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02 octubre, 2023

Cerrajería, o la calle de los "Tiznados".

En esta ocasión nos vamos a dar un paseo por una céntrica calle sevillana, de las de toda la vida, en la que el comercio y los gremios han estado presentes desde siempre, que tuvo hace muchos años el mismo especial protagonismo en Semana Santa que en la actualidad cuando llega el Corpus y su procesión, tradicionalmente entoldada en los calurosos meses de verano (y otoño) y que alberga alguno de los edificios más destacados del estilo regionalista; pero como siempre, vayamos por partes. 

Entre Sierpes y Cuna, casi en la intersección con Rioja, la calle Cerrajería es uno de los puntos urbanos de más actividad en el centro histórico de Sevilla, un trajín comercial que casi podríamos decir ha estado siempre ahí, desde sus orígenes. Un apunte, no confundir esta calle con la plaza de la Cerrajería, donde estaba la famosa cruz que actualmente preside la plaza de Santa Cruz en el barrio del mismo nombre, dicha plaza, de reducido espacio, supondría ahora el arranque de la calle Rioja con Sierpes, donde existe en la actualidad un quiosco.

Foto: Reyes de Escalona. 

Lo curioso es que a mediados del siglo XV recibía el nombre de Arqueros, se dice que por vivir en ella gentes que tenían esa condición, quizá descendientes de los que acompañaron a Fernando III en la conquista de la ciudad allá por 1248, pero ya en pleno siglo XVI tomó la actual denominación de Cerrajería en honor a este gremio; allí moraban no pocos de sus miembros, de hecho, el historiador José Gestoso, tantas veces citado en estas páginas, descubrió nombres como los de Martín de Oña, Agustín Pérez, Diego Rodríguez o Juan de Salas, vecinos todos ellos de la calle en los siglos XVI y XVII y expertos artesanos en realizar llaves, candados o cerraduras. 

Las Ordenanzas del Gremio que se conservan, de 1502, estipulan su organización, cargos, formación y hechura de las obras salidas de los talleres, pero lo verdaderamente interesante es un párrafo en el que las normas son bastante claras en lo referente a la turbia y secreta relación, a  veces, entre cerrajeros y delincuentes, pero será mejor que ellas mismas lo cuenten: 

"Por cuanto muchas veces acaece, que muchas personas van a los maestros cerrajeros y a sus obreros y les llevan las figuras de llaves imprimidas en cera o en masa y les ruegan que les fagan llaves de aquella misma forma, prometiéndoles por ello mucha cantidad de maravedís, lo cual notoriamente paresce que las dichas llaves se mandan facer escondidamente de aquella forma para abrir puertas y cerraduras ajenas y hacer muchos delictos de hurtos y otras cosas muy dañosas y peligrosas; por ende, por evitar los dichos inconvenientes, ordenamos y mandamos que de aquí en adelante ningún oficial  ni obrero del dicho oficio de cerrajero no faga llave alguna a persona que la traiga imprimida en la dicha cera o masa, salvo si no trajese la dicha llave o cerradura para que le sea fecha por aquella y el que lo contrario de lo susodicho fiziere incurra en pena de dos mil maravedís y sean dados cien azotes públicamente por esta ciudad, como persona que da consejo y favor para fazer hurtos y otros delictos".

No fueron los cerrajeros los únicos en residir en esta calle, merece la pena nombrar también, entre los antes aludidos siglos, al armero Alonso Gómez que vivía arrendando la vivienda al Cabildo de la Catedral, al bordador Sebastián Gerónimo Delgado, al latonero Francisco de la Barrera o al cuchillero Juan Alvo. Como se ve, la calle debió ser desde siempre populosa y llena del trajín de carromatos y carruajes, y puede que en esa época fuese cuando recibió el nombre de calle de los Tiznados como recogió Santiago Montoto; ¿Quizá por la actividad de los cerrajeros entre humos y hollines? Entre 1911 y 1938 se denominó Pi y Margall en recuerdo al político y presidente de la I República Española. 

Anuncio en el Diario El Porvenir. Año 1900.

Dada su ubicación, fue escenario de la colocación de arcos triunfales por la canonización de San Fernando en 1630, y también paso de procesiones de Semana Santa, Corpus o extraordinarias, como las que tuvieron lugar por la muerte de Carlos II, por rogativas para la lluvia e incluso en 1880 se colocó un tribunal en la esquina con Sierpes a fin de controlar el tránsito de las cofradías y solventar conflictos horarios entre las mismas, ya que ese punto era entonces el arranque de lo que sería Carrera Oficial y a veces las cosas terminaban "a farolazos", nunca mejor dicho. Si no nos equivocamos, la única cofradía que ha estado pasando por Cerrajería ha sido la del Valle, cuando en siglos pasados eran muchas las que alcanzaban Sierpes por este sector.

El papel de la calle como sede de tiendas y comercios es algo casi paralelo, como hemos visto, a la existencia de la calle. Por poner algunos ejemplos en este sentido, en 1865 y en el número 4, estaba el "Establecimiento de quincalla y otros efectos de utilidad y ornato Las Tres B.B.B.", que se publicitaba afirmando que:

"Las Tres B. B. B. se han distinguido en este ramo, hace mucho tiempo, por la baratura tan reconocida por la totalidad de los compradores. La buena calidad de los géneros y la verdad en los precios han hecho merecer la confianza del público, aumentando su consumo, cada día más importante. Recomendamos este establecimiento por su especialidad, lo mismo al mundo elegante que al más honesto proletario".

Álvarez Benavides narraba cómo abundaban los negocios de ferretería, abanicos, menaje, mármoles, litografía, porcelanas, cristalerías, armerías, mereciendo la pena destacar cómo, allá por 1874 estaba en el número 3 de la calle la "Gran Tintorería a vapor" de Juan Tastét e Hijos, que poseía talleres en la calle Mendigorría y en el número 25 y 27 la Fábrica de Fideos de todas clases propiedad de Don José Galin "el más antiguo de su clase de cuantos se hallan en esta población, pues cuenta ya con más de sesenta años en el mismo punto que hoy existe"

Publicidad en el diario "El Liberal". 1926.

El edificio más llamativo de la calle, esquina con Cuna, es sin duda el construido por José Espiau entre 1912 y 1914 para Luciano S. Vélez, bajo pautas neomudéjares o platerescas. En principio concebido como espacio para viviendas, una reforma posterior lo convirtió en el famoso "Almacén de Tejidos y Novedades Ciudad de Londres", dentro de un estilo regionalista en los que toman protagonismo materiales como el ladrillo, la forja, la azulejería o el mármol y se combinan con ideas procedentes del pasado, con modelos como el Palacio de las Dueñas o los Reales Alcázares. En 2014 fue adquirido por una conocida marca de trajes de novia, que reformó su interior. 

En tiempos más recientes, si seguimos a la profesora López Rioja en su libro La Tienda Tradicional Sevillana, destacó el desaparecido establecimiento de comestibles de Los Tres Leones "Mantequería y Ultramarinos Finos", que recordamos haber visitado y que respondía a la razón social "Viuda de A. Gómez y Sainz de la Maza"; dedicada a productos de la sierra, conservas y comestibles, se hizo muy popular por la ingeniosa publicidad en verso (ahora poco saludable) que podía leerse en su escaparate, y que algunos recordarán como "Nadie se pone malo si come chorizo de Cantimpalo" o "La buena alimentación empieza por el morcón".

Del mismo modo, podría recordarse el establecimiento de perfumería, bolsos y géneros de punto "Arancón", en los números 19 y 21, propiedad, al menos en 1992, de Don Nicanor Arancón, quien la habría fundado en 1940 en el lugar en el que con anterioridad existía ya una perfumería llamada "Galíndez". Curiosamente, el domingo 15 de octubre de 1961, tras una misa en la capilla de la Hermandad de Montserrat fueron bendecidos por el obispo auxiliar Monseñor Cirarda los salones del llamado "Centro Catalán", presidido por José María Colomer y situado en la calle Cerrajería y ya para casi terminar, no podemos olvidar que un lateral de la popular confitería Ochoa, fundada hace más de un siglo con el nombre de "Granja Victoria" da a Cerrajería o el no menos famoso y desaparecido salón de juegos recreativos "Las Vegas", ahora convertido en hotel, pero esa, esa ya es otra historia.

Post scriptum: publicado y difundido ya este post, un amable lector nos ha recordado un establecimiento que se fundó en el número 8 (más tarde pasó al 9) de la calle Cerrajería hace ya la friolera de ciento veinticinco años. Era 1898 cuando Domingo Queraltó Horta fundaba el Bazar La Estrella Roja, germen de la conocida ortopedia que aún pervive en nuestros días.

Anuncio en el diario "El Liberal". 1911. 



14 febrero, 2022

Dados.

Popular y comercial, atestada de público en fechas navideñas o cuaresmales, punto de encuentro para novias casaderas o compradores de tejidos, juguetes, bisutería y hasta con uno de los bares más pequeños de Sevilla, todo eso cupo en una calle que ha sido siempre arteria entre la Encarnación y el Salvador; pero como siempre, vayamos por partes. 

Desde al menos 1384 se tiene ya constancia documental de ese nombre tan peculiar para denominar esta vía, el de "Dados", sin que los investigadores e historiadores locales se hayan puesto de acuerdo en la causa de tal nomenclatura; uno estiman que se debe a que en esta calle en esa época abundaban las casas de juego, mientras que otros, como Santiago Montoto, indican que en la actual Puente y Pellón existieron talleres dedicados a la fabricación precisamente de esos elementos tan vinculados al azar. En alguna etapa también fue llamada "del Hospital del Yeso".

A ello habría que sumar la presencia de bodegas y tabernas como el conocido "Bar Quito" o la famosa "Bodega de Calle Dados", en el número 6, que en 1912 se anunciaba con este texto: 

"Esta antigua casa ofrece sus vinos, aguardientes y vinagres de pureza extremada, como tiene demostrado en sesenta años de existencia regida por individuos de la misma familia. Servicio a domicilio"

En cualquier caso, como "Dados" se conoció hasta 1886, año en el que recibió el nombre en recuerdo de Manuel Puente y Pellón, vecino de la calle, quien ostentó la alcaldía de Sevilla entre 1872 y 1886 y a quien se le dedicó una lápida en el número 11, actualmente en paradero desconocido. Como político de corte liberal, participó en la Revolución "Gloriosa" de 1868, que trajo consigo, por ejemplo, el derribo de la mayoría de las puertas de Sevilla, así como de las murallas y templos como los de San Miguel o Santa Lucía, por poner un sólo ejemplo.

1912. Anuncio en la "Guía del Turista de Sevilla".

Como calle comercial, siempre merecerá la pena reseñar la existencia de establecimientos muy antiguos y de gran tradición, la mayoría desaparecidos, dedicados a la bisutería, la quincalla o la confección, como por ejemplo las famosas Siete Puertas (no confundir con la célebre taberna de la zona de la Alameda) o "Iglesias, Pérez y Soro", en el número 11, y que durante más de un siglo desde su creación en 1877, aprovechando un antiguo palacio (el de los Marqueses de Sortes) reconvertido en casa de vecinos, surtió de prendas de vestir, juegos de cama, tejidos o trajes a media Sevilla, en un espacio en el que destacaban su bello patio con columnas, escalera de mármol, amplias mesas para las piezas de telas, probadores y mostradores de madera barnizada para la atención personalizada de sus vendedores. La decoración de sus escaparates era tan destacada y llamativa, que incluso ganó premios en concursos de escaparatismo en la festividad del Corpus Christi. En 2010, tras 133 años de existencia, cerraba sus puertas, dejando un cierto regusto amargo por su desaparición. 
 

A "Las Siete Puertas" (llamada así por ser ese el número de accesos a la tienda, algo que de niños nos encantaba contar de regreso del colegio), habría que añadir la tienda de tejidos de "Algarín Hermanos", en el número 21, situada ya casi en el límite con la calle Lineros (donde estaba Casa Marciano, recordemos) y que durante un tiempo, fundada en 1888, fue el establecimiento más antiguo de Sevilla en manos de una misma familia y también, aunque más reciente, la Juguetería "El 0,95", en el actual número 24, vinculada al apellido Barreiro y que además se especializaba en tiempo cuaresmal en la realización de cientos de capirotes para nazarenos de todas las hermandades. 


En el otro extremo, ya próximo a la Encarnación, quizá el establecimiento decano de la calle sea "Peña", en el número 6A, fundado en torno a 1932 (antes al parecer fue una huevería) y que constituye uno de los mejores ejemplos de mercería, lanas y botonería del centro de Sevilla; además, justo enfrente, se puede disfrutar de la clásica Tienda de Ultramarinos "Casa Lucas", famosa por la calidad de sus bocadillos. 

Foto: Reyes Escalona

Como detalle curioso, una de las tiendas de allá por 1871 era el "Establecimiento de géneros extrangeros y del reino, de ropas al por mayor y al detalle, quincalla, mercería, perfumería, de Don. Atanasio Barron y hermano. Es en su clase una de las más reconocidas y acreditadas"; aparentemente el nombre recuerda a una calle dedicada a un arquitecto en la zona de la Florida, pero no deja de resultar interesante que hay una Eustaquia Barrón casada con Aniceto Sáenz y nuera de Patricio Sáenz, siendo Aniceto el principal comprador de la llamada Huerta de los Toribios adyacente al Palacio del Pumarejo. Ni que decir tiene que son nombres de calles vinculados a esa zona desde 1887.

El cierre del Mercado de la Encarnación y su eterna reconstrucción hasta la inauguración de las "Setas" y la presión de los centros comerciales hizo que poco a poco la calle se fuera despoblando de sus tiendas más clásicas, resistiendo unas pocas apenas, sin que por ello Puente y Pellón haya perdido su carácter mercantil y de vía de paso hacia el meollo del centro histórico de Sevilla. Ojalá los dados sean propicios y la revitalización llame a las puerta de esta zona.

Foto: Reyes de Escalona

18 febrero, 2015

Capirotadas.-

 
Creánme si les digo que aquesta tarde, tras placentera sobremesa y no mejor paseo por calles que parecen desperezarse del frío invernal, por un momento creímos haber topado con comercio dedicado a la venta de instrumentos para el Santo Oficio, pues era tal la abundancia de capuces, o capirotes, que por un momento creímos que en breve habría Auto de Fe en la Plaza y que en él serían ajusticiados cientos de herejes, sobre todo por el inmenso número de conos de cartón (y hasta de rejilla, fabricados con gran pericia), que exponía el dicho comercio.



Echamos en falta, eso sí, los correspondientes Sambenitos, las corozas y demás otros elementos necesarios para pergeñar tan tremenda ceremonia, pero convenimos, equivocadamente, que hubiera tal vez otros comercios dedicados a tal menester.

Atendidos solícitamente por experimentada tendera, nos dijo que eran capirotes para cofrades, que no en vano ya había principiado la Cuaresma y que ahora muchos de ellos se aprestaban a adquirirlos, siendo elemento de gran antiguedad en la Semana Santa, pues según cuentan, fue la Cofradía de la Hiniesta quien implantó tal artilugio para alzar la punta de los antifaces de sus nazarenos, allá por el siglo XV o XVI, no recordaba bien la dicha tendera.



Colgados como racimos, a buen seguro serán señal de gozo para no pocos que ansían la llegada de fechas cofradieras...


P.d.: el último Auto de Fe tuvo lugar en Sevilla en 1780, siendo María Dolores López, acusada de trato con el diablo, sometida a tratamiento de sambenito, coroza, garrote vil y hoguera.

20 enero, 2015

Blasones.-


 Créanme vuesas mercedes que ante la contemplación (en calle que llaman de Chapineros) de tamaña cantidad de tiaras, coronas, toisones, cruces, anagramas, capelos y demás, por un momento pensé tratábase de alarde nobiliario o aristocrático, sobre todo por abundamiento de heráldicas con complicadas tarjas o formas o simples distintivos que recordaban, quizá, a humildes hidalgos.

Nada más lejos, me dicen, pues trátase de escudos cofradieros, con lo que un tanto confundidos, tendremos que alcanzar a entendar a qué corporación responde cada insignia, aunque me cuenta que gentes hay en esta ciudad que con sólo atisbar una flor de lis por acá, o una cruz patriarcal por allá, bien pronto adivinan a qué Hermandad pertenecen tales símbolos, cargados de historia y tradición, por otra parte.


Puede que incluso voacé, que lee pacientemente estas torpes líneas, ya haya reconocido su emblema de entre los demás...

12 abril, 2013

En Portada

 Como en aquesta bendita tierra trócanse con celeridad túnicas por volantes y capirotes por mantoncillos, no vendría mal recordar a los habituales lectores de estos pliegos cómo transcurrió aquella primera Feria que tuvo lugar allá por 1847. Quizás sepan vuesas mercedes, fue creación de vasco y catalán (curiosa amalgama, vive Dios) pues de tal condición eran José María Ibarra y Narciso Bonaplata quienes lograron del Municipio licencia para solicitar a la Corona una Feria de Ganados pues a su decir esa feria llevaba aparejado doble objetivo: promover mercantiles transacciones y dar aliciente a labradores y criadores de ganado para mejorar sus productos.

 Quedó autorizada, pues, dicha Feria para los días 18, 19 y 20 de abril de aquel año. Aquella Semana Santa habría sido familiar para actuales tiempos, pues no en balde de quince cofradías anunciadas sólo salieron las del Domingo de Ramos y Miércoles Santo, quedándose en sus templos las restantes merced al fuerte temporal de agua y viento que azotó la ciudad.


Fue el llamado Prado de San Sebastián lugar escogido para la Feria, y en ella al decir de las crónicas, se movieron 9.684 ovejas, 4.289 carneros o 4.111 cerdos, y para amantes de cifras, baste decir que el monto de negocio ascendió a nada desdeñable cifra de 316.000 reales. 

Mas no todo fueron cuestiones económicas, que habíase entoldado la calle San Fernando en ella se situaron tiendas de paños, peinetas, joyas e incluso curioso bazar marroquí, por no hablar de cómo en otra zona cercana se colocaron puestos de quincalla, juguetes de barro y latón, abanicos, y desde la Alcantarilla del Tagarete hasta la Enramadilla asentaron sus reales gitanas que freían buñuelos, y feriantes que ofrecían menudo, pescado frito y caracoles regados por vinos de Sanlúcar y el Aljarafe. 


Como no podía ser menos, en el coso de la Maestranza se lidiaron toros para la ocasión, alternando Juan Lucas Blanco, de Sevilla con Manuel Díaz “Lavi”, de Cádiz, lidiando reses de acreditadas ganaderías. 


 Al decir de las crónicas, y echamos mano del erudito hispalense Manuel Chaves Rey, fueron jornadas de gran actividad en el real, huérfano aún de farolillos y gallardetes por ser vez primera, que concluía a las once de la noche según Bando de la Alcaldía, aunque la lluvia hizo acto de presencia y deslució algo la Feria.

Baste, para concluir, cómo el Diario El Independiente resumía esos días: “No nos detendremos en pintar la vida y animación que notamos en ese feliz ensayo de lo que llegará a ser la feria de Sevilla, ni los atractivos que le prestaron la brillantez de la concurrencia que había establecido su paseo en este lado de la capital, porque sería imposible hacerlo comprender para los no hayan tenido el gusto de verlo.”    Tal fue la génesis de los días que nos aprestamos a vivir, y pese a transcurrir malos tiempos no por ello habrá que hacer menoscabo de tal Feria, aunque sea para pisar su albero de modo breve…


P.d. Con singular regocijo nos hacemos eco de cómo ha sido repuesta la palmera de San Juan de la Palma, a la que dedicamos no ha mucho unas palabras. Quede constancia de nuestra alegría por ello.

28 noviembre, 2012

De guardia.-



Aquejados por molestias estomacales y flatulencias varias, acudimos no ha mucho buscando remedio para nuestros males; mas poco provecho sacamos de nuestra indagación en pro de herboristería o curandero que los sanase, bien con cocimientos o  aromáticas tisanas, pero apreciamos suma escasez de este tipo de comercios hogaño, bien por falta de vocaciones o por haber sido diezmados por Santo Oficio.


Concurrimos, empero, recabando servicio de barbero, pues público y notorio resultaba en mis tiempos que eran duchos tales individuos en practicar sangrías y demás tratamientos de cirugía, recomponiendo huesos o sanando, mal que bien, llagas o magulladuras, mas no sin cierta sorpresa descubrimos que tal oficio de barbería cíñese ahora a mero corte de pelo y componer cabelleras y peinados a la moda, dado lo cual resolvimos abandonar tal recurso habida cuenta escasez de pelambre que padecemos.

Acercámonos, pues, ciertamente remisos, a botica, y aunque algo hipocondríacos y  afligidos, pues desconfiábamos de seguidores de Dioscórides o Vesalio, inquirimos cura para nuestros males bien fuera cocimiento,  tintura o jarabe, sin desdeñar gargarismos o emplastes y evitando, la duda ofende, lavativas.


Nos proveyó solícito boticario, previo pago de unos maravedís, de curiosa vasija ornada con multitud de colores, y en su interior especie de tableta con píldoras de agradable y sugestivo sabor que devoramos con presteza. Como por ensalmo, en cuestión de minutos, por no decir segundos, dichas grageas aliviaron nuestro mal trance, quedando maravillados por prontitud de remedio, sin que sepamos, una vez leída cedulilla impresa que contenía tal preparado qué ingrediente tenía en su haber, pues eran términos tan extraños como desconocidos para profanos como nos, por lo que resolvimos indagar mínimamente y agradecer infalible remedio para nuestros achaques.