19 septiembre, 2024

Correa.-

"La música compone los ánimos descompuestos
y alivia los trabajos que nacen del espíritu. "
Miguel de Cervantes Saavedra.
 

Perfeccionista e inquieto, irascible y virtuoso del órgano, fue considerado una eminencia en su oficio y arte, y como tal, valorado en todas partes, menos en su ciudad natal, cosa nada infrecuente, por otra parte. Respondió al nombre de Francisco Correa de Arauxo y en esta ocasión desmenuzaremos, brevemente, cómo fue su trayectoria; pero, para variar, vamos a lo que vamos.
 
En septiembre de 1584 es bautizado en la parroquial de San Vicente el hijo de Simón Correa e Isabel de San Juan, al que se le pone por nombre Francisco. El nacimiento se había producido en el conocido como barrio del Bajondillo, la que sería ahora calle de Juan Rabadán, no lejos de San Lorenzo. Maestro botijero, el padre de nuestro protagonista a buen seguro era especialista en tinajas y orzas, con especial mención a las denominadas ollas peruleras, realizadas como envases para el aceite y el vino que se exportaba a América en aquellos años. 
 
Apenas ordenado clérigo, con solo quince años será instituido como organista titular del segundo templo en primacía de la ciudad, la Colegial del Divino Salvador, dónde destacó tanto por su esclarecido talento como por sus arrebatos de ira, pecado harto frecuente entre genios y virtuosos seguidores de la Musa Euterpe (la de la Música, para entendernos).


Sus comienzos quizá fueron un reflejo de lo que sería su trayectoria profesional, pues uno de los candidatos rechazados, un inglés de apellido Picaforte, pleiteó durante cinco años contra el nombramiento. A partir de ahí, los litigios serían su habitual compañero de viaje. Experto compositor, supo como pocos aunar bajoncillos, registros, clarines y tientos de tonos diversos, conjugando todo su saber en sesudo volumen titulado “Facultad Orgánica” que publicó en 1626, considerándose por ello diestro intérprete y lúcido instrumentista, lo que valióle halagos y alabanzas de quienes tuvieron ocasión de acceder a dicho volumen, tanto, que a la postre, años después fue considerado "El Bach español".


Mas como del dicho al hecho dista no poco trecho, quiso la Providencia que cada vez que hubiera vacante de organista en la ciudad o en otro lugar, como las catedrales hispalenses, toledana o malagueña, por citar algunas a las que opositó, nunca pudiera gozar de ellas, continuando en la Colegial del Salvador por espacio de veinticinco años, con enorme fidelidad y por ello logrando la recompensa de que se le premiara con un aumento de 2.500 maravedís y 6 fanegas de trigo.  Las decepciones y la frustración harán que se enfrente al cabildo del Salvador con desavenencia en diversos momentos, uno de ellos al negársele a ejercer como capellán, otro contra la Hermandad Sacramental a cuenta de unos carpinteros y otro, en  fin, por defender a su discípulo y sobrino Juan Arias Macías a quien habían despojado, arbitrariamente según él, de su plaza de cantor; cuentan las crónicas que por este motivo, y otros, la situación se fue agriando paulatinamente, de tal manera que, como cuenta el organista Andrés Cea, el 8 de septiembre de 1630 se produjo un tremendo escándalo en el Salvador, pues Correa planteó una serie de reivindicaciones que incluso acompañó con el lanzamiento de octavillas de protesta (algo en lo que, como se ve, se adelantó a los actuales sindicatos), realizadas de su puño y letra: 
“Se puso de pechos en la tribuna del órgano que cae sobre el coro y en voz alta dijo que le fuesen testigos los presentes como subía a tañer aquella fiesta compulso y apremiado y contra toda su voluntad. Y que, en señal de que así lo hacía, lo manifestaba en un papel que escritas las mismas razones arrojó dentro del coro. Y fue tanto el escándalo que el susodicho causó y lo que el pueblo alborotóse y escandalizase que en gran rato de tiempo no se pudo proseguir con los oficios divinos”.
Foto: Reyes de Escalona. 

El resultado final fue que el iracundo organista terminó dando con sus huesos en la llamada cárcel arzobispal, comenzando nuevo pleito, otro más, por la posesión de las llaves del órgano colegial (se negó a devolverlas) que no haría otra cosa sino precipitar que el cabildo del Salvador removiera cielos y tierra para lograr su propósito de despedir al organista. No hizo falta. El destino o la providencia divina hicieron que finalmente Correa de Arauxo aceptase el nombramiento de organista de la catedral de Jaén, donde durante cinco años, hasta 1640, ejercerá su magisterio, para finalmente lograr ese mismo año la plaza de organista titular de la catedral de Segovia. Allí se asentó de manera definitiva, pese a que le llegaron tentadoras ofertas, al fin, de la anhelada Hispalense, no volvió a cambiar de teclados. 

Foto: Reyes de Escalona. 

Estimado lector, cuando entres en la iglesia del Salvador comprobarás que sobre airosa tribuna, a los pies del restaurado templo, hállase potente órgano, mas desdichadamente, por el momento sigue sin vida a la espera de una merecida y pronta restauración; no se trata, como algunos piensan del órgano del que tantos años salieron maravillosos registros y melodías compuestos por Correa de Araujo; si todavía pretendes hallar algunos restos de aquel órgano primitivo, tendrás que encaminarte a la cercana iglesia de la Anunciación, en cuyo coro alto, aunque con maquinaria moderna, se conserva, esta vez sí, el órgano que sirvió de piedra angular sobre la que se labró el  prestigio y  la fama de “El Bach español” y que pasó a mejor vida en 1654 en la ciudad de Segovia ocupando, como decíamos, plaza de organista en su Catedral, muriendo en la más absoluta pobreza, tanta, que el propio cabildo de la catedral segoviana asumirá los gastos de su entierro en la propia seo, pero eso, eso es ya harina de otro costal. 

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