Hace ahora prácticamente un año, en fechas cuaresmales también, relatábamos en estas páginas el origen y desarollo de la devoción al Via Crucis en la Europa medieval, con especial mención a Sevilla; advertidos por nuestro habitual y laborioso equipo de archiveros, bibliotecarios y documentalistas, nunca suficientemente alabado pr nosotros, se nos indicó que habíamos dejado en el tintero las notas o datos sobre el viaje que supuso la primera página de tal devoción. Pero como siempre, vayamos por partes:
El 24 de noviembre de 1518 cayó en miércoles. A las doce del mediodía la campana de un modesto monasterio jerónimo de Bornos, parecía despedir a un grupo de viajeros, que con hábito de peregrinos, partía desde el castillo de aquella localidad gaditana en dirección al Coronil. Ocho criados, un capellán y un mayordomo, Alonso de Villafranca, acompañan y sirven a su señor. Puede que no lo sepan, pero están iniciando un viaje que les llevará por todo el Mar Mediterráneo hasta Tierra Santa y durante el mismo, el primer Marqués de Tarifa, Fadrique Enríquez de Ribera, tomará apuntes y notas de los lugares, de los monumentos, de las gentes y hasta de los campos para redactar una relación que intentará resumir los más de 14.500 kilómetros recorridos.
Como buen aristócrata, en su reducido séquito hubo espacio para la buena literatura, ya que le acompañó el poeta Juan del Encina, incorporado a la peregrinación en Venecia desde Roma, donde residía, y que narró el periplo de modo lírico en su obra Trivagia o Vía Sagrada a Hierusalem, donde en verso hace primeramente examen de conciencia propio tras vida licenciosa para finalmente redimirse espiritualmente e incluso recibir la ordenación sacerdotal en la mismísima Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, bajo custodia de la Orden Franciscana.
Ataviado con el blanco hábito de caballero de Santiago, Don Fadrique contará los pasos (1.321, al parecer) que diese Cristo en su Pasión desde el Pretorio hasta el Calvario, con entonces siete Estaciones según el diario del propio Adelantado: La Sentencia, Caída en la Calle de la Amargura, el Encuentro con las Santas Mujeres, Crucifixión, Muerte y Sepultura. De todo ello tomará nota, pues una idea bulle en su interior.
Terminada la fructífera peregrinación por los Santos Lugares, el Marqués de Tarifa pondrá en práctica lo ideado, pues establecerá en Sevilla en 1521 el esquema de Via Dolorosa traído de Palestina, en un recorrido que con 977,13 metros de longitud arrancaría en la capilla de su propio palacio y terminará ya en las afueras de Sevilla, señalizando con cruces sobre pedestales la estaciones o marcándolas en los muros de los templos de San Esteban, San Agustín o San Benito.
Prácticamente, el itinerario sacro finalizaba en el llamado Humilladero de la Cruz del Campo, un templete del que ya se tienen noticias en el siglo XIV aunque algunos autores sostienen que el edificio definitivo habría sido construido en 1482 por el Asistente Diego de Merlo (famoso por la leyenda de Susona y el complot judío para reconquistar Sevilla) como afirma una inscripción que se conserva en su interior. La cruz de mármol tallada es atribuida al escultor Juan Bautista Vázquez "El Viejo" y podría datarse en 1571.
Así, todos los viernes de Cuaresma, partiendo del palacio nobiliario, la Casa de Pilatos en la feligresía de San Esteban, se formaba una pequeña comitiva, encabezada por el propio marqués y su capellán mas los criados que le habían acompañado en Jerusalén, aunque al poco se fue añadiendo prácticamente toda su familia, el resto de la servidumbre de la Casa e incluso numerosos devotos y curiosos. Poco podía imaginar el Marqués de Tarifa que aquella modesta práctica religiosa cuaresmal se convertiría en uno de los principales acicates para la constitución de la Semana Santa de Sevilla tal como la conocemos...