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18 noviembre, 2024

Por el Prado.

Uno de los espacios más amplios de la ciudad, y de los que más variedad de usos ha tenido, es aquel que sirvió desde necrópolis-cementerio hasta campo de fútbol, pasando por cine de verano, lugar de ejecuciones inquisitoriales o real de feria de ganados. El lector avispado ya sabrá de por dónde "van los tiros", así que, para variar, vamos a lo que vamos.

La fundación de Sevilla, allá por el siglo VIII a. C., tuvo lugar con toda seguridad en la zona más elevada, una suave colina cuya cima ahora estaría conformada por los barrios de la Alfalfa y Santa Cruz, y con posterioridad, se extendería enmarcada en los cauces del Guadalquivir, el Tamarguillo y el Tagarete. Al sur, ocupando una extensa llanura, se situaría una enorme franja de tierra llana que con el tiempo, donada a la ciudad por Alfonso X en el siglo XIII, fue dedicada a pastos para el ganado del pueblo, y que con el tiempo, allá por el siglo XV, recibió el nombre de Prado de San Sebastián por la existencia de una ermita dedicada a dicho santo, ahora convertida en parroquia y sede de la Hermandad de la Paz, donde aún recibe culto una imagen de Nuestra Señora del Prado, realizada en madera tallada y policromada en el último cuarto del siglo XVI.

Richard Ford: Cementerio de San Sebastián. 1832.

 Lo que en principio era un apacible e inundable terreno, sometido a las crecidas del río y a las caprichosas riadas del Tagarete, ahora canalizado bajo tierra, poco a poco fue perdiendo terreno por la cesión su uso. Así, sin olvidar su empleo como cementerio en tiempos de epidemias, el llamado Prado de San Sebastián vio mermado su espacio primeramente a finales del siglo XVI con el establecimiento del convento franciscano de San Diego, que ahora estaría ubicado sobre los terrenos que ocupa el Casino de la Exposición; más adelante, nos situamos ya en el XVII, la ciudad concedió suelo para la construcción de la Escuela Naútica de San Telmo, cuyo edificio (posterior, del XVIII) fue residencia de los Duques de Montpensier, Seminario Diocesano y ahora, sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía. 

El Prado en el Plano de Olavide (1771), el número 175 corresponde al Quemadero de la Inquisición.

Uno de los elementos más interesantes (y menos agradables) que conformaban aquel primitivo Prado de San Sebastián fue el denominado Quemadero de la Inquisición, y que el antes mencionado profesor Aguilar sitúa en la zona en la que actualmente se halla el monumento ecuestre del Cid Campeador (El Caballo, para entendernos, configurado entre 1927 y 1929). Utilizado por la Inquisición para ejecutar sentencias, constaba al parecer de un tablado de treinta varas de anchura por dos de altura, con un hueco central para encender la hoguera, sostenido por cuatro columnas empotradas en postes de ladrillo y campeando sobre ellas cuatro estatuas de barro cocido; ironías del Destino, según el poeta sevillano del XVI Alonso de Fuentes, el artífice que lo construyó fue el primero que en él se quemó, por descubrirse sus ocultas creencias judías.  

Monumento a El Cid, Casino de la Exposición y, al fondo Pabellón de Chile.

Aunque no es menos cierto que aquel espacio fue durante años zona de asueto y jolgorio para el pueblo, el hecho de que allí culminasen los autos de fe del Santo Oficio, como el celebrado el 13 de abril de 1660, en el que fueron quemadas vivas siete personas, confería a aquella zona un aire ciertamente amenazador; la multitud congregada para la macabra ceremonia que comentábamos fue tan numerosa en aquella ocasión que, como cuenta el ineludible Antonio Domínguez Ortiz, las autoridades hubieron de indemnizar a un labrador por haber pisoteado sus sembrados y cerrar las puertas de la ciudad para mantener el orden ante la enorme afluencia de gente, ordenándose incluso a los vecinos encender luces en balcones y ventanas por aquello de la "seguridad ciudadana".

Richard Ford: Prado de Sebastián. Detalle. 1832.

Sin uso ya a finales del XVIII, pues a la Beata Dolores le cabe el triste honor de ser la última en ser pasto de las llamas tras morir ahorcada en agosto de 1781, todavía el 26 de abril de 1814 fue empleado, quizá por última vez, para quemar un pelele que representaba a Napoleón Bonaparte, burla ejecutada por vecinos de la calle Tintores. Ataviado con tricornio y banda plateada, el monigote llegó al lugar llevado sobre un asno tras pasear por las calles principales de la ciudad y recibir todo tipo de improperios. Una vez allí, fue tiroteado quemado y sus "restos mortales" arrojados al Tagarete, entre "Mueras" a Napoleón y gritos de júbilo.

No podemos olvidar tampoco que el Prado (a secas, como lo llamamos los sevillanos) era encrucijada de caminos: los que partían desde Sevilla hacia San Bernardo, Utrera y Dos Hermanas, incluso en 1775 se abrió una ancha calzada que conectaba el Prado con la Fundición de Artillería y San Juan de los Teatinos, a orillas del Guadaira. Por aquel entonces, lo afirma el catedrático Aguilar Piñal, el Prado ocupaba cincuenta fanegas, o lo que es lo mismo, unas treinta y cuatro hectáreas (ahora serían siete) y prosiguió modificando su aspecto; uno de los más significativos edificios será la Fábrica de Tabacos, cuyos cimientos comenzaron a colocarse en 1728 y su inauguración en 1757 interpuso el soberbio edificio entre San Diego y el Tagarete, pero en el siglo XIX un suceso cambiará para siempre el uso del Prado: la creación de la Feria de Ganados, germen de la Feria de abril.

Efectivamente, la iniciativa de los industriales Bonaplata e Ibarra de 1847, aprobada por el Ayuntamiento, culminará con la transformación de buena parte del espacio para la colocación de casetas, quioscos y atracciones de feria, sin olvidar detalles como la iluminación o la instalación de la famosa Pasarela, de la que hablamos en otro momento. Curiosamente, la caseta del Círculo Mercantil, una estructura metálica de carácter permanente que aún se conserva en una Bodega en las afueras de Bollullos Par del Condado, servirá de vestuarios a los jugadores del Sevilla F. C. cuando el club celebre allí sus encuentros futbolísticos entre 1913 y 1918. A todo ello habrá que añadir y destacar, sin duda, la aparición del ferrocarril en Sevilla con construcción de la cercana Estación de Cádiz o San Bernardo en 1902, la Exposición Iberoamericana de 1929, que configurará uno de los extremos de Prado con la Plaza de España y el propio pabellón de Portugal, o la ejecución de una serie de viviendas de carácter municipal entre 1938-1944 que vendrá unida a la nueva Estación de Autobuses, según planos del arquitecto Rodrigo Medina Benjumea. 

Cuando en 1971 se inaugure el conjunto de edificios de los Juzgados poco quedará de aquel extenso Prado lleno de vegetación en tiempos medievales, de hecho, dos años después, la Feria se trasladará a Los Remedios y todo ese amplio espacio tendrá uso de lo más dispar, desde cines de verano hasta parques de atracciones (noria gigante incluida), pasando por efímero escenario de espectáculos musicales (aquellos "Cita en Sevilla" de los ochenta) o los actuales jardines, inaugurados en 1997, por no mencionar el casi "tradicional" Festival de las Naciones o, nos lo dejábamos en el tintero, que en aquel lugar, en 1916, intentó construirse un rascacielos.

Como el pasado siempre está presente, merece la pena destacarse el hecho, investigado por Laura Victoria Mercado Hervás en su tesis doctoral de 2020, de que durante la construcción de la estación de Metro del Prado y durante la preceptiva excavación arqueológica en 2004 aparecieron los restos de una necrópolis de entre mediados del siglos I a. C. hasta el siglo II d. C. con 196 enterramientos en cinco niveles que se ven interrumpidos por una inundación del Tagarete, lo que viene a demostrar la influencia de esta zona en la Hispalis romana, pero esa, esa ya es harina de otro costal. 








02 mayo, 2022

Pasarela

Que exista en Sevilla una plaza dedicada a Don Juan de Austria, famoso por su victoria en la batalla de Lepanto (1571) pero que nadie la llame así o que una construcción efímera que apenas estuvo en pié veintiséis años sea la que denomine esa zona, es algo digno de estudio tal como han reflejado no pocos estudiosos en cuestiones urbanísticas, pero como siempre, vayamos por partes. 

Durante años, el arroyo Tagarete transcurrió libremente hasta su desembocadura en el Guadalquivir a la altura de la Torre del Oro. Sin embargo, la construcción de la Fábrica de Tabacos, que comenzó su actividad en 1758, obligó a canalizar dicho arroyo y a configurar el entorno, creándose la llamada Puerta de San Fernando o Nueva en el extremo de la calle de nueva creación. 

La creación de la Feria de Ganados en 1846, y su establecimiento en el Prado de San Sebastián, supuso una reutilización de ese espacio, poco utilizado hasta entonces y a partir de ahora epicentro tanto de la actividad de compra-venta ganadera como de la colocación de casetas, puestecillos y demás elementos que poco a poco irán conformando la imagen de la Feria de Abril que hemos conocido a través de representaciones pictóricas o, más adelante, fotografías. 


 A fin de evitar el tránsito de peatones en una zona cruzada por "tráfico intenso" (tranvía, carruajes, cabalgaduras) en lo que sería la antesala de la Feria, el Ayuntamiento decidió encargar al ingeniero Dionisio Pérez Tobía el diseño de una "pasadera" o "pasarela" que salvara con sus veinte metros de altura dicho "tráfico", hablamos del año 1896 y Sevilla, siempre o casi siempre reacia a las novedades no tardó en ponerle el mote de "Pasa Lila" a aquella estructura de hierro fundida entre las calles Torneo y San Vicente (Talleres de Pérez Hermanos) cuyo valor, al decir del catedrático Villar Movellán, fue más pintoresco que utilitario, y que pronto quedó convertida en atalaya o mirador del recinto ferial. Olvidamos mencionarlo, la Puerta Nueva o de San Fernando que mencionábamos al comienzo fue demolida en 1868 al igual que otras tantas puertas y lienzos de muralla.

Archivo Ruiz Vernacci, IPCE, Ministerio de Cultura y Deporte

Constaba de un pequeño pabellón o templete sobre cuatro puntos de apoyo sobre los que apoyaban otras tantas escalinatas de subida (o bajada) a otras dos plataformas. Como estructura básica, una pareja de arcos dobles, alcanzando una altura total de 20 metros. 

Aquella calurosa Feria de 1896, en la que el ambiente no fue el esperado en cuanto a ventas ganaderas debido a la "pertinaz sequía" que asolaba los campos andaluces y a la deriva que estaba tomando el conflicto bélico en la isla de Cuba, en la que el domingo llegaron a celebrarse varias misas para los propios feriantes en la cercana Ermita (ahora Parroquia) de San Sebastián y en la que la autoridad municipal prohibió severamente la celebración de rifas o sorteos no autorizados en el real, supuso por tanto la "puesta de largo" o debut de la Pasarela. Así lo reflejaba el Noticiero Sevillano en su edición del 18 de abril: 

En la feria no hubo esta mañana excesiva concurrencia. El paseo de carruajes, es el que estuvo animado. En cambio había poca gente a pie y de ésta fué muy escasa la que se decidía á subir y bajar algunos centenares de escalones de la pasadera, para atravesar de uno á otro lado del arrecife central. La pasadera se ha utilizado hoy como punto de vista, y nada más. Hay que convenir, sin embargo, en que el panorama que desde arriba se presencia es hermoso y nuevo. Merece verse.
Con el tiempo, la Pasarela quedó erigida en portada permanente para la Feria de Abril, iluminándose con farolillos, globos de gas o "arcos voltaicos" y sirviendo como antecedente, claro está, de las actuales y efímeras portadas de feria. Puede que, igual que ahora no es extraño eso de "quedar en la Portada", en aquel entonces los sevillanos hicieran lo mismo, pero en la Pasarela. Incluso sirvió con fines religiosos el día antes de la Feria de 1898, ¿Quizá como desagravio por los excesos que se suponía se iban a cometer en el Real?, en cualquier caso, dejemos mejor que sea un informador de la prensa local quien narre cómo se organizó aquel acto: 
 
Cediendo a excitaciones (sic) de personas piadosas de esta capital, la comisión de Ferias y Festejos ha acordado que una subcomisión, compuesta por los señores Pérez López, Lemus y Herrera, gestione cerca del capitán general de Andalucía la autorización para que se celebre una misa de campaña, que, en este caso, oirían las tropas de la guarnición el día antes del primero de feria de Abril.
 
El altar se instalará en la primera planta de la Pasarela, exornada convenientemente con plantas, flores, trofeos, banderas y gallardetes. Se colocarán tribunas para las autoridades e invitados. El desfile se efectuará por delante de las casetas de la feria. La subcomisión tiene el propósito de que este acto religioso resulte con todo el mayor esplendor posible. 

 

Una leyenda urbana sostiene que la escasa vida de la Pasarela se debió, en parte, a las quejas de la población femenina sevillana, que alegaba que los hombres aprovechaban la subida de aquella por las escaleras para disfrutar de la vista de sus tobillos, aunque hubo ciertos intentos, sin éxito ni autorizados finalmente, de colocar colgaduras con anuncios publicitarios para evitar tan "impúdicas" vistas. Tampoco se libró la Pasarela de ser escenario para robos, como el reseñado por el Noticiero Sevillano en la Feria del año 1900:
 
En la pasarela se cometió anoche un hurto, del que fue víctima la distinguida señora doña María Conrado. Se encontraba ésta en la primera plataforma, cuando se le acercó un ratero, que le sustrajo del bolsillo un portamonedas conteniendo varias monedas de plata de a cinco pesetas. El adorador de Caco huyó después tranquilamente. 

 

 Algunos autores afirman que adolecía de problemas estructurales que obligaron a su desmontaje entre 1920 y 1921, subastándose como chatarra los más de 80.000 kilos de hierro por algo más de 45.000 pesetas de la época. Desaparecida como antesala de la Feria, como anécdota, en los años 1970, 1974 y 1986 la imagen de la suprimida Pasarela fue elegida como modelo para la portada de la Feria y la zona, ahora llena de tráfico rodado y contaminación como decíamos al comienzo, aún conserva ese nombre, como si se resistiera a abandonar del todo el Prado de San Sebastián...