Andan revueltas y agitadas las europeas naciones. En aquesta ocasión hay querellas y disputas, mas no paresce que sean por mor de religión o causa de lesa majestad, ni hay tronos vacantes o dinastías extintas; tampoco alianzas o tratados que haya que cumplir en pro de aliados lejanos, ni tan siquiera vengar afrentas o limpiar honor tras ofensas inferidas.
Teutones y galos pugnan por abrir brecha entre repúblicas y monarquías; lombardos, lusos y grecos no logran en principio alzarse con victorias, mientras que en Flandes, Balcanes o el Báltico escúchanse clamores y tambores.
Háblase incluso de recurrir a Padres Mercedarios por aquello de su demostrada capacidad para rescate (que bien que lo supo Maese Cervantes y Saavedra) o para mediar entre querellantes sin que prodúzcase cruento derramamiento.
Abundan debates en dietas y concilios, juntas y consejos, todos ellos buscando bien común y necesidad de solventar graves negocios que atañen a mercaderías y lonjas, a rentas y beneficios, a quiebras y bancarrotas, sin que súbdito pueda más que contemplar cariacontecido como su opinión cuenta menos que un ardite, o cómo barájanse gruesas cifras cual si se tratara de chícharos o altramuces.
Cosa asaz curiosa resulta cómo agora en tierras polonesas y ucranias celébrase singular disputa en pos de balón y a su final dirimir qué europea nación goza de mayor predicamento en cuestiones balompédicas, elucubrando quien suscribe por qué en estos torneos no dirímense litigios y pleitos entre estados y así evitar pléyade de parásitos y consejeros que hacen de política su medio de vida, quedando todo al albur de juego, azar y fortuna.
Mas como maliciamos no caerá esa breva, encenderemos par de codales a devota imagen que venérase en San Martín, no en balde advócase de la Europa. Que Ella nos proteja…
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