En alguna ocasión ya hemos aludido o mencionado la pequeña historia de la actual Plaza del Cristo de Burgos, frente a la Iglesia Parroquial de San Pedro, zona en la que se ubicó una de las primeras y más antiguas fábricas de tabaco de Europa, y que luego fue sede un acuartelamiento hasta su conversión en la actual plaza en el siglo XIX.
Ni que decir tiene que la plantilla de trabajadores experimentó en todo este tiempo un incremento considerable, pasando de los iniciales 50 a los 1.200 que aparecen ya a finales del XVII, con todo lo que ello conllevaba en cuanto a organización del trabajo, racionalización de labores o incluso conflictos laborales, que de todo habría.
Todavía, junto a la plaza, permanece el rótulo que indica el nombre de la calle Morería, lo cual nos ha dado pie para intentar en lo posible averiguar algunos datos sobre este curioso apelativo. Se cuenta por Chaves Nogales que hasta bien entrado el XIX era no solo calle, sino barrio el llamado de este modo, y que habría surgido históricamente al asentarse en esta zona mudéjares que habrían continuado viviendo en Sevilla tras la conquista de la Ciudad por Fernando III el Santo en noviembre de 1248, aunque otros autores sostienen que en principio fueron hebreos los que se asentaron aquí. En cualquier caso, el barrio se caracterizó por no tener buen ambiente precisamente, ya que en él abundaban tabernas, prostíbulos y demás locales de "ocio nocturno" por los que, además de los parroquianos habituales o trabajadores de la cercana industria tabaquera, pululaba toda una caterva de matones, delincuentes, mendigos, prostitutas, echadoras de cartas, jugadores, vendedores de bebedizos y demás "fauna" urbana tan propia de los tiempos de la picaresca, tan bién reflejados por Cervantes en Rinconete y Cortadillo.
Además, la Morería quedaba en cierto modo resguardada por los altos muros de la ya mencionada Fábrica de Tabacos y por los de otros edificios, dos conventos, masculinos por más señas: en un extremo el de los Descalzos (actual Casa Hermandad del Cristo de Burgos) y el del Buen Suceso, de carmelitas, por no hablar del laberinto de callejas y adarves que conformaban un espacio más que apropiado para esconderse y evitar ser atrapado tras cometer alguna fechoría. Las casuchas de aspecto miserables tampoco ayudaban a que cualquier pacífico transeunte cruzase la zona, convirtiéndose aquel lugar en casi inexpugnable por la autoridad local, pues se tiene constancia de los más que frecuentes apedreamientos de los que eran víctimas los alguaciles o corchetes del Cabildo de la Ciudad cuando intentaban realizar alguna pesquisa o detención.
Curiosamente, y sin que se sepan a ciencia cierta los motivos, uno de los tramos del barrio recibía el nombre de Gorgoja, y durante buena parte de su historia también generó no pocas protestas por parte del vecindario habida cuenta la inseguridad y la suciedad (Lipasam entonces no era ni una idea siquiera) que se acumulaba por dicho tramo. Además, el nombre lo dice todo, no lejos de allí, sobre la zona de la actual calle Sales y Ferré, estaba la Vinatería, de modo que mesones (como el famoso Mesón del Rey, frente a los Descalzos) y tabernas eran la nota dominante, teniendo en cuenta además que a tiro de piedra se hallaba la zona de la Plaza de la Alfalfa, bulliciosa y llena de actividad mercantil por hallarse en ella las llamadas Carnicerías y la famosa calle de la Caza, otro de los "puntos calientes" en cuestión de delincuencia en la Sevilla de los siglos XVI y XVII. Todavía González de León, en 1839, calificaba la zona "de malas casas y mala vecindad"...
Finalmente, todo este conglomerado urbano fue derribado en 1840 por el Ayuntamiento, quien dejó la zona casi "como un solar" durante cinco años en los que fue convirtiéndose en una escombrera, cosa habitual en esta ciudad por otra parte, hasta que en 1845 comenzarán las labores de reurbanización y adecentamiento mediante la plantación de acacias, la colocación de 40 bancos de respaldo y de farolas de gas, fuentes y hasta un elegante quiosco al decir de las crónicas de la época.
Pasarán los años, y en la casa número 10 de la calle Morería, aún en tiempos del franquismo, estará la sede del Sindicato Provincial del Metal, el llamado "patio del metal, que en torno a 1965 será el germen de Comisiones Obreras, en principio ilegal y clandestina, pero que supondrá toda una referencia por sus reivindicaciones en pro de los derechos de los trabajadores.