Ya se sabe, las cosas de Sevilla son así; mientras quedan muchos (y muchas) por verse reflejados en el nomenclátor hispalense, bien por olvido, bien por dejadez, hay otros afortunados que no sólo poseen su nombre en azulejería presidiendo una calle, sino que además lo hacen en dos, y además, en ambas orillas del río. Pero como siempre, vayamos por partes.
Perpendicular a la calle Alfarería, desde la calle Clara de Jesús Montero para desembocar finalmente en la calle Castilla, existía una vía fruto de la unión de la llamada calle Caballeros y otra denominada Tres Casas, conocida así desde tiempo inmemorial por la existencia en ella de un tejar. Los dos tramos se unificaron en 1859 bajo el nombre de Procurador, en honor a Fray Bartolomé de las Casas, monje dominico nacido en Triana. Sin embargo, en 1893, el Ayuntamiento decidió, también, rotular con el nombre del conocido obispo de Chiapas y defensor de la población indígena a un tramo de calle comprendido entre Zaragoza y Rositas, prácticamente al lado de la Plaza del Molviedro.
Error o exceso de celo, como afirmaba el tristemente desaparecido Carlos Ros, lo cierto es que Fray Bartolomé puede presumir de ser el único sevillano de tener sendas calles, y además un monumento en su honor en la orilla del Guadalquivir, inaugurado en 1984 y muy próximo a la trasera de la trianera Parroquia de la O, por no hablar de su estatua en la fachada del Palacio de San Telmo realizada por Antonio Susillo, ¡Cómo se ve, no le han faltado homenajes! sobre todo cuando en vida fue un personaje ciertamente incomprendido para la sociedad de su tiempo.
Nacido sobre 1484, hay algunos autores que sostienen que su nacimiento tuvo lugar en Triana, pero otros, en cambio, hablan de cómo su madre, Isabel de Sosa, de familia sevillana, poseía un horno de cocer pan en la calle Carpinteros (actual Cuna); su padre, Pedro de las Casas, de origen segoviano, y su tío acompañaron a Cristóbal Colón en su Segundo Viaje, regresando a Sevilla en 1498.
Por aquel entonces Bartolomé de las Casas acompañó a su padre por diversos lugares, entre ellos Granada y en 1502 embarcará hacias las Indias "a desechar de sí la pobreza", según sus propias palabras. Regresará cuatro años después a España, visitará Roma y a su regreso a América se convertirá en colono y encomendero en Cuba; contará incluso haber hallado pepitas de oro, como de tamaño "como las hogazas de pan que traen de Alcalá de Guadaira a Sevilla". Enriquecido, tendrá a su cargo a indígenas para cultivar en un régimen de explotación casi de esclavitud encubierta. La orden dominica predicará contra esta práctica y de las Casas, tras escuchar algunos fervientes sermones, finalmente experimentará un profundo arrepentimiento que le hará renunciar públicamente a su encomienda (ante la sorpresa de todos) y unirse a la orden dominica.
El 6 de octubre de 1515 desembarcará en Sevilla, en cuyo Convento de San Pablo, actual parroquia de la Magdalena, será ordenado sacerdote; además, entablará relación con el cardenal Rodrigo de Deza, algo que le será de suma utilidad para contactar con la Corte. Escribirá al cardenal Cisneros y al preceptor del futuro monarca Carlos de Habsburgo, Adriano de Utrech, y en ellos encontrará apoyo para denunciar e intentar desarraigar los abusos y malas prácticas llevadas a cabo por los encomenderos, siendo nombrado "Procurador universal de todos los indios de las Indias".
Durante años, será testigo de cómo tribus enteras serán diezmadas y de los malos tratos como algo cotidiano y llevará a cabo una ingente e impetuos labor misionera en defensa de los derechos de la población india, mediante constantes críticas, alegatos y memoriales a la monarquía española contra el sistema de encomiendas y la necesidad de mejorar el nivel de vida de aquellos que soportaban un sistema de producción tan injusto como cruel. Todo ello, lógicamente contando con la feroz oposición de los encomenderos a pesar de la publicación de las llamadas Ordenanzas; tras un largo camino, en 1541 se entrevistará con el rey Carlos I y un año después se aprobarán las llamadas Leyes Nuevas, en las que se consideraba la dignidad del indio como súbdito de la corona española, la supresión de la esclavitud y de las encomiendas entendidas como servidumbre, de la guerra de conquista y la garantía estatal de todo ello mediante vigilancia, procesos y penas judiciales.
Unos años después, en 1544, Bartolomé de las Casas será ordenado Obispo de Chiapas en el sevillano convento de San Pablo, concretamente en una fecha especial: el Domingo de Pasión. Así lo relataba el cronista:
"Hubo flores y múltiples luces de cirios en la iglesia conventual, nubes de incienso, oro y sedas en los ornamentos sagrados de los obispos consagrantes, que fueron el de Córdoba y el de Trujillo, y un sobrino del Cardenal Loaisa".
Como detalle, una lápida de mármol situada en la portada principal del templo recuerda la efemérides:
"En este antiguo Convento dominico de San Pablo el día 30 de marzo de 1544 fue consagrado Obispo de Chiapas el Sevillano Fray Bartolomé de las Casas, Protector de los indios del Nuevo Mundo." |
Para hacernos una idea de la influencia de De las Casas, estando dispuesto a marchar a su diócesis americana, comprobó cómo numerosos indios esclavos, propiedad de comerciantes o nobles sevillanos, acudían a él para ser manumitidos, visitándolo en el convento, escribiendo al emperador que ordenase liberarlos a todos "porque en verdad que son tan libres como yo". Ya en Chiapas, con la ayuda de un puñado de monjes misioneros, se empleó a fondo en aplicar las Leyes Nuevas, llegando incluso a negar la absolución a quienes mantuvieran indios en encomiendas o esclavitud, ganándose de nuevo las iras de no pocos encomenderos.
Regresará definitivamente a España en 1547, y en su ciudad natal publicará en 1552, en la imprenta de Sebastián Trujillo, su obra "Brevísima relación de la destrucción de las Indias", dedicada a Felipe II con el fin de que el monarca conociera, de primera mano, las atrocidades cometidas en América. Curiosamente, la obra no pasará el filtro de la censura eclesiástica y circuló libremente, aunque en 1660 la Inquisición lo declaró prohibido. Con enorme repercusión en Europa, la Brevísima Relación quizá contribuyó involuntariamente al nacimiento de la Leyenda Negra.
Fallecerá en el madrileño convento de Nuestra Señora de Atocha el 19 de julio de 1566, a la edad de noventa y dos años, dejando ordenado que su funeral fuera oficiado "con pontifical pobre y báculo de palo". Así pasaba a la Historia uno de los precursores del Derecho Internacional y único sevillano con dos calles en su Ciudad...