02 noviembre, 2025

La calle de la Faltriquera.

En esta ocasión, retomando nuestro querido tema de calles y plazas hispalenses, nos vamos a recorrer una vía carente de elementos destacables en principio y nacida de otras dos calles, pero que en fechas semanasanteras resulta muy socorrida porque permite atajar entre dos zonas muy concurridas a veces: San Andrés y la Encarnación. Pero para variar, vamos a lo que vamos. 

Llamada desde al menos 1665 como calle de la Coneja por la existencia de un corral de vecinos con dicho nombre, la actual calle Atienza, entre la trasera de la parroquia de San Andrés y la Plaza del Pozo Santo, debe su nombre, desde el siglo XIX a la figura del pintor Martín de Atienza, quien fuera secretario y mayordomo de la Academia de Pintura promovida, entre otros, por Bartolomé Esteban Murillo en torno a 1660. Aún en 1875 recibía el nombre de calle del Olivo, pues esta especie vegetal crecía en el patio de una de las casas, aunque recibió otros nombres, como Horno y Horno de Santa Ana.

La calle de la Coneja. Plano de Olavide. 1771.
 

En sus orígenes, la calle que comentamos poseía dos barreduelas o callejones sin salida, una, la llamada de la Faltriquera, fue cerrada a petición de los vecinos en el siglo XIX y otra, la de Atienza propiamente dicha, que surge como calle tras la demolición de una serie de casas y que refunde toda la vía en una sola, en un fallido intento de ensanche urbanístico que buscaba trazar una línea más espaciosa entre las referidas zonas del Pozo Santo y San Andrés, de ahí que el primer tramo, que da a la primera plaza, sea mucho más amplio que el resto de la calle. 

Entrando por el Pozo Santo, toda la acera izquierda queda ocupada por los altos muros del Hospital del mismo nombre, mientras que en la acera de la derecha predominan las casas de estilo popular aunque también hay construcciones más modernas. En el siglo XVII, así lo atestiguó José Gestoso, tuvieron sus talleres los pintores Tomás de Contreras y Manuel Ramos, mientras que  en 1839 Félix González de León la describía de este modo: 

 "Está en el cuartel C y en la parroquia de San Andrés. El nombre lo tomó de un corral de vecindad que había en ella que llamaban el corral de la Coneja; y de más antiguo se llamaba de Santa Ana, por un retablo de esta santa que tenía en una pared. Es corta, angostosísima, triste y sola".

Esa estrechez y oscuridad del sector, casi al lado del misterioso Angostillo de San Andrés, propició que proliferasen numerosas casas donde habitaban las llamadas "putidoncellas", tal como quedó reflejado en un curioso documento de octubre de 1692 en el que José de Bayas, Provisor del Arzobispado, afirmaba que: 

"Se le ha dado noticia que en la calle de la Coneja vivían María y Ana de Morales con notable escándalo admitiendo en su casa hombres para ofender a Dios sin embargo de haberlas amonestado el Teniente Segundo y que la dicha María de Morales trataba de diez años a aquella parte torpe e ilícitamente con un hombre". 
Foto: Reyes de Escalona. 

 Las quejas de los vecinos por este tema proseguían aún en el año 1814, criticando que la barreduela ya referida de Faltriquera "solo servía de depósito de basura y acogimiento en la noche de mujeres rameras, soldados y paisanos", mientras que en 1890 será el propio clero de  San Andrés el que solicite la erradicación de "una casa de latrocinio". Por cierto, todavía en 1932 se podían contabilizar hasta ocho casas dedicadas al ejercicio de la prostitución en esta calle, lo que quizá tenga  que ver con la decisión tomada por las autoridades, al cerrarse la famosa Mancebía del Compás de la Laguna, de sacar este tipo de actividades fuera de las calles principales y situarlas en lugares más discretos y menos concurridos. 

Prueba de la inseguridad de la zona eran los frecuentes atracos y reyertas, como ésta que hemos hallado en el diario El Liberal de mayo de 1925 y que no nos resistimos a transcribir en parte:

"Anoche, a las diez, ocurrió un sangriento suceso en la calle Atienza, del que ha resultado víctima un individuo llamado José Topete, como de cuarenta años, de oficio carrero, natural de Carmona. El herido, terminadas las faenas del día, cogió el canastillo del almuerzo y marchó en busca de su compadre, también natural de Carmona, llamado José Zapata, de cuarenta y dos años. Ambos se dedicaron a tomas unas copas, bebiendo hasta embriagarse, estando en situación más lamentable el José Topete.

Éste propuso a su compadre marchar a la calle Atienza, para entrar en una de aquellas casas, y así lo hicieron. Los dos intentaron entrar en una de ellas, en cuya puerta se encontraban situados varios individuos. La ama o encargada de la casa no quiso abrir a los compadres, por que el Topete dijo al Zapata:

- Vámonos, que aquí no abren más que a los vainas.

Al decir esto, los individuos que allí se encontraban apostados promovieron cuestión con el carrero, viniendo a las manos. A los poco momentos el grupo desapareció, quedando solos los dos compadres, que marcharon hacia la calle del Amparo."

Herido de gravedad uno de los dos protagonistas por arma blanca, necesitó asistencia médica urgente, siendo trasladado al Hospital Central (ahora Parlamento de Andalucía) "no pudiendo prestar declaración debido al estado de embriaguez y de cloroformización". A la postre, no se pudo dar con los agresores. 

Foto: Reyes de Escalona. 

  Un azulejo en la esquina con la calle Lepanto, colocado en 2007, recuerda que en el número 10 de la calle Atienza nació en 1932 el músico y compositor Miguel Vázquez Garfia, profesor de piano, organista de la parroquia del Sagrario, director de la Escolanía "Virgen de los Reyes" y gran defensor y protector de los Seises de la catedral en unos tiempos en los que no gozaban de especial predilección en determinados ambientes clericales. En su haber, marchas procesionales como "Nuestro Padre Jesús de la Pasión", "Jesús Despojado", "Nuestra Señora de los Desamparados" o "Azucena de Sevilla", ésta última dedicada a Sor Ángela de la Cruz. Vázquez Garfia falleció en 1992, mientras que su viuda, Ana Robles, lo hizo el pasado año 2024 sin que pudiera ver hecho realidad su anhelo de conseguir levantar un monumento al Seise.

Continuando con esta temática cofradiera, en el número 3 de la entonces llamada como calle del Olivo tuvieron su taller de bordados Elisa Rivera junto con su prima Emilia Salvador allá por finales del siglo XIX, de cuyos bastidores salieron  piezas para enriquecer el patrimonio de hermandades como la Sagrada Mortaja (el actual Sinelabe), la Macarena y otras. 

Terminamos. En nuestros días, la antigua calle de la Faltriquera, o de la Coneja, sigue siendo, como decía aquel, "corta y angostosísima", y afortunadamente, ha mantenido su clásico caserío, aunque, signo de estos tiempos, parte del mismo sean los  inevitables apartamentos turísticos, pero esa, esa ya es harina de otro costal.

Foto: Reyes de Escalona. 

No hay comentarios: