Atravesó el Postigo del Aceite con paso apresurado, bamboleando su capa negra y ensimismado en sus pensamientos. A su paso, tras reconocerle por su cruz de caballero de Calatrava, muchos inclinaban brevemente la cabeza en señal de reconocimiento. Sorteando carros de mano y algún que otro charco maloliente, a su izquierda, divisó la modesta cruz que sobre un humilde templete de mampostería acogía, cada día al atardecer, el devoto rezo del rosario por parte de un grupo de devotos.
A la derecha, el Hospital de la Caridad, cuya iglesia se encuentra cerrada ahora debido precisamente al mal estado de su estructuras por las obras adyacentes; lo que en principio fue una ermita dedicada a San Jorge para dar sepultura a los ahogados en el río cambia por completo a partir del ingreso como hermano de Miguel de Mañara en 1662, quien dedicará parte de su fortuna a mejorar el edificio y convertirlo en casa de acogida para desfavorecidos, "nuestros amos y señores, los pobres". Dormitorios, cocina, enfermería, todo se irá añadiendo hasta conformar un espacio asistencial de primer orden, destacando el cuidadoso programa iconográfico de la iglesia, basado en las siete Obras de Misericordia y que Mañara establecerá con la ayuda de artistas como Murillo, Roldán o Valdés Leal. Ya se sabe, se buscaba la curación de cuerpo, pero también la del alma.
Por cierto, a la entrada de la puerta principal, abajo a la izquierda, se conserva una curiosa hendidura entre el suelo y el dintel izquierdo, constituyendo uno de los primeros bebederos para perros de Europa y que, según la tradición, fue ordenado colocar por el propio Don Miguel, afligido por la sed que pasaban estos animales en los tórridos veranos sevillanos. Pese a sus buenas obras, a sus rosales nunca marchitos, pese a ordenar ser enterrado a la entrada de la iglesia de la Caridad para sufrir la humillación de que todos pisaran su tumba, por el momento Mañara no ha pasado, dentro del escalafón de la iglesia católica, de ser Venerable (como hace poco le ha sucedido al arquitecto Antonio Gaudí), pues su proceso de beatificación quedó varado hace años, quizá debido, dicen, a la confusión del propio Don Miguel con el personaje de Don Juan Tenorio, aunque cuando Tirso de Molina publica El Burlador de Sevilla Mañara apenas cuenta con cuatro años de edad, todo hay que decirlo.
Pero la calle Temprado, por cierto llamada así en honor al capitán de artillería Claudio Temprado Pérez (1838-1874), héroe de las Guerras Carlistas, no es sólo la Santa Caridad; en otros tiempos, el edificio de la Aduana daba en unas de sus fachadas a esta calle, remarcando su presencia y su cercanía al río y marcando frontera con el llamado Postigo del Carbón, hoy desaparecido, en la confluencia de Temprado y Santander, no lejos de la Torre de la Plata. Será en el siglo XIX cuando la acera de los pares se urbanice, adquiriendo la Santa Caridad en una parcela para levantar unos jardines presididos por una magnífica estatua de Mañara realizada por Antonio Susillo, mientras que el Cuerpo de Artillería ocupará una enorme manzana para conectar su Maestranza con un nuevo acuartelamiento.
Derribadas las dependencias militares que daban al Paseo de Colón, en 1987 comenzarán las obras del actual Teatro de la Maestranza, con planos de los arquitectos Aurelio del Pozo y Luis Marín, que incorporaban la fachada de la antigua maestranza artillera, un aforo concebido para mil ochocientos espectadores y un volumen aproximado de unos 20.000 m3. Inaugurado en 1991, ha sido escenario para la ópera, la música clásica y la danza, siendo pieza clave en el ámbito de la cultura sevillana desde entonces, pero esa, esa ya es harina de otro costal.
Como siempre Manolo, me encanta tus bien ilustrados artículos. Son magníficos y nos enseña lo que muchos no podemos ver. Gracias
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