24 agosto, 2011

De fuste.-

“Por dar grandeza y magestad al sitio se erigiéron dos grandes columnas,
 que de la antigüedad Romana permanecían junto al Hospital de Santa Marta,
de altura gigantea y competente grueso con sus basas y capiteles de órden corintia,
que las indican obra de Romanos: sobrepúsose á cada una otro pedestal,
que tienen las estatuas de Hércules y Julio César, fundador aquel,
 y amplificador este de esta gran Ciudad, queriendo entender
en sus representaciones al Emperador Don Carlos y al Rey Don Felipe II”



        Erró en sus comentarios nuestro buen amigo Ortiz de Zúñiga, al que hemos de recurrir por su autoridad y sabiduría, si bien es de sobras acreditado, siendo como es de sabios rectificar, que finalmente reseñó en sus famosos Anales, en el año 1574, que las dichas columnas de la Alameda de Hércules procedían de antiguo templo romano en la collación de San Nicolás y que aún antaño, y hogaño, pueden contemplarse otras tres, dispuestas a diferente nivel del actual suelo, y sin mayor aparato arquitectónico, dejando a los eruditos el discernir qué templo y a qué deidad fue erigido.



         Desde sus más oscuros inicios, sabido es que la humanidad, llegado el momento de obrar sus construcciones, servíase de cualesquier pétreo elemento, y que en no pocas ocasiones emprendía sus construcciones haciendo uso de anteriores elementos dado que eran escasos y onerosos.



              Inundada dellas la urbe, palacios y viviendas se ornan con dichos fustes de granito o mármol, en las primeras como símbolo de nobleza o simple apoyo, traídas de las ruinas de la llamada Sevilla la Vieja o Itálica y aprovechadas de nuevo en ajeno asiento, patios o fachadas, de lo que doy fe.






          Buen ejemplo tenemos en estas columnas hercúleas, mas, como a continuación se verá, no son en modo alguno las únicas que se alzan dentro del recinto urbano hispalense.  




        Tratándose de nuestra primitva collación, merece reseña, el actual Patio de los Naranjos de la Colegial del Salvador, del que guardamos gratos recuerdos y que fue apelado Sahn por los mahometanos al servir para sus rituales abluciones, ostenta columnas y chapiteles de romana época que sin embargo fueron allí situados tras ser retirados del islamita templo de Ibn Addabás (consagrado a Alá en el año 207 de su era, 829 de nuestro Señor) al ser derribada en 1671.


         Y cosa curiosa resulta ver los dichos fustes y capiteles también en las tiendas y comercios que a espaldas hay de la Colegial en Plaza que llaman del Pan.



       Multiplícanse en parroquias y capillas, además, como recuerdo de la presencia de eclesiástica jurisdicción y memoria de cómo malhechores y facinerosos recurrían al viejo Derecho de acogerse a sagrado en la Casa de Dios y evitar así la humana justicia. Prueba dello la tenemos en las gradas de la Santa Iglesia Catedral y en otros preclaros edificios.










                Añádase a todo ello que Cristo nuestro Señor fue maniatado a una dellas y que sobre otra cantó el gallo tres veces a las malhadadas Negaciones de San Pedro para comprender la importancia de las dichas columnas, llegando a haber, célebre Taberna en la Borceguinería con ese nombre y en la otra banda del Río, Casa llamada así por ostentarlas en su fachada.




         Siendo Sevilla ciudad necesitada asaz de sombra y protección contra el calor, y también por procurar refugio en caso lluvia a transeúntes, perviven todavía soportales sostenidos por fustes de columnas en lugares destacados de la villa, aunque agora, nos dicen, sirven las más de las veces para proporcionar cobijo a mesones y tascas, mas dello no podemos proporcionar concreto testimonio habida cuenta nuestra exigua afición a tales lugares.





             Queda por último reseñar cómo se ha servido la ciudad de columnas para colocar sobre ellas el símbolo de nuestra Redención a manera de Crucero, por señalar lugares o funestos episodios o, en mis tiempos, evitar que los vecinos echaran inmundicias en las calles, puesto que estando allí tan venerado simulacro (aún estando alguno en lamentable estado) nadie osaría en convertir en muladar aquellos sitios; y aunque vivimos en tiempos de increencia no sería mala cosa multiplicar calvarios de este tenor, que así conseguiríase mayor decencia en las calles y menor suciedad en las mismas.




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