Poco transitada, pero muy cerca de un santo que genera gran devoción popular, estrecha y silenciosa, la calle que en esta ocasión transitaremos tiene en su haber poseer un edificio en el que vivió un Presidente y que albergó un Templo; pero como siempre, vamos a lo que vamos.
Desde la calle Águilas, poco antes de la estrechez una vez pasado el convento de Santa María de Jesús, a mano izquierda si venimos desde la Plaza de Pilatos, existe una calle cuyo final alcanza a Conde de Ibarra y que, aún a comienzos del siglo XVII carecía de nombre propio, algo bastante frecuente por aquellas lejanas fechas. En 1713 se llamaba Horno de Santa María de Jesús, quizá por uno que se encontraría allí perteneciente a las religiosas de dicho convento y en el plano de Olavide de 1771, tantas veces reseñado en estas páginas, se denominaba ya simplemente Horno de Santa María, aunque compartió nombre con Cristo, a secas, parece ser que debido a un pequeño retablo callejero a mitad de la vía. Que esta zona ya estaba poblada en el siglo I d. C. lo probó una excavación arqueológica realizada en 1986 en el número 12-14-16 esquina con Conde de Ibarra, en cuyo estrato más bajo, a casi tres metros de profundidad, aparecieron restos de un muro que combinaba ladrillo y piedra que los arqueólogos dataron como de la época julio-claudia.
En 1845 recibirá el apelativo de Lirio, que ha llegado hasta nuestros días, salvo el periodo entre 1921 y 1938 en el que se llamará calle de Roque Barcia, en honor al político y periodista liberal. Curiosamente, una pequeña barreduela en la acera de los impares fue conocida hasta 1845 como Plaza de los Mulatos, cuando quedó integrada en Lirio; parece que tal nombre sea coincidencia con la cercana presencia, en la parroquia de San Ildefonso de la Hermandad del Calvario, fundada precisamente por mulatos en el siglo XVI en el Hospital de Belén pero posteriormente trasladada a dicho templo parroquial, extinguida a comienzos del XIX y reorganizada en 1886. No lejos de allí, en la actual calle Rodríguez Marín, junto a la antes mencionada iglesia ("La del Cautivo", para muchos), llamada Calle de los Mulatos durante trescientos años, tiene solicitado la Hermandad, ahora radicada en la Magdalena, el colocar una placa o lápida que recuerde ese capítulo de su pasado en la zona.
Sin embargo, por esa calle Lirio, estrecha y silenciosa, aunque llegó a tener tráfico rodado, suprimido por dañar las fachadas, transcurrió uno de los capítulos menos conocidos y más interesantes del siglo XX en Sevilla, protagonizado por un tipógrafo nacido en 1883 en la Plaza de la Encarnación que a la postre alcanzó más que importantes cargos en el gobierno español durante la II República: Diego Martínez Barrio.
Efectivamente, una placa colocada en el año 2000 recuerda que en el número 9 de la entonces calle de Roque Barcia tuvo su casa, taller y templo este profundo amante de su ciudad que aunque comenzó profesando ideas anarquistas finalmente hizo suyos los preceptos republicanos; de familia humilde, hijo de padre utrerano y madre natural de Bornos, vendedora en la "Plaza" de la Encarnación, sus escasos estudios en el colegio de San Ramón le sirvieron para conocer a uno de sus más íntimos amigos, Manuel Blasco Garzón (ministro de la República y presidente del Sevilla F. C. y del Ateneo) y siendo aún un chiquillo, lector autodidacta, entró a trabajar como aprendiz en una panadería, aunque con posterioridad aprendió el oficio de tipógrafo e impresor y sentó plaza como escribiente en el Matadero de Sevilla.
En 1906 ya es concejal del Ayuntamiento y en 1908 ingresa en la Logia Fe de Sevilla, tal como ha constatado su biógrafo el profesor Leandro Álvarez Rey, quien defiende que su ingreso en la masonería supuso la oportunidad de incrementar la difusión de las ideas republicanas, logrando incluso, sobre 1915 unificar los diferentes Talleres en una única logia, llamada "Isis y Osiris", que estuvo funcionando a pleno rendimiento hasta julio de 1936.
A comienzos de los años veinte se muda a la calle Lirio y allí, con la ayuda de algunos compañeros y amigos masones fundará la imprenta Tipografía Minerva lo que le permitirá vivir sin apreturas, dándose la circunstancia de que guillotinas, máquinas tipográficas, tintas y papeles, quedarán al lado, en la misma planta baja, que la sala secreta, solo para los iniciados del Templo Masónico, con su simbología basada en la escuadra y el compás o las características columnas alusivas la belleza, la sabiduría y la fuerza.
Diego Martínez Barrio (Sevilla, 1883 - París, 1962) |
Martínez Barrio, o "Barrio" a secas, como él prefería que le llamasen, se convirtió durante unos años en el único bastión de los republicanos en Sevilla, siendo perseguido por ello durante la Dictadura de Primo de Rivera, en la que perdería su puesto como concejal electo en el consistorio y, tras acumular más de treinta procesos penales por sus actividades políticas, hubo de exiliarse a Francia; la llegada de la II República, supondrá su nombramiento como Ministro de Comunicaciones en el primer Gobierno Provisional, siendo recibido en Sevilla con grandes muestras de admiración, nombrado Hijo Predilecto por el Ayuntamiento (con el voto favorable de los monárquicos) y visitado en su casa de la calle Lirio por el propio cardenal Illundain, todo un gesto de deferencia.
Desde ahí, desarrollará toda una trayectoria política bajo el signo de la moderación demócrata, en el centro, alejado de extremismos. Ministro en varias carteras en diversos gobiernos, el estallido de la Guerra Civil le sorprenderá como Presidente de las Cortes, de modo que, al marchar al exilio en 1939, quedará como depositario simbólico de la legitimidad del gobierno republicano. Tras un periplo por varios países, como Cuba, México o Francia, vivirá siempre de modo humilde y en sus últimos años la añoranza y la nostalgia por Sevilla ("los días felices de nuestra Sevilla, perdida y amada...", escribirá), estará tan presente que expresará como última voluntad su deseo de ser enterrado en el cementerio de San Fernando, algo que, finalmente, ocurrirá en día frío y nublado de enero del año 2000, pero esa, esa ya es harina de otro costal.