En esta ocasión, es el turno de una de las plazas con más historia de Sevilla, pese a su lejanía del centro histórico, pese al abandono que ha padecido durante años, pese a la degradación de su entorno; pero como siempre, vayamos por partes.
En torno a 1775, un aristócrata de origen cántabro, comerciante de éxito con las Indias, bien relacionado como veremos con los estamentos de mayor autoridad de la ciudad, decide construir una residencia propia acorde a su poder social. Para ello, adquiere unos terrenos en la zona próxima a la llamada Cuatro Cantillos o Cuatro Esquinas, a medio camino de la parroquia de San Gil y el Noviciado Jesuita de San Luis, casi al pie de la llamada entonces Calle Real, terrenos propiedad al parecer del Monasterio de San Jerónimo de Buena Vista.
En el Consistorio se autorizó el derribo de toda una manzana de casas, en torno a setenta nada menos, e incluso la desaparición de una calle (la llamada de Lázaro Díaz), todo ello para que Pedro Pumarejo, caballero veinticuatro, obtuviera mayor amplitud y dotase de mejores vistas a su residencia nobiliaria, una casa dotada de amplia fachada, portada en piedra con pilastras dóricas, ancha escalera, luminosa galería superior y patio porticado al estilo de las viviendas aristocráticas hispalenses del momento. El espacio palaciego ocupaba, y ocupa, una enorme manzana de 3.000 metros cuadrados entre las calles Fray Diego de Cádiz y Aniceto Saéz, nombre precisamente de uno de los propietarios del llamado Huerto de los Toribios allá por finales del XIX.
Desde el momento de su creación, la plaza contó con una hermosa fuente de mármol, abastecida por los Caños de Carmona; curiosamente, dicha fuente parece datar del siglo XVI y proceder de otra ubicación desconocida y en la actualidad, tras ser rescatada de los almacenes municipales por el arquitecto Juan Talavera en 1920, se halla situada en el Paseo de Catalina de Ribera formando parte del monumento dedicado a esta dama sevillana, fundadora del Hospital de las Cinco Llagas, no muy lejano del Pumarejo.
El primitivo palacio señorial de los Pumarejo gozó de escasa trayectoria como tal, ya que la viuda de Don Pedro decidió enajenarlo tras su muerte en favor del Cabildo de la Ciudad, utilizándose como sede del Colegio de los Niños Toribios hasta 1832, en 1852 se pensó en usarla como escuela y más adelante como refugio para damnificados por las inundaciones del Guadalquivir, hasta finalmente ser utilizada en torno a 1883 como vivienda a manera de corral de vecinos, con los denominados "partidos" que contaban con una habitación, baño y cocina.
La plaza ha arrastrado consigo desde siempre una "mala fama" debida quizá a la presencia en algunas etapas de su existencia de las eufemísticamente llamadas "gentes del mal vivir" (tiempos aquellos con nombres como el "Chato" o el "Chico" del Pumarejo, viejos conocidos de las autoridades policiales de principios del siglo XX) o más recientemente por acoger a toxicómanos o traficantes en una etapa, no muy lejana, en la que la heroína campaba a sus anchas dejando un inevitable reguero de desgracias y de exclusión social y marginalidad.
Como detalle curioso, rebuscando reseñas sobre esta plaza, en un número del diario El Liberal correspondiente a marzo de 1904 aparece la siguiente noticia:
"La plaza del Pumarejo está diariamente sirviendo de campo de operaciones a unos niños mal educados, que organizan formidables pedreas, llegando a hacer blanco de sus tiros a los transeúntes.
Varias personas se han visto expuestas a sufrir un percance por este motivo y hoy se nos queja un pobre viejo que al entrar y salir en la tienda que tiene allí establecida, es víctima de la persecución de los apedreadores, quienes ayer le causaron algunas contusiones en espalda, teniendo que ir a la casa de socorro.
¿No hay guardias municipales en la plaza del Pumarejo? Y si los hay, ¿qué hacen que no ponen coto a tales excesos?
Esperamos que el teniente de alcalde del distrito dará órdenes para que se ejerza la oportuna vigilancia en la citada plaza, poniéndose término a estas escenas, tan impropias de un país civilizado."
Cerca del palacio, en 1785, se construyeron las Atahonas Municipales, que servían para el suministro de pan a la población y como depósito para momentos de escasez de trigo para las tropas, de ahí que en en 1870 el inmueble fuera llamado "La Provisión". En el muro de este edificio, precisamente, se hallaba adosada la fuente que comentábamos anteriormente. El inmueble, hasta su derribo en 1955, se utilizó como vivienda y fue sede el conocido Cine Esperanza, muy popular en la zona. En su reforma para pisos, se procuró respetar su portada neoclásica con mayor o menor fortuna y usándose sus bajos como espacio para el negocio Muebles Macarena y posterior y últimamente sede del ambulatorio del Servicio Andaluz de Salud hasta su traslado a la calle Inocentes.
Durante décadas, la zona se caracterizó, a ser uno de los sectores más desfavorecidos de la ciudad, con abundancia de infraviviendas y escasez de higiene, aunque no faltaron denuncias como la del Doctor Hauser, quien destacó este sector por poseer una altas tasas de mortalidad infantil a lo largo del XIX.
Hablar del Pumarejo y no mencionar olvidar el papel de las diferentes tabernas y bares en la plaza, como la "Bodega Camacho" ("Mariano", para entendernos) o "Umbrete", sería casi un pecado de lesa majestad, por su capacidad indudable como elementos socializadores y de cohesión, así como tiendas de alimentación y pequeñas tiendas, además de un parque infantil instalado en el lateral de la plaza.
Durante estos años el colectivo de vecinos de la plaza, especialmente los residentes en el primitivo palacio de Don Pedro, han centrado sus esfuerzos (con el apoyo de arquitectos del barrio, como el desaparecido Ventura Galera) en evitar que el edificio cayera en manos de la especulación o incluso que fuera convertido en hotel en el año 2000, lográndose que en 2011 fuera declarado Bien de Interés Cultural, de manera que quedara protegido y en propiedad del Ayuntamiento, quien ha puesto en marcha un programa de rehabilitación que por el momento, salvo actuaciones puntuales, está a la espera de ponerse en marcha, con lo cual se recuperaría un espacio cargado de historia en el sector norte de la ciudad.
Terminamos 2021. Ojalá el próximo año sea un poco mejor que éste que termina, que sigamos por aquí "dando la lata" y los lectores y oyentes sigan siendo benévolos.
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