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12 mayo, 2012

Feria.-

Pensará malpensado leyente que aún permanecemos merodeando por feriante real, con rostro demudado, trasegando caldos sanluqueños, resistiendo numantinamente todavía clausura de última caseta, afónicos tras excesivo uso de cuerdas vocales. Poco o nada hay de cierto en lo que antecede, pues a mayor abundamiento, aunque acudimos como es menester a predios en Los Remedios, fue en justa medida, agradable compañía y escaso consumo de viandas y demás, dicho sea de paso.  

Hablamos en esta ocasión de otra Feria, ésta sin paseo ecuestre o hermosas damas ataviadas a la egipcíaca manera, que celébrase en aquestos días en solar del antiguo Convento de San Francisco y que descubrimos casualmente cierta mañana en que deambulábamos plácidamente en molicie, anhelando sombra y huyendo de tórridas y bochornosas temperaturas que hacen subir no poco el mercurio.

Seguidores de gentes preclaras como Diego Sánchez de Cantalapiedra o Alonso de Porras, pioneros tipográficos en siglo XV o de aquel legendario Jacobo Cromberger, que en 1512 envió a Indias “doscientas cartyllas de enseñar a leer” con destino a freires franciscanos que allí hacían misión evangelizadora, fue el de Impresores (en que conservamos fieles amigos) gremio asaz destacado, pues de sus prensas, siempre “con las debidas licencias” salían breviarios, devocionarios, y demás, sin que entre sus ediciones faltasen sesudos tratados de ciencia o ligeras comedias, pliegos de cordel o conocidas  “relaciones de sucesos”, papeles o menudencias, ávidamente seguidas por copiosos lectores tanto por su contenido como por su escasa valía, apenas un cuarto de real y que agora bien podríanse comparar con esotras gacetillas que véndense en kioskos a modo de genero cardíaco.


Aunque no ha mucho que relatábamos virtudes del libro, en esta ocasión ensalzaremos, sin que en ello nos vaya un ardite, figura de mercader de libro, oficio ingrato que escasea y que en estas calendas pone su pica en Flandes en forma de Feria, como antes aludíamos.




Item más, en ella encontrará vuesa merced novela, teatro y poesía, libros raros o comunes, barata literatura o sesudos memoriales, cuentecillos para infantes o espesos mamotretos, historias del pasado o del futuro, y todo ello en tenderetes o garitas en que en vez de correr vino y cante, corren papel y palabras.


Item más, hasta háblannos de existencia de ciertos mágicos libros ayunos de encuadernación, a manera de espejuelo, que portan en su vientre ciento y millar de volúmenes sin que su peso agravie a su dueño, y que en futuro podrán trocar a actuales textos impresos, siendo algo por ver y digno de contemplar.  
 
Fieles amantes de letras (incluso de las de cambio) como nos declaramos, aunque ande escasa la faltriquera, será ocasión propicia para adquirir algún volumen, que dicen que lectura ensancha entendimiento, aviva el seso y constituye riqueza para ser humano.

03 noviembre, 2011

De libro

Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma.
Marco Tulio Cicerón.


Bien escaso en mis tiempos, costoso y arduo de hallar, y más para aquellos a quien su escasa bolsa no daba para dispendios tales, no es menos cierto que si bien antes eran copias a mano las que circulaban, con la llegada del invento del tal Gutemberg su uso se extendió en grado sumo, aunque no estuviera al alcance de todos, que poseerlos engrandecía a su dueño y ennoblecía su hacienda, que en no pocos testamentos se hacía inventario dellos.



Podíase adquirir en lugares contados, procedía de prensas castellanas y aunque algunos quedábanse aquí, la mayoría cruzaba el proceloso Océano para alcanzar Indias y servir de vínculo con su palabra.


No todos eran de historia o de ciencia, los más trataban de religión, y no poca precaución eran necesaria a la hora de adquirirlos, que sabemos de algún incansable lector que por aumentar su biblioteca finalmente dio con sus huesos en el Castillo de San Jorge al hallarse libros incluidos en el Indice dentro sus anaqueles.


Con cierta incredulidad hemos comprobado cómo en estos tiempos que corren se venden con inusitada frecuencia y mayor abundancia, que los hay de todos tamaños y medidas, con encuadernación rústica, lujosa o incluso sin ella, que abordan los más diversos temas, algunos dellos causantes de no poca desazón en nuestro ánimo por la liberalidad y frivolidad de sus textos y que algunos incluso muestran imágenes poco honrosas o decentes para la humana moralidad, opinando que deberían hallarse sin duda en Índice de Prohibidos Libros que hemos aludido antes.


Véndense en los más insospechados sitios, que agora los tratantes de libros campan a sus anchas en esta ciudad; mas, señálannos, todo ello no paresce ir en beneficio de la cultura y sabiduría de gentes, que como ya hemos comentado en estos pliegos, en poco se diferencia el comportamiento de los sevillanos de la vigésimo primera centuria del actuar de sus antepasados.  



Basta hacer cómputo para acreditar cómo tabernas se imponen a librerías y bibliotecas en escandalosa proporción y es lástima sabiendo que valiosos hijos de esta bendita tierra dejáronse sus mentes y haciendas en el noble oficio de escribir, que como bien nos dijeron no ha mucho “las mentes preclaras lo son en todos los lugares”.



Leer ensancha ánimo, esclarece ideas, aguijonea la fantasía, forja cavilar, acrecienta concentración, alimenta sesera, deleita al espíritu y, para mayor abundamiento, nos acerca a cosas y personas que a buen seguro nunca conoceríamos y casos ha habido en  que de tanto frecuentar libros háse llegado a perder cordura…