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27 septiembre, 2013

Idiomas.-


Me disculparán vuesas mercedes por tan dilatada ausencia, mas vive Dios que ha sido por causa de numerosos asuntos pendiente y como no deseamos dejar pasar este septembrino mes del año sin el correspondiente pliego, dejamos testimonio de sendos curiosos letreros en la sevillana calle de Alonso el Sabio (antes Burro).

Sea quien sea el autor de tales carteles no podemos por menos agradecer el hecho de usar dos lenguas y de este modo doblar a quien se dirigen sus quejas higiénicas, aunque, a fuer de ser sinceros, echamos en falta el uso del latín, lengua en desuso pero universal en su tiempo.


14 noviembre, 2011

Humos

Hay palabras que suben como el humo,
y otras que caen como la lluvia.
Marquesa de Sévigné (1626-1696)

Si hay cosa que nos ha llamado sobremanera la atención desde que retornamos hogaño ha sido la cantidad de humaredas que ciñen esta ciudad nuestra; al principio creímos fundadamente que tratábase rastrojos en llamas o, en el mejor de los casos, de sahumerios con los que perfumar el aire para así eliminar los desagradables olores que del río provenían, así como de muladares o escombreras, que era cosa común antaño enmascarar la pestilente hediondez con perfumes y esencias.      

   

 Y es causa de espanto el ver cómo de actuales carruajes (de dos, cuatro o más ruedas en sus ejes) aparte de ruidos terroríficos y pavorosas melodías, salen no pocas de esas bocanadas de pestífero aroma que aturden en extremo y provocan no pocas quejas, ensuciando de hollín fachadas y enturbiando el aire con profunda niebla y espeso manto de negritud poco agradable para vista y pública salubridad. 
Añádase a ello presencia de no pocos vecinos que afánanse desde inmemorial tiempo a gozar de tabaco llegado de Indias como natural acompañante, y aunque parece tienen negada entrada en cerrados recintos como tabernas, tiendas o escribanías, antes bien, el humo de dichos vegueros también contribuye no poco a aumentar humareda, y que no obstante me dicen es vicio común en copiosos casos, no deja de ser asunto grave para la salud de quienes sostíenenlo o, en caso peor, de quienes aspíranlo en sus entrañas.


            Sin embargo, al contemplar ciertas torres de las que manan poderosas humaredas no hemos por menos que aturdirnos en extremo, máxime cuando se nos dice que esas vaharadas son fruto de industrias y de máquinas, y que ese aire nauseabundo queda en nuestro ambiente emponzoñándolo y oscureciéndolo todo de extraños céfiros y pese a que en esta Hispalis nuestra ello no parece ser contrariedad irresoluble habida cuenta las exiguas industrias que persisten laborando.



            Resta departir de otros humos, menos nocivos para la salud, pero más dañinos para el espítu, generados por individuos que hacen gala de malos modos o maneras, y que en ello vemos cosa censurable y no hacemos distingo de entre nobles o plebeyos, jóvenes o mayores, damas o galanes; si lo previamente hablado causaba oscuridad y veneno, aquesto provoca desconsideraciones y desaires, generando esta gente a su paso pesadumbre y desazón, aconsejándome mis deudos las evite en lo posible si no pretendo convertirme en alguien a semejanza dellos.



Antes bien esos malos humores, tras sesuda pesquisa, bien podrían proceder, de entre otros motivos, del agora crítico estado de las Españas, en las que arbitristas, ediles y consejeros andan en liza estos días por ver quienes habrán de ocupar escaños en los Consejos de Estado y andan por ello escandalizando y crispando a los ciudadanos con vagas promesas y escuetos compromisos, item más, amenazando con nefastos sucesos caso de resultar derrotados en los comicios.

            Por nuestra parte, y no quédese en el tintero, aunque resueltos a participar en los dichos comicios, reservaremos nuestro dictamen no sea que por maleficio de los mencionados políticos (merecedores la mayoría, sin duda, del ostracismo) también nos veamos envueltos en los referidos malos humos aunque ya decíalo el refrán en mis añorados tiempos: “Palabra de cortesano, humo vano".
Ciudadanos hay que ya tienen cierto a quien elegir



30 septiembre, 2011

Desechos


Común y conocido fue, y hace siglos dello, que higiene y limpieza de las calles constituyeran conceptos desconocidos y que salvo en señaladas jornadas, ejemplificadas en día de Corpus Christi, el Cabildo de la Ciudad apenas malgastara unos maravedís en adecentar algunas vías retirando inmundicias y apartando basuras.


Todo lo cual daba como fruto ambiente maloliente y malsanos aromas a los que, toda vez, los ciudadanos nos habíamos acostumbrado tanto como al repicar de las campanas o al resonar de callejeros pregones, dando la razón a la frase de “cuánto mayor la riqueza, mayor la suciedad”…


En no pocos lugares acumulábanse restos, y muchos individuos tras hacer de aguas (mayores o menores, sin distinción, dicho queda) tenían poco edificante costumbre de lanzarlas por sus ventanas con el consabido grito, lo que era de mucha indecencia e impudicia y motivo de enojo y pendencias, que llegábase a los aceros por cosa más baladí, ocurriendo lances curiosos con algún que otro malherido.


Colocábanse cruces en plazas u otros lugares, creemos que dello ya hicimos mención en otros pliegos de este tenor, mas por evitar que se convirtieran en muladares que por recordar sucesos desgraciados o marcar la existencia de camposanto, empero, era Sevilla, en fin, ciudad llena de suciedad, yendo a la par de otros emporios de la nación española, pagándolo con el alto precio de enfermedades y epidemias favorecidas por todo lo anterior y que diezmaron a su población a lo largo de siglos.



Deambulando en estos otoñales días, hemos percatado la presencia de extraños muebles de hierro, modelados de rara forma, a la manera de buzones pero sin su amarillo color, en los que incluso algún incauto ha llegado a depositar su correspondencia, y que, sin embargo, poseen boca y conducto a semejanza de monstruos, siendo cosa espantable para nos hasta que pudimos comprobar “in situ” que su misión era bien distinta, aunque su colocación cuando menos sea admirable al embellecer no poco la ciudad con su donosura…




 Item más, abundan depósitos en los que colocar basuras, ya sean de mucho o poco tamaño, lo cual debería ir en detrimento de la aludida falta de higiene, mas no es así, que la ciudad, o mejor, ciertos habitantes della, parecen carecer de sentido de la limpieza, al menos afuera de sus hogares, y parecen competir en torneo o justa para dirimir quien lanza mayor porquería al suelo.


Queda para otra ocasión aludir a los del gremio de cocheros que con grave perjuicio empéñanse en abonar el suelo con los desechos de sus caballerías, siendo cosa reprochable que en los más monumentales lugares el hedor sea digno de mi época.




Todos se hacen lenguas de los esfuerzos por parte de los municipales regidores, mas nos tememos que, como en otros tantos sucedidos que atañen a esta Hispalis nuestra, sea más cuestión de propio brío que de ajeno empeño.



03 junio, 2011

Miré los muros de la patria mía...


Peinábamos ya canas en mi época y algunas arrugas surcaban nuestro rostro cuando era asaz frecuente que pillos, estudiantes o ganapanes tomaran la censurable costumbre de pintar muros y fachadas con vítores o frases, embadurnando con feo estilo la privada propiedad y hasta ultrajando consagrados lugares al confundirlos de mala manera con lienzos en los que plasmar deleznable caligrafía y peor gramática. Otrosí acaecía con inscripciones en puertas ejecutadas aquellas con dagas, estiletes o cualquier otro punzante objeto. 

Alguaciles y corchetes, siguiendo edictos de los regidores del municipio, persiguieron a quienes osaban desobedecer los dichos decretos, mas, como agora, o bien hubo poca diligencia en el acoso o bien los perpetrantes gozaban tamaña impunidad que a poco que se hubiera extendido la costumbre, en menos de un “Dios te salve”, hubiera quedado Hispalis como pizarra de párvulos.




Prestos a caminar por la ciudad como cada mañana, dímonos cuenta de cuán poco han cambiado las tornas a este tenor, aunque si antaño eran bastos brochazos apenas esbozados, hogaño los graffitis (me dicen que se llaman así por feo anglicismo) parecen haberse adueñado de todo...






No será quizá ocasión propicia para hacer prolija relación de los tipos y calidades que se nos presentan en este sentido, y por ello sea mejor plasmarlos aquí con su propio contenido para que cada lector aprehenda lo que mejor estime, que dicen que mil palabras valen menos que una imagen.














Incluiremos, pues, como aquí se aprecia, breve muestrario de nuestra ya, por desgracia, rica colección de esta clase de elementos y dejaremos, empero, para mejor y digna oportunidad, hacer inventario de pasquines y cartelones, que esa es harina de otro costal.