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11 junio, 2015

Retablos.-

Calle Feria
 Si en mis tiempos resultaba frecuente la presencia de retablos callejeros en los que se daba culto a imágenes de singular devoción, con lamparillas, candelas e incluso flores en días señalados, comprobamos, hogaño (que viene a significar lo opuesto a antaño), que rara es la parroquia, capilla, convento o iglesia en que no haya hermosos y muy elaborados retablos donde aparecen, fielmente reflejados Cristos, Vírgenes o Santos.


 De ese modo, cuando el templo tenga cerradas sus puertas (algo quizá demasiado frecuente excepto para sacramentos y liturgias), los fieles pueden orar a sus devociones aunque sea desde la misma calle. 



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Sin embargo, la otra mañana, deambulando por collación de San Julián, comprobamos cómo ambas cuestiones allí no se tenían en cuenta para satisfacción nuestra: la parroquia abría sus puertas toda la mañana y además, en cierta taberna de la zona se habían animado a decorar uno de sus portones con la efigie de la cofradía que tiene su sede en el antedicho templo, con lo que parece ser Domingo de Ramos allá todo el año.

07 mayo, 2013

A las puertas.-



Era frecuente en mis tiempos decorar las puertas de las mansiones y palacios con innumerables detalles que engrandecían a sus propietarios y de ello ya hemos dado cuenta en alguna ocasión: http://alonsodeescalona.blogspot.com.es/2012/01/como-hablarle-la-pared.html


Sin embargo, en estos actuales tiempos, hemos comprobado como las dichas puertas ahora sirven para que de ellas salgan y entren personas o sorprendentes vehículos y que además, se vean decoradas con curiosas escenas que rememoran sucesos o escenas, siendo de destacar el arte con que algunas se ven pintadas…


Aunque quizás nos halla llamado poderosamente la atención dos representaciones pictóricas de singular apariencia por la temática y por poner de manifiesto, a las claras, las devociones del propietario de la vivienda en cuestión:



03 junio, 2011

Miré los muros de la patria mía...


Peinábamos ya canas en mi época y algunas arrugas surcaban nuestro rostro cuando era asaz frecuente que pillos, estudiantes o ganapanes tomaran la censurable costumbre de pintar muros y fachadas con vítores o frases, embadurnando con feo estilo la privada propiedad y hasta ultrajando consagrados lugares al confundirlos de mala manera con lienzos en los que plasmar deleznable caligrafía y peor gramática. Otrosí acaecía con inscripciones en puertas ejecutadas aquellas con dagas, estiletes o cualquier otro punzante objeto. 

Alguaciles y corchetes, siguiendo edictos de los regidores del municipio, persiguieron a quienes osaban desobedecer los dichos decretos, mas, como agora, o bien hubo poca diligencia en el acoso o bien los perpetrantes gozaban tamaña impunidad que a poco que se hubiera extendido la costumbre, en menos de un “Dios te salve”, hubiera quedado Hispalis como pizarra de párvulos.




Prestos a caminar por la ciudad como cada mañana, dímonos cuenta de cuán poco han cambiado las tornas a este tenor, aunque si antaño eran bastos brochazos apenas esbozados, hogaño los graffitis (me dicen que se llaman así por feo anglicismo) parecen haberse adueñado de todo...






No será quizá ocasión propicia para hacer prolija relación de los tipos y calidades que se nos presentan en este sentido, y por ello sea mejor plasmarlos aquí con su propio contenido para que cada lector aprehenda lo que mejor estime, que dicen que mil palabras valen menos que una imagen.














Incluiremos, pues, como aquí se aprecia, breve muestrario de nuestra ya, por desgracia, rica colección de esta clase de elementos y dejaremos, empero, para mejor y digna oportunidad, hacer inventario de pasquines y cartelones, que esa es harina de otro costal.