21 octubre, 2024

Fray Diego, su mascota y su sepulcro.

Con curiosa forma de "L", y entre las calles Marqués de Paradas y la de Pedro del Toro, vamos a recorrer una vía que pese a carecer de historia como tal, como veremos, recibe el nombre de un importante personaje de la Sevilla del XVI que mantuvo amistad con Cristóbal Colón y poseyó extraños objetos y peculiar mascota; pero, para variar, vamos a lo que vamos.

Surgida debido a las reformas urbanísticas del siglo XIX acaecidas no lejos del recientemente comentado por nosotros barrio de Los Humeros, la calle Fray Diego de Deza fue creada a espaldas de la llamada Acera del Cuartel de Milicias y es producto de la reordenación de un sector que comenzó a tener cierta pujanza debido a la construcción de la Estación de Ferrocarriles de Plaza de Armas (la estación de Córdoba, para entendernos). Con el tiempo, acogió viviendas de dos y tres plantas, algunas de cierta antigüedad, y sirvió, y sirve, para albergar las salidas de emergencia de una sala cinematográfica que tiene fachada a la anteriormente citada Marqués de Paradas (el Avenida 5 Cines, no es hacer publicidad). 

Solitaria e iluminada con energía eléctrica en 1943, sirve de zona de paso a veces para alcanzar la Plaza del Museo desde la antigua estación, y en 1895 fue rotulada con su actual nombre en honor a uno de los más importantes arzobispos de la ciudad a comienzos del siglo XVI. Pero, ¿Quién fue este Fray Diego?

Fray Diego de Deza, por Francisco de Zurbarán. 1631.

Como narra el recordado Carlos Ros, nació en la localidad zamorana de Toro allá por 1443 y procedente de noble familia, ingresó en la orden dominica y tras estudiar Teología en Salamanca se dedicó a la enseñanza en dicha universidad. Su sabiduría le hará ser nombrado tutor del príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos, quien fallecerá en sus brazos en 1497. Además, en esa etapa cultivará la amistad de Cristóbal Colón, intercediendo por él ante la corona, prueba de ello es que los dominicos colocaron un cartel en la celda de Fray Diego cuando este marchó: "en esta celda fue descubierto el Nuevo Mundo". En 1504 Colón llegará a escribir que Deza fue el "culpable" de que los Reyes Católicos lograsen las Indias y de que el propio Almirante quedase en Castilla. 

Inquisidor general (sucedió a Tomás de Torquemada en el puesto), capellán real y gran canciller de Castilla, fue designado para ocupar los obispados de Jaén y Palencia, aunque su carrera eclesiástica alcanzará máximo nivel cuando ocupe la sede hispalense allá por 1504, aunque no llegará a nuestra ciudad hasta 1506 tras finalizar su labor como albacea testamentario de la reina Isabel de Castilla. Curiosamente, uno de los primeros actos que presidirá como prelado será la colocación de la última piedra del cimborrio de la catedral, aunque no se atreviese a ascender a esas alturas "por ser mucho viejo".

En Sevilla se caracterizará por ser un férreo defensor de la ortodoxia católica, promoviendo no pocos procesos inquisitoriales contra sospechosos de criptojudaísmo o herejías, llegándose a decir que "apenas bastaban cárceles para tanto número de personas"; entre sus "víctimas" estuvieron Hernando de Talavera, arzobispo de Granada, o el escritor y filólogo Antonio de Nebrija, a quien se le confiscó biblioteca y documentación, dadas sus "presuntas" investigaciones sobre textos bíblicos. En 1512, decidido a reformar malos usos y mejorar la formación de sus fieles, convocó un Concilio Provincial en el que ordenó que los sacerdotes estudiasen latín, abandonasen a sus concubinas y no asistiesen a los bautizos o matrimonios de sus hijos, lo que da una idea de la situación del clero hispalense por aquellos años, e igualmente fomentó la catequesis e instrucción, ordenando que todos aprendieran las oraciones principales. Curiosamente, respetó la Fiesta del Obispillo, a la que cambió la fecha al 28 de diciembre siempre que se celebrase con "mucha honestidad y devoción". 

Tampoco quedó en olvido la situación de los nuevos territorios descubiertos en ultramar, pues en ese mismo año de 1512 se crearon los primeros obispados americanos: San Juan de Puerto Rico, Concepción de la Vega y Santo Domingo, todos ellos dependientes de la sede sevillana. Además, estableció en la Diócesis la obligatoriedad del Estatuto de Limpieza de Sangre, de manera que nadie con antepasados judíos o musulmanes podría ingresar en determinados oficios o puestos civiles o eclesiásticos.

Fundó el Colegio de Santo Tomás, no lejos de la catedral, centro teológico que pronto entró en rivalidad con la propia universidad; en dicho colegio será sepultado tras fallecer el 9 de junio de 1523 cuando regresaba  de Cantillana en el monasterio de San Jerónimo de Buenavista. Su magnífico sepulcro fue profanado por la soldadesca francesa en 1810, pero tras la Desamortización el colegio quedó convertido en acuartelamiento con el pintoresco suceso de que a la esposa de cierto militar de alta graduación, se le antojó dicho sepulcro no por sus valores históricos o artísticos, sino para... usarlo como su bañera particular, siendo salvado de dicha función higiénica por fortuna y trasladado en 1884 a la capilla de San Pedro de la catedral, donde aún permanece con un león colocado a sus pies, debido a cierta anécdota que dejamos para el final. 

Pese a su intolerancia, fue apodado Fray Diego "el bueno", por sus abundantes limosnas a los pobres en tiempos de epidemias y malas cosechas, siempre vistió su hábito blanco y negro de los dominicos, aunque destacó en su pecho, en su cruz episcopal, una piedra del Sol, de virtudes medicinales, decían, y que no era otra cosa que una labradorita, un tipo de feldespato gris y traslúcido que llamaba siempre poderosamente la atención, al igual que uno de sus remedios para la enfermedad de la Gota que padecía, la piel de un león, del que ya hablamos en otra ocasión y que, supuso que le obsequiaran con un felino vivo, de ahí que el hidalgo, militar  y escritor Gonzalo Fernández de Oviedo lo describiera:

"Un león le dieron, muy pequeño, e hízole quitar e arrancar las uñas y los dientes y colmillos y caparlo y desarmarlo como habéis oído, para que no pudiese hacer mal a nadie, y criólo y holgábase de darle de comer en su mano; y lo que comía era cocido y no asado, porque no fuese tan recio y furioso como le tornara la carne asada y cruda. Pero se hízose tan grande y poderoso que, no obstante su mansedumbre, era espantable en su vista y aspecto. Y como el Arzobispo salía a misa a la iglesia mayor, íbase el león a la par con él, como se dice que hacía aquel de San Jerónimo, y echábase a los pies de su silla sin ofender a nadie".

Pese a todo, la corpulencia y fuerza del propio felino, provocó que matase a una mula llevada al Palacio Arzobispal como cabalgadura del Duque de Arcos durante una visita de cortesía o que atacase en cierta ocasión a un mozo del servicio, que hubo de huir con las ropas rasgadas. 

Terminamos. Aprovechamos, antes, para enviar un cariñoso saludo al "profe" Juan Carlos y sus alumnos de 6º B del Colegio María Auxiliadora de la querida localidad de Morón de la Frontera, pues alguien nos ha informado que siguen, leen, escuchan y trabajan con estas humildes páginas, de manera que les agradecemos el gesto y les animamos muy mucho en sus tareas escolares. 

14 octubre, 2024

Por la calle de enmedio.

Cerca del río, en un arrabal alejado del centro histórico, una calle destaca como vertebradora de un barrio con orígenes humildes que ya ha aparecido por estos lares en alguna ocasión. Ya que vamos a recorrerla sin prisa, aprovecharemos para hacer un poco de historia sobre su ubicación. Pero, para variar, vamos a lo que vamos. 

Foto Reyes de Escalona. 

Aunque siempre se ha pensado que durante siglos la ciudad se concentró tras el perímetro amurallado de origen almohade, no es menos cierto que algunos núcleos poblacionales se crearon de manera improvisada en el exterior de la primitiva cerca; un caso concreto bien podría ser el producido a comienzos del siglo XVI por todo un barrio de pescadores edificado entre muladares y lavaderos de lana, como bien se indica en el conocido Diccionario de las Calles de Sevilla: Los Humeros, nombre ligado ahora muy mucho a una querida hermandad de gloria que da culto a una devota imagen de la Virgen del Rosario con el Niño Jesús en sus brazos. 

Y, ¿Por qué "Humeros"? Justino Matute, allá por el año 1761 indica que era el barrio de los Humeros de las sardinas, esto es, el lugar donde se ahumaban estos pescados, para así garantizar que fueran comestibles, ya que el humo (en lo que es una técnica de la que se tiene constancia desde el período Neolítico) elimina microbios y retarda el proceso de oxidación de las grasas y la aparición de malos olores, de ahí que las sardinas ahumadas fueran producto de primera necesidad muy demandado. Los primeros permisos concedidos a estos hornos de ahumados datan de fines del siglo XV y en 1504 el cabildo de la ciudad recoge tres peticiones para "levantar casas" de ahumar sardinas, cantidad que se multiplica por dos al año siguiente.

Por supuesto, al sur de las llamadas "Huertas de Colón", como arrabal estaba encorsetado por dos frentes: el río y la muralla, ésta con la Puerta Real como único acceso y con unos horarios que limitaban bastante el tránsito entre el barrio y la ciudad. La zona, con el paso del tiempo quedó muy degradada por la presencia de diversas actividades, unas "legales", como la fabricación de pequeñas embarcaciones y otras no tan "legales" como la concentración de gentes de mal vivir y como amenaza constante las riadas de un Guadalquivir que encontraba en este sector un lugar donde campar a sus anchas cuando se crecía. 

Foto Reyes de Escalona.

Entre 1747 y 1761 y gracias al empeño de su Mayordomo, el maestro botinero Miguel Liñán, se construye (sobre lo había sido el taller de alfarería del genovés de Tomás Pesaro) la antes mencionada capilla dedicada a la Virgen del Rosario, es la época del auge de los rosarios rezados por las calles. El siglo XIX marcará un primer cambio en la omnipresente calle Torneo: la construcción de la estación de Plaza de Armas (que se llevó por delante tres manzanas de calles y algunos corrales de vecinos asentados en ese sector), la llegada de las vías del ferrocarril, que impedirá que el barrio acceda a las orillas del río (era zona de baños en verano), más el derribo de la Puerta Real en 1859, a la que seguirá la progresiva desaparición de la actividad pesquera o "humera" (en relación a los hornos, que conste), dando paso a obreros y trabajadores, muchos de ellos vinculados a la fábrica de cerámica de Pickman en la extinta y cercana Cartuja de las Cuevas. Pese a todo, siguió siendo un barrio popular y lleno de vida, que celebraba Veladas a la Virgen del Rosario y vivía en regulares condiciones de vida, como puede imaginarse. 

Foto Reyes de Escalona.

La Guía de Sevilla y su Provincia de Gómez Zarzuela del año 1865 proporcionaba estos datos sobre el barrio, aparte de nombrar el Estanco de Antonio Caro: 

"Los Humeros. Está situado este barrio junto al sitio donde se alzaba la Puerta Real. En él existía el arsenal de los árabes; tiene dos plazas y cinco calles con 130 edificios. En sus inmediaciones se encuentran la estación de la línea férrea de Córdoba, el campo de Marte, la fábrica de gas y la fundición de los señores Portilla".

De ese callejero en el antiguo arrabal destacan nombres de calles muy vinculados a los oficios de la marinería: Dársena, Barca o la misma Bajeles, ésta última uno de los ejes del barrio. Curiosamente, desde al menos 1665 se ha documentado que se llamaba calle de Enmedio o del Medio, así aparece en el conocido plano del Asistente Olavide de 1771, hasta que en 1859 se le da su nombre actual, en alusión a un tipo de buque o navío con casco de madera y uno o varios palos, relacionado todo ello con la teoría (muy cuestionada) de que en tiempos de la Sevilla musulmana en esta zona habrían estado las atarazanas o astilleros para la fabricación de navíos, algo de lo que no hay constancia documental o arqueológica pero que fue muy del gusto de los cronistas de siglos pasados, como Fermín Arana de Varflora. 

Situada entre la Plaza Blasco de Garay y la calle Locomotora y paralela a la antigua calle de Abajo de los Humeros, actual calle Dársena, la calle Bajeles apenas conserva edificios de cierta antigüedad, sobresaliendo gran parte de viviendas de pisos y alguna que otra casa unifamiliar reformada. 

Foto Reyes de Escalona.

Por cierto, mención especial merece un barrio casi desconocido y casi pegado a los Humeros: el de La Gallega o de Los Gallegos, que habría estado situado entre la desembocadura de la calle San Laureano (extensión de Alfonso XII hacia Torneo) y Marqués de Paradas; como recuerdo, o quizá casualidad, aún pervive en esa esquina un veterano Bar, llamado La Gallega, bastante conocido entre vecinos y punto de reunión para muchos. No lejos de allí, todavía en 1896 se mantenía en pie un enorme árbol de origen americano, un Ombú o Zapote, plantado allí según la tradición por el propio Hernando Colón, recuerdo de tiempos pasados, cuando el hijo del Almirante y Descubridor estableció su residencia en lo que es ahora San Laureano, casi al lado de la Piedra Llorosa. Desgraciadamente, pese a la campaña encabezada por el historiador Joaquín Guichot y otros eruditos, el Zapote u Ombú fue talado en 1902, pero eso, eso ya es harina de otro costal. 

07 octubre, 2024

Para mojar pan.

Olivo solitario,
lejos del olivar, junto a la fuente,
olivo hospitalario
que das tu sombra a un hombre pensativo
y a un agua transparente.
al borde del camino que blanquea,
guarde tus verdes ramas, viejo olivo,
la diosa de ojos glaucos, Atenea

Antonio Machado (1875-1939). Nuevas Canciones.

En la tostada de por la mañana, iluminando iglesias y hogares, ungiendo a reyes y sacerdotes, curando enfermedades, sirviendo para reparaciones mecánicas, usado en freidurías y calenterías, objeto ahora casi de lujo, en esta ocasión, nos vamos a probar un buen aceite de oliva y a descubrir, algunas, solo algunas, de sus utilidades a lo largo de la Historia sin perder de vista sus usos tradicionales. Pero, para variar, vamos a lo que vamos.

Desde el punto de vista de la mitología clásica, el olivo está vinculado a la diosa Atenea o Minerva, quien porta en sus manos una rama de este árbol, ya que, durante una pugna con Poseidón por poner nombre a una nueva ciudad, aquella golpeó una roca con su lanza y brotó un olivo, algo con lo que los habitantes de aquella ciudad podrían alimentarse, poseer iluminación o fabricar perfumes, de ahí que la ciudad en cuestión se llamase, y se llama, Atenas. Símbolo de la paz, aparece en el pico de la Paloma que vuelve al Arca de Noé o en la bandera de las Naciones Unidas. Además, se le relacionó con la victoria y la fecundidad, de hecho los campeones de los Juegos Olímpicos o los esposos romanos, llevaban coronas o guirnaldas de olivo y, por poner un ejemplo, la maza de Hércules estaba fabricada en este material y el olivo silvestre, el acebuche, tenía en el dios Apolo a su protector.

El fruto del olivo, la aceituna, deriva del árbe "Zaitum", y de él se tiene constancia histórica como fruto comestible desde la Edad del Bronce, hace unos cinco o seis mil años, nada menos. Hay referencias arqueológicas en Creta y Egipto, concretamente en la tumba de Ramses III y, por supuesto, en la cultura helénica, como hemos dicho, expandiéndose por todo el Mediterráneo su cultivo con la inestimable colaboración de un pueblo navegante y comerciante: los fenicios. La Provincia Bética (por el Río) se convertirá en uno de los grandes productores de aceite y lo exportará a la metrópoli romana en vasijas y cántaros que incluso, amontonados hasta alcanzar la increíble cifra de 53 millones, conformarán el famoso Monte Testaccio de Roma, en cuyas excavaciones arqueológicas se ha podido comprobar esa procedencia andaluza. Casi se nos olvida, mención especial para las lucernas romanas, pequeños recipientes de barro con imágenes mitológicas, eróticas o decorativas que se llenaban de aceite con una mecha y servían para iluminar y un recuerdo entreñable para las populares y tradicionales "mariposas" de aceite que flotando en este líquido iluminaban a imágenes religiosas en los hogares. 

En el Cristianismo el olivo o el aceite serán sacralizados y honrados de muchas formas,  desde el Monte de los Olivos hasta la unción sagrada ("los Santos Óleos" o "el Santoleo", como decían los antiguos"), pasando por las ramas de olivo del Domingo de Ramos o esos otros olivos que vemos alzarse sobre los grandes Pasos de Misterio en Semana Santa. En relación a la Unción, hay que decir, que en la Antigüedad los guerreros, antes del combate, untaban sus cuerpos con aceite de oliva, a fin de no ponerlo fácil a la hora del "cuerpo a cuerpo" y minimizar los daños por las heridas, de ahí el simbolismo de ungir con aceite sagrado a los monarcas cuando eran coronados, costumbre que ha pervivido entre diversos pueblos como el hebreo o el visigodo y de ahí a las diferentes cortes medievales europeas. Por cierto, la palabra "Cristo" proviene del griego "Christos", que significa "Ungido". En cuanto a las propiedades medicinales del aceite, en la Carta de Santiago se menciona:

"¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la iglesia, que recen por él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor".

El paisaje andaluz en general, y el sevillano en particular, no podría entenderse sin ese verde mar de olivos alineados jalonando las tierras de labranza de la provincia, donde las labores del campo, como el "Verdeo" o cosecha de la aceituna, han dado lugar a celebraciones festivas en pueblos como El Arahal, por no hablar de la existencia de olivos o acebuches de gran antigüedad, presentes desde tiempos históricos en muchas zonas, como los conservados en la aldea de El Rocío (el popular "Acebuchal"), o en ermitas como las de la Virgen de la Oliva en Salteras, patrona de los olivareros, o las de Torrijos o Cuatrovitas, ésta vinculada al gremio del verdeo, y ambas con famosas romerías que coinciden con el fin de la cosecha en el olivar. Por cierto, Miguel de Cervantes, durante su oficio como recaudador, anduvo requisando aceites de Paradas y Écija allá por 1588.

Vincent Van Gogh: Olivos. 

Como ha analizado de manera impagable la profesora Isabel Castro Latorre, la importancia del olivo y el aceite en la cultura religiosa es muy grande, destacando su uso como elemento milagrero o milagroso; por citar sólo un ejemplo, es muy conocido el uso dado por aceites provenientes de lámparas votivas que han servido para alumbrar a imágenes religiosas de gran devoción, como por ejemplo, la Virgen de la Caridad, patrona de Sanlúcar de Barrameda; en este caso incluso se cuenta que se produjo un conocido prodigio: cuando tras un olvido no se encendió la lámpara que la iluminaba en su hornacina, ésta comenzó a rebosar un aceite que pronto fue considerado milagroso y reclamado por enfermos y moribundos. Aún hoy, se entrega a los fieles y devotos con este fin, hemos sido testigos de ello. 

Virgen de la Caridad, Patrona de Sanlúcar de Barrameda.

Otro caso, muy sevillano además, es el del aceite de Sor Ángela de la Cruz, que puede solicitarse en la portería de su convento. El "Aceite de Madre" constituye un precioso ejemplo de religiosidad popular que busca en este elemento la curación de diversos males; para ello, ha de extenderse sobre la zona a sanar trazando varias cruces y recitar una oración, bien a la Santísima Trinidad, bien a la propia Sor Ángela de la Cruz, canonizada, como se sabe, por Juan Pablo II en 2003. Ya lo dice el refrán: "aceite de oliva, todo mal quita".

Como situación opuesta, el aceite hirviendo, además de para freír exquisito pescado, llegó incluso llegar a ser último y doloroso recurso para desfigurarse el rostro, si no, que le pregunten a Doña María Coronel, allá por el siglo XIV que de este fatídico modo consiguió librarse del trance del feroz acoso al que la tenía sometida el rey Pedro I de Castilla, apodado el Cruel o el Justiciero, quien tras el suceso hubo de "tomar el olivo", usando un refrán taurino que alude a saltar la barrera. Aterrado, se quitó de enmedio, vamos. 

Foto Reyes de Escalona.

Como somos muy de calles y plazas, no podía faltar mencionar que la actual calle Tomás de Ibarra se llamó del Aceite por la abundancia de almacenes de este género que albergó, muchos de ellos dedicados al comercio con ultramar o que existe la calle Aceituno, de la que hablamos en otra ocasión o incluso la calle Alcuceros (actual Córdoba), donde se vendían estos recipientes para contener aceite, pero sin duda, el lector que haya llegado hasta este punto, ya estará recordando el conocido Arco o Postigo del Aceite, en la calle Almirantazgo y que formó parte de las puerta del recinto almohade amurallado. Llamado así, obviamente, por acoger la entrada y salida de aceite hacia el río y reedificado en 1572 por Benvenuto Tortello a instancias del Conde de Barajas, ostenta en su parte superior, en el lateral que da a Correos, para entendernos, un gran relieve con el escudo de armas de Sevilla, obra de Juan Bautista Vázquez el Viejo. Como curiosidad, conserva aún las ranuras en las que se colocaba la tablazón horizontal para evitar la entrada de agua en tiempo de riadas, y también, por supuesto, la preciosa capilla de la Pura y Limpia del Postigo.

Foto Reyes de Escalona.

Seguro que, a estas alturas,  alguien estará echando en falta una alusión a las tradicionales y exquisitas tortas de aceite, tan reconocidas en Castilleja de la Cuesta, pues bien, allá por 1874 Álvarez Benavides las menciona en relación a un antiguo corral donde luego se ubicó el famoso Café Suizo de la calle Sierpes:

"Dichas casas de vecindad, según nuestros informes, formaron antiguamente un establecimiento de beneficencia, y en el horno citado, se hicieron las primeras tortas de aceite que se confeccionaron en Sevilla. Dichas tortas eran por cierto mucho más pequeñas que las actuales."

Terminamos. Se nos queda en el tintero hablar de gordales, manzanillas, partidas, verdes, negras, deshuesadas, "chupadedos", con anchoas, pero esta vez, en vez de con aquello de "eso ya es harina de otro costal", lo hacemos con dicho popular, ya se sabe, "cada mochuelo, a su olivo".