inundaciones, llegándose a alcanzar en algunas ocasiones el metro sesenta de altura en cuanto a nivel del agua. 

Por su parte, los historiadores no se ponen de acuerdo en el por qué de dicha denominación de Correduría; algunos estiman que se debería a la presencia en dicha vía de algunos miembros del gremio de Corredores de Lonja (aunque radicarían algo alejados de su zona de influencia en el centro de la ciudad), mientras otros, como Santiago Montoto apuntan a que el término sea una corrupción de otra palabra, "Correeros", ya que en 1310 hay noticia de hallarse aquí la corporación de los fabricantes de correas. Este mismo autor, como curiosidad, constató que ya el 2 de marzo de 1416 el maestro armero Gil Martínez hizo donación mediante escritura otorgada ante el escribano público Bernal Fernández, de una casas en la Correduría al hospital de Santa María.

Con este nombre se ha mantenido durante largo tiempo, aunque entre 1916 y el año 2000 modificó su apelativo por el de Doctor Letamendi, en honor al catedrático de patología José de Letamendi y de Manjarrés, atendiendo con ello a una petición formulada por la Facultad de Medicina de Sevilla. Ingenioso y entusiasta, el Doctor Letamendi se caracterizó por sus amplios conocimientos no sólo en medicina, sino también en poesía, periodismo, economía e incluso música, ya que llegó a componer una Misa de Réquiem. Todo ello, unido a su carácter humilde y poco dado a honores, hizo de él un personaje admirado y prestigioso, falleciendo en Barcelona en 1897 tras haber ocupado diversas cátedras médicas y puestos políticos de importancia. 

En torno a mediados del siglo XIX la Correduría amplió su nombre al absorber la zona conocida como Plaza de Nuestra Señora de la Europa, Pasaderas de la Europa, o lisa y llanamente, la Europa, erigida así en honor a una imagen de la Virgen con el Niño en brazos que figuró durante años en un retablo dentro de una pequeña capilla pública en dicho sector, contando con Hermandad propia desde el siglo XVII y que con posterioridad pasó a recibir culto en la parroquia de San Marín, donde aún permanece. 

No sería el único aspecto devocional en esta calle, ya que un azulejo colocado en 1999 en el número 59 recuerda la piadosa tradición sobre la fundación, en estos terrenos del llamado Hospital de la Expectación o de la O, por parte del rey Fernando III el Santo, luego en manos del gremio de pellejeros, germen de la devoción a la Esperanza Divina Enfermera. Casualidades del destino, poseyó importante hermandad propia a la que perteneció el cronista Diego Ortiz de Zúñiga y que tras pasar diversas vicisitudes quedó fusionada en 1981 con la cofradía de la Sagrada Lanzada, quien celebre solemnes cultos y procesión anual en su honor cada mes de octubre. 

Su cercanía a la Alameda le ha supuesto ventajas e inconvenientes a lo largo de su historia, ya que a comienzos del siglo XX se benefició del ambiente popular y castizo de aquel sector, con numerosas tabernas (como la cercana y desaparecida de Las Siete Puertas) en las que incluso floreció la afición carnavalera y las conocidas Murgas de los años veinte y treinta, formadas por personajes populares llenos de gracejo y guasa como Carabolso, Regaera, Manolín, Escalera o Panseco, por citar a algunos de los más conocidos en aquellos años. 

Aparte de tabernas, en Correduría abundó el comercio tradicional, con diversos establecimientos como por ejemplo la zapatería La Colmena, Calzados Elda (donde después estuvo La Ilustre Víctima), la Farmacia de José Sánchez o Rodríguez y Martínez, en el número 11, abierto en abril de 1922 y cuya publicidad indicaba en la prensa local que: 

"Habrá un surtido tan extenso como variado y elegante, no solamente en trajes y blusas para señoras y niñas, sino tambien en géneros para primavera, jerseys y echarpes de seda, gran moda, géneros de punto y medias de seda para señoras y calcetines de seda para caballeros, cuyos precios, por sus cualidades han de llamar poderosamente la atención."

En 1906 los vecinos de la calle comenzaron una campaña en la prensa local para lograr que se les colocase alumbrado eléctrico, a semejanza de lo que había ocurrido en la cercana calle Amor de Dios, sin olvidar que, como comentamos antes, dada su situación como conexión entre Feria y Alameda, el tranvía fuera un viejo conocido, fuente además de algún que otro susto para conductores y viandantes, como ocurrió en marzo de 1958 y recogió el periódico Sevilla: diario de la tarde:

"Don Juan Sánchez, conductor del auto matrícula de Huesca núm. 2.930 ha denunciado que al partir con su coche hacia la calle Doctor Letamendi, no obstante haber hecho la oportuna indicación la persona que le acompañaba, fue arrollado por el tranvía de la línea núm. 1, coche motor 128, que enganchándolo por una de las aletas, le arrastró unos cincuenta metros, causándole al coche desperfectos de consideración. Por fortuna no hubo que lamentar desgracias personales."

Ni que decir tiene que en fechas navideñas o semanasanteras, la calle Correduría cobra especial protagonismo, al pasar por ella la Cabalgata de Reyes Magos y casi todas las cofradías del sector de la calle Feria, San Julián o San Gil, resultando un lugar más que apropiado para disfrutar del paso de estos cortejos, pero esa, esa ya es otra historia.

11 diciembre, 2023

Redes.

No, no vamos a hablar en esta ocasión de cuestiones relacionadas con el ciberespacio o las redes sociales, sino que nos vamos a trasladar a un antiguo barrio de Sevilla, para conocer mejor una calle que sólo con su propio nombre nos indica quienes eran sus habitantes, y que incluso, con el paso de los años, fue sede de una supuesta congregación religiosa que se declaró contraria al Vaticano; pero como siempre, vayamos por partes.

Entre las calles Alfonso XII y Baños, cruzada por la de Alfaqueque, no lejos de la Puerta Real y del barrio de los Humeros, la calle Redes, larga, recta y no muy ancha, parece que no ha cambiado de nombre en ningún momento, pues ya a comienzos del siglo XV recibía ese apelativo, relacionado sin duda con las gentes del río y sus aparejos de pesca, no en vano muy cerca de allí estaba el barrio de los Humeros, habitado por población dedicada a vivir de todo aquello que podía extraerse del Guadalquivir.

Curiosamente, el nombre de la calle fue poco a poco abreviándose. "corrompiéndose" afirma el Diccionario de las Calles de Sevilla, hasta quedar convertida en la calle Res o Rez, tal como queda recogida en el conocido plano de Olavide en 1771 y como aparece todavía en 1932 en la publicidad de cierta Guía Nocturna, donde se recoge que existían "Camas Lujosas, todo confort en el número 13 de la calle Res, muy recomendadas por su distinción absoluta, agua corriente y todo confort". Sobran las palabras. 

Con posterioridad, en torno a 1930, la calle se llamó del Marqués de Valencina, para recuperar su nombre original, Redes, en 1946. En el siglo XVI contó con una callejuela hoy desaparecida, cercana a la Puerta Real y en el siglo XIX se conformó la plaza o plazuela del Carmen, actual del Duque de Veragua, en honor al descendiente de Cristóbal Colón que hizo posible el traslado de los restos del Almirante a la Catedral de Sevilla hasta su actual sepultura. 

José Gestoso indica que en esta calle vivió en 1444 Pedro García, de profesión músico intérprete de cítola, o lo que es lo mismo, citolero, y también el pintor Pedro González en 1484, en casas del cabildo de la catedral, aunque con posterioridad se mudó a la collación de San Nicolás. 

Ilustre vecino de la calle, según el escritor, cervantista e investigador ursaonense Francisco Rodríguez Marín habría sido el escritor Mateo Alemán, autor de la célebre novela picaresca Guzmán de Alfarache; en concreto, el nombre de esta calle aparece en un documento notarial por el cual el novelista bautizado en la Colegial del Salvador da poder a Domingo García y a las doncellas Gregoria Bolante y María Calderón para que puedan alquilar en su nombre unas casas que poseía de por vida en dicha calle; la fecha del protocolo, junio de 1607, tiene la particularidad de ser inmediatamente anterior a la marcha del escritor (y Hermano Mayor de la cofradía del Silencio) a Nueva España, donde buscará mejor fortuna y donde le sorprenderá la muerte en 1614 y en la más absoluta indigencia, tal como comentamos en otra ocasión.

No tan famoso ni reconocido será otro vecino de la calle, éste apodado "Balazo", que a comienzos del siglo XIX se significó como firme partidario de las tropas napoleónicas asentadas en Sevilla, traicionando a quienes se posicionaban dentro del movimiento de resistencia contra la ocupación gala; junto a otro compinche de similar ralea, de apellido Ariza, pudieron huir por la Puerta Real durante la expulsión de las fuerzas francesas en agosto de 1812, aunque finalmente "Balazo" fue capturado y fusilado por traidor a su patria en el sitio conocido como el Salitre, no lejos de la Puerta Osario. 

Adoquinada en 1898 y de carácter eminentemente popular por la zona en la que estuvo y está enclavada, la calle Redes poseyó un cuartel (vinculado quizá al cercano del Carmen), fábricas con hornos de ladrillos, algún negocio relacionado con la prostitución (como ya hemos visto) y en el número 37 el llamado Corral de las Armas, sin olvidar que durante cierto tiempo y en el número 20 de la calle tuvieron sus casas los miembros de la controvertida Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, fundada a raíz de las supuestas apariciones marianas registradas en el Palmar de Troya (nunca reconocidas por la Diócesis Hispalense entonces en manos del cardenal Bueno Monreal)  y que tuvo en sus inicios como cabeza visible a Clemente Domínguez, quien en 1978, tras la muerte de Pablo VI se autoproclamó Papa con el nombre de Gregorio XVII; pero esa, esa ya es otra historia. 

13 noviembre, 2023

Tintes.

En esta ocasión, nos vamos a trasladar a la antigua Judería de Sevilla, en concreto, a una calle que albergó un arquillo en su mitad, en la que tuvo casa un comerciante que da nombre a una conocida urbanización del Aljarafe y que incluso en el siglo XVIII acogió una fábrica de cerveza; pero como siempre, vayamos por partes. 

La calle Tintes, que transcurre desde la de San Esteban hasta la plaza de los Zurradores, ya era conocida con ese nombre allá por 1613, debido a la presencia en sus edificios de artesanos dedicados a la elaboración de este tipo de producto, incluso aún en 1864  González de León afirmaba existir allí uno de estos negocios. En la Sevilla del XVI se introdujo el cultivo de una serie de plantas cuya maceración en agua, en depósitos llamados tinacos, generaba el añil, colorante natural de color azul que se usaba como pigmento para telas, tintas o pinturas; además, se conocía ya entonces el uso de la cochinilla y el palo campeche, procedentes ambos de América, el primero procedente de un insecto que crece en los cactus y el segundo de un árbol de la familia de las leguminosas, de uno se extraía el pigmento rojo y de otro, el negro, respectivamente, de ahí la importancia de estos tintes, sobre todo para el sevillano gremio del Arte de la Seda, que los usaba para colorear sus valiosas telas y gozó de gran predicamento durante varios siglos por la calidad de sus paños.

Foto Reyes de Escalona
 
Se trata de una vía estrecha y sinuosa que transcurre paralela al trazado de la muralla, algo que puede observarse sin ningún problema en el extremo que da a San Esteban, pues allí subsiste un trozo de este perímetro defensivo, visible en un pequeño solar y formando parte del muro medianero de un establecimiento de hostelería, una pizzería en concreto. Curiosamente, algunos autores sostienen que en mitad de la calle, dentro de ese trazado amurallado, estaría el denominado Postigo del Jabón, o lo que es lo mismo, una puerta menor de entrada y salida de la ciudad entre las cercanas Puertas de Carmona y de la Carne, similar al célebre Postigo del Aceite tan mencionado en días de Semana Santa, aunque de dicho Postigo del Jabón sólo se conserva su nombre, sin que se conozca su exacta ubicación. 
 
Una excavación arqueológica realizada en enero de 1987 en los números 5 y 7 de la calle antes de construirse un nuevo bloque de viviendas puso de manifiesto, efectivamente, la presencia de un fragmento de muralla almohade bastante bien conservado y realizado con los materiales habituales, cal, arena y guijarros que se colocaban en moldes para conformar el llamado tapial, muy presente en este tipo de construcciones. En concreto este lienzo de muralla se conservaba con 15 metros de longitud y 4 de alto, más 3 de profundidad, habiendo estado durante siglos enmascarado por azulejos, tabiques, pinturas y demás elementos. Los arqueólogos María Teresa Moreno, José Escudero y José Lorenzo, constataron en esta zona, además, que el solar no habría estado ocupado hasta el siglo XV o comienzos del XVI, lo que elimina la posibilidad de que allí hubiera población perteneciente a la antigua aljama judía de Sevilla. Por desgracia, no se hallaron referencias constructivas del mencionado Postigo del Jabón, también llamado de Clarebout en honor a una familia que vivió en sus inmediaciones en el siglo XVI y que puede que se hallase en otra zona de la calle o simplemente, haya desaparecido sin dejar rastro.
 
Un acuerdo del Consistorio en 1613 decide empedrar esta calle, siendo necesarias y frecuentes las reparaciones de su pavimentación debido al gran tránsito de personas y carruajes que registraba; como anécdota, en marzo de 1934 el diario El Liberal recogía esta noticia:
 
"La atropella una cabalgadura y le parte una pierna.
 
En la calle Tintes fue atropellada por una caballería Emilia Vázquez Capitán, de cincuenta y cuatro años, que vive en la plaza de Zurradores número 10. Trasladada a la casa de socorro del Prado de San Sebastián, el médico de guardia señor Díaz Tenorio, auxiliado por el practicante señor Moya, le apreció la fractura del fémur izquierdo, calificada de pronóstico reservado. Después de curada fue trasladada al Hospital y encamada en la sala del Carmen."
En 1943 recibió por primera vez el alumbrado público eléctrico, mientras que en la calle conviven edificios de corte moderno con otros antiguos restaurados, datados entre 1869 y 1941. No faltó la actividad industrial en esta calle, pues aparte de los mencionados tintes, se sabe de la existencia de una fábrica de cerveza en 1733 y de una de loza en 1839, sin olvidar una fábrica de curtidos para guantes de cabritilla que ocasionaba las lógicas protestas de los vecinos por los malos olores que emanaban de tal negocio. 

En el número 17 hubo casa con patio, o corral, ya que en 1925 era célebre la Cruz de Mayo instalada, incluso reflejada fotográficamente en la prensa local:


Por cierto, gran consternación generó en Sevilla el atentado con bomba registrado en el número 12 de esta calle allá por 1906, al parecer dirigido contra José Huesca y Rubio, entonces  Vicepresidente de la Cámara Agrícola. El suceso tuvo lugar a las nueve de la noche del 5 de diciembre, y aunque no hubo que lamentar víctimas sí provocó bastantes daños materiales, destacando la prensa de entonces que tras este acto podría haber motivos políticos, habida cuenta la afiliación maurista de este señor, que ostentó la presidencia de la Cámara Agrícola de Sevilla. 


Ya que hablamos de vecinos de esta calle Tintes, no podemos dejarnos en el tintero que en ella tuvo sus "casas principales" el comerciante de origen italiano Juan Bautista Cavaleri (1652-1732), oriundo de Génova, quien tras un periplo por Madrid y las Indias recalará finalmente en Sevilla en 1684 y creará todo un pequeño emporio comercial que le hará ostentar cargos de gran importancia, como los de Cosechero del Consulado de Indias, Escribano Mayor, Caballero Veinticuatro en el Cabildo de la ciudad e incluso Hermano Mayor de la Hermandad de la Santa Caridad. En 1687 contraerá matrimonio con Cristina Funes Renier, con quien tuvo cinco hijos varones, uno de los cuales construirá un palacio en la Plaza del Duque, del cual, con permiso de unos grandes almacenes, se conserva únicamente su portada.  
 
Como han estudiado los profesores Francisco J. Gutiérrez y Salvador Hernández, fruto del poder económico de Cavaleri y de su intento por ser aceptado en los estamentos más altos de la sociedad hispalese, será adquirir una capilla propia en el cercano convento de San Agustín para ser sepultado en ella, la de la Virgen de Guadalupe en concreto, y la adquisición de tierras de labor en la zona de San Juan de Aznalfarache, ahora término municipal de Mairena del Aljarafe, lo que se llamó la Hacienda Cavaleri, en el camino de Mairena a Sevilla; cuarenta hectáreas de olivar que con el paso de los años se han convertido en parques, urbanizaciones (como Ciudad Expo) y hasta una estación de Metro y un Instituto de Enseñanza Secundaria que llevan el apellido de este activo comerciante de la calle Tintes, pero esa, esa ya es otra historia.

30 octubre, 2023

Amores y Amargura. Un pasaje y una calle.

Tras nuestro anterior periplo por la Plaza de los Carros, en plena calle Feria, en esta ocasión no dejamos la zona para acercarnos a una calle con nombre cofradiero, siempre comercial y, de paso, por un pasaje perpendicular a ella que bien podría sonar a nombre romántico; pero como siempre, vayamos por partes.

Foto Reyes de Escalona. 

Entre la Plaza de Calderón de la Barca y la calle Relator, la Calle Amargura transcurre con un trazado levemente curvo y que se ensancha en la zona más próxima a San Basilio. La primera vez en la que aparece el nombre de Amargura, al menos así lo indican los expertos en "callejeo", es en un documento datado en 1697, en el Plano de Olavide de 1771 se denomina Calle de la Amargura y para más inri, se desconoce el motivo de tan evocador nombre, ¿Tendrá algo que ver con la bella dolorosa de San Juan de la Palma?

Una excavación arqueológica realizada en el número 5 de la calle por Gregorio Manuel Mora Vicente permitió descubrir, en el estrato más antiguo, los restos de un almacén y una necrópolis de la etapa romana de los siglos I-II d. C., aunque luego la zona parece deshabitada hasta ya el siglo XII, en el que se localizó un edificio con patios y pozo central. Por lo que se ve, estamos en un sector con altibajos poblacionales a lo largo de la historia, hasta que ya en torno al XVI esta zona queda fijada urbanísticamente como vía de acceso a la calle Feria para comerciantes y compradores del mercado. 

Que en ella hubo corrales de vecinos lo demuestra un recorte de prensa del Noticiero Sevillano del 10 de marzo de 1897:

"En la casa de vecinos de la calle Amargura número 1, dio comienzo anoche una misión del reverendo padre Mazuelos de la Compañía de Jesús. Los vecinos del barrio llenaban por completo el patio de la casa, escuchando con mucha atención la fácil y elocuente palabra del jesuita"

En la actualidad es peatonal, pero durante años circularon por ella carromatos y carruajes, muchos de ellos cargados con las frutas y verduras procedentes de las huertas de la zona de la Macarena y con destino al conocido Mercado de la Feria, de ahí que hasta 1925 en esta calle se colocasen no pocos vendedores ambulantes de estos productos, generando las protestas vecinales hasta que en ese año fueron integrados con motivo de la ampliación del cercano Mercado de Abastos. Prueba de la venta de productos alimenticios en no muy buenas condiciones higiénicas es este suelto de abril de 1922 en El Liberal:

"Por el Veterinario de servicio en el Barranco han sido decomisados 380 kilos de pescado que no reunían condiciones para el consumo. También han sido decomisados por el veterinario 16 kilos de pescado en la calle Regina y 18 kilos, más una barrica de sardinas, en dos puestos de la calle Amargura".
Indicar, que el Barranco, junto al Puente de Triana, para quienes desconozcan su historia, era entonces Lonja de Pescado, perviviendo su uso hasta 1971, cuando se trasladó a las nuevas naves de Merca Sevilla.

El comercio, el pequeño comercio, es protagonista en esta calle, donde siempre han existido pequeñas tiendas que, además de con sus escaparates, han usado la propia vía para exponer sus mercancías a la vista de los viandantes, a lo que habría que sumar la cantidad de puestecillos que durante años dieron a esta zona carácter popular y pintoresco. Mención especial para "La Única", clásico supermercado de barrio que lleva años vendiendo comestibles y para "La Cigüeña", tienda de confecciones fundada en 1943.

Foto Reyes de Escalona. 

En 1910 se abrió en uno de sus costados, justo enfrente del número 9,  el llamado Pasaje de Amores, que podría tener resonancias románticas, qué duda cabe, que termina en la calle San Basilio, pero que, que lleva este nombre por una razón más prosaica, en honor a Manuel Amores Domínguez, propietario del edificio que, una vez derribado, dio lugar a un solar que permitió abrir este pasaje, techado en su arranque, que carece de edificios significativos o de comercios reseñables, de no ser por la utilidad que plantea en días semanasanteros para callejear evitando el tránsito por Relator, tal como dejó reseñado el profesor y escritor Carlos Colón en sus artículos encabezados con el nombre de este Pasaje como título.

Anuncio en la prensa local. 1913.

Además, este Pasaje tiene cosas en común como los cercanos de Valvanera, Mallol, o González Quijano o los de Vila y Andreu en el barrio de Santa Cruz; como se afirma en la publicación Guía del Paisaje Histórico de Sevilla (2015): 

"Una de las grandes aportaciones a la tipología de la vivienda es el pasaje, que debe entenderse como una evolución más compleja del corral y de la casa de vecinos. Entronca tradición con modernidad saneando los interiores de grandes parcelas por medio del trazado de una  nueva calle interior. Este tipo de construcción garantizaba la intimidad necesaria para la vida colectiva de los usuarios de las viviendas. Diseñadas para las clases populares y el proletariado, se concentraron en el norte de la ciudad."

El cronista Álvarez Benavides en "Explicación del Plano de Sevilla" de 1874, menciona algunos datos sobre la actividad profesional de un señor Amores que probablemente fuera padre o familiar cercado de quien da el nombre al pasaje, al indicar que:

"El único establecimiento notable que se halla en la calle de la Amargura es: Núm 12 (7 antiguo) Almacén de vinos propiedad de D. Manuel Amores y Pérez. Cuenta esta casas más de treinta y seis años establecida, y en ella se halla un gran surtido de la mejor calidad, procedente de las conocidas y reputadas bodegas que dicho señor posee en Villanueva del Ariscal".

Aparte de esta Vinatería de Amores, hay que reseñar un taller de afilar, en el número 10, la sociedad de albañiles que tuvo allí su local y la taberna Casa Bracho, que estaba en la esquina de la calle, y en la que el gremio de panaderos, allá por 1932, fijó su sede en enero tras el cierre de su centro social de la calle Peral 34. 

Diario "El Liberal". 24 de enero de 1932.

Curiosamente, hemos encontrado una reseña periodística que habla de un incendio acaecido en la calle Amargura y gracias a ella hemos conocido un poco mejor qué tipo de tiendas existían en la calle allá por el 5 de enero de 1913, aparte de algunas peculiaridades:

"En las primeras horas de la noche anterior se inició un voraz incendio en una tienda de comestibles establecida en la planta baja de la casa número 13 de la calle Amargura. La finca es propiedad de Don Manuel Amores y la industria de don Agustín Medina. Los primeros en notar el fuego fueron los vecinos de la casa próxima, que vieron que, obstante estar cerrado el establecimiento, por ser domingo, salía gran cantidad de humo por debajo de aquél." 

La crónica destaca, de manera especial, el papel de los serenos, que apenas supieron del incendio, pasaron aviso a la cercana parroquia de Omnium Sanctorum, cuyas campanas tocaron a rebato en señal de fuego, y al poco rato lo hicieron las demás parroquias próximas, siguiendo una costumbre que era entonces más que habitual a fin de avisar a los feligreses de la necesidad de acudir a sofocar las llamas y de prevenirles del peligro, con lo cual, como resultado, casi todo el mundo se echaba a la calle, bien para colaborar en las tareas de extinción, bien para ser meros espectadores del suceso.

El incendio alcanzó por momentos gran virulencia, amenazando con propagarse a una barbería y un taller de plancha que en la citada casa tenían establecidos Juan Aguilar y Carmen Cano. Ambos, que se encontraban ausentes, se personaron inmediatamente, sacando a la calle, auxiliados de varios vecinos, todos los muebles, llegando a sufrir un síncope una señora que habitaba en el piso superior, siendo auxiliada por vecinas de la zona.  Pocos minutos después llegaba la brigada de bomberos al mando del capataz señor Espejo, que se dispuso a apagar el incendio, aunque primero la Guardia Civil y la Policía Municipal tuvieron que acordonar la zona para evitar daños en la gran cantidad de personas que se hallaban allí. Poco más se supo de las causas del siniestro, destacando la prensa que las autoridades judiciales carecían de pruebas o indicios y que las pérdidas económicas se estimaban en torno a unas 10.000 pesetas de la época.

Aunque no forme parte de la propia calle, siempre habrá que  mencionar, por su cercanía, la presencia del Palacio de los Marqueses de la Algaba, fundación de la familia Guzmán allá por el siglo XV, corral de vecinos y hasta teatro en sus tiempos y ahora convertido en dependencias municipales y sede del Centro Múdejar, testigo del devenir del barrio a lo largo de los siglos, como el famoso Motín de la Feria de 1652, iniciado en esa misma plaza, pero esa, esa ya es otra historia.

16 octubre, 2023

Plaza de los Carros.

Cementerio, mercado, escenario al paso de cofradías, hoy, en Hispalensia nos vamos a conocer una Plaza muy especial; pero como siempre, vayamos por partes.


En 1304 la plaza de Monte Sión, que éste es su actual apelativo, se llamaba del Caño Quebrado, en alusión a que bajo ella pasaba una de las tuberías que desaguaban en la zona de la Alameda, entonces insalubre laguna; el nombre abarcará, con el tiempo, no sólo a la plaza, sino a calles adyacentes o incluso al barrio, hasta que en 1845 con la reforma municipal de calles y plazas, se decidió rotularla con el de Plaza de los Maldonados, fruto de la presencia en ella de las casas de este linaje sevillano, propietario del Condado del Águila. El palacio, que contaba con vistoso mirador,  fue derribado hace ya algunos años, siendo construido en su lugar un edificio de viviendas denominado "Núcleo Montesión", que ahora acoge en sus bajos un supermercado y las inevitables viviendas turísticas. En 1960 fue llamada Plaza de Monte Sión en honor a la Hermandad del mismo nombre cuya capilla preside la plaza, aunque una parte más alejada mantendrá el de Maldonados. Por cierto, pese a tanto nombre siempre será para muchos la Plaza de los Carros, en recuerdo a una parada de estos vehículos existente en la plaza antiguamente.

"Sevilla", Diario de la Tarde, 17 de octubre de 1961.

El área de la plaza en cuestión ha sido modificada con el paso de los siglos, pues todavía en el siglo XIX presentaba un saliente a la altura de la antigua calle Bancaleros, ahora González Cuadrado, e incluso hay constancia en el siglo XV de que poseyó todo un anillo de soportales rodeándola, lo que ocasionó constantes y molestos pleitos entre los propietarios de esos edificios y la autoridad municipal, hasta que finalmente desaparecieron en el siglo XIX. Quizá esos pintorescos soportales (que eran muy frecuentes en la época en otros lugares como la calle San Jacinto, la Plaza de los Terceros o la propia de San Francisco) servían como refugio para vendedores y tenderos, por lo que no es de extrañar que la Plaza se llamase también en otras etapas también de los Trapos, ¿Por la presencia de ropavejeros?

En época medieval hubo allí importante carnicería con cuatro puestos de venta allá por 1505, que estuvieron funcionando hasta bien entrado el siglo XIX; además un documento datado en 1454 indicaba que era lugar para que en él se colocasen mujeres para vender todo tipo de productos al por menor, las llamadas también "regatonas". Los fabricantes de sayal, tela basta de lana muy empleada en hábitos religiosos, vivían también en la zona, pues en 1714 veintidós de ellos, pertenecientes al gremio, vivían en el Caño Quebrado, al igual que algunos carpinteros. Contó también con botica y barbería, de modo y manera que vino a ser, salvando las distancias, todo un "Centro Comercial" al aire libre.

Empedrada primitivamente, en 1906 fue adoquinada, en torno a 1970 fue asfaltada y hace escasos meses fue reurbanizada de nuevo con bancos, adoquines y árboles, aunque según los vecinos no los suficientes, además de parcialmente peatonalizada, para contento de los establecimientos de hostelería allí enclavados. 


Porque lo que de verdad hace revivir a esta plaza (con permiso de la imprescindible y clásica Taberna Vizcaíno, fundada en 1929), aparte de la tarde del Jueves Santo y la mañana del Viernes, es el popular y conocido mercadillo de El Jueves, que asienta sus reales en ella cada semana y sigue siendo considerado como uno de los mercados callejeros más antiguos de Europa, por lo que no debe extrañar que durante siglos, como hemos comentado, existieran tiendas de objetos antiguos o de segunda mano, así como libros o ropa. El Jueves es día y lugar de tratos, de regateos, de rebuscar, para coleccionistas, curiosos o simples paseantes. Tampoco podemos olvidar la "vida nocturna" que mantuvo la plaza, personalizada en el local Viña Blanca, que pasó de ser bar o taberna a convertirse en cabaret y se mantuvo abierto con actuaciones en directo, bailes y demás hasta finales de los años ochenta.

Anuncio en Prensa. Año 1961.

Algo que durante siglos estuvo más que presente fue el antes aludido colector de aguas que se dirigía a la Alameda, por lo que son más que habituales las quejas del vecindario por los malos olores y por la frecuentes roturas que experimentaba, de ahí lo de Caño Quebrado, encharcando la plaza de aguas nauseabundas que a buen seguro serían foco de infecciones. En 1784, Cándido María Trigueros, autor del libro La Riada escribía así de este sector:

"Una de las más perniciosas resultas de la inundación es el rebosar de los pozos y llenarse la Ciudad de agua filtrada por otros conductos, lo cual no puede dejar de causar los mayores perjuicios en las casas, cuyos cimientos se reblandecen; ya se han resentido muchas sin haber sido inundadas, por la flaqueza que ha causado en éstos la filtración inferior. En algunos barrios, especialmente en la Feria y Caño Quebrado, mana continuamente tanta agua, que puede junta formar un riachuelo."


Como curiosidad, el conocido poeta y cantor de la Inmaculada Miguel Cid, vivió en este Caño Quebrado antes de mudarse a la collación del Salvador e incluso lo hizo presente en alguna de sus composiciones, como ésta en la que alaba el paso de la procesión del Corpus por su casa: 

"Arroyo que habéis manado
de allá de la eterna fuente,
¿Cómo hoy vuestra corriente
Pasa por Caño Quebrado?
Un caño nos quebró Adán
Por do la gracia corrió;
Mas Dios el caño soldó
con un bocado de pan.
Corre el arroyo sagrado
hoy por el caño del suelo
y hoy toda la corte y cielo
está en el Caño Quebrado."

 La Plaza de los Carros quedó retratada en la en su tiempo controvertida novela de Alfonso Grosso El Capirote (1964), ejemplo de texto con denuncia social en pro de los trabajadores que narra la dureza de la vida y las penurias de un jornalero enfermo de tuberculosis que terminará sus días como costalero asalariado:

"Sólo le preocupada ahora su gesto cansino, el sonido de su tos, su voz que había cambiado, y su acento y su trabajo eventual de una semana en las regolas y la tercera en la carga y descarga del muelle, o, peor aún, en nada que consumiera su jornada, sino al quiebro de los chapuces, esperando en la Plaza de los Carros o en la del Pumarejo el cuarto de jornal por ayudar a descargar un motocarro, o desmontar un camión de harina, o arrastrar en el matadero las pieles de las reses y amontonarlas y pesarlas para los contratadores, o auxiliar en el Mercado Central o en la Lonja del Pescado a los subastadores."

La gran epidemia de Peste que asoló Sevilla en el inverno y primavera de 1649 ocasionó que, llenas las iglesias de cadáveres, hubiera de recurrirse a las plaza públicas como improvisados cementerios; tal fue el caso del sector de la Plaza de los Carros más cercano a la calle Laurel, donde se colocó como recuerdo una humilde cruz de madera. No tardó en congregarse en torno a ella un grupo de fieles, fundándose una Hermandad para rendirle culto en 1656, quienes costearon una nueva cruz de forja en la que aparecía, y aparece porque se conserva, la inscripción: "IMPLENTA SVNT QUARE CONCINIT FIDELIS CARMINE DICENS, IN NATIONIBUS REGNA VITA A LIGNO DEUS", o lo que es lo mismo: "Se ha cumplido lo que David cantó en verso fiel diciendo, Dios reinó desde la cruz en todas las naciones". Un azulejo, colocado en 2006, recuerda que esta cruz fue, andando los años, el germen de la actual Hermandad de la Soledad de San Buenaventura, y una copia de este emblema, convertido en Cruz de Guía, encabeza a la cofradía cada tarde de Viernes Santo, pero esa, esa ya es otra historia.

Foto: Reyes de Escalona

02 octubre, 2023

Cerrajería, o la calle de los "Tiznados".

En esta ocasión nos vamos a dar un paseo por una céntrica calle sevillana, de las de toda la vida, en la que el comercio y los gremios han estado presentes desde siempre, que tuvo hace muchos años el mismo especial protagonismo en Semana Santa que en la actualidad cuando llega el Corpus y su procesión, tradicionalmente entoldada en los calurosos meses de verano (y otoño) y que alberga alguno de los edificios más destacados del estilo regionalista; pero como siempre, vayamos por partes. 

Entre Sierpes y Cuna, casi en la intersección con Rioja, la calle Cerrajería es uno de los puntos urbanos de más actividad en el centro histórico de Sevilla, un trajín comercial que casi podríamos decir ha estado siempre ahí, desde sus orígenes. Un apunte, no confundir esta calle con la plaza de la Cerrajería, donde estaba la famosa cruz que actualmente preside la plaza de Santa Cruz en el barrio del mismo nombre, dicha plaza, de reducido espacio, supondría ahora el arranque de la calle Rioja con Sierpes, donde existe en la actualidad un quiosco.

Foto: Reyes de Escalona. 

Lo curioso es que a mediados del siglo XV recibía el nombre de Arqueros, se dice que por vivir en ella gentes que tenían esa condición, quizá descendientes de los que acompañaron a Fernando III en la conquista de la ciudad allá por 1248, pero ya en pleno siglo XVI tomó la actual denominación de Cerrajería en honor a este gremio; allí moraban no pocos de sus miembros, de hecho, el historiador José Gestoso, tantas veces citado en estas páginas, descubrió nombres como los de Martín de Oña, Agustín Pérez, Diego Rodríguez o Juan de Salas, vecinos todos ellos de la calle en los siglos XVI y XVII y expertos artesanos en realizar llaves, candados o cerraduras. 

Las Ordenanzas del Gremio que se conservan, de 1502, estipulan su organización, cargos, formación y hechura de las obras salidas de los talleres, pero lo verdaderamente interesante es un párrafo en el que las normas son bastante claras en lo referente a la turbia y secreta relación, a  veces, entre cerrajeros y delincuentes, pero será mejor que ellas mismas lo cuenten: 

"Por cuanto muchas veces acaece, que muchas personas van a los maestros cerrajeros y a sus obreros y les llevan las figuras de llaves imprimidas en cera o en masa y les ruegan que les fagan llaves de aquella misma forma, prometiéndoles por ello mucha cantidad de maravedís, lo cual notoriamente paresce que las dichas llaves se mandan facer escondidamente de aquella forma para abrir puertas y cerraduras ajenas y hacer muchos delictos de hurtos y otras cosas muy dañosas y peligrosas; por ende, por evitar los dichos inconvenientes, ordenamos y mandamos que de aquí en adelante ningún oficial  ni obrero del dicho oficio de cerrajero no faga llave alguna a persona que la traiga imprimida en la dicha cera o masa, salvo si no trajese la dicha llave o cerradura para que le sea fecha por aquella y el que lo contrario de lo susodicho fiziere incurra en pena de dos mil maravedís y sean dados cien azotes públicamente por esta ciudad, como persona que da consejo y favor para fazer hurtos y otros delictos".

No fueron los cerrajeros los únicos en residir en esta calle, merece la pena nombrar también, entre los antes aludidos siglos, al armero Alonso Gómez que vivía arrendando la vivienda al Cabildo de la Catedral, al bordador Sebastián Gerónimo Delgado, al latonero Francisco de la Barrera o al cuchillero Juan Alvo. Como se ve, la calle debió ser desde siempre populosa y llena del trajín de carromatos y carruajes, y puede que en esa época fuese cuando recibió el nombre de calle de los Tiznados como recogió Santiago Montoto; ¿Quizá por la actividad de los cerrajeros entre humos y hollines? Entre 1911 y 1938 se denominó Pi y Margall en recuerdo al político y presidente de la I República Española. 

Anuncio en el Diario El Porvenir. Año 1900.

Dada su ubicación, fue escenario de la colocación de arcos triunfales por la canonización de San Fernando en 1630, y también paso de procesiones de Semana Santa, Corpus o extraordinarias, como las que tuvieron lugar por la muerte de Carlos II, por rogativas para la lluvia e incluso en 1880 se colocó un tribunal en la esquina con Sierpes a fin de controlar el tránsito de las cofradías y solventar conflictos horarios entre las mismas, ya que ese punto era entonces el arranque de lo que sería Carrera Oficial y a veces las cosas terminaban "a farolazos", nunca mejor dicho. Si no nos equivocamos, la única cofradía que ha estado pasando por Cerrajería ha sido la del Valle, cuando en siglos pasados eran muchas las que alcanzaban Sierpes por este sector.

El papel de la calle como sede de tiendas y comercios es algo casi paralelo, como hemos visto, a la existencia de la calle. Por poner algunos ejemplos en este sentido, en 1865 y en el número 4, estaba el "Establecimiento de quincalla y otros efectos de utilidad y ornato Las Tres B.B.B.", que se publicitaba afirmando que:

"Las Tres B. B. B. se han distinguido en este ramo, hace mucho tiempo, por la baratura tan reconocida por la totalidad de los compradores. La buena calidad de los géneros y la verdad en los precios han hecho merecer la confianza del público, aumentando su consumo, cada día más importante. Recomendamos este establecimiento por su especialidad, lo mismo al mundo elegante que al más honesto proletario".

Álvarez Benavides narraba cómo abundaban los negocios de ferretería, abanicos, menaje, mármoles, litografía, porcelanas, cristalerías, armerías, mereciendo la pena destacar cómo, allá por 1874 estaba en el número 3 de la calle la "Gran Tintorería a vapor" de Juan Tastét e Hijos, que poseía talleres en la calle Mendigorría y en el número 25 y 27 la Fábrica de Fideos de todas clases propiedad de Don José Galin "el más antiguo de su clase de cuantos se hallan en esta población, pues cuenta ya con más de sesenta años en el mismo punto que hoy existe"

Publicidad en el diario "El Liberal". 1926.

El edificio más llamativo de la calle, esquina con Cuna, es sin duda el construido por José Espiau entre 1912 y 1914 para Luciano S. Vélez, bajo pautas neomudéjares o platerescas. En principio concebido como espacio para viviendas, una reforma posterior lo convirtió en el famoso "Almacén de Tejidos y Novedades Ciudad de Londres", dentro de un estilo regionalista en los que toman protagonismo materiales como el ladrillo, la forja, la azulejería o el mármol y se combinan con ideas procedentes del pasado, con modelos como el Palacio de las Dueñas o los Reales Alcázares. En 2014 fue adquirido por una conocida marca de trajes de novia, que reformó su interior. 

En tiempos más recientes, si seguimos a la profesora López Rioja en su libro La Tienda Tradicional Sevillana, destacó el desaparecido establecimiento de comestibles de Los Tres Leones "Mantequería y Ultramarinos Finos", que recordamos haber visitado y que respondía a la razón social "Viuda de A. Gómez y Sainz de la Maza"; dedicada a productos de la sierra, conservas y comestibles, se hizo muy popular por la ingeniosa publicidad en verso (ahora poco saludable) que podía leerse en su escaparate, y que algunos recordarán como "Nadie se pone malo si come chorizo de Cantimpalo" o "La buena alimentación empieza por el morcón".

Del mismo modo, podría recordarse el establecimiento de perfumería, bolsos y géneros de punto "Arancón", en los números 19 y 21, propiedad, al menos en 1992, de Don Nicanor Arancón, quien la habría fundado en 1940 en el lugar en el que con anterioridad existía ya una perfumería llamada "Galíndez". Curiosamente, el domingo 15 de octubre de 1961, tras una misa en la capilla de la Hermandad de Montserrat fueron bendecidos por el obispo auxiliar Monseñor Cirarda los salones del llamado "Centro Catalán", presidido por José María Colomer y situado en la calle Cerrajería y ya para casi terminar, no podemos olvidar que un lateral de la popular confitería Ochoa, fundada hace más de un siglo con el nombre de "Granja Victoria" da a Cerrajería o el no menos famoso y desaparecido salón de juegos recreativos "Las Vegas", ahora convertido en hotel, pero esa, esa ya es otra historia.

Post scriptum: publicado y difundido ya este post, un amable lector nos ha recordado un establecimiento que se fundó en el número 8 (más tarde pasó al 9) de la calle Cerrajería hace ya la friolera de ciento veinticinco años. Era 1898 cuando Domingo Queraltó Horta fundaba el Bazar La Estrella Roja, germen de la conocida ortopedia que aún pervive en nuestros días.

Anuncio en el diario "El Liberal". 1911. 



11 septiembre, 2023

Por San Vicente.

En esta ocasión nos vamos a perder por los vericuetos próximos a la parroquia de San Vicente, en concreto por una calle poco conocida pero con curiosa historia, donde hubo residencia de caritativa joven y que ahora posee nombre de juriconsulto y erudito; pero como siempre, vayamos por partes.

Foto: Reyes de Escalona. 

Entre las calles Jesús de la Vera Cruz y Abad Gordillo, no lejos de donde estuvo el "Palacio Apostólico" de la secta del Palmar de Troya y la plaza del Museo, se encuentra la calle Ricardo de Checa, llamada así desde 1930 en honor al catedrático de Derecho y vicerrector de la Hispalense Ricardo Checa y Sánchez, nacido en Sevilla en diciembre de 1857 y fallecido en 1927. Muy conocido en los ambientes académicos de la ciudad, tesorero del Colegio de Abogados, miembro de la Asociación Sevillana de Caridad, de la Real Academia de Buenas Letras y del Ateneo y experto en derecho mercantil, sin olvidar su relación con los fundadores de la Hermandad de los Estudiantes, ejerció la abogacía como defensor en casos muy conocidos en aquellos tiempos, como el del asesinato y robo a Emilio Benítez, que habría tenido lugar en las cercanía de  Castilleja de la Cuesta el 25 de julio de 1912. A título familiar, su abuelo fue José de Checa y Gijón, coronel de infantería y caballero veinticuatro de Sevilla, vocal de la Junta Suprema contra la dominación napoleónica allá por 1808.

Lo más curioso de esta vía, corta, estrecha, que conserva todavía típicas casas del siglo XIX con dos plantas, cancela y patio interior y que sirve a muchos para cortar camino en fechas semanasanteras es que durante muchos años antes, al menos desde el siglo XVIII, fue llamada Calle de la Dama y que Álvarez Benavides plasmó en sus libros una sabrosa anécdota sobre el origen de tal nombre que no nos resistimos a relatar.

Vivía en dicha calle una joven de gran belleza y corazón, preocupada constantemente por los desvalidos y que era conocida en la feligresía como la Dama de los Pobres, debido a su compromiso caritativo. Nadie que acudía a su puerta salía sin la correspondiente limosna, e incluso la joven colaboraba, dicen, con la propia parroquia de San Vicente atendiendo a personas sin recursos. A los veintiún años contrajo matrimonio con un rico potentado llamado Mateo, que aunque muy poderoso en fortuna no lo era tanto en cultura o saberes. Al poco tiempo de la boda, Mateo comunicó a su amada esposa que había de ausentarse durante unos meses a la corte madrileña por atender sus múltiples negocios y, ni corto ni perezoso, pero sí algo celoso, encargó a una vecina de la calle, con quien mantenía amistad, que semanalmente le escribiese a la capital del reino contándole puntualmente las actividades, idas y venidas y visitas de su esposa durante su ausencia.

La vecina, encantada con la tarea, todo hay que decirlo, creía además poseer dotes de erudición y de escritora de altos vuelos, de modo y manera que, en vez de escribir a Mateo narrando escuetamente que la apacible vida de su mujer a falta de su marido consistía en levantarse al amanecer, pasear, bañarse, dormir la siesta o contemplar las estrellas desde la azotea de su casa, envió elaboradas y artificiosas misivas por correo, indicando con todo lujo de detalles que, por ejemplo:

“Tres horas después almuerza y da un paseo por el jardincito, participando del gratísimo aliento de Eolo. A las dos de la tarde se entrega en brazos de Neptuno, mecida por el cual permanece como media hora. Morfeo se encarga después de transportarla al sueño más tranquilo, dulce y encantador. Generalmente pasa la hora de nueve a diez de la noche contemplando a Júpiter en la azotea.”

La llegada de tales nuevas a Madrid hizo montar en cólera a un indignado Mateo que maldijo durante horas a esos tales Eolo, Neptuno, Morfeo o Júpiter que cortejaban con tanto descaro y sin pudor a su amada esposa; encolerizado y viéndose deshonrado en tan gran modo (como vemos sabía poco de mitología, vientos, aguas, sueños o planetas) tomó una trágica determinación: la de dar fin a su miserable vida lanzándose a las frías aguas del Manzanares, donde a buen seguro habría fallecido desengañado una mañana gris, ahogado de no haber sido salvado in extremis por un avezado nadador que pasaba casualmente por allí. Aún chorreando sus ropas, e igual o más iracundo, decidió empaquetar sus pertenencias por vía de urgencia y partir sin demora hacia Sevilla, con el signo de la venganza entre ceja y ceja, planeando siniestramente balazos, estocadas y puñetazos que dispensar a todos aquellos malandrines de nombres tan extraños que osaban acercarse a su morada con tan perversas intenciones.

La calle de la Dama en el plano de Olavide. 1771.

Durante el viaje de regreso, Mateo, ensimismado en negros pensamientos, siguió rumiando como sería el ansiado ajuste de cuentas, regodeándose en él, pero una vez en Sevilla, y aclarado el contenido de las cartas ante una compungida vecina que no tenía idea de lo fatal que había sido su pretendida erudición postal, finalmente hubo de asumir ante su mujer que todo aquel funesto embrollo era fruto de su ignorancia e incultura, y que la fidelidad de Dama de los Pobres estaba, por supuesto, fuera de toda duda; mas, fue tanta la difusión de la historia de aquel marido celoso e ignorante que finalmente la calle recibió el nombre de la Dama y así se quedó hasta, como decíamos, el año de 1930.

Anécdota verdadera o divertida invención popular para explicar el nombre de una calle, nada se sabe sobre si el celoso Mateo finalmente decidió mejorar su bagaje cultural o si la vecina cotilla optó por dedicarse a otro tipo de escritura menos "mitológica".

Por cierto, en la ciudad de Ávila existe aún otra calle de la Dama, donde un 28 de marzo de 1515 nacía Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, o lo que es lo mismo, Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia; pero esa, esa ya es otra historia.

04 septiembre, 2023

A las armas: Lanza, Espada y Flecha.

En esta ocasión, superado el pequeño receso vacacional para nuestro equipo, recuperamos la costumbre de destacar, de vez en cuando, algunas vías hispalenses que por su historia, su forma o sus edificios merezcan la pena; Y en este lunes de septiembre nos vamos a descubrir Lanza, Espada y Flechas; no, nos vamos a combatir en torneo medieval ni a pertrecharnos con tales elementos para lanzarnos a la guerra con mesnadas, antes bien, como diría nuestro amigo Don Alonso de Escalona, son pintorescos nombres de calles sevillanas, desconocidas para muchos y que esconden antiguos nombres, algunos de ellos hasta "peculiares", por no decir otra cosa. Pero como siempre, vayamos por partes.

Foto: Reyes de Escalona. 

La antigua Calle de la Lanza, entre Santiago e Imperial, en la feligresía de la de Santiago, si no nos equivocamos, podría ser una de las que posee más antiguo nombre, ya que era mencionada como tal a comienzos del siglo XVII, aunque en 1484 era conocida como Traviesa a Santiago. Estrechísima en su tramo medio, apenas caben dos personas a la vez, se ensancha al final, al llegar a la trasera de la parroquia de Santiago, y expertos en la materia consideran que este ensanche bien podría ser motivado por la conversión del antiguo cementerio parroquial en zona de tránsito peatonal; de hecho, en el Diccionario de las Calles de Sevilla se recoge la petición de un sacerdote de dicho templo para conseguir "un poco de sitio que está a las espaldas de la iglesia para faser osario y de que la yglesia tiene necesidad". Justo en esa zona se encuentra el gran portón que es uno de los accesos a un hotel cuya fachada principal da a la antigua plaza de López Pintado, hoy de Jesús de la Redención. 

En 1988 los trabajos arqueológicos de José Escudero y Manuel Vera en sendos solares de la calle trajeron consigo el hallazgo de restos de época romana e islámica, aunque la cercanía del nivel freático impidió comprobar con exactitud si por esa zona habría estado situada la muralla romana o si en tiempos posteriores el sector habría estado ocupado por un palacio musulmán; en cualquier caso, los restos de cerámica encontrados atestiguaron que la zona habría estado habitada desde tiempos remotos. 

Calle popular y castiza, donde incluso se celebraban típicas cruces de mayo, e incluso sede, allá por 1859, de una molesta y peligrosa fábrica de fósforos y de la Jefatura de la Reserva del Arma de Caballería en torno a 1877, la calle Lanza fue escenario de un conocido atraco a un capitán de esa misma arma de Caballería allá por marzo del año 1900, siéndole sustraido un valioso reloj de oro, aunque se dio el caso que el presunto "caco" , José Naranjo, apodado como "El Chele" y vecino de la calle González Cuadrado, fue posteriormente víctima, a su vez, de un violento ataque por arma blanca por otro "colega" en lides delictivas, todo ello enmedio de una monumental bronca acaecida en la calle Cuna en la que resultó muerto otro correligionario por disparos de arma de fuego, algo de lo que se hizo eco la prensa local, siempre deseosa de sucesos sangrientos de este tipo.

Foto: Reyes de Escalona. 

Menos oscura y hasta divertida resulta la pequeña historia de la calle Espada, entre Enladrillada y Sol, en cuya esquina se encuentra clásica barbería. Pese a su nombre, es corta y angosta, aunque lo interesante en este caso y, como veremos más adelante, es que recibió tal apelativo en sustitución de otro mucho más explícito y hasta carnal; será muchísimo mejor que lo relate el cronista Félix González de León con sus palabras de allá por 1839:

"Calle de la Teta.

Es una pequeña travesía de la calle Enladrillada a la del Sol, en el cuartel D y parroquia de San Román, que se nombra así por una piedra redonda y saliente que está embutida en lo bajo de una de sus paredes, y la gente la llama la Teta".

Como puede apreciarse, el nombre tenía su miga, y a buen seguro que sería motivo de guasa para muchos y de problemas para el vecindario, todo hay que decirlo, de ahí que en 1845 el Ayuntamiento decidiera sustituirlo por el de Espada, sin que se sepa el motivo de nombre tan bélico. Algunos autores afirman que quizá el original apelativo tuviera que ver con la presencia de una antigua estatua femenina de época romana usada como guardacantón en una fachada, quizá la versión femenina del famoso Hombre de Piedra de la zona de San Lorenzo del que ya hablamos en otra ocasión. Por desgracia, la casa que albergaba este mármol romano tan peculiar fue derribada en 1979 y la pieza arqueológica desapareció sin que se sepa a dónde fue a parar. 

Si en 1845 la calle de la Teta pasó a ser la calle de la Espada, ese mismo año otra calle, esta vez en el entorno de San Gil-San Luis, vio como su nombre era modificado en el nomenclátor viario hispalense. Desde San Luis hacia Torreblanca transcurre la calle Orden de Malta, denominada de San Sebastián hasta 1940. En su interior existe una pequeña barreduela sin salida, en la acera de los números impares, que hasta el antes aludido año de 1845 era llamada callejón de Medio Culo. El nombrecito se las trae y no hemos logrado por el momento conocer el motivo de tan escatológica denominación, aunque en algunas crónicas se menciona como Medio Cubo, quizá para salvar un poco la honestidad de dicha barreduela, ahora zona residencial en la zona. 

Como detalle, entre abril y mayo de 1897 dos sucesos relacionados con la misma casa en la calle Flecha llamaron la atención de los redactores de El Noticiero Sevillano, el primero, sobre la situación de extrema pobreza de una familia:

"La guardia municipal ha participado al teniente alcalde del distrito que en la casa número 3 de la calle Flecha había un matrimonio con cinco hijos, todos atacados de una grave enfermedad y en la mayor miseria, sin mas enseres en la habitación que unos trapos, que amontonados en el suelo sirven de cama a toda la familia.

La autoridad municipal ordenó el ingreso en el Hospital Central de la madre y dos de los hijos más pequeños, quedando en la casa el padre y los tres mayores. Estos infelices carecían de toda clase de recursos para atender a la subsistencia y combatir la enfermedad que padecen. Las almas caritativas tienen una ocasión más de ejecutar la mayor de sus virtudes."

El segundo suceso, más violento, ocurrió así según "El Noti":

"Entre vecinas. En la casa número 3 de la calle Flecha cuestionaron dos vecinas, pasando de las palabras a los hechos y resultando Remedios Villaseca Chía con una herida en la cabeza, que fue curada en el Hospital Central. La agresora, Francisca González Lucena, no pudo ser detenida por haber apelado a la fuga, El palo con que causó la herida a su contrincante, fue ocupado por la policía". 

De cualquier modo, no deja de ser curioso y llama la atención cómo los ediles municipales sevillanos, sustituyeron nombres populares de calles por otros carentes de significado, pero esa, esa ya es otra historia.