Para muchos sevillanos, en pleno siglo XVIII, existían los OVNIS.
La frase, así, como el que no quiere la cosa, tiene su miga, pero como veremos en esta líneas, todo tiene una explicación científica.
Todo un experto en historia aeronáutica, el sevillano Javier Almarza, ha investigado concienzudamente sobre el deseo de volar por parte de los sevillanos en pleno siglo de la Ilustración, teniendo en cuenta que los hermanos Montgolfier, en el año 1782, habían conseguido hacer volar un globo aerostático no tripulado en Annonay, Francia, globo que alcanzó la nada desdeñable altitud de 250 metros de altura gracias al calentamiento del aire en su interior utilizando como combustible lana húmeda y paja. En pocos años, el invento se extendió por toda Europa como espectáculo público, sin olvidar que las travesías quedaban siempre sometidas al capricho de los vientos reinantes, ya que los pilotos o aeronautas carecían de un sistema de guiado o dirección efectivo.
En España se tiene noticia de ascensiones aerostáticas a finales del XVIII en Barcelona o Madrid, siendo en este último caso curioso de reseñar cómo fue pilotado por el francés Charles Bouch, pintor por más señas, el 5 de junio de 1784. Realizado en papel o seda, comenzó a arder al poco de iniciar la exhibición, resultando herido tras saltar del artefacto en llamas (eran frecuentes los percances y accidentes teniendo en cuenta el combustible y materiales usados).
¿Y en nuestra ciudad? El profesor Almarza, navegando, nunca mejor dicho, entre legajos y documentos, consiguió averiguar con certeza que los primeros experimentos en esta materia aeronaútica se dieron en el seno del Real Colegio de San Telmo, ubicado en el palacio del mismo nombre y actual sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía; como centro educativo, su labor se centraba en formar y preparar a futuros navegantes y pilotos, proporcionándoles avanzados conocimientos sobre matemáticas, geometría, cartografía, química, física y demás ciencias, de ahí que no es de extrañar que el llamado Diario Histórico y Político de Sevilla reseñase de manera escueta el día 21 de septiembre de 1792:
"Hoy 21, del corriente, es la elevación del Globo Aerostático, en el Real Colegio de San Telmo, á la 5. de la tarde".
Desconocemos el resultado de ese primer vuelo y si los vientos fueron propicios, lo que sí se conoce es que unas semanas después se produjo un segundo intento con otro globo no tripulado, realizado probablemente con tejido de seda y elevado por calentamiento de aire o gas hidrógeno. En este caso, los protagonistas de la "hazaña" fueron Manuel de los Santos, que ostentaba el rango de segundo piloto en la carrera de Indias y era ex alumno de San Telmo y José Portillo y Labaggi, catedrático de matemáticas en el mencionado centro educativo. Como mencionaba el Diario Histórico y Político de Sevilla en el número correspondiente al 10 de octubre de 1792:
"El dia 4 del corriente , a las 5 y media de la tarde se dio elevación a un Globo Acreostatico en la casa inmediata al Arquillo de Manuel Sánchez, Arrabal de Triana, construido por el segundo Piloto de la carrera de Indias Don Manuel dé los Santos: Ex-Colegial del Real de S. Telmo , baxo la Dirección del segundo Catedrático de Matemáticas del dicho Colegio D. Josef Portillo, cuyo Globo vino á caer a espaldas de S. Marcos, en la huerta del Convento de Santa Isabel, y recogido por los interesados en estado de poder ser útil."
(Un pequeño inciso, ya que las hemos mencionado, recordar que las religiosas de Santa Isabel andan recabando fondos para restaurar la magnífica portada renacentista de su convento y que toda ayuda económica es bienvenida)
Retomando la narración, mil disculpas por el inciso, decir que poco o nada se sabe de dónde estaba aquel Arquillo de Manuel Sánchez, aunque algunos autores afirman que existió un Arquillo de Sánchez en la que ahora es la trianera calle Fortaleza, entre Troya y Gonzalo Segovia; de igual modo, consultando el plano de Sevilla realizado por el Asistente Olavide en 1771 se puede comprobar que en la trasera del Convento de Santa Isabel existía una extensa zona de huertas que desapareció a comienzos del siglo XX tras la operación urbanística que supuso la apertura del Pasaje Mallol que uniría las Moravias, en San Julián, con la zona del Monasterio de Santa Paula.
Recuperado el globo, quizá con el permiso de las religiosas sanjuanistas que por entonces ocupaban el convento, De los Santos y Portillo no cejaron en su empeño, y pocos días después, el 8 de octubre, el aerostato surcaba de nuevo los cielos de Sevilla, aunque en este caso con bastante mala fortuna como reseñó el referido Diario:
"El Globo Areostatico que se anunció en el Diario número 40 haberlo recogido en estado de poder servir, se elevó segunda vez en el mismo paraje citado, el día 3 a las seis de la tarde, por los mismos sugetos, habiendo caído en la huerta inmediata á la de las Ranillas y habiendo podido servir otra vez á no haberse agolpado algunas gentes, y destrozadolo hechandole capotes , y dándole con palos para detenerlo temiendo se volviese a elevar."
A De los Santos le salió ese mismo año otro "antagonista", José Domínguez, vecino de la collación del Sagrario, en la antigua calle del Mar (actual García de Vinuesa) desde la que el 4 de noviembre elevó un nuevo globo, de diez varas de circunferencia, o lo que es lo mismo, unos ocho metros. Se calculó entonces que habría alcanzado una altura de legua y media y que su recorrido se habría detenido al cabo de recorrer tres leguas, lo que serían unos quince kilómetros, sin que la crónica mencione dónde se produjo el aterrizaje, puede que los habitantes del Aljarafe quedasen sorprendidos por el vuelo lento y majestuoso de un artefacto como aquel, y que no pocos se santiguasen buscando la protección divina ante aquella "obra del Diablo" como la denominaron algunos. Por cierto, Domínguez ya había realizado sendos intentos anteriores con escaso resultado, pues un globo finalizó su trayectoria estrellado en el Colegio de San Telmo y otro en la zona de los Cuarteles, sin que hayamos descubierto a qué lugar correspondería tal denominación.
Por último, como bien analiza el profesor Almarza, en 1796, con motivo de la visita a Sevilla del rey Carlos IV, el Cabildo de la Ciudad acordó celebrar el acontecimiento con diversos agasajos y festejos, entre los que se hallaba la ascensión de un globo, en este caso tripulado por el italiano Vicenzo Lunardi, quien en tiempo récord hubo de tenerlo todo dispuesto, no en vano el acto se programó para el domingo 28 de febrero. Lunardi, con una dilatada experiencia en vuelos aerostáticos en Europa a los que ya se daba cierto carácter de espectáculo y que incluso ya había volado para la Corte en el Buen Retiro, rogó encarecidamente al Cabildo sevillano que le proporcionase toda la ayuda necesaria, logrando los servicios de varias decenas de carpinteros y peones, el transporte del globo con su vistosa góndola y todos los componente químicos para inflar el artilugio, que, se supone, se elevó desde el coso taurino de la Maestranza aquel 28 de febrero, y decimos se supone porque por desgracia, ningún cronista estimó oportuno dejar por escrito aquel acontecimiento, será que aquel día no mirarían el cielo con detenimiento...
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