Con curiosa forma de "L", y entre las calles Marqués de Paradas y la de Pedro del Toro, vamos a recorrer una vía que pese a carecer de historia como tal, como veremos, recibe el nombre de un importante personaje de la Sevilla del XVI que mantuvo amistad con Cristóbal Colón y poseyó extraños objetos y peculiar mascota; pero, para variar, vamos a lo que vamos.
Surgida debido a las reformas urbanísticas del siglo XIX acaecidas no lejos del recientemente comentado por nosotros barrio de Los Humeros, la calle Fray Diego de Deza fue creada a espaldas de la llamada Acera del Cuartel de Milicias y es producto de la reordenación de un sector que comenzó a tener cierta pujanza debido a la construcción de la Estación de Ferrocarriles de Plaza de Armas (la estación de Córdoba, para entendernos). Con el tiempo, acogió viviendas de dos y tres plantas, algunas de cierta antigüedad, y sirvió, y sirve, para albergar las salidas de emergencia de una sala cinematográfica que tiene fachada a la anteriormente citada Marqués de Paradas (el Avenida 5 Cines, no es hacer publicidad).
Solitaria e iluminada con energía eléctrica en 1943, sirve de zona de paso a veces para alcanzar la Plaza del Museo desde la antigua estación, y en 1895 fue rotulada con su actual nombre en honor a uno de los más importantes arzobispos de la ciudad a comienzos del siglo XVI. Pero, ¿Quién fue este Fray Diego?
Fray Diego de Deza, por Francisco de Zurbarán. 1631. |
Como narra el recordado Carlos Ros, nació en la localidad zamorana de Toro allá por 1443 y procedente de noble familia, ingresó en la orden dominica y tras estudiar Teología en Salamanca se dedicó a la enseñanza en dicha universidad. Su sabiduría le hará ser nombrado tutor del príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos, quien fallecerá en sus brazos en 1497. Además, en esa etapa cultivará la amistad de Cristóbal Colón, intercediendo por él ante la corona, prueba de ello es que los dominicos colocaron un cartel en la celda de Fray Diego cuando este marchó: "en esta celda fue descubierto el Nuevo Mundo". En 1504 Colón llegará a escribir que Deza fue el "culpable" de que los Reyes Católicos lograsen las Indias y de que el propio Almirante quedase en Castilla.
Inquisidor general (sucedió a Tomás de Torquemada en el puesto), capellán real y gran canciller de Castilla, fue designado para ocupar los obispados de Jaén y Palencia, aunque su carrera eclesiástica alcanzará máximo nivel cuando ocupe la sede hispalense allá por 1504, aunque no llegará a nuestra ciudad hasta 1506 tras finalizar su labor como albacea testamentario de la reina Isabel de Castilla. Curiosamente, uno de los primeros actos que presidirá como prelado será la colocación de la última piedra del cimborrio de la catedral, aunque no se atreviese a ascender a esas alturas "por ser mucho viejo".
En Sevilla se caracterizará por ser un férreo defensor de la ortodoxia católica, promoviendo no pocos procesos inquisitoriales contra sospechosos de criptojudaísmo o herejías, llegándose a decir que "apenas bastaban cárceles para tanto número de personas"; entre sus "víctimas" estuvieron Hernando de Talavera, arzobispo de Granada, o el escritor y filólogo Antonio de Nebrija, a quien se le confiscó biblioteca y documentación, dadas sus "presuntas" investigaciones sobre textos bíblicos. En 1512, decidido a reformar malos usos y mejorar la formación de sus fieles, convocó un Concilio Provincial en el que ordenó que los sacerdotes estudiasen latín, abandonasen a sus concubinas y no asistiesen a los bautizos o matrimonios de sus hijos, lo que da una idea de la situación del clero hispalense por aquellos años, e igualmente fomentó la catequesis e instrucción, ordenando que todos aprendieran las oraciones principales. Curiosamente, respetó la Fiesta del Obispillo, a la que cambió la fecha al 28 de diciembre siempre que se celebrase con "mucha honestidad y devoción".
Tampoco quedó en olvido la situación de los nuevos territorios descubiertos en ultramar, pues en ese mismo año de 1512 se crearon los primeros obispados americanos: San Juan de Puerto Rico, Concepción de la Vega y Santo Domingo, todos ellos dependientes de la sede sevillana. Además, estableció en la Diócesis la obligatoriedad del Estatuto de Limpieza de Sangre, de manera que nadie con antepasados judíos o musulmanes podría ingresar en determinados oficios o puestos civiles o eclesiásticos.
Fundó el Colegio de Santo Tomás, no lejos de la catedral, centro teológico que pronto entró en rivalidad con la propia universidad; en dicho colegio será sepultado tras fallecer el 9 de junio de 1523 cuando regresaba de Cantillana en el monasterio de San Jerónimo de Buenavista. Su magnífico sepulcro fue profanado por la soldadesca francesa en 1810, pero tras la Desamortización el colegio quedó convertido en acuartelamiento con el pintoresco suceso de que a la esposa de cierto militar de alta graduación, se le antojó dicho sepulcro no por sus valores históricos o artísticos, sino para... usarlo como su bañera particular, siendo salvado de dicha función higiénica por fortuna y trasladado en 1884 a la capilla de San Pedro de la catedral, donde aún permanece con un león colocado a sus pies, debido a cierta anécdota que dejamos para el final.
Pese a su intolerancia, fue apodado Fray Diego "el bueno", por sus abundantes limosnas a los pobres en tiempos de epidemias y malas cosechas, siempre vistió su hábito blanco y negro de los dominicos, aunque destacó en su pecho, en su cruz episcopal, una piedra del Sol, de virtudes medicinales, decían, y que no era otra cosa que una labradorita, un tipo de feldespato gris y traslúcido que llamaba siempre poderosamente la atención, al igual que uno de sus remedios para la enfermedad de la Gota que padecía, la piel de un león, del que ya hablamos en otra ocasión y que, supuso que le obsequiaran con un felino vivo, de ahí que el hidalgo, militar y escritor Gonzalo Fernández de Oviedo lo describiera:
"Un león le dieron, muy pequeño, e hízole quitar e arrancar las uñas y los dientes y colmillos y caparlo y desarmarlo como habéis oído, para que no pudiese hacer mal a nadie, y criólo y holgábase de darle de comer en su mano; y lo que comía era cocido y no asado, porque no fuese tan recio y furioso como le tornara la carne asada y cruda. Pero se hízose tan grande y poderoso que, no obstante su mansedumbre, era espantable en su vista y aspecto. Y como el Arzobispo salía a misa a la iglesia mayor, íbase el león a la par con él, como se dice que hacía aquel de San Jerónimo, y echábase a los pies de su silla sin ofender a nadie".
Pese a todo, la corpulencia y fuerza del propio felino, provocó que matase a una mula llevada al Palacio Arzobispal como cabalgadura del Duque de Arcos durante una visita de cortesía o que atacase en cierta ocasión a un mozo del servicio, que hubo de huir con las ropas rasgadas.
Terminamos. Aprovechamos, antes, para enviar un cariñoso saludo al "profe" Juan Carlos y sus alumnos de 6º B del Colegio María Auxiliadora de la querida localidad de Morón de la Frontera, pues alguien nos ha informado que siguen, leen, escuchan y trabajan con estas humildes páginas, de manera que les agradecemos el gesto y les animamos muy mucho en sus tareas escolares.