Como en aquesta bendita tierra
trócanse con celeridad túnicas por volantes y capirotes por mantoncillos, no
vendría mal recordar a los habituales lectores de estos pliegos cómo
transcurrió aquella primera Feria que tuvo lugar allá por 1847. Quizás sepan vuesas
mercedes, fue creación de vasco y catalán (curiosa amalgama, vive Dios) pues de
tal condición eran José María Ibarra y Narciso Bonaplata quienes lograron del
Municipio licencia para solicitar a la Corona una Feria de Ganados pues a su decir esa
feria llevaba aparejado doble objetivo: promover mercantiles transacciones y
dar aliciente a labradores y criadores de ganado para mejorar sus productos.
Quedó autorizada, pues, dicha
Feria para los días 18, 19 y 20 de abril de aquel año. Aquella Semana Santa habría
sido familiar para actuales tiempos, pues no en balde de quince cofradías anunciadas sólo
salieron las del Domingo de Ramos y Miércoles Santo, quedándose en sus templos
las restantes merced al fuerte temporal de agua y viento que azotó la ciudad.
Fue el llamado Prado de San
Sebastián lugar escogido para la
Feria, y en ella al decir de las crónicas, se movieron 9.684
ovejas, 4.289 carneros o 4.111 cerdos, y para amantes de cifras, baste decir
que el monto de negocio ascendió a nada desdeñable cifra de 316.000 reales.
Mas no todo fueron cuestiones
económicas, que habíase entoldado la calle San Fernando en ella se situaron
tiendas de paños, peinetas, joyas e incluso curioso bazar marroquí, por no
hablar de cómo en otra zona cercana se colocaron puestos de quincalla, juguetes
de barro y latón, abanicos, y desde la Alcantarilla del Tagarete hasta la Enramadilla asentaron
sus reales gitanas que freían buñuelos, y feriantes que ofrecían menudo,
pescado frito y caracoles regados por vinos de Sanlúcar y el Aljarafe.
Como no podía ser menos, en el
coso de la Maestranza
se lidiaron toros para la ocasión, alternando Juan Lucas Blanco, de Sevilla con
Manuel Díaz “Lavi”, de Cádiz, lidiando reses de acreditadas ganaderías.
Al decir de las crónicas, y
echamos mano del erudito hispalense Manuel Chaves Rey, fueron jornadas de gran actividad
en el real, huérfano aún de farolillos y gallardetes por ser vez primera, que
concluía a las once de la noche según Bando de la Alcaldía, aunque la
lluvia hizo acto de presencia y deslució algo la Feria.
Baste, para concluir, cómo el
Diario El Independiente resumía esos días: “No nos detendremos en pintar la
vida y animación que notamos en ese feliz ensayo de lo que llegará a ser la
feria de Sevilla, ni los atractivos que le prestaron la brillantez de la
concurrencia que había establecido su paseo en este lado de la capital, porque
sería imposible hacerlo comprender para los no hayan tenido el gusto de verlo.”
Tal fue la génesis de los días
que nos aprestamos a vivir, y pese a transcurrir malos tiempos no por ello
habrá que hacer menoscabo de tal Feria, aunque sea para pisar su albero de modo
breve…
P.d. Con singular regocijo nos
hacemos eco de cómo ha sido repuesta la palmera de San Juan de la Palma, a la que dedicamos no
ha mucho unas palabras. Quede constancia de nuestra alegría por ello.