16 noviembre, 2025

Pedro Mexía y su Plaza.

Pese a su ubicación, alejada del tráfico rodado y de los grandes acontecimientos de la ciudad, en esta ocasión, bien merece una reseña una pequeña plaza que presenta la particularidad de que alude al oficio y no al nombre de quién lo ejerció, con lo que siempre ha quedado sobre ella la duda de a quién está dedicada realmente; pero, para variar, vamos a lo que vamos. 

Foto Reyes de Escalona.

Desde tiempos antiguos, así lo atestiguan documentos que alcanzan a 1755, fue una simple barreduela junto a San Blas y dentro de la llamada calle de Alcalá, ahora Divina Pastora, conocida como barreduela o plazuela de los Adelantados; tanto el de Alcalá como el de los Adelantados habrían hecho alusión a los vecinos más ilustres del barrio, los Enríquez de Ribera, Adelantados Mayores de Andalucía, Duques de Alcalá, cuyas casas-palacio habrían estado situadas en la manzana que ahora ocupa el Conjunto Monumental de San Luis de los Franceses. Doña Catalina de Ribera, promotora del Hospital de la Sangre o de las Cinco Llagas o su hijo Don Fadrique, marqués de Tarifa, nacido en el propio lugar en 1474, famoso por su viaje a Tierra Santa y por traer de allí la devoción al Via Crucis, germen, dicen, de la actual Semana Santa hispalense, habrían residido allí hasta que el segundo finalice las obras de la que será su palacio definitivo, la Casa de Pilatos, en la collación de San Esteban. 

Será finalmente en 1868 cuando reciba su nombre actual, Plaza del Cronista, algo que siempre nos intrigó desde siempre, porque ¿Quién era dicho cronista?

Realmente, la plazuela del Cronista bien habría podido llamarse Plaza de Pedro Mexía, pues a él está dedicada. Sevillano de nacimiento, había nacido en 1497 en el seno de una familia de abolengo, pues su padre Rodrigo Mexía, será alcalde de Niebla en 1508 y su abuelo, Caballero Veinticuatro. Estudiante de Leyes en Salamanca, diestro en las armas, poseedor de un enorme saber (mantuvo correspondencia con Luis Vives o Erasmo de Rotterdam), estuvo al servicio del Emperador Carlos, lo cierto es que en 1537 recibirá el nombramiento de Cosmógrafo de la Casa de Contratación de Sevilla, desempeñando también los cargos de alcalde de la Santa Hermandad y caballero veinticuatro dentro del cabildo de su ciudad. Autor de varias obras literarias de gran enjundia y aceptación, destacan los llamados Coloquios y Diálogos, así como la Silva de Varia Lección, especie de saber enciclopédico que tuvo el honor de ser reeimpreso en numerosas ocasiones. A la postre, dada su gran formación humanista y dominio de las letras, será nombrado cronista imperial en  julio de 1548, con el privilegio de no tener que abandonar su residencia sevillana debido a sus problemas de salud. 


Su muerte, en 1551, le impidió finalizar su Crónica, iniciada con Julio César, siendo enterrado en la capilla familiar de la parroquia de Santa Marina, tal como narró Francisco Pacheco en su obra "Libro de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorable varones" (1599-1637):

"Sepultaron su cuerpo con solemne pompa en la capilla mayor de la iglesia parroquial de Santa Marina, entierro de sus antepasados de más de ciento cincuenta años. Sabida su muerte, mandó el Emperador se entregase lo que había escrito, cerrado y sellado, al secretario Juan Vázquez de Molina. Y aunque muchos ilustres ingenios han celebrado las alabanzas de este doctísimo caballero, el doctor Benito Arias Montano, singular ornamento de nuestro siglo, quiso mostrarse agradecido a la buena memoria de Pedro Mexía, de quien en sus primeros años fue afamado y favorecido con oficio de padre y maestro y así compuso en honra suya un epitafio para que se esculpiese en la piedra de su sepultura, donde se ve hoy."
Foto Reyes de Escalona.

Víctima de los vaivenes de la historia, la lápida de mármol de nuestro buen cronista puede aún verse en la nave central de Santa Marina, pero desplazada hacia su zona central desde su ubicación original en la cabecera del templo. Traducida del culto latín que se estilaba en el siglo XVI por el profesor Pascual Barea, dice así:
"Al noble sevillano Pedro Mexía, de los caballeros
veinticuatros de la ciudad, de cincuenta y dos años,
y a la noble Doña Ana de Medina, de sesenta y dos años, 
sus piadosísimos y queridísimos padres, Don Francisco Mexía,
el único que sobrevive a los once hermanos de ese matrimonio,
lo colocó con aflicción.
Tus cenizas, que han de vivir nuevo, este pequeño mármol
encierra, y tus huesos y restos de tu morada terrena.
Tu espíritu se pasea libre en la corte celestial,
y goza de Cristo y de los dones de Dios.
Tu nombre queda en el mundo y llega hasta los últimos reinos
de la tierra, y atraviesa los confines del agitado océano.
Pues esto, Pedro, te lo procuró la solidez de tu cultura,
escasísima en nuestros tiempos, así como tu virtud".

Bajo el escudo de armas de la familia, también puede leerse otra inscripción, que traducida del latín dice lo siguiente: 

            "En este pequeño sepulcro yace Pedro Mexía,
                    grato a los Césares, a los Reyes y al pueblo,
            que ayudado por la destreza de su ingenio,
                    penetró afortunado todas las causas de las cosas,
            y que poderoso en clara nobleza, había sacado a la luz
                    con suma alabanza los triunfos de los Césares,
            que con el ánimo superó grandes cuidados, que se burló
                    de las riqueza mudables y grangeó las eternas." 

Adecentada en varias ocasiones, con alcorques y bancos, la Plaza del Cronista atravesó tiempos mejores gracias a una célebre taberna que en torno a 1889 atraía a numerosos vecinos del barrio o a que en 1879 existía allí una fábrica de harinas, sin olvidar que en mayo se instalaban en corrales de vecinos situados en ella conocidas y renombradas Cruces ganadoras incluso de algunos premios. Sin embargo, su mal estado y el de sus viviendas quedó reflejado en la prensa de otros tiempos, pues en un suelto de El Liberal de diciembre de 1926 puede leerse:

"QUEJAS DEL VECINDARIO.

Vecinos de la casa plaza del Cronista, 10, se nos quejan de que desde hace algún tiempo se encuentra lleno el pozo negro, constituyendo un verdadero foco de infección para los infelices vecinos de dicha casa. Transmitimos la justa queja a la autoridad correspondiente, con el fin de que se evite tal abuso."

Foto Reyes de Escalona.

Dejamos, pues, la adoquinada Plaza del Cronista, con sus naranjos, su pequeño parque infantil y su cotidiano trajín de gente que va, viene o cruza desde San Luis a González Cuadrado o viceversa, con el recuerdo a su vecino Pedro Mexía, quien le dio su oficio por nombre para luego caer casi en el olvido para su ciudad salvo por una maltrecha losa de mármol, pero esa, esa ya es harina de otro costal.

02 noviembre, 2025

La calle de la Faltriquera.

En esta ocasión, retomando nuestro querido tema de calles y plazas hispalenses, nos vamos a recorrer una vía carente de elementos destacables en principio y nacida de otras dos calles, pero que en fechas semanasanteras resulta muy socorrida porque permite atajar entre dos zonas muy concurridas a veces: San Andrés y la Encarnación. Pero para variar, vamos a lo que vamos. 

Llamada desde al menos 1665 como calle de la Coneja por la existencia de un corral de vecinos con dicho nombre, la actual calle Atienza, entre la trasera de la parroquia de San Andrés y la Plaza del Pozo Santo, debe su nombre, desde el siglo XIX a la figura del pintor Martín de Atienza, quien fuera secretario y mayordomo de la Academia de Pintura promovida, entre otros, por Bartolomé Esteban Murillo en torno a 1660. Aún en 1875 recibía el nombre de calle del Olivo, pues esta especie vegetal crecía en el patio de una de las casas, aunque recibió otros nombres, como Horno y Horno de Santa Ana.

La calle de la Coneja. Plano de Olavide. 1771.
 

En sus orígenes, la calle que comentamos poseía dos barreduelas o callejones sin salida, una, la llamada de la Faltriquera, fue cerrada a petición de los vecinos en el siglo XIX y otra, la de Atienza propiamente dicha, que surge como calle tras la demolición de una serie de casas y que refunde toda la vía en una sola, en un fallido intento de ensanche urbanístico que buscaba trazar una línea más espaciosa entre las referidas zonas del Pozo Santo y San Andrés, de ahí que el primer tramo, que da a la primera plaza, sea mucho más amplio que el resto de la calle. 

Entrando por el Pozo Santo, toda la acera izquierda queda ocupada por los altos muros del Hospital del mismo nombre, mientras que en la acera de la derecha predominan las casas de estilo popular aunque también hay construcciones más modernas. En el siglo XVII, así lo atestiguó José Gestoso, tuvieron sus talleres los pintores Tomás de Contreras y Manuel Ramos, mientras que  en 1839 Félix González de León la describía de este modo: 

 "Está en el cuartel C y en la parroquia de San Andrés. El nombre lo tomó de un corral de vecindad que había en ella que llamaban el corral de la Coneja; y de más antiguo se llamaba de Santa Ana, por un retablo de esta santa que tenía en una pared. Es corta, angostosísima, triste y sola".

Esa estrechez y oscuridad del sector, casi al lado del misterioso Angostillo de San Andrés, propició que proliferasen numerosas casas donde habitaban las llamadas "putidoncellas", tal como quedó reflejado en un curioso documento de octubre de 1692 en el que José de Bayas, Provisor del Arzobispado, afirmaba que: 

"Se le ha dado noticia que en la calle de la Coneja vivían María y Ana de Morales con notable escándalo admitiendo en su casa hombres para ofender a Dios sin embargo de haberlas amonestado el Teniente Segundo y que la dicha María de Morales trataba de diez años a aquella parte torpe e ilícitamente con un hombre". 
Foto: Reyes de Escalona. 

 Las quejas de los vecinos por este tema proseguían aún en el año 1814, criticando que la barreduela ya referida de Faltriquera "solo servía de depósito de basura y acogimiento en la noche de mujeres rameras, soldados y paisanos", mientras que en 1890 será el propio clero de  San Andrés el que solicite la erradicación de "una casa de latrocinio". Por cierto, todavía en 1932 se podían contabilizar hasta ocho casas dedicadas al ejercicio de la prostitución en esta calle, lo que quizá tenga  que ver con la decisión tomada por las autoridades, al cerrarse la famosa Mancebía del Compás de la Laguna, de sacar este tipo de actividades fuera de las calles principales y situarlas en lugares más discretos y menos concurridos. 

Prueba de la inseguridad de la zona eran los frecuentes atracos y reyertas, como ésta que hemos hallado en el diario El Liberal de mayo de 1925 y que no nos resistimos a transcribir en parte:

"Anoche, a las diez, ocurrió un sangriento suceso en la calle Atienza, del que ha resultado víctima un individuo llamado José Topete, como de cuarenta años, de oficio carrero, natural de Carmona. El herido, terminadas las faenas del día, cogió el canastillo del almuerzo y marchó en busca de su compadre, también natural de Carmona, llamado José Zapata, de cuarenta y dos años. Ambos se dedicaron a tomas unas copas, bebiendo hasta embriagarse, estando en situación más lamentable el José Topete.

Éste propuso a su compadre marchar a la calle Atienza, para entrar en una de aquellas casas, y así lo hicieron. Los dos intentaron entrar en una de ellas, en cuya puerta se encontraban situados varios individuos. La ama o encargada de la casa no quiso abrir a los compadres, por que el Topete dijo al Zapata:

- Vámonos, que aquí no abren más que a los vainas.

Al decir esto, los individuos que allí se encontraban apostados promovieron cuestión con el carrero, viniendo a las manos. A los poco momentos el grupo desapareció, quedando solos los dos compadres, que marcharon hacia la calle del Amparo."

Herido de gravedad uno de los dos protagonistas por arma blanca, necesitó asistencia médica urgente, siendo trasladado al Hospital Central (ahora Parlamento de Andalucía) "no pudiendo prestar declaración debido al estado de embriaguez y de cloroformización". A la postre, no se pudo dar con los agresores. 

Foto: Reyes de Escalona. 

  Un azulejo en la esquina con la calle Lepanto, colocado en 2007, recuerda que en el número 10 de la calle Atienza nació en 1932 el músico y compositor Miguel Vázquez Garfia, profesor de piano, organista de la parroquia del Sagrario, director de la Escolanía "Virgen de los Reyes" y gran defensor y protector de los Seises de la catedral en unos tiempos en los que no gozaban de especial predilección en determinados ambientes clericales. En su haber, marchas procesionales como "Nuestro Padre Jesús de la Pasión", "Jesús Despojado", "Nuestra Señora de los Desamparados" o "Azucena de Sevilla", ésta última dedicada a Sor Ángela de la Cruz. Vázquez Garfia falleció en 1992, mientras que su viuda, Ana Robles, lo hizo el pasado año 2024 sin que pudiera ver hecho realidad su anhelo de conseguir levantar un monumento al Seise.

Continuando con esta temática cofradiera, en el número 3 de la entonces llamada como calle del Olivo tuvieron su taller de bordados Elisa Rivera junto con su prima Emilia Salvador allá por finales del siglo XIX, de cuyos bastidores salieron  piezas para enriquecer el patrimonio de hermandades como la Sagrada Mortaja (el actual Sinelabe), la Macarena y otras. 

Terminamos. En nuestros días, la antigua calle de la Faltriquera, o de la Coneja, sigue siendo, como decía aquel, "corta y angostosísima", y afortunadamente, ha mantenido su clásico caserío, aunque, signo de estos tiempos, parte del mismo sean los  inevitables apartamentos turísticos, pero esa, esa ya es harina de otro costal.

Foto: Reyes de Escalona.