En esta ocasión, siempre "por la sombrita", y a poder ser en horario propicio, nos vamos a encaminar a una calle que encierra una doble historia: la de quién le da nombre y la de quién habitó en ella; pero, para variar, vamos a lo que vamos.
Desembocando en uno de sus extremos en Cabeza del Rey Don Pedro, Candilejo, Corral del Rey, Muñoz y Pabón y Almirante Hoyos (encrucijada que antiguamente se llamó popularmente "Las afluencias" por la cantidad de bocacalles), y por el otro, en la subida de la Cuesta del Rosario y Cristo de las Tres Caídas, durante años se llamó de San Isidoro, no en vano, uno de los laterales de esta parroquia da a un ensanche creado tras la supresión de unas gradas del propio templo, donde se colocó una hermosa cruz de cerrajería procedente de la cercana Plaza de la Alfalfa, aunque los rosales de sus jardineras están lastimosamente secos. Por cierto, desde diciembre de 2022 esa zona ha pasado a denominarse "Jardín Doctor Ismael Yebra", en honor al destacado médico y dermatólogo, director de la Real Academia de Buenas Letras, escritor y benefactor y divulgador de la labor de los conventos de clausura sevillanos. Fallecido en diciembre 2021, su hermano José ha sido conocido desde siempre por regentar una famosa taberna situada en la calle Boteros, cerrada no hace muchos años.
Aunque Santiago Montoto recordó que también recibió el nombre de Velador, como recuerdo de la cercana calle vinculada con la leyenda del candilejo y el Rey Don Pedro, no es menos cierto que ese apelativo lo va a mantener hasta 1882, cuando pase a llamarse Plasencia, y finalmente, en 1941, complete su nombre con Augusto Plasencia, pero ¿De quién se trata?
Gaditano de San Fernando, del año 1837, se graduó como teniente del Arma de Artillería en 1856 y alcanzó el grado de coronel de dicha Arma, viajando a Viena y San Petersburgo para estudiar diversos tipos de metales para fundición de cañones y destacando por su capacidad para el diseño y mejora de varios tipos de armas y, en especial, por la creación en 1872 del llamado "Cañón de montaña de 8 cm.", fundido en acero en la Real Fábrica de Artillería de Sevilla (de la que Plasencia fue Subdirector), que todavía prestaba excelente servicio en el ejército a comienzos del siglo XX y que hasta entonces era conocido como "cañón Plasencia".
Tras dejar el servicio de armas, fue diputado en Cortes, Alcalde de Sevilla y Presidente del Ateneo. Como Alcalde, a instancias de José Gestoso, promovió una de las primeras restauraciones de las Casas Consistoriales, allá por 1890. Ostentando el cargo de Vocal de la Junta de Instrucción Pública, en 1889 y durante una visita a las escuelas de la ciudad de Dos Hermanas, comprobó cómo la mayoría de los alumnos iban descalzos; a los tres días fueron enviados desde la Alcaldía de Sevilla 83 pares de calzado para aquellos niños. Además, formó parte de la comisión que encargó al escultor Antonio Susillo el monumento a Daoiz de la Plaza de la Gavidia, inaugurado en ese mismo año de 1889. En agradecimiento por los servicios prestados a la nación, en 1887 la Regente María Cristina vino a otorgarle el título de Conde de Santa Bárbara, nombre de la patrona del Arma de Artillería, falleciendo en 1903.
Ancha en su comienzo en San Isidoro, se estrecha notablemente hacia su mitad, conservando todavía algún guardacantón de mármol, deslizándose en suave pendiente desde un tramo a otro, lo que indica que estaría situada quizá sobre la primitiva elevación de terreno junto al río donde se fundó la ciudad primitiva, algo que ya comentamos al tratar la no lejana calle Galindo. Entre sus edificios de mayor antigüedad destaca, por supuesto, la fachada correspondiente a la parroquia de San Isidoro antes aludida, presidida por un rosetón donde se representa una alegoría de la Eucaristía junto con las Ánimas del Purgatorio y también un precioso azulejo dedicado a la imagen de Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas, titular de la Hermandad que anualmente hace su Estación de Penitencia en la tarde del Viernes Santo. Bendecido el 16 de febrero de 1947, fue pintado por Antonio Kiernam tomando como modelo un lienzo al óleo propiedad de un hermano, obra que, como narra Martín Carlos Palomo en la web de referencia Retablo Cerámico, fue subastada para con su importe pagar la hechura e instalación de dicho panel cerámico.
La casa hermandad de esta señera corporación se encuentra precisamente en el número 3 de esta calle que comentamos, fue bendecida por el cardenal Bueno Monreal en el año 1976 y constituye un interesante caso de vivienda del XIX reformada para cumplir con la misión de servir de punto de reunión para sus hermanos y albergar las diversas dependencias y estancias en las que guardar enseres y el propio paso procesional del Cristo titular de dicha cofradía.
Sin embargo, poco, por no decir nada, queda de la vivienda esquina con la calle Jesús de las Tres Caídas, derribada en 1962 para levantar un moderno edificio de pisos con su correspondiente local comercial (por ahora) abajo. La importancia de la casa derribada estriba en que en ella se hospedó con su familia uno de los viajeros ingleses que más destacó nuestra ciudad durante sus estancias en ella: Richard Ford (1796-1858).
Uno de sus biógrafos, Ian Robertson, sostiene que tras la llegada de Ford a Sevilla en noviembre de 1830, junto con él llega su esposa Harriet y sus tres hijos, se hospedarán en la casa de huéspedes de la señora Stalker, en la plaza de la Contratación, para luego, gracias a su compatriota Hall Standish, pasar a habitar una "excelente casa" con jardín, chimenea y orientada hacia el sur en el entonces número 11 de la plazuela de San Isidoro. Aquella será su morada hasta de 1832, allí nacerá Richard, su cuarto retoño e incluso aparecerá en un dibujo que Ford realiza de la Plazuela de San Isidoro, donde casi puede atisbarse el pescante del farolillo que iluminaría por las noches el retablo de Ánimas que comentábamos más arriba.
Tratando de mejorar la depresión su esposa Harriet por la temprana muerte de su hijo Dudley, Ford, aconsejado por varios amigos, había decidido cambiar de aires y escoger el sur de Europa, de ahí su presencia en nuestra ciudad, aunque durante su estancia realizará varios periplos por ciudades como Granada, Mérida, Tarragona o Toledo, por citar algunas o incluso recorrerá de parte a parte toda la cornisa cantábrica. De todos estos viajes quedará reflejo escrito y pintado, pues Ford, que se consideraba un mero aficionado al arte, no tenía mala mano para tomar lápiz o pincel, aunque Harriet le aventajaba en preciosismo detallista.
Sería extenso analizar esos años del viajero Ford en nuestra ciudad, pero como curiosidad habría que indicar que se lamentó por carta a su buen amigo Henry Addington (embajador británico en Madrid) de que aquella Semana Santa de 1832, debido a la agitada situación política no salieron las cofradías, aunque, por contra y pese a las inundaciones provocadas por el Guadalquivir, el clima era de lo más benigno y el estado de ánimo de Harriet había experimentado una más que notable mejoría, afirmando que, sin duda que Sevilla era, a su parecer, "una de las ciudades españolas más agradables para una larga estancia", aunque, eso sí, con permiso de ciertos "caníbales o guerrilleros del aire": los mosquitos.