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19 noviembre, 2012

Atarazanas.-

Poco podría imaginar aquel monarca a quien llamaron Sabio, aunque era su gracia Alfonso de Castilla, Décimo de los de su nombre, que cuando en 1252 otorgó permiso para construir reales atarazanas, andando los siglos, sería aqueste sitio abandonado y carente de movimiento.
Precisada Real Marina castellana de bajeles y galeras, escogióse tal lugar para establecer astillero donde construirlos, amén de espacio donde reparar, carenar y armar tales navíos, máxime cuando pugnábase con enemigo infiel que asolaba costas procedente de norte africano.

Será ya en mis tiempos, rigiendo las Españas el Segundo Felipe, cuando decídase usarlas como almacén, pósito o alhóndiga, donde albergar cuatiosos bastimentos y provisiones destinadas a Indias, amontonándose maderas, cinabrio y azogues, aunque todo hay que decirlo, si allí acumulábanse riquezas, no es menos cierto que en el Arenal pícaros., mendigos y vagabundos plantaban su reales.


De sus diez y siete naves, restan pocas, unas por ser destruidas, otras por hallarse en Hospital del Venerable Mañara, si bien no pocas perduraron en uso como fábrica y maestranza de artillería, donde ejecutábanse bocas de fuego, obuses, morteros y todo tipo de ingenios destinados a bélica estrategia promovida por Carlos III allá por la décimo octava centuria.


Abandonada su forma militar, retirados capitanes y tropa de aquel lugar, adonde hubo quien acudió a solucionar asuntos relativos a servicio en milicias o a lograr licencia tras heroico servicio en filas, nuestros gerifaltes decidieron no ha mucho convertir aquel lugar en espacio para Artes y Letras, siendo idea bien atinada dado lo privilegiada de su colocación en la ciudad sin desdeñar beneficio notorio para consistoriales arcas.



Sin embargo, promotores de la idea (catalanes por más señas, que ya se sabe han propensión a atesorar maravedíes con avidez) determinaron “velis nolis” llevarse tal espacio cabe espantosa torre, de la que ya hicimos mención(http://alonsodeescalona.blogspot.com.es/2011/10/turris-horribilis.html), que crece a orillas del río (apellidada de Pelli, valga el estrambote) con lo cual quedamos compuestos y sin novia y sin perro que ladre a tamaño lugar, que por su historia, acontecer y méritos, bien merecería mejor destino que el actual, desierto de actividad y huérfano de utilidad.



10 enero, 2012

V.O.S.

   Ciertamente era goce que anhelábamos experimentar, pues asaz curiosos como somos, no podíamos demorar en demasía visitar tal lugar, alentados a ello por descubridor afán  y resueltos a comprobar si lo que nos referían poseía trazas de veracidad.

     A primera vista, poca expectación despertó en nosotros la contemplación de la edificación, pues ni fachada ni construcción hacía presagiar que en sus entrañas pudiera haber divertimento alguno, mas haciendo de tripas corazón y encomendándonos a Santa Librada, por quien profesamos especial devoción en difíciles trances, resolvimos franquear puertas y aprestarnos a nuestra suerte fuera la que fuese.
     Apenas rebasados portones, un mozo indicónos que necesario era abonar de nuestro pecunio cierto estipendio para gozar de lo allí prometido, por lo que hubimos de agitar nuestra exigua bolsa (a la cuarta pregunta por mor de Cuesta que no es del Rosario, precisamente, sino de Enero) y entregar unas monedas a través de cubículo de extraña forma, a cuyo otro lado un escribiente nos entregó carta de pago con menudos número y letras.

     Aseméjase el sitio a corrala de comedias, pero en honor a verdad habremos de añadir que mientras en aquella el populacho anda como Pedro por su casa, en este sitio es de obligado cumplimiento que el público tome asiento en mullidos escaños tapizados con lujoso tejido, alineados en orden perfecto y conveniente para poder asistir, sin contrariedades ni molestias, y aún más, comenzó puntualmente la función, lo que no era frecuente antaño. Olvidábamos narrar cómo al fondo, inmaculado, álzase grande y albo lienzo, llamándonos la atención que faltasen foro, bastidores, o siquiera cortinaje con que auxiliar a dramático juego.  



     Juzgábamos poca la iluminación del recinto cuando esta apagóse de improviso, quedando callada la sala de no ser por masticar de ciertos frutos tostados traídos de Indias, impenitente darle a la sin hueso de algunos, poco dados a guardar silencio ni tan siquiera en su propio responso o al descaro con que otros, metidos en harina, desobedecen el sexto mandamiento. Temimos serio desperfecto en tales lámparas, cuando también de súbito, tras nuestras cabezas surgió poderoso haz de luz que plasmóse sobre el blanco telón, emergiendo, como por arte de conjuro o hechizo, figuras humanas que por sus semblantes asemejábanse a lo real, por lo compuesto de su hechura y por lo aderezado  de sus movimientos, componiendo curiosos cuadros y escenas de dramática manera, tratándose, colegimos, de intérpretes sin carne y hueso, lo que dice poco del amo del negocio, pues prefiere a estos autómatas que a honrados comediantes.


      Si la aparición de estas figuras conmoviónos no poco, qué decir de su forma y manera de hablar, pues comprobamos se expresaban en lengua ignorada por nosotros, nada inteligible, y sin saber qué decían anduvimos un tiempo, distraídos de la urdimbre de la trama, de no ser por amable camarada de asiento que nos invitó a lectura de ciertos letreros, que no habíamos distinguido, y que tenían virtud de glosolalia, ya que decían en román paladino lo que las dichas figuras proyectadas hablaban en su materna lengua, lo que nos alivió no poco.  

      Caresció la representación de intermedios, de músicos, de malabares o saltimbanquis, ni de danzas siquiera (aficionados como somos a zarabanda y chacona), sino toda ella representóse larga y tendida y a su fin, tampoco hubo ovaciones o abucheos, sino que tornáronse a encender lámparas, abandonó el público la estancia dejando desperdicios por doquier (en eso poco cambio ha habido, vive Dios) y nosotros quedamos a una vez maravillados y cabizbajos, meditabundos y embriagados. Extraña e intrigante diversión. 



03 noviembre, 2011

De libro

Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma.
Marco Tulio Cicerón.


Bien escaso en mis tiempos, costoso y arduo de hallar, y más para aquellos a quien su escasa bolsa no daba para dispendios tales, no es menos cierto que si bien antes eran copias a mano las que circulaban, con la llegada del invento del tal Gutemberg su uso se extendió en grado sumo, aunque no estuviera al alcance de todos, que poseerlos engrandecía a su dueño y ennoblecía su hacienda, que en no pocos testamentos se hacía inventario dellos.



Podíase adquirir en lugares contados, procedía de prensas castellanas y aunque algunos quedábanse aquí, la mayoría cruzaba el proceloso Océano para alcanzar Indias y servir de vínculo con su palabra.


No todos eran de historia o de ciencia, los más trataban de religión, y no poca precaución eran necesaria a la hora de adquirirlos, que sabemos de algún incansable lector que por aumentar su biblioteca finalmente dio con sus huesos en el Castillo de San Jorge al hallarse libros incluidos en el Indice dentro sus anaqueles.


Con cierta incredulidad hemos comprobado cómo en estos tiempos que corren se venden con inusitada frecuencia y mayor abundancia, que los hay de todos tamaños y medidas, con encuadernación rústica, lujosa o incluso sin ella, que abordan los más diversos temas, algunos dellos causantes de no poca desazón en nuestro ánimo por la liberalidad y frivolidad de sus textos y que algunos incluso muestran imágenes poco honrosas o decentes para la humana moralidad, opinando que deberían hallarse sin duda en Índice de Prohibidos Libros que hemos aludido antes.


Véndense en los más insospechados sitios, que agora los tratantes de libros campan a sus anchas en esta ciudad; mas, señálannos, todo ello no paresce ir en beneficio de la cultura y sabiduría de gentes, que como ya hemos comentado en estos pliegos, en poco se diferencia el comportamiento de los sevillanos de la vigésimo primera centuria del actuar de sus antepasados.  



Basta hacer cómputo para acreditar cómo tabernas se imponen a librerías y bibliotecas en escandalosa proporción y es lástima sabiendo que valiosos hijos de esta bendita tierra dejáronse sus mentes y haciendas en el noble oficio de escribir, que como bien nos dijeron no ha mucho “las mentes preclaras lo son en todos los lugares”.



Leer ensancha ánimo, esclarece ideas, aguijonea la fantasía, forja cavilar, acrecienta concentración, alimenta sesera, deleita al espíritu y, para mayor abundamiento, nos acerca a cosas y personas que a buen seguro nunca conoceríamos y casos ha habido en  que de tanto frecuentar libros háse llegado a perder cordura…