En esta ocasión, y como está
próximo a celebrarse el via crucis cuaresmal del consejo de cofradías, este año
presidido por el Señor de la Salud de la hermandad de los Gitanos, vamos a
centrarnos en un convento desaparecido y que albergó a esta corporación durante
ochenta años. Poco, muy poco ha llegado hasta nosotros de este convento
masculino, pues sus bienes fueron incautados, como veremos, y el edificio en
parte derribado y en parte transformado, como veremos también. Sin embargo, si
cualquier día accedemos al Museo de Bellas Artes de nuestra ciudad, como por
ejemplo, para admirar la gran exposición sobre Martínez Montañés, comprobaremos
que en dicho museo se cobijan elementos que provienen de este cenobio
masculino, nos referimos, en concreto, a los azulejos que adornan su vestíbulo
o algún otro elemento que comentaremos.
Algún avispado oyente ya
sabrá por dónde van en esta ocasión las pesquisas de nuestro numerosísimo
equipo de archiveros, documentalistas y bibliotecarios; efectivamente, se trata
del antiguo Convento del Pópulo, fundado en 1625 en pleno barrio del Arenal.
Por un momento, viajemos en el tiempo y acerquémonos a aquel lugar, por aquel
entonces bastante peligroso y nada recomendable, extramuros, y que al decir de
las crónicas estaba necesitado de “saneamiento” en tres órdenes, urbanístico,
humano y espiritual, por estar “sujeto a muchas inquietudes, y asistir de
ordinario por el comercio del río mucha gente vagabunda y del mal vivir como se
ha experimentado”, donde de ordinario se producían “pendencias y no pocas
muertes violentas”.
Como suponíamos, esta zona de
Sevilla, fuera de las murallas, entre las Puertas de Triana y del Arenal, lo
que ahora sería más o menos el Paseo de Colón, estaba casi desierta, alejada
del bullicio del centro histórico. En este sector, tres padres agustinos
recoletos o descalzos serán los fundadores de un convento, en principio modesto
y humilde, erigido en honor a Santa Mónica, la madre de San Agustín.
El nombre del Pópulo será agregado por culpa de un cuadro
flotante, una pintura con vocación “marinera”, por así decirlo. No, no te
extrañes, Antonio, lo explicamos con más precisión: en una vivienda de la
cercana calle Harinas vivía Antonio Pérez, barcelonés de nacimiento por más
señas, casado con la sevillana Antonia de Villafañe, ambos fervorosos devotos
de la Virgen María en su advocación romana del Pópulo, de ahí que en el portal
de su casa estuviera colocado un lienzo con dicha imagen mariana y sus
correspondientes candelas que era encendidas puntualmente cada noche para
iluminar con fervor dicha pintura y también, por qué no, alumbrar esa zona de
la calle.
Justo
un año después de la fundación del convento, llegó el llamado “año del diluvio”.
Furiosos temporales asolaron la ciudad. Las aguas se desbordaron en el
Guadalquivir. Las inundaciones, gravísimas, anegaron todo el Arenal, alcanzando
a la propia calle Harinas y amenazando con rebasar el nivel donde estaba la
Virgen del Pópulo, cosa que efectivamente sucedió y, oh prodigio, el cuadro se
mantuvo flotando sobre las aguas con las dos lamparillas que lo iluminaban
encendidas, sin que nunca se agotasen. Así estuvo durante tres días, casi nada,
siendo testigos muchos vecinos quienes presenciaron este hecho y lo juzgaron como
milagroso.
Cuadro de la Virgen del Pópulo en la Parroquia de la Magdalena y restaurado en 2014 |
Cuando
el peligro pasó y las aguas descendieron, el cuadro fue recogido y se decidió
que éste debería estar en una iglesia y no en una casa particular. De este
modo, se acordó que la suerte elegiría el lugar sagrado donde debería ubicarse,
se prepararon papelitos con nombres de todos los conventos sevillanos y la mano
inocente de un niño extrajo tres veces la papeleta con el nombre del convento
de los Agustinos Recoletos. Una vez ubicado allí continuaron los milagros que
atraerían a muchos devotos al convento y que extenderían su devoción.
Con gran alegría y “gozo
espiritual” recibió la comunidad agustiniana la imagen del Pópulo, colocándola
en el altar mayor, donde comenzó a ser venerada y a “resplandecer con muchos
milagros”. No solo los religiosos sino los devotos de la Virgen María, patrona
y protectora del convento y de los sevillanos, plantearon la conveniencia de
levantar un nuevo cenobio e iglesia donde pudiese ser venerado el milagroso
icono.
En 1637 el cabildo aprobó la
ubicación del lugar, frente al río Guadalquivir, en su margen izquierda, y
entre la Puerta del Arenal y la de Triana, denominado “de las eneas”, porque
allí crecían con abundancia, extramuros de la ciudad, en lugar semidespoblado y
vinculado “a gentes de mal vivir”. En torno a la fundación agustina, crecerá,
no es de extrañar, el llamado arrabal de la Cestería.
La construcción no tardó en
ponerse en marcha, pues, constando de acceso a través de un porche, con su
portería, varios patios o claustros, celdas ubicadas en dos plantas con mayor o
menor luminosidad según la zona, enfermería, huerta, en fin, las diferentes
dependencias habituales en este tipo de conventos, sin olvidar la amplia
sacristía, cocinas, refectorio y demás estancias. De este modo, con el tiempo,
el convento del Pópulo llegó a sobresalir por su tamaño entre el caserío de la
zona y quedó convertido en noviciado y punto de salida para no pocos misioneros
que embarcaban en el cercano puerto rumbo a Indias o el Pacífico, llegando a
convivir entre sus muros más de cincuenta religiosos.
La llegada de la Peste de 1649
afectará profundamente a la comunidad agustina, que se volcará en el socorro
espiritual de los contagiados, falleciendo treinta religiosos y cinco sirvientes
y dará lugar a un nuevo hecho milagroso, centrado en Fray Luis de San Agustín,
natural de Guadalajara, gran devoto de la Virgen del Pópulo y que cuando
enfermó dos veces por la epidemia, fue pagado por esta “Divina Señora” con una
curación milagrosa, “en premio de su devoción”.
Construida en ladrillo, la
iglesia constaba de planta rectangular, tres naves, crucero con media naranja,
techumbre de bovedilla en cuyo encabezado estaba el retablo mayor, y dos
capillas laterales. Su piso estaba baldosado de losetas de Génova azules y
blancas. Ni que decir tiene que en el altar mayor recibía culto la famosa
imagen de la Virgen que daba nombre al convento. La iglesia se dotaba también
de una airosa espadaña con campanario.
Área ocupada por el Convento del Pópulo según el Plano de Olavide de 1771. |
Hemos dejado para el final la
fachada de la iglesia. ¿recuerdan los oyentes el aspecto de la fachada de la
iglesia del Señor San Jorge o, lo que es lo mismo, la Santa Caridad? En efecto,
se trata de una fachada decorada con paneles de azulejería y este sería el
aspecto que presentaría la del Pópulo, dato contrastado gracias a crónicas de
la época y a un grabado de Pedro Tortolero de 1729 que muestra el Arenal
durante la triunfal entrada en sevilla del monarca Felipe V.
La ubicación del convento
desde luego no facilitaba las cosas, porque las frecuentes crecidas del río
obligaban a realizar constantes obras de reparación, en algunos casos el agua
alcanzaba cotas elevadas y la comunidad tenía que tomar la decisión de
abandonar momentáneamente los muros del Pópulo, mientras los vecinos acudían a
implorar de la Virgen del Pópulo para que las aguas bajasen.
La
Desamortización de Mendizábal terminó con la vida monástica y con los bienes
del Pópulo repartidos por diversas iglesias, como el órgano, que se halla en
San Bartolomé o el retablo de Santa Rita o el mismo lienzo de la Virgen del
Pópulo, ambos en la parroquial de la Magdalena. El 3 de julio de 1837, 500
presos abandonaban la ruinosa Cárcel Real de la calle Sierpes y eran internados
en la nueva Prisión del Pópulo.
En 1843 la iglesia fue
derribada, “dejándola hecha solar”, y consultando la necesidad de realizar en
despoblado las ejecuciones capitales, se resolvió labrar en el muro zaguero del
edificio una espaciosa azotea, en donde se cumplieran las sentencias de muerte
en garrote; librando a los reos de ese doloroso tránsito de la cárcel al
patíbulo por entre la curiosa multitud, y evitando con esto escenas repugnantes
y propias a muchos desórdenes”.
Los paneles de azulejos de la
mencionada fachada, por fortuna, han sobrevivido. San Agustín, Santa Clara
Montefalco, Santa Mónica o San Gelasio, nos dan la bienvenida al entrar en el
Museo de Bellas Artes, ya que terminaron colocados allí tras la Desamortización
de Mendizábal, y la Virgen del Pópulo, en azulejos polícromos, preside el
llamado patio de los bojes de la mencionada pinacoteca.
Al convento, como vemos, le
aguardaba un destino como prisión provincial hasta al menos 1933. Tras sus
muros los presos aguardaban cada mañana de Viernes Santo el momento del paso de
la Esperanza de Triana tras los barrotes, cuando las saetas y las súplicas
llenaban el aire e incluso inspiraron una marcha: “Soleá dame la mano”. Finalmente,
la Prisión del Pópulo será historia desde el 14 de septiembre de 1935, cuando
todo el edificio quede convertido en un solar y posteriormente en Mercado de
Entradores. Pero esa, esa, esa ya es otra historia…