Poco podría imaginar aquel monarca a quien llamaron Sabio, aunque era su gracia Alfonso de Castilla, Décimo de los de su nombre, que cuando en 1252 otorgó permiso para construir reales atarazanas, andando los siglos, sería aqueste sitio abandonado y carente de movimiento.
Precisada Real Marina castellana de bajeles y galeras, escogióse tal lugar para establecer astillero donde construirlos, amén de espacio donde reparar, carenar y armar tales navíos, máxime cuando pugnábase con enemigo infiel que asolaba costas procedente de norte africano.
Será ya en mis tiempos, rigiendo las Españas el Segundo Felipe, cuando decídase usarlas como almacén, pósito o alhóndiga, donde albergar cuatiosos bastimentos y provisiones destinadas a Indias, amontonándose maderas, cinabrio y azogues, aunque todo hay que decirlo, si allí acumulábanse riquezas, no es menos cierto que en el Arenal pícaros., mendigos y vagabundos plantaban su reales.
De sus diez y siete naves, restan pocas, unas por ser destruidas, otras por hallarse en Hospital del Venerable Mañara, si bien no pocas perduraron en uso como fábrica y maestranza de artillería, donde ejecutábanse bocas de fuego, obuses, morteros y todo tipo de ingenios destinados a bélica estrategia promovida por Carlos III allá por la décimo octava centuria.
Abandonada su forma militar, retirados capitanes y tropa de aquel lugar, adonde hubo quien acudió a solucionar asuntos relativos a servicio en milicias o a lograr licencia tras heroico servicio en filas, nuestros gerifaltes decidieron no ha mucho convertir aquel lugar en espacio para Artes y Letras, siendo idea bien atinada dado lo privilegiada de su colocación en la ciudad sin desdeñar beneficio notorio para consistoriales arcas.
Sin embargo, promotores de la idea (catalanes por más señas, que ya se sabe han propensión a atesorar maravedíes con avidez) determinaron “velis nolis” llevarse tal espacio cabe espantosa torre, de la que ya hicimos mención(http://alonsodeescalona.blogspot.com.es/2011/10/turris-horribilis.html), que crece a orillas del río (apellidada de Pelli, valga el estrambote) con lo cual quedamos compuestos y sin novia y sin perro que ladre a tamaño lugar, que por su historia, acontecer y méritos, bien merecería mejor destino que el actual, desierto de actividad y huérfano de utilidad.