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15 diciembre, 2025

Aguinaldos.

En esta ocasión, metidos ya casi de lleno en las celebraciones de la Navidad, entre olor a castañas, sonidos de panderetas y luces en las calles, vamos a conocer una antigua costumbre, casi desaparecida y relacionada con las Pascuas y que tuvo defensores a ultranza y enemigos acérrimos; pero, para variar, vamos a lo que vamos. 

Los antiguos pueblos celtas, mucho antes del nacimiento de Cristo, denominaban "eguinad" al obsequio que solía hacerse con motivo de la llegada del año nuevo con el deseo de buena suerte y prosperidad, o lo que es lo mismo, buenos augurios, algo que en Roma pasó a llamarse "strenna" y que se remontaba a los tiempos de Rómulo, uno de los fundadores de la ciudad; así, las clases altas entregaban gratificaciones monetarias a sus sirvientes mientras éstos obsequiaban a sus señores con el llamado "pan de salud", realizado con frutas escarchadas. 

De la unión de ambas costumbres surgió el Aguinaldo, entendido, según la RAE, como "Regalo que se da en Navidad o en la fiesta de la Epifanía", mientras que Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua Española (1611), menciona que el aguinaldo "es lo que se presenta de cosas de comer, o vestir por la fiesta de Pascua de Navidad". La costumbre se mantuvo a lo largo de toda la Edad Moderna, para luego tomar carta de naturaleza como obsequio que se entregaba a determinados oficios o profesiones (serenos, carteros, panaderos, faroleros, basureros, etc.) cuando éstos iban por las casas felicitando las Pascuas, deseando feliz año y también como propina o donativo a aquellos chiquillos que lo solicitaban tras cantar villancicos por las calles, sin olvidar la tradición de entregarlos en el ámbito familiar, sobre todo por abuelos a los nietos. 

Daniel Perea: Navidad.  Ilustración para la Revista "La Ilustración Española". 1875
 

Por cierto, desde el punto de vista litúrgico, existían también las llamadas Misas de Aguinaldo, celebradas en parroquias y otros templos en los días previos a Nochebuena como muestra de devoción en la espera de la llegada del Salvador; en las Constituciones del Arzobispado de Sevilla, promovidas en 1591 por el cardenal Rodrigo de Castro, se las menciona y en no muy buenos términos, quizá porque eran ocasión para la jarana y el jolgorio por parte del pueblo:

"Por obviar los abusos y inconvenientes que hay en el decir de las Misas que llaman Aguinaldo, que se dicen algunos días antes de Navidad: mandamos que de aquí en adelante no se digan las dichas Misas antes que sea de día claro, ni se abran las puertas de las iglesias en aquellos días hasta entonces, sopena de quinientos maravedís al que dijere Misa y otros quinientos a la persona a cuyo cargo es abrir y cerrar las dichas puertas, por cada vez que contravinieren. Y lo mismo mandamos se guarde en todos los monasterios."

Pese a ello, en nuestros días, se mantienen todavía en Hispanoamérica, con mención especial a Venezuela, donde poseen incluso el privilegio dotado por el Vaticano para que se puedan cantar villancicos en esas celebraciones eucarísticas. 

Serafín Adame y Muñoz, allá por 1849 y en su libro Glorias de Sevilla, describía el aguinaldo de esta manera, vinculado en este caso a festividad litúrgica de los Santos Inocentes del 28 de diciembre: 

"Los aguinaldos: dulce palabra que repite sin cesar cada párvulo a todo aquel que tiene la desgracia o la felicidad de presentarse ante alguno el día de los Inocentes; cuya petición que en otro cualquier tiempo fuera reprendida con la más dura severidad por los padres del demandante es en este día la frase más graciosa que pronuncia el angelito. Costumbre es esta a la verdad, que aunque hoy a perdido su verdadero significado, creemos debe perpetuarse en memoria siquiera del grande pensamiento que envolvía en el tiempo en el que fue creada." 

Costumbre popular o tradición navideña, a finales del siglo XIX, 1897 por más señas, la prensa se quejaba de cómo la llegada de la temporada de aguinaldos provocaba incluso cierto resentimiento social, como contaban en el diario El Baluarte de diciembre de aquel año: 

"Sin duda para aprovechar los aguinaldos de las próximas Pascuas, han llegado a Sevilla bastantes mendigos forasteros. Esto ocurre, desgraciadamente, en cuanto alguna feria o festividad se aproximan a nuestra capital. No teníamos bastante con los pobres de aquí y se nos entra por las puertas una caravana de forasteros, dispuestos a no dejar en paz con sus quejumbrosas peticiones a nadie. 

Indudablemente, en nuestra ciudad deben hacer buen negocio esos pordioseros de oficio, cuando con tanta frecuencia la visitan; ahora lo que faltaba es que las autoridades, cumpliendo con su deber, enviase a estos "touristas" a sus respectivas localidades, porque pobres, con los que en Sevilla existen, sobran."

Anuncio en El Liberal. Diciembre 1923.

Otros "plumillas", como los del periódico satírico "Perecito" se quejaban, en diciembre de 1887, de que la costumbre se había degradado dando lugar una masificación de los aguinaldos: 

"La petición de aguinaldos va siendo realmente insoportable. Todo el mundo se cree con derecho a pordiosear con motivo de las Pascuas. Serenos, municipales, guardas, carabineros del muelle, repartidores de periódicos, carteros, aguadores, fontaneros, etc , etc., os acosarán con sus injustificadas peticiones. Los unos en prosa, en versos chistosísimos los otros; ello es que se da el sablazo, y, lo que es más triste, se recibe con resignación. Pero hay un modo eficaz de parar los golpes: contra el vicio de pedir hay la virtud de no dar. Y decir claro que no, a todo el que merezca las atenciones que solicita."

En este sentido, los villancicos populares son una buena fuente de información sobre cómo se percibía el fenómeno de los aguinaldos como aquél tan cantado de:

"En la puerta de mi casa
voy a poner un petardo
"pa" reírme del que venga
a pedirme el aguinaldo" .


Como curiosidad, en la prensa de la época puede leerse cómo se efectuaban colectas para el llamado "Aguinaldo del Soldado", o "del Marinero", o cómo determinadas empresas, como las de Aguas, en las hacían saber en los diarios haber dado orden a sus empleados de que abandonasen la práctica de pedir dichos aguinaldos, costumbre que, de hecho, irá desapareciendo paulatinamente con el paso de las décadas, quedando quizá como resto de lo antedicho la también cada vez más infrecuente costumbre de las cestas de Navidad, entregadas por las empresas a sus empleados, pero esa, esa ya es harina de otro costal.

Terminamos, y antes de concluir, aprovechamos para desear a los pacientes lectores de este humilde Blog unas Felices Pascuas y un inmejorable año 2026.

18 diciembre, 2023

Sevilla, Navidad 1887.

En esta semana previa a la celebración de las Pascuas de Navidad, ya con sonido de fondo de villancicos y visitas a belenes, vamos a centrarnos en una curiosa revista que publicó sus primeros números en el siglo XIX y en cómo plasmó estas fechas tan tradicionales a través de sus páginas; pero como siempre, vayamos por partes. 

En un antiguo callejón perpendicular a la calle Moratín, no lejos de la calle Zaragoza, comenzó todo. Allí, en el siglo XVII, se ubicó la sede gremial  y el hospital de los Cómitres, o lo que es lo mismo, de los capitanes de la mar, de ahí que durante años aquella zona se llamase Plaza de los Cómitres o Barrera de los Cómitres, pasando a llamarse de Tirso de Molina en el siglo XIX en honor al escritor mercedario autor del Burlador de Sevilla, germen del Tenorio. Por aquellas fechas, fallecido prematuramente Alfonso XII en 1885, ocupando la regencia su viuda María Cristina y en un momento en el que las revistas satíricas gozaban de gran aceptación, se estableció la redacción de una, cuyos ejemplares nos han llegado en préstamo de manos de un buen amigo y mejor seguidor del noble arte de Gutemberg. 

La revista se llamó "Perecito", seguidora de la estela de otras como "El tío Clarín" y editó su primer número (se publicaba los domingos) en la Imprenta de Gironés y Orduña (Calle Lagar 3 y 5)  el 6 de noviembre de 1887, siendo si director Leoncio Lasso de la Vega; el precio de la suscripción mensual era de cincuenta céntimos, mientras que el número suelto costaba diez, pudiéndose incluso enviar a provincias de ultramar. La redacción de Perecito estaba conformada por una plantilla insultantemente joven, ya que, como ha estudiado Jesús Carlos Méndez Paguillo, en ella estaban integrados, por poner un ejemplo, los hermanos utreranos Joaquín y Serafín  Álvarez Quintero, que contaban a la sazón cada uno quince y diecisiete años de edad respectivamente, junto con otros autores como Manuel Cano y Cueto, Luis Montoto, Benito Más y Prat o Mercedes de Velilla, por citar algunos. 

En un primer momento careció de ilustraciones, centrándose en la crónica de la ciudad, poemas, artículos e incluso pasatiempos, todo ello en dos humildes pliegos con hojas tamaño folio. La temática de los artículos iba en muchas ocasiones en consonancia con la época del año, de ahí que nos hallamos fijado especialmente en el número del 25 de diciembre de aquel año de 1887, sobre todo porque menciona una costumbre navideña que por entonces tenía mucha presencia y que ahora en nuestros días prácticamente ha desaparecido: el aguinaldo, entendido como  especie de donativo o propina que trabajadores de todo tipo solicitaban (usando para ello tarjetas de diverso tipo) y recibían de los ciudadanos. 

Daniel Perea: Navidad.  Ilustración para la Revista "La Ilustración Española". 1875

"Perecito" daba su particular opinión sobre este tema: 

"La petición de aguinaldos va siendo realmente insoportable. Todo el mundo se cree con derecho a pordiosear con motivo de las Pascuas. Serenos, municipales, guardas, carabineros del muelle, repartidores de periódicos, carteros, aguadores, fontaneros, etc, etc,, os acosarán con sus injustificadas peticiones. Los unos en prosa, en versos chistosísimos los otros; ello es que se da el "sablazo", y, lo que es más triste, se recibe con resignación. 

Pero hay un modo eficaz de parar los golpes: contra el vicio de pedir hay la virtud de no dar. Y decir claro que no, a todo el que merezca las atenciones que solicita".

Otra tradición ya indispensable y popular era el jugar al sorteo de la Lotería de Navidad, que como se sabe, inició su andadura en Cádiz allá por diciembre de 1812. En aquella primera edición el billete costó cuarenta reales, el sorteo se celebró el 18 de diciembre (festividad de la Esperanza, no fue mala fecha) y el número agraciado resultó ser el 03604 con un premio de cuatro mil pesetas, nada menos. En la redacción de "Perecito" tenían su propia opinión, ciertamente pesimista, sobre este sorteo extraordinario, que ya por entonces movía miles de reales y tenía "enganchados" a muchos sevillanos: 

"Ya se pasó el susto del premio gordo de la lotería. Por esta vez los sevillanos se han quedado en el aire haciendo castillos de risueñas ilusiones. La loca fortuna les ha vuelto las espaldas, dejándolos con un palmo de narices. 

Los aficionados incorregibles suspiran y dicen "a otra"; y los que juegan por jugar, siguen perdiendo pesetas en el juego de azar lícito, en el mantenido y fomentado por Gobiernos sin gobierno. 

Así los pobres viven en la mayor miseria; los agricultores, industriales y comerciantes se arruinan, y todos se quejan y nadie encuentra el remedio. Y es que el remedio no es cosa de juego, sino de formalidad y trabajo, no de engaños y robos". 

Como detalle anecdótico, en aquel año el Gordo cayó íntegramente en Madrid con el número 24.566. En estos días actuales en los que las calles céntricas de Sevilla aparecen atestadas de público en busca de compras navideñas o simplemente de pasear admirando la iluminación propia de estas jornadas, "Perecito" publicó del mismo modo cómo era eso de pasar las Pascuas: 

"Sigue la piadosa costumbre de festejar el nacimiento de Cristo teniendo una Nochebuena por excelencia y unos cuantos días de descanso y regocijo. 

Para celebrar el nacimiento del que nos trajo la vida, nada más propio que atracarse de todo género de golosinas y alegrarse a costa de los barriles, y hacer una carnicería de cebados y pavos. 

Entre col y col, entre frutas y mazapanes, entre los pavos y dulces, suenen las zambombas y las panderetas, vengan las coplitas al Niño, hablen por los codos, ríanse hasta más no poder, y eche usted aguardiente que no se derrame, en señal de alegría y para entrar en calor, y en recuerdo al Dios de la gula. 

Así se compaginan Sancho Panza y Don Quijote."

Anuncio de 1877.

 Por último, para no cansar en demasía al oyente o lector, mencionar que gracias a unos curiosos versos de Serafín Álvarez Quintero podemos conocer cómo en la antigua calle de Alcuceros, ahora calle Córdoba, se establecía en aquellos años uno de los epicentros de las compras navideñas, pues en ella vendedores ambulantes ofrecían tortas, pestiños, corrucos, confites, piñonates o mazapanes, sin contar con la "fauna" habitual de sablistas, haraganes, piropeadores, borrachuzos, algunos en torno al célebre establecimiento "El Istmo", Gran Almacén de Víveres, en lo que sería todo un cuadro costumbrista que finaliza así:

"Ofrece, señores, 
La calle Alcuceros
un golpe de vista
que no lo hay mejor.
desde que por calle
Lineros entramos
hasta que salimos
por el Salvador."

La revista satírico literaria"Perecito" alcanzó gran popularidad pero, cosas de aquellas calendas, sólo perduró dos años, dejando paso a otras revistas en las que se integraron muchos de sus colaboradores, pero esa, es ya es otra historia. 

Llegado este punto, y antes de finalizar, aprovechamos para desear a los pacientes lectores de este humilde blog unas Felices Pascuas y que el Niño Dios nazca en nuestros corazones.