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19 junio, 2015

En antena.

Ciertamente, subir a las alturas de cierta azotea próxima a la Catedral nos deparó la sorpresa de hallar una extraordinaria vista de la misma y de su famosa Giralda, llamada Giganta por Don Quijote y excelsa construcción que supone amalgama de estilos artísticos diversos nunca lo suficientemente ponderados. 


Conmovidos por la excelente perspectiva, que permitíanos otear el horizonte hispalense en sus cuatro puntos cardinales tuvimos que esforzarnos para distinguir algunos de los más hermosos edificios, pues aparecían rodeados de extraños y numerosísimos aparejos y de hierro con formas confusas a semenjanza de parrillas como la que sirvió para martirio de San Lorenzo. Lástima que tales mamotretos obstaculicen apreciar nuestra ciudad desde arriba.



Además, nos sentimos ciertamente bajo vigilancia en algún momento, temiendo ser requeridos quizá por algún miembro de la Santa Hermandad o de los alguaciles del Cabildo de la Ciudad, aunque no hubo nada a la postre salvo el disfrute de tan soberanas visiones en un atardecer ciertamente memorable.

27 agosto, 2013

De farol.-



Tras reciente y breve periplo por tierras granadinas (en magnífica compañía, por cierto) aparte de disfrutar de aquella ciudad y su gente, y de gozar de la belleza de sus monumentos, nos hemos traído el recuerdo de la huella hispalense en una de sus plazas, la llamada de Bib-Rambla.

Trátase de plaza muy principal en aquella urbe, con numeroso comercio, tabernas y colmados, y se decora con fuente de bella factura.



Consérvanse en ella farolas de bronce de elevado porte y singular belleza, lo que llamó nuestra atención, a la par que por su hermoso diseño y elegante prestancia.


Al acercarnos a una dellas, comprobamos, no sin cierta alegría, que se trataba de pieza realizada en 1892 en el taller de “Pérez Hermanos” o "San Antonio" en nuestra amada ciudad de Sevilla, lo que nos llevó a hacer una pequeña averiguación, comprobando que dicha industria estuvo radicada en el número 81 de la calle de San Vicente y que de sus instalaciones salieron no pocas farolas para plazas sevillanas como la de San Francisco, aunque por desgracia el tiempo y la desidia se han desecho de las mismas.



Quede por tanto constancia de cómo, también en cuestión de farolas “nunca se es profeta en su tierra” y de cómo por desgracia poco valoramos nuestro patrimonio.  



03 diciembre, 2012

En la Sierra.-

 Gentilmente invitados, anduvimos no ha mucho por entre castaños, nogales, quejigos, olivos y demás especies vegetales propias de elevadas alturas (orilleras, cornicabras, madroños, escobones y madreselvas), toda vez, que fue la Sierra de Aracena meta de nuestros pasos, rodeada de riscos y peñas que poco tienen que ver con nuestra amada y llana Sevilla.



Caminando por vericuetos y senderos angostos y llenos de maleza, aunque haya que añadir, empero, que hízose camino amable por excelente compañía e inmejorables camaradas, llevándonos extraordinaria impresión de aquellos predios, verdeantes por recientes lluvias y en medio de extraordinaria y soleada jornada, plena de puro aire carente de maléfica contaminación.



Todo lo cuál no hizo sino rememorar en nuestros sentidos cierto peregrinar por tierras norteñas en pos de tumba del Apóstol, y a fe que hemos de retornar  a tierras jacobeas, que hay mucho que agradecer e implorar a fin de llegar a buen puerto.



Dimos con devotos retablos y capillas para protección y devociones de labriegos, sencillamente adornadas y no exentas de flores y cera.

  


Incluso hubimos fortuna de hallar porcinas bestias de las que, cuentan, aprovechánse hasta andares, si bien pétreo vallado impidiónos apropiarnos de algún de aquellos benditos animales, tan sabrosos en chacínica forma que no alcanzamos a comprender que mal hay en ellos para que infieles no los ingieran.

 Por no hablar de original coso taurino en villa de Corteconcepción, de reducido aforo pero singular encanto.

 Repusimos fuerzas en rural morada, amén de entrar en calor pues frío fue aquel día como es propio de estas fechas, pero amable trato y buenas viandas nos hicieron olvidar tiritonas y escalofríos pese a hacer uso de pertinente chapeo y hopalanda.



Regresando de tal jornada incluso podríamos haber enviado algún documento o misiva, pues como se ve existe servicio de postas bien atendido pese a inaccesible terreno.  

11 marzo, 2012

En todo lo alto

Volumen nada más, base y altura.
(Gerardo Diego: Giralda)


Proveídos de cédula al afecto, y ciertamente no mal acompañados, no ha mucho gozamos inusitado privilegio de acceder a sus aleros y tejados, alcanzando altura nada desdeñable y poco recomendable para quienes de vahidos padezcan; sin embargo, justo es alabar el empeño del Cabildo Catedralicio por proveer que puédanse alcanzar tales altos, merced al pago de unos ducados que a buen seguro servirán para sostener a la “Magna Hispalense”, cuya piedra postrera fue colocada el día 6 de octubre de 1502, padeciendo embates de los tiempos y soportando con fiereza temblores de tierra como el llamado de Lisboa del día de Todos los Santos de 1755.




Si contemplar dicho templo desde su solería u orar en él sobrecoge grandemente el espíritu más tibio, transitar sus tribunas supone experiencia grata para el ánimo, y no menos placentero es descubrir vistas inéditas desde triforio o claristorio, recreándonos con deleite en belleza de coloridos vitrales.



Sin embargo, tras superar exigua escalera de piedra con forma de caracol, no mayor gozo para vista y entendimieto supone adentrarse en laberinto de contrafuertes, pináculos y arbotantes, admirándose labores de cantería próximas a filigrana y pasmándose por cómo “obra de locos” (al decir de sus creadores) pudo alcanzar tal belleza, quedando incluso marcas de maestros canteros como testimonio de su esfuerzo y labor.





Item más, causan pavor gárgolas de aterrador aspecto y fiero ademán, semejantes a monstruos del Averno que huyen del sagrado recinto o (afirman otros) parecen, empero, custodiarlo con su propia maligna ferocidad.



Item más, que desde tal pétrea cima puede apreciarse Hispalis, mas mentiríamos si añadiésemos que tal perspectiva no nos sorprendió por lo menudo que se vislumbra, pareciéndonos tan pequeña como singular y descubriendo cuán mínimas puede llegarse a ver a personas.


Resta como epílogo indicar que otro acicate para tales aleros recorrer, supone avistar a la Giralda desde otero inusual, pues, pocas veces tiénese tamaña ocasión de sorprendernos la hechura de su fábrica, mixtura mahometana y cristiana, coronada por Giganta de bronce.