18 marzo, 2024

A latigazos (II).

Era un lugar sombrío y peligroso. La violencia y el peligro campaban a sus anchas, con la corrupción y el delito como compañeros inseparables. Sonaban los cerrojos y rechinaban las cerraduras, mientras se podían escuchar los gritos de los condenados o de quienes aguardaban una sentencia. Las pendencias menudeaban y por un quítame allá esas pajas podía prender el fuego del desafío en forma de rápida cuchillada o certera estocada. Nadie confiaba en nadie. Sin embargo, en algunas fechas concretas, aquellos hombres sucios y agresivos trocaban de carácter y se convertían en fervorosos cofrades. En esta ocasión, nos vamos a un lugar poco recomendable y del que era difícil salir vivo; pero como siempre, vayamos por partes. 

"Paradero de necios, escarmiento forzoso, arrepentimiento tardo, prueba de amigos, venganza de enemigos, república confusa, infierno breve, muerte larga, puerto de suspiros, valle de lágrimas, casa de locos donde uno grita y trata de solo su locura. Siendo todos reos, ninguno se confiesa por culpado, si su delito de grave".
Gonzalo Bilbao. La Cárcel Real. 1901.

Un viejo conocido de este Blog, Mateo Alemán, describía con estas palabras cómo era la Cárcel Real allá por finales del siglo XVI. Establecida en un antiguo edificio reconstruido en 1418 con la ayuda de Doña Guiomar Manuel y reformado en 1569, por sus celdas y patios estuvieron personajes Martínez Montañés, Alonso Cano, el propio Mateo Alemán o el mismo Miguel de Cervantes quien dejó por escrito en el prólogo de su Quijote (al parecer comenzado a escribir en la calle Sierpes) cómo era vivir en un lugar como aquel: "mal cultivado ingenio mío... como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento, y donde todo triste ruido hace su habitación". En este sentido, baste la cita deL cronista Alonso Morgado, quien en 1587 empleaba estas palabras para describir el ambiente de aquella prisión:

"Raras veces bajan de quinientos hombres presos que hay en esta Cárcel Real, y muchas suben de mil, y llegan a mil y quinientos. Casi todos andan sueltos sin prisiones, por uso de la Cárcel de Sevilla. Pero ver la chusma de tantos presos, tan asquerosos, desarrapados, y en vivas carnes, su hedor, confusión y vocería, no parece sino una verdadera representación del Infierno en la tierra."

Como establecimiento penitenciario, situado en calle Sierpes, poco antes de salir a la Plaza de San Francisco, donde ahora se encuentra una entidad financiera, la Cárcel Real poseía tres puertas, apodadas de Oro, de Plata, o de Hierro, ya que según el metal que aportase el preso a sus custodios podría conseguir mayor o menor beneficio y comodidad durante su estancia en dichos "aposentos". Ni que decir tiene que todo el mundo en aquel submundo tenía un precio y que con sobornos era fácil conseguir desde raciones de comida traídas desde "casas de gula" cercanas hasta agradable compañía femenina previo pago, de ahí que en la ciudad se criticase muy mucho el elevado nivel de vida de ciertos funcionarios vinculados a la Cárcel. 

Una de las mejores visiones de este espacio la dejó por escrito un sacerdote jesuita, el jerezano Padre Pedro de León (1544-1632); consagrado a los desfavorecidos, constituyó un hospital para galeotes, una casa para exprostitutas en el Arenal y se entregó del mismo modo a la causa del cuidado de los reos, dedicando su ministerio a atenderlos en sus necesidades y servir como intermediario y como confesor para los condenados a muerte, de ahí la importancia de su testimonio, titulado "Compendio de algunas experiencias en los ministerios de que usa la Compañía de Jesús, con que prácticamente se muestra con algunos acontecimientos y documentos el buen acierto en ellos, por orden de los superiores, por el Padre Pedro de León, de la misma Compañía".

En dicho texto, el Padre Jesuita describe minuciosamente las diferentes galerías ("galeras", las llama él) destacando por supuesto la consabida diferenciación según el nivel social y los sórdidos apodos que reciben algunas estancias: "Pestilencia", "Miserable", "Lima Sorda" sin olvidar que a medida que el delito es mayor, mayor es el peligro de pasar por esas zonas dado el carácter agresivo de sus moradores. Del mismo modo, el edificio contaba con enfermería, capilla, botica y hasta un Letrado que defendía de oficio a aquellos que no podían costearse un abogado. Dejando aparte los calabozos de aislamiento, es curioso cómo hace gala del profundo conocimiento de todas las interioridades de la cárcel al mencionar aspectos que no dejan de llama la atención:

"Hay cuatro tabernas y bodegones arrendados a catorce y quince reales de alquiler cada día. Y suele ser, el vino del alcaide, y el agua del tabernero; porque nunca faltan bautismos prohibidos en toda ley. Y aunque el Asistente la visita cada martes y mira el vino que tienen para ver si está aguado y el precio a como se vende, hay cuidado de poner cuatro jarros de vino riquísimo, uno en cada bodegón y de aquel hacen muestra, dando a entender que aquel es el que venden a los pobre, siendo el que les dan, pura hiel y vinagre".

No había horario de cierre o de apertura de puertas a la calle, de manera que el trajín, con permiso de los porteros, era constante durante toda la jornada, incluso con la salida de presos al exterior, consentida por sus guardianes previo pago, hasta que finalmente, a las diez de la noche, el Alcaide, acompañado de sus bastoneros salía a hacer la ronda reglamentaria y el "recuento", lo que, aparentemente interrumpía uno de los entretenimientos más comunes en aquel recinto junto con las bromas pesadas: el juego con naipes. 

Como puede apreciarse, todos los vicios y maldades parecían hallar en la Cárcel Real el mejor caldo de cultivo, de modo y manera que aquel espacio acogía un extenso catálogo de homicidas, maleantes, ladrones, timadores y toda ralea posible dentro del espectro de la delincuencia, en la que entraban también mujeres, quienes tenían su propia cárcel aledaña. Sin embargo, llegadas las fechas de Semana Santa, como imbuidos por el espíritu penitencial que inundaba la ciudad en aquellos días, los presos imitaban momentáneamente a sus paisanos del exterior, animados por el Padre Pedro de León a reunirse en cofradía de disciplinantes:

"Y llegó tanto su devoción que no se contentaron los presos con que fuese esta cofradía para estorbar pecados, no jurando, sin para hacer penitencia de lo que habían jurado, y el Viernes Santo hacían por dentro de la cárcel su procesión de azotes y sus insignias, como si fuera por las calles y con mucha sangre, y azotábanse con tal denuedo hasta caían por ahí desmayados. No había quien les quitase las disciplinas de las manos y era tan de ver la procesión, que venían gentes de fuera de la cárcel a verla, y decían que no había ninguna tan devota con sus pasos de la pasión y su estandarte y sus bocinas y muy gran número de disciplinantes, todos presos, y con muy grande concierto, y a la verdad como era dentro de la cárcel parecía que tenía un no sé qué de correspondencia con los azotes, que le habían dado a Nuestro Señor Jesús en la cárcel y prisión."

Por su parte, Morgado marcaba la cofradía el Jueves en vez del Viernes Santo:

"Los Jueves Santos hacen ellos por los corredores y patio una gran procesión con sus túnicas, derramando mucha sangre en memoria de la Pasión de nuestro Maestro y Redentor Iesu Christo, todo con mucha devoción, con sus Pasos y música en la procesión, y con mucha cera".

Aquella peculiar hermandad era autofinanciada por los propios presos, encargados de pregonar y solicitar cada noche entre la población carcelaria limosnas para la misma, e incluso el sobrante monetario tras la procesión se destinaba a obras caritativas, como pagar el sustento de algún preso y ayudar a sus familias, lo que denota que, pese a todo, la población reclusa tenía buen corazón; tampoco podemos dejarnos en el tintero que existieron cofradías dedicadas a auxiliar a los presos, una en el interior del propio recinto, formada por funcionarios y nobles, la de Nuestra Señora de la Visitación y otra en el exterior, la del Amor de Cristo y Socorro de Nuestra Señora, existente ya en 1569.

¿Qué ocurrió finalmente con la vieja Cárcel Real? Dejó de funcionar como tal en 1837, pasando a la posteridad la fecha del 3 de julio como el momento en el que las autoridades trasladaron a los quinientos reclusos al antiguo convento del Pópulo. La zona ocupada por el antiguo edificio fue reformada y en ella se instalaron sucesivamente hoteles, cafés, la sede del Círculo de Labradores (luego llevada al otro extremo de la calle Sierpes) y finalmente ha venido teniendo uso bancario, ya que varias entidades financieras, como el Banco Hispano Americano o la Caja San Fernando han tenido allí parte de sus oficinas centrales, pero esa, esa ya es otra historia.



11 marzo, 2024

Rescatado.

Esta semana nos ponemos tras la pista de una devota imagen que aunque no procesiona en Semana Santa, suscita siempre un enorme fervor cada viernes del año en general y cada viernes de Cuaresma en particular, una antigua devoción que hunde sus orígenes en el norte de África y que incluso tuvo que ser liberada de un dramático y auténtico cautiverio; pero como siempre, vayamos por partes. 

Allá por abril de 1681, las tropas españolas capitaneadas por Francisco de Peñalosa, asediadas por un contingente marroquí enviado por el rey de Mequinez Muley Ismael, se veían en la necesidad de entregar la plaza de La Mamora ante la superioridad norteafricana y la escasez de armas y vituallas. La fortaleza, junto con el enclave de Larache, estaba en propiedad de la corona hispana desde 1614, que había buscado con ello la erradicación de la piratería en esta zona costera del Mediterráneo próxima al Estrecho de Gibraltar y pronto un grupo de frailes, primero franciscanos, posteriormente sustituidos por capuchinos, se asentó en la nueva colonia, llamada ahora Fortaleza de San Miguel de Ultramar, transformándose la mezquita en iglesia y pasando a recibir culto en ella una imagen traída desde la Península, la de Jesús Nazareno.

Finalizado el asedio, el cuantioso botín de personas y objetos se trasladó a Mequinez y allí la imagen de Jesús Nazareno fue profanada, arrastrada por sus calles y arrojada a un vertedero, donde habría sido destruida de no ser por al intervención de uno de los cautivos españoles que advirtió al rey Muley que dado su valor bien podría canjearla por una buena cantidad de dinero o por cautivos musulmanes, para lo que podría contar con la intermediación de los Padres Trinitarios, dedicados desde siempre a esta labor de redención. Sería Fray Pedro de los Ángeles el encargado de negociar la "liberación" de la talla nazarena; como curiosidad, el monarca marroquí ordenó tasar en oro a la imagen según su peso, dando como resultado el valor de treinta monedas, el mismo que Judas Iscariote solicitó para traicionar a Jesús de Nazaret. 

Juan de Valdés Leal: Cristo de Medinaceli arrastrado por las calle de Mequinez. 1681.

Finalmente, y tras no pocas peripecias, la imagen pudo ser redimida de sus "captores" por los Hermanos Trinitarios en 1681 y fue llevada desde Mequinez a Tetuán para de ahí pasar a Ceuta y cruzar el Estrecho para transcurrir por Gibraltar, Sevilla y Madrid, a donde llegó en agosto de 1682 y quedó entronizada en el Convento de los Trinitarios Descalzos. De manera progresiva, la devoción por aquella maltratada imagen (atribuida tradicionalmente a Juan de Mesa o a los Ocampo, nada menos) fue calando hondo en el pueblo madrileño, comenzando a ser conocida como Jesús de Medinaceli habida cuenta el decidido apoyo recibido por parte de esta Casa nobiliaria. Como muestra de haber sido recobrada por la orden trinitaria, porta el escapulario con la cruz en rojo y azul característica de esta congregación. 

No quedó ahí ese culto, pues en nuestra ciudad los propios Trinitarios se hallaban establecidos en su convento de Nuestra Señora de Gracia, ahora casa Hermandad del Cristo de Burgos, no lejos de la parroquia de San Pedro; la "aventura" de Jesús Cautivo y Rescatado sirvió para acrecentar y dar mérito a la labor de los propios religiosos como liberadores de cautivos cristianos en tierras "infieles" (baste el caso de Miguel de Cervantes, capturado y encarcelado en Argel y redimido por la acción de estos religiosos), de manera que no tardó en colocarse en dicho templo una copia de la imagen madrileña, convirtiéndose en nuevo epicentro del fervor sevillano. 

Como han estudiado Antonio García Herrera y José Roda Peña, la talla, de autor desconocido, tamaño natural, ojos de cristal y brazos articulados, recibió culto en un retablo colocado en el lado de la Epístola del crucero del templo a partir de 1711, tras lo cual fueron frecuentes los milagros atribuidos por el pueblo, como éste:

"Una señora que tenía gran devoción a Jesús Nazareno, parió en Sevilla una niña ciega, la cual permaneció en este estado por espacio de tres años; todo este tiempo lo empleó la madre en rogar a este Divino Señor, hasta que un día, llevada de su fe, toma a su hija en brazos, la conduce a la Iglesia, y acercándose a la lámpara que ardía ante la santa Imagen, unta sus ojos con el aceite de aquella; y a poco tiempo recobró la vista".

Pese a las Desamortización de 1835 y los sucesos revolucionarios de 1868, que ocasionaron el cierre definitivo de la iglesia del convento de los Descalzos, no decayó la piedad popular hacia Jesús Cautivo. Inicialmente, la imagen fue llevada al templo San Hermenegildo, frente al convento de Capuchinos, y a la postre, en 1909, establecida en la céntrica Parroquia de San Ildefonso tras un solemne traslado de carácter procesional, ocupó el altar que hasta 1908 habían ocupado los titulares de la Hermandad del Calvario, ahora en la parroquia de la Magdalena.

"Adoptada" la imagen por la llamada Congregación del Sagrado Escapulario de la Santísima Trinidad, pronto se comenzaron a celebrar solemnes quinarios en su honor, culminando con el Besapiés que también logró hacerse con un lugar especial entre los actos cuaresmales sevillanos y siguió protagonizando una de las grandes citas de la Cuaresma sevillana: el primer viernes de marzo. Baste como muestra una reseña de El Liberal de 1931:

"Siguiendo tradicional costumbre, ayer, primer viernes de marzo, miles de fieles desfilaron ante la imagen Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado, que recibe culto en la parroquia de San Ildefonso.

Personas de todas las clases sociales llenaron el templo continuamente. Desde las primeras horas de la mañana hasta media noche fuerzas de Seguridad y Guardia Civil mantenían el orden y en ocasiones tuvieron que impedir la entrada en el templo."

Incluso ha llegado a salir procesionalmente en varias ocasiones, presidiendo actos en la Casa de Pilatos, la apertura de las Misiones Generales de 1965 o durante un Via Crucis, para lo cual cuenta con sus propias andas, realizadas por los Hermanos Caballero en 1998, pese a lo cual nunca se ha planteado que realice Estación de Penitencia a la Catedral.

Foto: Reyes de Escalona.
 

Para dar mayor difusión al culto a Jesús Cautivo en horas de cierre de la parroquia, se realizó en 1955 un hermoso azulejo por Antonio Kiernam para Cerámica Santa Ana, instalado en la fachada que da a la calle Rodríguez Marín, y como curiosidad, en la cercana Casa de Pilatos, concretamente en la sacristía de su hermoso oratorio, recibe culto otra imagen de Jesús Cautivo, ésta realizada por el imaginero Juan Abascal en 1960 por encargo de la Pía Unión del Via Crucis a la Cruz del Campo y cuya ejecución fue abonada entre todas las cofradías sevillanas, que se repartieron a partes iguales las 25.000 pesetas que costó dicho encargo; ni que decir tiene que existen numerosas imagenes de Jesús Cautivo y Rescatado en toda España y que incluso dos hermandades sevillanas tienen esa advocación entre sus Titulares, pero esa, esa ya es otra historia. 

04 marzo, 2024

Sobre la bocina.

En esta ocasión, proseguimos con la temática cofradiera, para dar algunos datos sobre un elemento que, aunque forma parte de muchos, casi todos, los cortejos procesionales de Semana Santa en Sevilla, ha quedado un tanto relegado en lo tocante a su significado. Pero como siempre, vayamos por partes.


En el Salmo 150 del Antiguo Testamento se indica que ha de alabarse al Señor "al son de trompetas" y en el Libro de Josué se menciona que siete sacerdotes judíos hicieron sonar sus trompetas, hechas de cuerno de carnero, para acompañar un grito con el que cayeron derrumbadas las murallas de la ciudad de Jericó, este tipo de instrumento, llamado "Shofar", pervive en nuestra Semana Santa en la Guardia Judía que figura en la Hermandad de la Milagrosa; también, en el Libro del Apocalipsis del Nuevo Testamento donde se alude a los siete ángeles que harán sonar otras tantas trompetas para señalar el fin de los tiempos. 

Conocidas en el Antiguo Egipto y en la Grecia clásica (donde incluso había concursos trompeteros en los Juegos Olímpicos), el Imperio Romano adoptó las trompetas con el nombre de buccina o de tuba, pasando a ser muy importantes sus diferentes toques en la instrucción militar de las legiones, mientras que a partir de la Edad Media esta modalidad de instrumentos de viento metal se empleaba para ejecutar "fanfarrias" que servían para anunciar la llegada de un personaje importante, como un monarca, tal como se sigue usando en nuestros días en monarquías como la británica o en determinadas ceremonias solemnes, como las entregas de medallas de los Juegos Olímpicos. Tampoco podemos olvidar su utilidad en las partidas de caza, por lo que Miguel de Cervantes en 1614 escribía en su obra Viaje del Parnaso:

"El ronco son de más de una bocina,
instrumento de caza y de la guerra,
de Febo a los oídos se avecina;
tiembla debajo de los pies la tierra,
de infinitos poetas oprimida,
que dan asalto a la sagrada tierra".


Si en la Via Dolorosa, con Jesús con la cruz a cuestas  camino del Calvario, sonaron instrumentos de viento  para anunciar y marcar la marcha de aquella trágica comitiva por las calles de Jerusalén, las cofradías sevillanas incorporaron en sus cortejos las llamadas "trompetas de dolor", encabezando la procesión, a semejanza de los muñidores, o colocadas delante de las andas con sus ecos lastimeros y profundos para conmover a cuantos presenciaban la procesión; como ha indicado el catedrático de trompeta del conservatorio hispalense, el jerezano José David Guillén, en el siglo XVI comenzaron a emplearse estos instrumentos de viento para, con ellos, llamar la atención de los fieles, dándose el caso incluso de que no todo el mundo podía tocar una de estas trompetas, ya que, por ejemplo, en la Hermandad de Jesús Nazareno de Cabra (Córdoba) no podían usarlas "mulatos, negros, ni otras personas indignas". En Murcia, por citar otro caso, existen la evolución llegó hasta los llamados los carros-bocinas que miden miden tres metros de longitud, y que portan unas ruedecillas en su boca que permiten ser llevadas por la calle, en Cartagena la Agrupación de la Oración en el Huerto (de la cofradía de "Los Californios"), procesiona con la llamada "Bocina el Castillo", de enormes dimensiones, realizada en 1986 en el sevillano taller de Orfebrería Villarreal y en Jaén, en 2015, la cofradía de Jesús Nazareno "El Abuelo" recuperó las figuras de los "bocineros" delante de su Cruz de Guía, tocando seis de estos instrumentos para llamar la atención de los fieles de la llegada de la cofradías por las calles jienenses.

Carro-bocina. Semana Santa de Murcia.

En Sevilla, el historiador decimonónico José Bermejo y Caraballo escribía sobre las bocinas en 1881 en estos términos:

"Las bocinas ó trompetas, que en estos actos llevan algunos hermanos de túnica, más bien que para dar la señal de andar ó parar, como dice D. Félix Gonzalez de Leon, debieron introducirse, según se desprende de reglas antiguas, para recordar con sus ecos lastimeros la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo; y también, en memoria de la que llevaban los soldados que escoltaron al Salvador hasta el monte de su sacrificio. El uso de las mismas se remonta por lo tanto á los principios de las cofradías; y llevaban generalmente cuatro; aunque en un edicto que publicó con fecha de 30 de marzo de 1776 el cabildo eclesiástico, del que tenemos un ejemplar, entre otras cosas se dice: que en ninguna cofradía habían de admitirse más de tres trompetas".

Bermejo alude a Félix González de León porque éste, en su libro "Historia Crítica y Descriptiva de las Cofradías de Penitencia, Sangre y Luz fundadas en la ciudad de Sevilla", editado en 1852, menciona que, cuando la Hermandad del Silencio comenzó a realizar sus estaciones de penitencia:

"Para no interrumpir en nada el profundo silencio y contemplación que guardaban, establecieron cuatro trompetas roncas, o dolorosas, que daban las señal de andar o de parar, y este es el origen de las bocinas".

Pasaron las décadas. Siguiendo la tendencia del progresivo enriquecimiento del patrimonio procesional, de los tubos de bocina inicialmente lisos se pasó a los repujados, de los paños de terciopelo sin adorno alguno con el simple escudo bordado se pasó a auténticas obras de arte realizadas por inolvidables artistas como Juan Manuel Rodríguez Ojeda, Esperanza Elena Caro o Concepción Fernández del Toro, quien, por ejemplo, realizaría las de la Amargura en 1931 siguiendo el diseño de Cayetano González (una de las cuales, como anécdota, portó algunos años el conocido pintor sevillano Alfonso Grosso) y las de la Macarena en torno a 1948-50.

En cuanto al número actual de bocinas que sacan las cofradías en Sevilla (y con la excepción de la hermandades del Polígono de San Pablo y Servitas, que carecen de ellas), es de los más variado, desde las 12 que lleva el Santo Entierro, en recuerdo a los Doce Apóstoles hasta las habituales cuatro o seis que puede llevar normalmente cualquier otra corporación, pasando por las ocho que posee la Hermandad del Gran Poder, y que se ubican en las esquinas de cada uno de los Pasos durante la Estación de Penitencia. En el caso del Paso del Cristo del Calvario, aparecen cuatro, en cuyos paños bordados figuran representados los cuatro Profetas Mayores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel.

Repujadas en orfebrería, con lujosos paños bordados en los que suele aparecer la heráldica de la hermandad algunas poseen aún forma retorcida como las de las Siete Palabras o la Esperanza de Triana y otras son tamaño "mini" como las que portan los nazarenos de La Borriquita, algunas representan en sus paños pasajes de los Evangelios como las del palio de Los Estudiantes o Santa Marta, mientras otras poseen bastante antigüedad, como las de la Carretería (1861), La Mortaja (1884) o Las Aguas (1894). Lo habitual es que vayan delante de la Cruz de Guía y acompañando los Pasos, aunque la aparición, relativamente reciente, de los manigueteros ha hecho que en algunos casos hayan pasado a ir ubicadas delante de las presidencias o los ciriales.


Ya que hablamos de bocinas, tampoco se nos puede quedar en el tintero cómo las trompetas o bocinas incluso han aparecido en los propios Pasos procesionales, como es el caso del sayón que hasta 1960 figuraba en el de Los Caballos acompañando a Cristo en el momento de su Exaltación, o como sucedió durante un tiempo en el Paso del Señor con la Cruz al Hombro de la Hermandad del Valle, en el que aparecía otro de las mismas características, pero esa, esa ya es otra historia.