Si pasan por esta plaza, no lo duden, disipen temores y
remonten la rampa (aunque preferimos el término “tablao” con que la denominan
los Mendoza, sus montadores y custodios), escálenla y contemplen, como no hace
mucho hicimos en inmejorable compañía, la visión de la Plaza desde ese privilegiado
otero de madera.
Desciéndanla despacio, sin premuras, ojo avizor con
inoportunos resbalones, saboreando cada zancada como hacen quienes la pasan
Domingo de Ramos y Jueves Santo, asumiendo que esa bajada es desnivel o declive
que conduce a inicio de recorrido ansiado durante semanas, y que cuando se
alcanzan los adoquines de la plaza parece como si cada nazareno o penitente se
sumergiera en mar de multitudes.
Muchos aqueste año cruzaránla por vez primera, va para ellos
nuestro recuerdo y para quienes inculcan amores y cariños a devotos Titulares a
los que orar en toda ocasión.