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08 noviembre, 2021

"Cambalaches" del XVIII.

 Allá por el siglo XVIII, si alguien deseaba, por poner un ejemplo, anunciar la venta de unos muebles, contratar un criado o informar de la pérdida de algún objeto de valor, lo usual era recurrir a los servicios de alguno de los habituales pregoneros que cobraban por anunciar avisos y demás informaciones de viva voz y en lugares concurridos, a fin de lograr la máxima difusión de la "noticia". 

Sin embargo, en la tarde del viernes 14 de abril de 1758 había bastante ajetreo en la puerta de la imprenta de José Navarro y Armijo, situada en la entonces llamada calle Génova, actual Avenida de la Constitución; de las prensas del establecimiento salían los primeros ejemplares del "Hebdomadario Útil Sevillano", una publicación semanal, como su nombre indica, que durante unos años sirvió para informar y dar servicio público a los sevillanos de la época cuando las rotativas y las mesas de redacción eran algo impensable. Curiosamente no fue la primera, ya que en el siglo XVII, entre 1661 y 1667, se publicó la Gazeta Nueva de Sevilla, bajo los auspicios del impresor Juan Gómez de Blas. 

 Al precio de dos cuartos, se vendía en la propia imprenta y en una librería de la calle Alcaicería, por no hablar de cómo los ciegos, vendedores habituales de la llamada "literatura de cordel", al colgar los pliegos de ese modo, también pusieron de su parte a la hora de la distribución de ejemplares de esta edición sevillana cuyo editor desconocemos pero que a buen seguro tomó como modelo otros títulos publicados en Madrid, como el llamado Diario Noticioso, Curioso, Erudito y comercial público y económico cuya cabeza visible era Francisco Mariano Nipho.


 Tal como ha reseñado la profesora María del Carmen Montoya Rodríguez, el Hebdomadario surge para cubrir una serie de necesidades y se enfoca a todos los públicos (que supieran leer, claro está), editándose todos los viernes y martes, aunque finalmente parece que sólo vería la luz la edición de los viernes. Cada número, editado en dos columnas en tamaño cuarto y cuatro páginas, comenzaba con algún tipo de enseñanza o artículo de carácter religioso, aunque no faltaron artículos como el dedicado al Monumento Eucarístico de la Catedral de Sevilla, más crónicas o anuncios de actos sociales o fiestas populares, sucesos variados y hasta noticias escabrosas y moralizantes, así como un grupo de secciones fijas que merece la pena reseñemos aunque de manera escueta:

La de "ventas y compras", donde tenían cabida todo tipo de artículos, desde simples cancelas hasta fincas enteras, pasando por vajillas, muebles, armas, vestuario, ganado y objetos artísticos como esculturas, pinturas o retablos; quizá esta parte nos recuerde, por qué no, al conocido "Cambalache" o a cualquier página de internet dedicada a compra venta. 


 Otro apartado importante era el de las "Pérdidas", donde se reflejaban las denuncias de ciudadanos que afirmaban haber extraviado algún objeto importante, pongamos por caso este anuncio de abril de 1759, como puede deducirse, el suceso tuvo lugar entre la calle Córdoba y la de Álvarez Quintero: 
 
"El día siete del corriente, desde los Alcuceros a la Cruz de los Polaineros, se perdió una bolsa de estambre de colores, dentro incluía 96 reales en plata y en cobre, 20 cuartos; a la restitución acúdase a Don Pedro Rodríguez, cirujano Plaza de Nuestro Señor San Salvador y se le dará su hallazgo".

Veamos estos otros dos de agosto del mismo año: 

"El viernes por la mañana, tres del corriente, viniendo de fuera un religioso, se le perdió una caja, dentro Anteojos, con armadura de plata, y correspondiendo sus grados a su vista, solicita su restitución, acudiendo al Padre Sacristán del Convento del Señor San Joseph, quien dará el hallazgo".

 "Domingo 22 del pasado mes, estando un sujeto en la calle de las Armas viendo pasar la procesión de Nuestra Señora del Carmen, perdió o echó de menos de su bolsillo una caja llena de tabaco dicha de China, blanca, con flores encarnadas, su fábrica cuadrada, a modo de canastillo, con cerco y charnela de plata; a su restitución se acudirá al Padre Cura de la parroquial de San Martín, por cuya mano se ofrecen dar dos pesos por su hallazgo, sin más pregunta en el asunto". 

Llaman la atención las detalladas descripciones de los objetos perdidos así como el término "restitución" indicado en el caso de que se devolviera el objeto con la posible recompensa o gratificación. 


 Igualmente, y ya que hablamos de "Restituciones", podemos poner un ejemplo de 1759 también: 

"Martes 8 del corriente, el Campanillero que toca para el Rosario de Nuestra Señora de la Antigua, al sitio de la Puerta del Perdón, se encontró un Rosario engarzado en plata, con otras circunstancias de estimación y valor, que solo pretende se las participe a su dueño para su entrego". 

En este caso, curiosamente, se obviaban detalles "ex profeso" a fin de evitar que apareciesen falsos propietarios y lograr que el auténtico dueño diese pormenores para hacerse merecedor de la devolución. 

Además, el aspecto religioso se plasmaba en las convocatorias de cultos y actos religiosos (Novenas, Octavas, Rosarios, procesiones) y en la publicación del Santoral cada número.Tampoco se descuidaban asuntos económicos o financieros, con los precios del grano, la carne y otros productos, así como los navíos llegados a puerto con su carga y pasaje.  

La sección "Habilidad" sería el equivalente al ofrecimiento de servicios u oficios, de modo que artesanos publicitaban su actividad, como en el caso de este tapicero publicado en noviembre de 1759:

"Al sitio de la Alfalfa, pasada la Pastelería, vive Bonifacio de Toledo, quien hace presente al público poderle servir en componer alfombras, tapicerías y labrar de todo primor de junco; une al viejo el nuevo sin distinción a la vista"

"A la Fuente Italiana, o Casa de las Salchichas, debajo de los portales, enfrente de la Punta del Diamante, asiste un italiano próximamente llegado que tiene la habilidad de trabajar y hacer colchones a todo primor, como consta en diferentes casas en esta ciudad, que ha lucido su aplicación."

Para no cansar mucho más, no nos resistimos a mencionar un último apartado, el correspondiente a "Amos y Criados", donde podían leerse avisos como estos: 

"Se necesita un Joven que sepa escribir medianamente para un Escritorio y en sus vacantes ha de acompañar a su Ama cuando lo permita la ocasión, no se le escasea el salario siempre que su aplicación y trabajo en la pluma se lo merezca; acúdase a las Oficinas de la Real Casa de Contratación, donde hallarán razón."

"Cierto sujeto hábil en la administración de Sacristía, e inteligente en toda instrucción en la música, con todo arreglo a sus preceptos y voz correspondiente, pretende colocación en esta Ciudad donde pueda ejercitar su habilidad, para lo cual se dará noticia en la Imprenta".

"Cierta doncella de labor, su edad veinte y ocho años, que al presente se halla fuera de esta ciudad, pretende su acomodo, y dice tener la habilidad de coser de primor, así a la española, francesa e inglesa, planchear, bordar en blanco y otras clases, se acudirá por razón donde éste se imprime". 

El Hebdomadario, al que incluso le salió un imitador satírico "El Embromario", se publicó durante algunos años más, aunque se le pierde la pista sobre 1767, quizá al ser poco rentable al decir de su impresor. Su lugar será ocupado por otras publicaciones, como El Correo de Sevilla (1781) o el Diario Histórico y Político de Sevilla (1792), pero esa, esa ya es otra historia..

12 octubre, 2020

Pregonando.

  

 

En estos tiempos actuales, en los que los medios de comunicación o las redes sociales auspiciadas por Internet han acortado las distancias y es posible saber todo de todos, quien desee realizar alguna compraventa, solicitar empleo, declarar un objeto como perdido, reclamar una deuda o cobrarla, solo tiene que recurrir al mundo digital para conseguir sus propósitos. Además, desde casi sus orígenes, la prensa escrita ha dedicado parte de sus páginas a la inserción, gratuita o pagando, de anuncios de todo tipo, por no hablar de publicaciones específicas de estas características.


Pero, ¿Cómo era en el siglo XVI o XVII? ¿De qué manera podían proclamarse edictos judiciales, sentencias varias, embargos y resoluciones civiles o penales de todo tipo?



Para eso se contaba nada más y nada menos que con todo un gremio perfectamente organizado con sus propios estatutos y cargos, amén de su correspondiente sede social u hospital, un gremio con un nombre que quizá ahora nos suene más a atril, a poemas y a prosa evocadora: el gremio de los pregoneros.


Su origen se pierde en la noche de los tiempos, sabido es que en la antigua Roma existieron los llamados “Praecones”, quienes a modo de heraldos proclamaban de viva voz las sentencias de los juzgados, convocaban a los ciudadanos a las asambleas y comicios donde se celebraban elecciones o también anunciaban embargos, subastas o todos tipo de actos judiciales, sin olvidar el proclamar a los vencedores de los juegos públicos y otorgarles la corona de triunfo.


Pasados los siglos, se sabe que en Sevilla se conoció como Calle de los Pregoneros a la actual de Ximénez Enciso, en el barrio de Santa Cruz, que arranca en Jamerdana y finaliza en Santa María la Blanca, pues en ella, comenta Santiago Montoto, tuvieron su sede como corporación, sin que sepamos a ciencia cierta dónde se encontraría dicha casa con exactitud.


Las Ordenanzas de la Ciudad de Sevilla, impresas en 1527 y que hemos consultado, dedicaron un amplio espacio en regular el trabajo y misión de estos funcionarios adscritos a la Justicia, aunque hay que decir también que podían ser contratados por el público en general a fin de proclamar o anunciar negocios o asuntos particulares.


En esas Ordenanzas, promulgadas por la Corona, se constaba ya que el uso de esta figura “pregoneril” era bastante antiguo y que estaban establecidas las tarifas, e incluso la cantidad, y la existencia de dos Pregonero Mayores cuyo oficio era provisto por el Cabildo de la Ciudad, siendo vitalicio, junto con otros doce pregoneros “menores”, cifra interesante si contamos con que en París en sus mejores tiempos llegó a haber veinticuatro. Como condiciones para ingresar en el gremio se les pedía que tanto los mayores, como los menores fuesen:


Hombres buenos, y de buena vida y fama, y no viles personas, ni mal infamados, hábiles y pertenecientes para usar de dicho oficio, que tengan voces altas y claras y elegibles a vista y examinación de los mayores”.


Igualmente, y dado que al parecer eran depositarios de no pocos bienes de valor que a la postre salían a pública subasta, y para evitar “tentaciones”, se les obligaba a entregar la cantidad nada desdeñable entonces de cien mil maravedís como fianza o depósito de garantía; además, se prohibía que los pregoneros se asociasen para hacer negocios, bajo pena de mil maravedíes y hasta la pérdida del empleo.


Bien organizados, en la Ordenanzas se obliga a los dos Pregonero Mayores a que establezcan un cuadrante semanal, donde se establecía que hubiera siempre dos pregoneros disponibles al servicio de la Justicia y de la Alcaldía y también que esos pregoneros habrían de realizar la labor, especialmente en lo tocante al anuncio de la limpieza y barrido de las calles, de manera que sus vecinos estuviesen avisados cada quince días, lo que da idea de la higiene, o mejor dicho, de la falta de higiene que dominaba las calles hispalenses en aquella época.


Interesante también un detalle para los “novatos”: cuando un nuevo pregonero ingresaba en el gremio: Por honra de él, haya de dar y de un yantar a los otros pregoneros, mayores y menores, ayuntados en el lugar que ellos acordaren, antes que use del dicho oficio y que sea obligado a dárselo en dineros o en viandas, cual escogieren o más quisieren los otros pregoneros, o la mayor parte de ellos, con tanto que ahora se de en vianda o en dineros, no se gaste en ellos más de quinientos maravedís”


En resumidas cuentas, el nuevo debía o bien pagar una “convidá” por su ingreso en el Gremio o bien entregar al mismo el importe que pensase gastarse en la comida y bebida.


¿Dónde se colocaban los pregoneros a la hora de comunicar anuncios, edictos y demás asuntos? Según el texto que hemos consultado, se mencionan las Gradas de la Catedral, las Plazas del Salvador, la Alfalfa, Santa Catalina y la Feria (hay quienes aluden también al trianero Altozano) como espacios de obligado cumplimiento (quizá los más populosos en aquel tiempo por la existencia de mercados en ellos), cobrando por ello la cantidad fija de cuatro maravedís, aunque también podían pregonar en otros lugares previo pago extra de dos maravedís.

 


 Sabemos que aparte de este salario, los pregoneros podían cobrar algo parecido comisiones por sus servicios, pues las aludidas Ordenanzas establecían lo siguiente: “Otrosí, como quiera que los dichos pregoneros hasta ahora han llevado treinta y tres maravedís y medio de cada millar por su salario de las cosas que vendían, así en las almonedas de los difuntos, como en las Gradas y en las otras plazas públicas de esta ciudad, y porque este salario es muy excesivo, mando que de aquí en adelante los dichos pregoneros lleven por su salario de las cosas que vendieren en las dichas almonedas o fuera de ellas veinte maravedís de cada millar”, lo que en definitiva parece una rebaja de sus comisiones, que habrían pasado del 3,3 por ciento al 2 por ciento. ¡Ignoramos cómo sentaría esta medida en la institución!

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Como curiosidad, y acerca de la actividad de esta curiosa corporación, un texto de las Ordenanzas que alude a otro gremio, el de fabricantes de colchas, nos da idea de cómo actuaban los pregoneros en ocasiones concretas:


Otrosí, porque por experiencia se ve que los pregoneros venden muchas cosas en almoneda y por evadirse de la dicha pena y engañar a los compradores, al principio que empiezan a pregonar la colcha dicen de lo que es, y después andando en almoneda no lo tornan a reiterar y decir; y porque en la dicha almoneda sobrevienen otras personas que no oyeron al principio si la dicha colcha era de algodón, o de lana, y la pujan y compran creyendo ser de algodón, de que resciben engaño, que los tales pregoneros y otras personas que así vendieren las dichas colchas declaren y digan al principio de la dicha almoneda, y al remate de ella, de lo que es la dicha colcha, so pena que si así no lo hiciere, pierda la dicha colcha o su valía de ellam si fuere suya, y si fuere ajena, que pague seiscientos maravedís y esté diez días en la cárcel, y que no se pueda excusar de la dicha pena, puesto que al principio de la dicha almoneda diga y declara de lo que es la dicha colcha, si no lo dijere, y declare al tiempo del remate”.


Y es que tengo cargo de pregonar los vinos que en esta ciudad se venden

Otro cometido no menos interesante era el ir delante de los reos proclamando la condena de cada uno, antecediendo al cortejo de alguaciles, jueces y sacerdotes camino del patíbulo o cadalso. Cervantes en su novela picaresca El Licenciado Vidriera hace aparecer al pregonero durante una ejecución en Valladolid y Francisco de Quevedo, por su parte, lo narró en verso de este modo:


Con chilladores delante

y envaramiento detrás,

a espaldas vueltas, les dieron

el usado centenar.


Los “chilladores” serían nuestros pregoneros, mientras que el envaramiento aludiría a las varas de autoridad que portarían los alguaciles; era habitual que la pena de azotes fuera de cien y que con las espaldas vueltas al pueblo los condenados recibieran dicha pena


¿En qué momento desaparece el oficio de pregonero tal como se concebía en aquellos tiempos? Se conservan nombres de pregoneros sevillanos de finales del XVI y del XVII como Martín Macías de Salamanca (que además era librero según relata María del Carmen Álvarez Márquez) o Cristóbal de Zamora de quien se poseen referencias en 1597; incluso se sabe que una Real Cédula firmada en Sevilla en 1732 contiene las Ordenanzas del Gremio de Plateros de Barcelona y en ellas se incluyen términos y alusiones a los pregoneros al igual que en una publicación de práctica forense editada en Barcelona en 1832, donde se les menciona. 

 

Quizá la disminución del analfabetismo, la llegada de la prensa escrita y, más tarde, de la radio o la televisión, terminasen con el oficio, aunque aún pervive la figura del pregonero en no pocos pueblos pequeños de la geografía española, aparte, claro está, de los pregoneros líricos y exaltadores de la Semana Santa, Patronas o fiestas populares, pero esa, esa ya es otra historia…