Probablemente, una de las calles más transitadas del entorno de la Plaza del Salvador sea la que arranca (o finaliza) en la calle Francos y concluye en la propia plaza, casi frente por frente a Álvarez Quintero, justo donde estuvo durante años un establecimiento comercial bastante conocido y dedicado a la confección infantil, sobre todo para Primeras Comuniones: "El Paraíso".
La calle, ya lo habrán adivinado, es la dedicada a la escritora sevillana Blanca de los Ríos, aunque a lo largo de su extensa historia recibió nombres de lo más variado, desde Cordoneros (allá por 1408) hasta Agujas o Agujeros, que derivó en "Abujeros", tal como recogió Santiago Montoto. Como detalle curioso, también se le llamó calle de Martín Morales, quizá en alusión a algún vecino destacado.
En 1880 y 1920 la calle sufrió sendas reformas en el tramo del Salvador, donde se derribó parte de la acera de los pares para ampliar la plaza, con lo cual quedó un espacio mayor que hasta permitió ubicar un quiosco que ha llegado hasta nuestros días (el de "Carmelita", para los niños del Salvador de los años 70 y 80 del pasado siglo). Se sabe que en pleno XVII ya estaba empedrada, lo que da, como siempre, idea de su importancia. En la esquina de calle Villegas destaca un importante edificio regionalista de Juan Talavera, la llamada "Casa Pérez Salvador" (1920-1923), en uno de cuyos bajos muchos aún quizá recuerden la desaparecida Librería Internacional de Lorenzo Blanco, fundada en 1923.
En cuanto a su función, a lo largo de la historia fue eminentemente comercial, como lo atestiguan la presencia de tiendas de paños en el siglo XIV, la de cordoneros o la de fabricantes de agujas, todo ello en relación con los nombres antes aludidos para la calle. Gozó siempre de gran prestigio como lugar, prueba de ellos es que en el siglo XVIII formó parte del recorrido en varias procesiones extraordinarias de la Virgen de los Reyes.
En la actualidad sigue siendo calle de tiendas y comercios, de trajín para compras en mayo o en Navidad, aunque cerrara sus puertas la clásica tienda infantil "Jardilín" sustituida por un negocio de hostelería en la misma esquina con el Salvador.
Un hermoso azulejo pintado por Gustavo Bacarisas, recuerda el nombre de Blanca de los Ríos, a quien se puede considerar como una escritora perteneciente a la Generación del 98. Había nacido el 15 de agosto de 1859 en el número 15 de la cercana calle Francos, y era hija de Demetrio de los Ríos, afamado arquitecto, director de las excavaciones de Itálica, autor del monumento a Murillo de la Plaza del Museo y defensor a ultranza de la conservación de varias parroquias sevillanas durante el periodo revolucionario de 1868, consiguendo evitar el derribo de San Marcos o Santa Catalina. La madre de Blanca, María Teresa Nostench, habría destacado en la faceta pictórica, llegando a ganar varios premios por su obra, sin olvidar a otro familiar muy destacado, también con calle en Sevilla: José Amador de los Ríos, tío de Blanca y eminente arqueólogo e historiador.
Con este ambiente intelectual en la familia, no es de extrañar, por tanto, que la enfermiza Blanca de los Ríos se dedicara a la literatura desde su infancia, siendo apodada como "La Escritora" en los colegios de monjas por los que pasó. Con apenas siete años dictaba a su hermano José los párrafos de una novela que tituló "La Estrella de Sevilla", aunque contaba que la destruyó al enterarse por su madre de que Lope de Vega se le había adelantado en título y argumento siglos antes. No cejó en su empeño, y en 1878 publicó, esta vez sí, su primera novela: "Margarita".
A partir de ahí, nunca cesaría de escribir, de estudiar, de indagar, de publicar, tanto en el terreno lírico (usaba como seudónimo "Carolina del Boss") como en el novelístico o ensayístico, ganando justa fama como conferenciante por toda España, ocupando también lugar preferente sus investigaciones sobre Tirso de Molina o Teresa de Ávila.
Mario Méndez Bejarano la calificó en 1925 de "Niña precoz, mujer de alto pensar y admirable decir, poetisa, novelista, investigadora, dio en su juventud flores de poesía y en su madurez óptimos frutos. La cultura española agradecerá más los últimos; nosotros, estimándolos mucho, seguimos enamorados de las primeras", mientras que su amiga Emilia Pardo Bazán la describió como: “sencilla, tímida, de endeble salud, de vasta y bien guiada instrucción, de carácter plácido que oculta una tenacidad sorprendente”
En un mundo intelectual copado por hombres, Blanca de los Ríos supo hacerse un importante hueco dentro del panorama posterior a la crisis de 1898; en 1918 funda la revista "Raza Española", al hilo del hispanismo tan en boga en aquellos momentos que impulsaba, por ejemplo, la sevillana Exposición Iberoamericana que se inauguraría, tras no pocos retrasos, en 1929.
Durante su vida, viajará con frecuencia a París y Madrid, donde se establecerá definitivamente tras contraer matrimonio con el arquitecto Vicente Lampérez; allí proseguirá colaborando en diversas revistas de la época, preocupada por la situación nacional, será discípula de Menéndez Pidal y mantendrá una estrecha amistad, como hemos mencionado, con la gran Emilia Pardo Bazán, a quien seguirá como segunda socia femenina del Ateneo de Madrid, aunque lamentablemente, al igual que Concha Espina, Carmen de Burgos o la propia Pardo Bazán, viera rechazada su candidatura (apadrinada por los hermanos Álvarez Quintero) para ingresar en la Real Academia de la Lengua. Cosas de otros tiempos.
En 1922, entrevistada por el periodista González Fiol sobre si era feminista, contestó:
Hija Predilecta de Sevilla desde 1916, año en que la calle recibirá su nombre, fallecerá en la capital de España en 1956, siendo la única mujer sepultada en el Panteón de Hombres Ilustres que posee la madrileña Asociación de Escritores en la Sacramental de San Justo de Madrid. Aunque lejos de su ciudad, el nombre de Blanca de los Ríos siempre formará parte, no solo del callejero hispalense, sino de su historia literaria.
2 comentarios:
Me ha encantado la anécdota de la estrella de Sevilla. Otro gran personaje desconocido.
Cesar Carazo
Gracias por tu comentario, César.
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