En esta ocasión, y a petición de un leal seguidor de esta humilde página, encaminaremos nuestros pasos hacia una calle que albergó panaderías, restos arqueológicos, la vivienda de un gobernador de Cuba, los primeros escarceos amorosos de un poeta y hasta la casa natal de un personaje muy vinculado a las cofradías; pero como siempre, vayamos por partes.
Desde principios del siglo XV esta calle ya era conocida por su nombre actual, debido a la existencia en ella de algunas piedras de regular tamaño en su confluencia con la actual Bustos Tavera, de ahí que desde entonces se halla denominado "Peñuelas", en alusión a una peñas pequeñas, valga la expresión. Precisamente en este extremo se llegó a formar una pequeña plaza, recibiendo el nombre de Barón o Varón en alusión un caballero con título nobiliario que en 1748 tenía por esa zona su residencia. No deja de ser curioso que en esa esquina, a comienzos de los años cuarenta del siglo XX aún perdurase una antigua taberna con ese nombre, "El Barón", de la que únicamente pervive como nostálgico recuerdo un antiguo reloj que quedó finalmente depositado, lo contaban hermanos veteranos, con toda ceremonia en el antiguo convento de la Paz, sede de la Hermandad de la Sagrada Mortaja, donde sigue prestando servicio siempre que se le de cuerda puntualmente.
Se sabe que la calle estuvo enladrillada en el siglo XVI (justo cuando por allí tuvo vivienda el poco conocido pintor Juan Fernández, dato éste entresacado por José Gestoso) y empedrada en el XVII, sucumbiendo en el siglo XX a la "marea negra" del asfalto sin que haya podido recuperar, por desgracia, su característico adoquinado. Pese a todo, conserva ciertas viviendas de interés por tratarse de edificios de los siglos XVIII y XIX, aunque también existen edificios de corte moderno y alguno que otro en actual estado de abandono. En el número 25, en una casa de aspecto modesto, junto a la parroquia de San Román, figuran dos azulejos: uno aparece dedicado a José Santizo Roldán (1878-1950), iniciador de toda una saga de encendedores, pertigueros, sacristanes o monaguillos al servicio de las hermandades de Sevilla; su figura característica quedó reflejada en el cartel de las Fiestas de Primavera pintado por Rico Cejudo en 1901. El otro azulejo, más antiguo, indica con su heráldica que el edificio formó parte de las propiedades inmobiliarias de la Hermandad de la Santa Caridad.
En una de estas casas habitó, durante el siglo XVIII el escultor Agustín Hita del Castillo, cuyo hermano, Benito, es considerado autor de la imagen de San Juan Evangelista de la Hermandad de la Amargura; del mismo modo, a finales del XIX, fue vecino de la calle el Teniente General José Chinchilla y Díez de Oñate, marbellí de nacimiento y que ostentó diversos puestos de elevada responsabilidad a lo largo de su dilatada carrera militar: fue gobernador en Cuba y Andalucía, Senador vitalicio en Madrid, Ministro de la Guerra bajo la presidencia de Sagasta y Director General de la Guardia Civil, amén de una extensa y meritoria hoja de servicios que incluye numerosas condecoraciones militares obtenidas en diversas campañas como ayudante del general Serrano, como la Tercera Guerra Carlista. Poseyó también casa palacio en Carmona, conservada en este caso como actual convento de las Hermanas de la Cruz, y a su muerte, en 1899, el compositor valenciano Francisco Soler Ridaura compuso en su honor la marcha fúnebre "A la memoria del General Chinchilla", que todavía en nuestros días puede escucharse en procesiones de Semana Santa. Ya que aludimos cuestiones cofradieras, el Jueves Santo de 1898 el general Chinchilla presidió el Paso de la Virgen de la Victoria de la Hermandad de las Cigarreras por delegación de la Corona Española, algo que no debió suponerle mucho desplazamiento a la hora de participar en la cofradía, pues entonces la Hermandad radicaba a dos pasos de su casa, en la Iglesia de los Terceros.
"Descubrimientos arqueológicos en la canalización de las zanjas.- En la calle Peñuelas, frente a la casa del general Chinchilla se ha descubierto una cisterna romana revocada de cemento, y más abajo un pozo anoriado, éste último es también de origen romano a juzgar por los materiales encontrados en su primer término, que eran sillares almohadillados"
Desconocemos el paradero de dichos restos, habitualmente hallados cuando se realizaban calicatas o zanjas y en la mayoría de los casos, si no intervenía algún docto erudito que pasara por allí, ignorados, o, peor, destruidos.
En cuanto a actividad comercial o industrial, se sabe que en el siglo XIX la calle fue sede de una importante industria relacionada con la manipulación del corcho; además, en octubre de 1916, en plena Primera Guerra Mundial, radicaba en esta calle el obrador de la "Panadería Universal", quien se publicitaba en el diario El Liberal de este modo:
"Aviso Importante
Ponemos en conocimiento de nuestros consumidores que después de muchos sacrificios y de vencer grandes dificultades a causa de la guerra, para poder traer de Suiza las maquinarias y hornos especiales, estamos fabricando ya el legítimo Pan de Viena y Pan Suizo, tal como se elabora en Madrid y San Sebastián, por inteligentes operarios, traídos de dichas capitales.
Podrán adquirirlo en nuestra fábrica, calle Peñuelas, y Sucursales, plaza de Villasís, calle Feria, calle Arfe y calle San Jorge (Triana). Este pan lo elaboramos diariamente y lo vendemos envuelto en papel de seda, con el membrete de nuestra casa, a 5 y 10 céntimos pieza."
Merece la pena reseñarse que en el número 21 de la calle, falleció en 1917 el escritor y filósofo Cayetano Garcés y Losada; nacido en 1830, dedicó su vida al estudio de Kant y predicar el pacifismo desde una óptica cercana al socialismo de Marx, con diatribas contra los prejuicios educativos. Publicó en español, inglés y francés, lo que da idea de su alto nivel intelectual, sobre todo porque estuvo escribiendo hasta el último de sus días, a la avanzada edad de ochenta años.
Ya que estamos con efemérides y vecinos literarios, en esta calle Peñuelas tuvo su domicilio la familia del poeta Rafael Montesinos, quien, de niño, estudiará en las Carmelitas de la calle Bustos Tavera y en los jesuitas de Villasís. En su casa, patio y azotea, conocerá el amor, el desamor... y la guerra. En el transcurso de una entrevista realizada en 2002, tres años antes de fallecer en
Madrid, declaraba: "Una guerra no se comprende, te toca vivirla o no; a
mí me tocó vivirla y también me tocó ver la quema de San Román desde mi
casa de Peñuelas". En la Nochevieja de 1940, Montesinos y su familia abandonarán Sevilla con destino a Madrid para no regresar, y el poeta nunca cerrará la herida de la nostalgia por su ciudad amada. Su epitafio, redactado por él mismo, será toda una declaración de intenciones: "He vivido cuatro días; tres no fueron sevillanos. Llevadme a la tierra mía". Rafael Montesinos es autor de varias obras poéticas, entre la que destaca "Los años irreparables", llena de ausencias y presencias, pero esa, esa ya es otra historia...