28 febrero, 2022

Remedios.

Aunque han existido, y subsisten, monasterios y conventos sevillanos creados en torno al cauce de río Guadalquivir, hubo uno, que por sus especiales características permaneció ligado para siempre al caudaloso Río Grande, aprovechando de él lo mejor y sufriendo, también de él, lo peor. Pero como siempre, vayamos por partes. 

Históricamente hablando, desde época medieval siempre se ha aludido la existencia de una pequeña ermita dedicada a la Virgen de los Remedios, situada en la orilla trianera, en el extremo sur de la calle Betis, y al lado del llamado "Sitio de las Bandurrias". El nombre tiene su miga, y Manuel Macías en su libro "Triana, el Caserío" de 1982 , lo menciona como lugar ribereño en el que pescadores ponían a secar y reparar sus aparejos, denominados de este modo. Igualmente, junto a las Bandurrias estarían los molinos de pólvora de Matías de Bolaños y Damián Pérez, establecimiento no exentos de riesgo como prueban las explosiones acaecidas en 1579 y sobre todo la de 1613, que causó enormes daños (incluso en las vidrieras catedralicias) e innumerables víctimas mortales. Todavía en 1807 pervivía el sitio de las Bandurrias, ya que un edicto municipal prohibe ese año la venta allí de sábalos, sabogas y machuelos, debiéndose llevar todo el pescado a la pescadería mayor.

Sin embargo, el gremio de historiadores no se pone de acuerdo: para Alonso Morgado fue un tal Fray Pedro quien en 1540 habría fundado la ermita, con la idea de permanecer en ella aislado del mundanal mundo, aunque la devoción que poco a poco alcanzó la pintura de la Virgen de los Remedios hizo que aquella zona poco tuviera de silenciosa; por su parte, Ortiz de Zúñiga afirma que la fundación habría sido anterior, sobre 1526, gracias al mecenazgo de un canónigo de la catedral hispalense de nombre Martín Guasco.

Vista del Convento de los Remedios en el siglo XVI, con el número 4

Junto al Convento, en la actual calle de Juan Sebastián Elcano, habría estado también el Puerto de las Mulas, del que partirá el 10 de agosto de 1519 la expedición de Magallanes y al que rendirá fin de travesía la Nao Victoria comandada por Elcano el 8 de septiembre de 1521, tal como recuerda una placa de mármol situada en la fachada lateral del edificio del que hablamos el 12 de octubre de 1929.
 
Finalmente, un discípulo de Santa Teresa de Ávila, Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, conseguirá en 1574 la posesión de la ermita para la orden carmelita descalza, fundación obtenida del cardenal Cristóbal de Rojas y Sandoval. A la antigua ermita se le añadió por tanto un monasterio, que pronto adquirió fama por su santidad y por su huerta, regada por el cercano río que también se cobraba su particular tributo, pues como ha recogido la investigadora Noemi Cinelli:

"Las inundaciones frecuentes y la humedad del entorno destrozaban la cosecha y no favorecían las condiciones de salud de los frailes y con las muchas venidas del río se inunda todo lo interior de él las veces que sale de madre se ha hecho su habitación tan enferma de que muchos años a esta parte lo está casi toda la comunidad todos los veranos, y mueren muchos."

Testimonio del daño de la meteorología en el convento de los Remedios lo tenemos en sendas crónicas de Justino Matute, quien describe así dos accidentados sucesos, en 1603: 

"Pasado el verano se inició el otoño con tormentas, y fue tan furiosa la del día 20 de octubre, que el huracán arrancó algunos remates de la crestería del templo metropolitano, derribando muchos árboles en el Aljarafe y una campana de la torre del convento de los Remedios en el barrio de Triana, con muerte instantánea del fraile que la tañía (...) Los religiosos carmelitas descalzos, del convento de los Remedios, situado en el otro extremo del arrabal, fuertemente combatido por el viento y rodeado por las aguas que destruyeron la cerca, viendo próxima su muerte, pidieron socorro tocando la campana; y a pesar de ser dificilísimo y arriesgado atravesar el río para auxiliarlos, el Asistente fletó un barco tripulado por veinticuatro ágiles y valiente remeros, que recogieron y salvaron a los religiosos, trasladándolos al colegio del Ángel de la Guarda, de su misma Órden."

Catástrofes así hicieron que el convento fuera finalmente trasladado a una zona ribereña un poco más elevada, aunque las obras se demoraron hasta 1700, año en el que tiene lugar la bendición del nuevo templo con la bendición del arzobispo Jaime de Palafox.


Pese a todo, el vínculo entre el monasterio y Triana permaneció inalterable, especialmente con las gentes de la mar, que saludaban al pasar a la Virgen de los Remedios con salvas de artillería o toques de clarines al iniciar o finalizar singladura en sus navíos. Cercano al convento se constató la existencia del corral de vecinos llamado "de los Títeres" sobre el año 1705.

El siglo XVIII será un periodo de cierto esplendor para los carmelitas de los Remedios, ya que ampliarán sus huertas de naranjos y limoneros, que adquirirán cierta fama, llegando a construir "un suntuoso estanque en el medio, que con su noria lo tiene siempre lleno de agua del Guadalquivir por una grande acequia en tan costoso edificio", aunque no por ello se librará de los efectos de la crecidas del río: en 1752 la riada será de tal calibre que la iglesia quedará completamente anegada. La huerta de los Remedios será el terreno sobre el que crecerá el barrio así llamado, a partir de los años cuarenta del pasado siglo XX.

La iglesia aún conserva su portada, muy reformada por Juan Talavera, así como una parte de su arquitectura dieciochesca, aunque se han perdido retablos, claustros y patios por la acción de los tiempos; incluso la venerada imagen de la Virgen de los Remedios fue trasladada a la parroquia de la O, desapareciendo tras ser quemada la parroquia en julio de 1936, aunque algún autor sostiene que la imagen, en piedra, pudo ser alojada en uno de los patios del palacio de la familia Ibarra en la feligresía de San Nicolás.

Sin embargo, el XIX será nefasto, como es de imaginar. A la invasión de tropas francesas, que saquearán el convento en 1810 se sumará la desamortización de 1836, que expulsará a la comunidad carmelita definitivamente de sus dominios, siendo finalmente subastado el edificio en 1869 y quedando en estado de semi abandono, aunque se sabe que pintores sevillanos como Eustaquio Marín o Gonzalo Bilbao usarán sus naves como estudios. Como curiosidad, tras el expolio de las tropas de Bonaparte se ubicarán en los Remedios la imágenes titulares de la desaparecida Hermandad de la Entrada en Jerusalén de Triana, a las que se les pierde la pista conforme pasan las décadas.

Será finalmente el mecenas Rafael González Abreu quien compre finalmente la iglesia conventual y sus dependencias para reformarla y convertirla en sede del Instituto Hispano Cubano de Historia de América, nacido al calor de los fastos de 1929 y que aún funciona como centro de investigación y biblioteca. 

 

Además, una Real Orden del 8 de febrero de 1931 declaró que el edificio fuera considerado Monumento Nacional, habiendo tenido otros usos, como ejemplo, acuartelamiento alemán durante la Guerra Civil, punto de información previo sobre la Expo del 92, Museo de Carruajes (desde 1999) y en la actualidad centro cultural para actos y presentaciones gestionado por un diario local. Ni que decir tiene que el entorno ha cambiado sustancialmente, poco queda de aquel sitio de las Bandurrias o de la famosa Huerta de los Remedios, pues en sus terrenos llegó a haber cines de veranos, talleres del Puerto, fábricas de cerámica e incluso, dato curioso, el llamado canódromo de Triana, luego polideportivo, y añadiéndose a la lista las instalaciones del Círculo de Labradores de 1962 o la urbanización de la propia Plaza de Cuba, llamada durante años "el Campillo" por las gentes del barrio.

La antigua copla trianera lo dejó claro hace muchos, muchos años: 

"Aquellos cuatro puntales

que mantienen a Triana,

San Jacinto, Los Remedios,

La O y "Señá" Santa Ana"

 


21 febrero, 2022

Entre Cruces.

 

Al entrar en la Parroquia de Omnium Sanctorum, sita en la popular calle Feria, llaman la atención varias cruces de cerrajería, de gran tamaño, situadas, una en su fachada principal y otras dos en el lateral interior de su puerta principal, recuerdo de tiempos pasados, en los que, como hemos comentado en ocasiones anteriores, la colocación del símbolo cristiano por excelencia en plazas y calles era tan frecuente que raro era el espacio urbano hispalense que careciese de este tipo de elementos; por un lado, sacralizaban el entorno y por otro, evitaban que a su alrededor se arrojasen basuras o inmundicias. En el siglo XIX el Consistorio decidió retirar la mayoría de estas cruces, entre ellas la famosa de la Cerrajería, perdiéndose muchas y conservándose no pocas, como en el caso que nos ocupa. Pero como siempre, vayamos por partes.


La primera de ellas es la llamada Cruz de Caravaca; recuerda a la cruz venerada en Caravaca de la Cruz (Murcia) y que según la tradición apareció  portada por los aires por sendos ángeles en el transcurso de una Eucaristía, tras carecer de ella el sacerdote que la oficiaba, prisionero de los musulmanes allá por el siglo XIII. 

El historiador y cronista sevillano Luis Montoto (1851-1929) obtuvo datos muy interesantes sobre la de Omnium Sanctorum, como que por ejemplo que ya en el siglo XVII se encontraba ya erigida, pues allá por agosto de 1616, como se denunció entonces, junto a ella se acumulaban las maderas y tablones de un grupo de miembros del gremio de carpinteros, provocando con ello molestias para el vecindario, que veía impedido el paso. Al decir de la resolución municipal de la época: "acordóse de conformidad que se le notifique a las personas afectadas en esta causa que dejen el paso libre de la calle de manera que se pueda pasar por ella sin estorbo y no se proceda contra ninguno de ellos"

Por otra parte, durante la sublevación popular del barrio de la Feria de 1652, el llamado "Motín del Pendón Verde" en contra de los elevados precios y de la falta de pan, se dio el caso de que uno de sus cabecillas, Francisco Portillo de nombre y batidor de oro de oficio, desarticulada la revuelta, según cuenta Álvarez Benavides: 

"Túvose noticia que estaba en su casa, de donde lo sacaron y junto a la Cruz de Caravaca lo confesaron y arcabucearon, colgándolo con los otros dos de diferentes rejas; y sucedió que estando Francisco Portillo cercado del escuadrón, llegó su mujer dando gritos, quiso romper el cerco y llegar, más los soldados no lo consintieron y presenció la infeliz la muerte de su marido."

Los otros dos cabecillas aludidos en el texto fueron apresados tras dar con ellos escondidos tras un altar en la parroquia de Omnium Sanctorum, siendo ejecutados en las inmediaciones de la actual Plaza de Calderón de la Barca y sus cadáveres expuestos públicamente para escarnio y advertencia en otra de las cruces de la collación: la Cruz Verde.

En torno a esta cruz de Caravaca se fundó una Hermandad para rendirle culto, que incluso contó con Reglas aprobadas por el Arzobispado y que llegado el mes de mayo, solicitaba permiso para colocar toldos con los que cubrir la zona a la hora de celebrar la fiesta de la Cruz, siendo restaurada dicho emblema en 1804 con una solemne función en su honor con luces y música y colocándosele una reja para protegerla en 1839. Como puede apreciarse, no era una cruz carente de oraciones y devoción.

En junio de 1840 el carácter reinvindicativo de los vecinos de la collación saldrá de nuevo a relucir, en este caso tras la retirada de la Cruz de Caravaca de su peana, hecho que acaeció de madrugada obedeciendo ello a órdenes dictadas por el Ayuntamiento, órdenes que buscaban al parecer el despejar las calles y plazas de este tipo de elementos, porque, se decía, entorpecían el transitar de viandantes y carruajes. El problema radicó en que la cruz fue entregada, mejor dicho, vendida por "cuarenta y pico reales", para sorpresa de vecinos y devotos, al cura de la "lejana" parroquia de San Marcos, sin que se sepa muy bien por qué, y ello ocasionó toda una tempestuosa oleada de quejas y protestas que culminó con la presentación de un escrito firmado por casi cincuenta vecinos de la Feria en el que afirmaban desear seguir dando culto a la Santa Cruz y que por tanto rogaban mandar que se les entregase.

El Ayuntamiento cedió y finalmente la cruz fue repuesta, aunque por poco tiempo, ya que de modo irrevocable se ordenará su supresión de la calle, ya en el año 1855. Un vecino narró cómo pudo trasladarse la cruz al interior de Omnium Sanctorum: 

"De la dicha parroquia salió un sacerdote revestido de alba, estola y manípulo, acompañado del clero de la misma iglesia parroquial, y al llegar al sitio donde estaba la cruz, que era inmediato a la Correduría, la quitaron de la peana donde estaba colocada, y formada procesión, la condujo dicho sacerdote sobre los hombros, sin embargo de ser tan pesada, ayudándole como cirineo uno de los clérigos que le acompañaban, llevándola así en esta forma hasta dicha iglesia, donde fue decentemente colocada y aún existe.

Esta cruz es de hierro y está pintada de amarillo, y tiene dos ángeles a los lados, también de hierro, que forman parte de su adorno." 



Otra otra cruz "compañera" de puerta es la llamada Cruz del Garfio, que poseyó este curioso nombre, ¿Por qué? el cronista González de León nos lo aclara al referirse a la calle donde estaba enclavada:

"Enmedio había una cruz grande de hierro sobre peana de material, en la cual estaba de firme un garfio o pescante, del que colgaban el peso o romana para pesar el carbón; y de este peso dejaban cierta limosna obligatoria para el culto de la dicha santa cruz, que del garfio que tenía en la peana tomó el nombre, y de ella y del peso lo tomó la calle"

 Efectivamente, sirvió como soporte para colocar en ella una balanza o "romana"; si decimos que la calle donde se ubicaba era la calle del Peso del Carbón (el actual tramo de Peris Mencheta más cercano a Feria) queda todo explicado, aunque hay que destacar que también poseyó hermandad propia, que se financiaba con aquellos donativos dejados tras cada "pesada" de carbón. 


En julio de 1816 se sabe que se estrenó un retablo para darle culto, sito en el muro exterior de Omnium Sanctorum más próximo al Mercado de Abastos, lo que indica que habría sido trasladada desde su ubicación primitiva, y allí convive con su otra "colega", así como con una tercera cruz llamada "de los Linos" (¿O quizá "del Triunfo"?), utilizada para marcar un cementerio de la Peste de 1649, reflejo de un tiempo en el que las cruces callejeras eran parte de la cotidianidad hispalense...

14 febrero, 2022

Dados.

Popular y comercial, atestada de público en fechas navideñas o cuaresmales, punto de encuentro para novias casaderas o compradores de tejidos, juguetes, bisutería y hasta con uno de los bares más pequeños de Sevilla, todo eso cupo en una calle que ha sido siempre arteria entre la Encarnación y el Salvador; pero como siempre, vayamos por partes. 

Desde al menos 1384 se tiene ya constancia documental de ese nombre tan peculiar para denominar esta vía, el de "Dados", sin que los investigadores e historiadores locales se hayan puesto de acuerdo en la causa de tal nomenclatura; uno estiman que se debe a que en esta calle en esa época abundaban las casas de juego, mientras que otros, como Santiago Montoto, indican que en la actual Puente y Pellón existieron talleres dedicados a la fabricación precisamente de esos elementos tan vinculados al azar. En alguna etapa también fue llamada "del Hospital del Yeso".

A ello habría que sumar la presencia de bodegas y tabernas como el conocido "Bar Quito" o la famosa "Bodega de Calle Dados", en el número 6, que en 1912 se anunciaba con este texto: 

"Esta antigua casa ofrece sus vinos, aguardientes y vinagres de pureza extremada, como tiene demostrado en sesenta años de existencia regida por individuos de la misma familia. Servicio a domicilio"

En cualquier caso, como "Dados" se conoció hasta 1886, año en el que recibió el nombre en recuerdo de Manuel Puente y Pellón, vecino de la calle, quien ostentó la alcaldía de Sevilla entre 1872 y 1886 y a quien se le dedicó una lápida en el número 11, actualmente en paradero desconocido. Como político de corte liberal, participó en la Revolución "Gloriosa" de 1868, que trajo consigo, por ejemplo, el derribo de la mayoría de las puertas de Sevilla, así como de las murallas y templos como los de San Miguel o Santa Lucía, por poner un sólo ejemplo.

1912. Anuncio en la "Guía del Turista de Sevilla".

Como calle comercial, siempre merecerá la pena reseñar la existencia de establecimientos muy antiguos y de gran tradición, la mayoría desaparecidos, dedicados a la bisutería, la quincalla o la confección, como por ejemplo las famosas Siete Puertas (no confundir con la célebre taberna de la zona de la Alameda) o "Iglesias, Pérez y Soro", en el número 11, y que durante más de un siglo desde su creación en 1877, aprovechando un antiguo palacio (el de los Marqueses de Sortes) reconvertido en casa de vecinos, surtió de prendas de vestir, juegos de cama, tejidos o trajes a media Sevilla, en un espacio en el que destacaban su bello patio con columnas, escalera de mármol, amplias mesas para las piezas de telas, probadores y mostradores de madera barnizada para la atención personalizada de sus vendedores. La decoración de sus escaparates era tan destacada y llamativa, que incluso ganó premios en concursos de escaparatismo en la festividad del Corpus Christi. En 2010, tras 133 años de existencia, cerraba sus puertas, dejando un cierto regusto amargo por su desaparición. 
 

A "Las Siete Puertas" (llamada así por ser ese el número de accesos a la tienda, algo que de niños nos encantaba contar de regreso del colegio), habría que añadir la tienda de tejidos de "Algarín Hermanos", en el número 21, situada ya casi en el límite con la calle Lineros (donde estaba Casa Marciano, recordemos) y que durante un tiempo, fundada en 1888, fue el establecimiento más antiguo de Sevilla en manos de una misma familia y también, aunque más reciente, la Juguetería "El 0,95", en el actual número 24, vinculada al apellido Barreiro y que además se especializaba en tiempo cuaresmal en la realización de cientos de capirotes para nazarenos de todas las hermandades. 


En el otro extremo, ya próximo a la Encarnación, quizá el establecimiento decano de la calle sea "Peña", en el número 6A, fundado en torno a 1932 (antes al parecer fue una huevería) y que constituye uno de los mejores ejemplos de mercería, lanas y botonería del centro de Sevilla; además, justo enfrente, se puede disfrutar de la clásica Tienda de Ultramarinos "Casa Lucas", famosa por la calidad de sus bocadillos. 

Foto: Reyes Escalona

Como detalle curioso, una de las tiendas de allá por 1871 era el "Establecimiento de géneros extrangeros y del reino, de ropas al por mayor y al detalle, quincalla, mercería, perfumería, de Don. Atanasio Barron y hermano. Es en su clase una de las más reconocidas y acreditadas"; aparentemente el nombre recuerda a una calle dedicada a un arquitecto en la zona de la Florida, pero no deja de resultar interesante que hay una Eustaquia Barrón casada con Aniceto Sáenz y nuera de Patricio Sáenz, siendo Aniceto el principal comprador de la llamada Huerta de los Toribios adyacente al Palacio del Pumarejo. Ni que decir tiene que son nombres de calles vinculados a esa zona desde 1887.

El cierre del Mercado de la Encarnación y su eterna reconstrucción hasta la inauguración de las "Setas" y la presión de los centros comerciales hizo que poco a poco la calle se fuera despoblando de sus tiendas más clásicas, resistiendo unas pocas apenas, sin que por ello Puente y Pellón haya perdido su carácter mercantil y de vía de paso hacia el meollo del centro histórico de Sevilla. Ojalá los dados sean propicios y la revitalización llame a las puerta de esta zona.

Foto: Reyes de Escalona

07 febrero, 2022

Santa Lucía.

 Cuando toca el turno de enumerar o analizar el grupo de las llamadas parroquias o iglesias mudéjares sevillanas, es inevitable recordar templos tan conocidos como los de Santa Marina, San Gil, Omnium Sanctorum o San Marcos, pero siempre, por desgracia, queda en el tintero una, muy cercana a San Julián, pero que tuvo un destino muy diferente al resto de sus "hermanas"; como siempre, vayamos por partes.

Muy cercana a la muralla y no lejos de la llamada Puerta del Sol, lo que no deja de tener su aquel dado el martirio y patronazgo de la propia Santa que le da nombre, al extremo de la misma calle Sol, la iglesia de Santa Lucía se ha considerado una de las más antiguas de Sevilla, pues se conocen alusiones documentales sobre ella ya en torno a 1285, como puso de manifiesto el profesor Ballesteros Beretta en 1913. El entorno, en el que abundaban huertas y vivienvas humildes, era además poco propicio en tiempos de lluvias, pues solía inundarse con mucha frecuencia al transitar por allí el husillo (muchas veces atascado) que pasando por la mencionada Puerta del Sol buscaba desembocar en el cercano Arroyo Tagarete, mientras que en 1574 se colocó una fuente pública en la plaza situada en la puerta principal del templo, a la que se añadió una cruz en 1649 como recuerdo de las víctimas de la Peste allí sepultadas durante la tremenda epidemia. 

Santa Lucía en 1831, dibujada por Richard Ford

 Paradigma de un tipo de templo muy concreto, con tres naves y planta de las denominadas "de salón", aunque no se conserva al completo su ábside, demolido parcialmente para la unión de las calles San Hermenegildo y Santa Lucía; además se sabe, con reservas, que fue sede fundacional de la Hermandad de los Panaderos y que esta corporación del Miércoles Santo poseyó capilla propia ya desde 1640, edificando con el tiempo almacén para sus pasos y enseres hasta abandonarla tras la incautación gubernamental de la que hablaremos a continuación. Como curiosidad, entre las insignias procesionales de la cofradía figura en la actualidad un guión o banderín dedicado a Santa Lucía, recuerdo de los años de estancia en esa sede. 


Tampoco puede olvidarse que fue sede provisional de la Hermandad de la Trinidad a comienzos del XIX con motivo de la invasión francesa y ser expropiado el Convento de la Trinidad (actual Basílica de María Auxiliadora); precisamente para los padres trinitarios trabajaba un matrimonio del barrio, Francisco y Josefa que tenía además a su cargo el devoto cuidado del altar de la Virgen de la Salud en la parroquia de Santa Lucía. Fruto de ese matrimonio será María de los Ángeles Guerrero González, quien será bautizada en Santa Lucía el 2 de febrero de 1846. Con el paso de los años, aquella niña se convertirá en Sor Ángela de la Cruz, fundadora de la Compañía de las Hermanas de la Cruz, y en su casa natal, ahora recoleto convento, se conservará la pila bautismal del templo en el que fue iniciada en la fe cristiana, mientas que la Virgen de la Salud es venerada en la Casa Madre de la calle Sor Ángela.

Punto de inflexión triste y clave a la vez será el año de 1870, cuando tras la Revolución de 1868 se proceda a la exclaustración de la iglesia que comentamos, la cual será vendida a un particular no sin antes realizarse un inventario de los bienes conservados en su interior, realizado por miembros de la Comisión de la Academia de Bellas Artes, quienes de este modo salvaron lo que pudieron, repartiendo elementos por diversos templos sevillanos, como por ejemplo el retablo mayor, que según Tassara y González fue trasladado a la Parroquia del Salvador y erigido en la cabecera de la nave la Epístola, o lo que es lo mismo, sería destinado a la Hermandad del Rosario y en la actualidad, desde 1921, alberga a los Titulares de la Hermandad del Amor. 

Puerta de la nave de la Epístola, recientemente restaurada.

Del mismo modo, es conocido que el cuadro de la Santa Titular del templo, obra desde siempre atribuida a Juan de Roelas y más recientemente a Jerónimo Ramírez, se ubicó hasta 1919 en la capilla de San Pedro de la Catedral de Sevilla, para pasar ese año a la Iglesia de San Sebastián, donde permanece, siendo restaurado por técnicos del Instituto Andaluz de Patrimonio Artístico entre 2019 y 2020.

Otras piezas terminaron en parroquias como la de Gibraleón, mientras que el retablo de la Virgen de Regla de la Hermandad de los Panaderos fue enviado a Espartinas y la sillería del coro concedida a la Sacramental de San Bernardo. 

Como muchos sabrán, la portada mudéjar fue desmontada pieza a pieza y vuelta a montar en la fachada de la iglesia de Santa Catalina, como recuerda un azulejo situado a su lado, en el año 1930 y a instancias de Rafael González Abreu, propietario por más señas de Santa Lucía en aquel entonces. 

¿Qué ocurrió con el edificio desde su cierre y desacralización? En primer lugar, su uso fue cedido a una asociación de carácter político llamada "Tertulia Democrática, Reunión de Artesanos Honrados", para con posterioridad ser vendido como edificio y convertido en fábrica de fósforos, propiedad de Salvador Pérez Gisbert, promotor de una industria que en siglo XIX y principio del XX conoció una gran expansión aunque no exenta de riesgos, ya que por ejemplo, un incendio fortuito en el interior del templo exclaustrado provocó daños irreparables en la torre, que quedó truncada en su parte superior como puede apreciarse en grabados y fotografías de la época. 

Igualmente, el espacio fue usado como cine, taller mecánico y demás usos que poco tenían que ver con la idea con la que fue concebido en la Edad Media, sin olvidar la creciente degradación de su entorno y el vaciado, literal, de todo lo que había en su interior, hasta que finalmente, pasando a propiedad estatala a comienzos de los setenta, tras ser expropiado como de utilidad pública y funcionar como subsede del Instituto de Conservación y Restauración de Obras de Arte hasta 1982. El edificio experimentará una restauración entre 1984 y 1992 de la mano del proyecto del arquitecto Laffarga Osteret, pasando a ser sede, por ejemplo, de la Orquesta Bética Filarmónica, del Programa Iniciarte (dedicado a la promoción del arte contemporáneo, hasta 2007) o el Instituto Andaluz del Flamenco. 

 Desde el 17 de septiembre de 2012 queda establecido entre sus muros el Centro de Documentación de las Artes Escénicas de Andalucía, creado en 1992 para atesorar todo lo relacionado con el teatro y la danza en Andalucía y que hasta 2010 estuvo localizado en San Luis de los Franceses, compartiendo espacio con el Centro Andaluz de Teatro. Como centro de actividades, promueve la difusión de todo lo relacionado con el teatro e incluso culturalmente posee su propia programación, sin olvidar servicios de préstamo, reprografía, contando las instalaciones con 32 puntos de lectura. En 2019 pasó a denominarse Centro de Investigación y Recursos de las Artes Escénicas de Andalucía, con lo cual al menos hay que destacar que Santa Lucía, con sus vaivenes históricos, permanece abierta y en uso aunque su destino inicial y el final tengan poco en común. 

Con nuestro agradecimiento al personal del CIRAE por las facilidades prestadas para realización de las fotos que acompañan este post.