12 julio, 2022

Velázquez.

Foto: Reyes de Escalona.

No, en esta ocasión concreta no vamos a tratar sobre la figura del inmortal pintor bautizado en la sevillana parroquia de San Pedro, sino sobre la calle que lleva su nombre, una vía peatonal ahora, siempre llena de público, que tuvo nombres curiosos y albergó un sinfín de establecimientos; pero como siempre, vayamos por partes. 

Está claro que si en 1485 hubiésemos preguntado por esta calle, nos habrían dicho que quién era ese Velázquez, lo que sí está claro es que nos habrían indicado, solventada la confusión, que habríamos debido encaminarnos a la calle Triperas, nombre un tanto peculiar y de origen incierto que compartió con el de San Gregorio, por un antiguo hospital gremial allí radicado. 

Su trazado, ahora rectilíneo, fue durante años muy diferente, más estrecho y serpenteante, de manera que a lo largo de los siglos la calle ha experimentado diversos ensanches y transformaciones, como en 1597, cuando se derriba una casa que había invadido el ancho de la vía, o en 1588 cuando se ordena cerrar un rincón donde "de ordinario se echara cantidad de ynmundicias"

Como curiosidad, y como ha descubierto el profesor Roda Peña, en esta calle Triperas vivió el licenciado Juan Jacobo Fernández Soriano, abogado de la Real Audiencia, quien en 1769 legó en testamento al convento de Santa María de la Paz, actual sede de la Hermandad de la Sagrada Mortaja, una hermosa pintura de la Virgen de Belén obra de Domingo Martínez en torno a 1740 y que aún se conserva en un retablo junto a la entrada al templo; ¿La razón de tal donativo? Dos hijas del legatario habían profesado como religiosas agustinas en aquel cenobio, de modo que su padre decidió entregar esta obra junto con otras, desgraciadamente en paradero desconocido. 

Foto: Reyes de Escalona.

A comienzos del siglo XIX, Velázquez adopta el aspecto que ha llegado hasta nosotros, aunque su vida nocturna era mucho más intensa, registrándose numerosas quejas de vecinos sobre la existencia de un elevado número de prostíbulos, hasta que en 1859 las autoridades municipales deciden desalojar varias casas y trasladar su actividad a la Alameda de Hércules, puede que aquí arranque la "mala fama" de la Alameda que ha llegado hasta nuestros días. En 1845 recibirá el nombre actual en honor a Diego Velázquez, aunque, justo es de decir, pocos la mencionan con ese apelativo, ya que consideran que es una mera prolongación de Tetuán hasta la Campana, de hecho en prensa local aparecían anuncios como el siguiente intentando aclarar el error: 


En el número 17, allá por 1897 tuvo consulta el Doctor Vicente Díaz, quien se anunciaba en los diarios locales de este modo: 


Dejando a un lado este aspecto, abundaban especialmente los cafés, círculos y establecimientos recreativos de muy diferente carácter, considerados punto de encuentro para tertulias de todo tipo. Sobresalía el Central, adonde acudían escritores como el poeta Benito Mas y Prats o Muñoz San Román, quienes conformaban una tertulia autodenominada "El Parnasuelo"; El América, el Nacional, en el lugar donde estuvo en una etapa el Ateneo y lugar de cita para los jóvenes miembros de la generación del 27, editores de la revista "Mediodía", tal como relataba en su "Sevilla en los labios" Romero Murube: 

"En aquella tertulia reuníanse además elementos ajenos a la literatura, tipos pintorescos de la madrugada y el trasmundo del orden, que unas veces traídos por el inquieto Sánchez Mejías, otras por el sorprendente Villalón, llenaban de incidencias raras e insospechadas las alegres reuniones de nuestro cenáculo literario. No faltaron, como es natural, princesas orientales, espiritistas, rancios académicos de Buenas Letras, deportados portugueses, eruditos cavernosos, lánguidos poetas de la meliflua Suramérica, pollos modernistas, esperpentos, pamplinosos del surrealismo, niños impertinentes, sabios hueros, sablistas y charlatanes, si que también algunas poetisas de inspiración y hechos más o menos amables".

 Habría que destacar la proximidad de la conocida biblioteca del colegio de San Acasio y del Teatro San Fernando, que estuvo en pie en la cercana calle Tetuán entre 1847 y 1973, año de su derribo, y por supuesto toda la vida noctámbula procedente de los cafés cantantes de la plaza de la Campana, de manera que vivir en esta calle en aquellos tiempos no debió ser fácil para quienes tuvieran el sueño ligero. Tampoco podemos olvidar como hasta no hace mucho, en el número 12, estuvo la sede administrativa (hemeroteca incluida) de Prensa Española, o lo que es lo mismo del diario ABC y que aún subsiste allí La Teatral, pequeño establecimiento en el zaguán de ese mismo edificio y que desde 1939 se dedica a la venta de localidades para espectáculos teatrales o taurinos. 

Lugar de paso obligado para las cofradías que vienen del sur de la ciudad o de la zona del Arenal y Triana, convertida ahora en una bulliciosa calle comercial, llena de franquicias y tiendas de ropa, con permiso de la Casa del Libro que ya lleva veinte años allí en el lugar ocupado por la recordada la hamburguesería Dulio, fundada a comienzos de los años ochenta, pero esa, esa ya es otra historia... 

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