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04 julio, 2022

Esclavos

 Una calle con nombre peculiar, un cargo nombrado por los Reyes Católicos, una hermandad donde la raza era seña de identidad, una práctica ahora impensable que entonces era moneda corriente, en esta ocasión trataremos sobre un tema poco conocido y que pese a todo siempre es interesante: los esclavos sevillanos. Pero como siempre, vayamos por partes. 

No lejos del bullicio y tráfico de la Puerta Osario, cerca de la parroquia de San Roque y a tiro de piedra de la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, existe la calle Conde Negro, llamada así desde el siglo XVI, aunque recibió también el nombre de Santa Cecilia o de las Torres. Antiguo fondo de saco entre la calle Ancha de San Roque y la propia muralla de la ciudad, para entender el nombre de la calle, nos remontaremos a la Sevilla de los siglos XV y XVI, una sevilla en la que cronistas como Luis de Peraza afirmaban: 

"Hay infinita multitud de negras y negros de todas las partes de Etiopía y Guinea, de los cuales nos servimos en Sevilla y son traídos por la vía de Portugal".

Vendidos en las Gradas de la Catedral o en la misma Plaza de San Francisco, tan importante fue la presencia de la población esclava en aquellas calendas, se calcula que alcanzó el 10% del total de los habitantes hispalenses, que a comienzos del siglo XV el Cardenal Gonzalo de Mena y Roelas apoyará la creación de un hospital para gentes desvalidas de raza negra, lo que da idea del gran número, como decíamos, que vivía en la ciudad, fruto del mercado procedente de África y del deseo de nobles y burgueses de poseer esclavos como símbolo de distinción, aunque en el caso de los segundo, cuando arreciaba una crisis económica, eran los primeros en abandonarlos a su suerte, vagando por las calles harapientos y sin recursos. 



La labor del Cardenal Mena, ya se sabe, el también fundador de la Cartuja de Santa María de las Cuevas, conllevó la fundación de una hermandad, con lo cual sus hermanos quedaban ligados y unidos con vistas a poseer cierto corporativismo que los alejase de la marginalidad, tal como estudió el profesor y antropólogo Isidoro Moreno, autor de una más que interesante historia de la Hermandad de los Negritos. 

Además, poco a poco la comunidad "morena" o "prieta", tal como se la llamaba entonces, se integró en la vida cotidiana con sus propias costumbres y cultura, ya que incluso celebraban los domingos fiestas en  la zona de la Puerta Osario; Ortiz de Zúñiga sostiene que los esclavos negros eran tratados con "gran benignidad", y que se les permitía juntarse para sus fiestas y bailes en días de descanso "con que acudían gustosos y toleraban mejor el cautiverio". Evidentemente, eran fáciles de reconocer por su color de piel y sus ropajes, pero además eran marcados, tatuados, con una "S" y un clavo, a manera de jeroglífico ("Es"-"Clavo") o en otras ocasiones con una flor de lis, una estrella o el nombre de su amo.


¿A qué se dedicaban los esclavos sevillanos? Principalmente, a las tareas domésticas, sobre todo las mujeres, aunque otros eran destinados a ocupar el último escalón de los talleres gremiales, como los del arte de la seda, espartería, fundición o curtidurías, sin olvidar que al ser considerados una mera inversión, en ocasiones eran entregados como garantía en préstamos o hipotecas. No faltaron casos de personajes sevillanos poseedores de esclavos, como el médico Nicolás Monardes o ya en 1678 el caso del pintor Murillo, que donó una esclava de su propiedad como criada para su hija, novicia en un convento sevillano: 

"Otorgo y conozco en favor de la muy reverenda madre Priora y religiosas del convento de la Madre de Dios de esta dicha ciudad que es de la Orden de Santo Domingo, y digo que por cuanto yo tengo y poseo una esclava mía propia nombrada Catalina María de nación berberisca de edad de veinte y cuatro años poco mas o menos, color clara, señalada en frente, nariz y carrillo al uso de Berbería, la cual me pertenece en virtud de los recados que de ellos hay, y por la presente de mi libre y espontanea voluntad y como sabedor que soy de mi derecho y de lo que me conviene hacer, otorgo que doy en donación pura irrevocable que el derecho llama intervivos, al dicho convento de la Madre de Dios, priora y religiosas..."

Para defender a este colectivo, los Reyes Católicos, mediante un documento fechado en la población de Dueñas el 8 de noviembre de 1475, nombraron "Mayoral" a Juan de Valladolid, también de raza negra y Portero de Cámara de los monarcas:

"Mandamos que vos conozcáis de los debates y casamientos y otras cosas que juzgado entre ellos hubiese, é non otro alguno, por cuanto sois persona suficiente para ello, o quien vuestro poder hubiere, y sabéis las leyes y ordenanzas que deben tener, é nos somos informados que sois de linaje noble entre los dichos negros".

Quizá esa alusión al linaje hizo que Juan de Valladolid, que puso su residencia en la entonces llamada calle de Santa Cecilia, hizo que no tardase en ser conocido como el Conde Negro y que en torno a él surgiera una leyenda sobre su buen juicio y capacidad para resolver los asuntos concernientes a su comunidad; incluso Chaves y Rey, al que hemos citado en otras ocasiones, afirmaba en 1894 que la vivienda habría estado en el número 30 de la calle y que Juan de Valladolid presidía todos los domingos los festejos de los esclavos negros hispalenses, colocándose en una tribuna o estrado desde el cual daba las órdenes necesarias para el desarrollo de bailes, danzas o coros.


Cuenta la tradición, pues apenas se conocen datos fidedignos sobre su persona, que fue hombre de gran templanza y calma, que recibía en su casa a los demandantes de algún tipo de pleito o querella, escuchando siempre a los litigantes con detenimiento, a los que solía dirigir una larga arenga, y que, a la postre. condenaba con estricta justicia allí mismo a los que lo merecían. Prueba de su labor es que desde entonces la cofradía de los negros comenzó a participar con todo orden en la procesión del Corpus de la Catedral y que incluso acudió corporativamente en julio de 1474 a recibir a la reina Isabel de Castilla a la Puerta de la Macarena.

El Conde Negro debió fallecer en torno a los comienzos del siglo XVI, siendo sucedido quizá por Juan de Castilla en torno a 1504, autodenominado "rey de los negros", como apunta Isidoro Moreno, quien ha analizado también la existencia de otra cofradía de negros, esta vez en Triana y que recibió aprobación de sus Reglas en 1584, con la "Sangre de Nuestro Señor Jesucristo" como advocación titular. Tuvo sede en la Ermita del Rosario, al final de la calle Castilla, en el barrio de Portugalete, denominado así porque en él radicaban parte de los negros traídos de Portugal. 

Recuerdo de aquellos tiempos, ahí quedó la calle Conde Negro, cercana a la Capilla de la Hermandad de los Negros que más adelante dio no poco que hablar al darse el caso de cómo algunos de sus hermanos llegaron a ofrecerse a la venta como esclavos para costear los cultos de su cofradía, pero esa, esa ya es otra historia...