Con la Feria de Abril ya en plena efervescencia y con el Real de los Remedios cumpliendo sus bodas de oro como escenario para la misma, en esta ocasión vamos a fijarnos en otra Feria, la de años pretéritos y en cierta y poco conocida visión satírica de la misma. Pero como siempre, vayamos por partes.
Componente habitual dentro de la prensa española del siglo XIX fueron las revistas cómicas o satíricas, en las que con ironía, sarcasmo y humor (no siempre del bueno) todo era susceptible de crítica, siempre con permiso de la censura gubernamental o de la tolerancia de las principales instituciones eclesiásticas o laicas, que de todo había. El catálogo de publicaciones de este tipo en nuestra ciudad fue más que extenso, y de ello hay buena muestra en las hemerotecas; algunas revistas apenas sobrevivían una docena de números debido a la gran competencia existente, mientras otras, en cambio, lograron dejar cierta huella y legado, como es el caso de la publicación editada por Luis Mariani y Jiménez, impresa en las máquinas de Eduardo Hidalgo y Compañía y que durante un tiempo gozó de cierto predicamento y fama.
"El Tío Clarín", que así se llamó la revista, nació en enero de 1864 y editó su último número en 1868, coincidiendo prácticamente con los últimos años del reinado de Isabel II, momento en el que las posturas políticas estaban más que radicalizadas y publicándose todos los lunes con cuatro páginas en tamaño folio. En su primer número, a modo de declaración de intenciones, proclamaba con rotundidad, no exenta de gracejo:
"Este periódico, compuesto de sustancias salitrosas y epigramáticas, es un antídoto infalible contra la melancolía; destruye los malos humores y fortifica aun los espíritus más pobres y apocados. En una palabra:
Es una panacea universal.
Es un elixir de larga vida.
Es un sánalo todo, con el que todo triste o afligido logrará saltar de gozo, disfrutar de la salud del pícaro y hacerse perdurable.
¡Qué ganga! ¡Y todo por cuatro míseros reales!
De lo que se deduce que el que no se suscriba al Tío Clarín, será un cicatero consumado.
¡Cuatro reales! ¡Qué miseria! ¡Ni el costo del papel!
Durante el año, los redactores del Tío Clarín (entre los que se encontraban nombres conocidos como los de Carlos Santigosa, Joaquín Guichot, José de Velilla, Luis Montoto o Amador de los Ríos, entre otros) ponían el foco en asuntos relativos a la ciudad, como su limpieza, el orden público, asuntos nacionales o extranjeros, reformas urbanas o cuestiones municipales, como por ejemplo cierta denuncia sobre el mal endémico de la indigencia y el papel del llamado Asilo de Mendicidad de San Fernando, protagonista de una caricatura en la que sus administradores no salían muy bien parados; esto conllevó una fulminante denuncia por parte de la institución contra el propio Luis Mariani, que se saldó finalmente, como ha estudiado la profesora de la Hispalense María Eugenia Gutiérrez, con el pago de una multa de 4.000 reales.
Ni que decir tiene, cuando llegaban las fiestas principales como la Semana Santa o la Feria, no se escatimaba papel y tinta a la hora de ensalzar o criticar este o aquel acontecimiento, siempre de la mano de la sorna o de la guasa. Curiosamente, ahora que estamos en días de Feria, en el ejemplar correspondiente al 25 de abril de 1864, se publicó este poema laudatorio no falto de gracia y cargado de detalles sobre cómo era esa casi incipiente Feria de Ganados del XIX, lograda por Ybarra y Bonaplata en 1846.
Fuera de la Puerta Nuevay en un espacioso prado,que nombre de un mártir lleva,las tiendas Sevilla elevade su célebre mercado.
No es posible describirtodo su golpe de vista,ni menos de convenirque es la del Guadalquivirla Feria primera en lista.
Salvo algunas omisionesa que les paso la mano,y pequeñas variaciones,tal es de la Feria el planosegún mis observaciones.
A la izquierda, bien repletos,hay puestos en evidenciados almacenes completosde variados objetos,que rifa Beneficencia.
Un poco mas apartado,los puestos que a los chicuelosde numerario abreviado,ponen el rostro apuradoy producen tantos duelos.
Y paralelos a estos,abriendo apetito y gana,miles de miles de puestosde turrones y avellanascon banderolas compuestos.
Sigue el Casino despuéscon su casa de madera,de qué se yo cuantos pies,que mejor que casa, estoda una ciudad entera.
Da a la derecha principioexornada con primores,la casa del Municipio,que no ha perdonado ripioen gravedad y colores.
El Círculo mercantily tienda de Artillería
van en pos, con otras mil,si una gallarda y gentiles otra mas todavía.
Y en hileras colocadosvestidos de mil maneras,los puestos de buñolerasde tal ambiente cercados
que abren las ganas de veras.
No brilla la argenteríaen su modesto interior,ni muebles de gran valía,pero en cambio, que es mejor,están limpias a porfía.
Carretelas elegantesy magníficos corcelesde figuras arrogantes,cruzan el Real constantescon damas y con donceles.No es posible describirtodo su golpe de vista,ni menos de convenirque es la del Guadalquivirla Feria primera en lista.
Ha pasado la Feria, dejando en pos de sí gratos recuerdos a unos, amargos desengaños a otros, muy buenos cuartos ganados a bastantes, y no pocos perdidos a muchísimos. Gratos recuerdos, a los que deben a la fortuna una posición cómoda, y tienen la posibilidad de satisfacer todos sus caprichos. Para estos son las carretelas, las tiendas cómodamente preparadas, las comidas de fonda, los bailes, los conciertos, y todo cuanto el hombre ha inventado para halagar la vanidad y los sentidos.Amargos desengaños, para los desahuciados por la suerte, de quienes todo el mundo huye como de un apestado. Para estos son los desaires de sus semejantes, y los esquinazos de sus amigos; los pisotones de los caballos, las miradas altaneras, las repostadas de los vendedores, el alfajor de afrecho (hecho de cáscaras de grano) y obleas de las serranas, los fuegos artificiales y la música del Asilo.Para los padre de familia, cargados de chiquillos, las cárceles del Purgatorio, las calderas del infierno, las atribulaciones, el aperreo y los desgarrones en los bolsillos, de tanto meter y sacar la mano para pagar juguetes y golosinas.
- Volverá a colocarse la caseta del Casino, pues los forasteros la echan de menos, y no debe suprimirse una cosa que tanto abulta y adorna.
- Las chozas ó casillas de vinos, aguardientes, etc., se suprimirán por lo ocasionadas que son a camorras, y no servir mas que para la gente pobre y de mal tono.
- Las casillas de las personas decentes; esto es, de los que tienen dinero, se colocarán donde a ellos les dé !a gana; pues este año se ha observado, que no teniendo bastante con el terreno que se les alquila, invadían la parte que quedaba para el público, sacando sillas y sentándose a reposar la comida.
- Se recomendará con eficacia a los cocheros que atropellen a todo el que se descuide, pues de este modo desaparecerá la mitad del género humano, y la otra mitad irá en coche.
- No se permitirá cantar flamenco , ni al uso del país; todos los que deseen ensanchar sus pulmones cantarán al piano la Traviata , El Trovador, ó cualquier cosa parecida, ó aunque no se le parezca, pero que sea propio de una fiesta popular.
- No habrá otros asientos que las sillas del Asilo; pero se permitirá al que quiera descansar y no lleve una peseta, que se siente en el suelo.
- Habrá fuego, pues aunque este año los ha habido, han sido artificiales, y apenas se han notado.
- Se cree innecesaria la colocación de tantas bandas de música que aturden los sentidos: los músicos, vayan con la música a otra parte, que aquí la llevamos sobrada.
- No se dejará entrar ganado de ninguna especie, porque debe suponerse que esto no es feria, sino tres días de expansión para la gente "de monea".
- La puerta de S. Fernando no se derribará, porque servirá para colocar porteros que recojan los billetes de entrada, que costarán nada mas que una sofocación y cien mil pisotones a los ignorantes que prefieren que lo estrujen en ella, a entrar por el hueco tan precioso como desahogado con que les brinda el sitio que fue puerta de Jerez.
Como puede apreciarse, el contenido puede recordar ciertamente a lo escrito por Gustavo Adolfo Bécquer apenas cuatro años después en un artículo muy conocido y publicado, sólo un año antes de su muerte en "El Museo UNiversal", artículo lleno de nostalgia por la pérdida de la esencia de la Feria.
Por cierto, en 1868, tras apenas cuatro años de andadura editorial, "El Tío Clarín" fue cerrado por orden gubernamental, sin que hayamos conseguido saber, a ciencia cierta, los motivos de tal clausura, era el triste destino de este tipo de publicaciones satíricas de vida efímera, aunque esa, esa ya es otra historia...