27 junio, 2011

Naciones



         Celebróse la festividad del Corpus en aquesta Ciudad, y como lo es de uso y tradición, fue día de grande fiesta el del pasado Jueves. Vistió la vieja Hispalis sus mejores galas y colocóse excelso ropaje, abundando colgaduras y gallardetes y no escatimando esfuerzos a la hora de ornar sus calles con bellos altares y alfombrarlas con romero y juncia, cosa esta última que en mi época hacíase por evidente necesidad para que su olor tapase las inmundicias y basuras que se acumulaban en no pocas zonas del recorrido. Ni que decir tiene que devotamente acompañamos a Su Divina Majestad portando hacha de cera tiniebla, encuadrado en  filas de fervorosa Hermandad y   sobrellevando, a la manera de Job, agobiante calor, acuciado aún más por falta de sombra, pues toldos y velas no estaban dispuestos para cubrir itinerario en su totalidad.




        La mole argéntea de Arfe prendió los corazones de muchos portando en su cúspide al Santísimo Sacramento, yendo escoltada la dicha Custodia por la milicia y seguida por el titular de la Archidiócesis. Llamónos en demasía la atención que el pueblo vitorease a sus municipales regidores, sobre todo tras haber ganado honrosamente tras los comicios últimos y haber por delante no pocos sinsabores.


          
Item más, reparamos en cómo abundaron en el cortejo corporaciones, cofradías, hermandades, órdenes religiosas, clero secular y hasta personas que por su atavío más parecían sacados de mis años que los de ahora. Sin embargo, echamos en falta Tarasca,  cabezudos y danzantes, excepción hecha de los niños llamados Seises, como también extrañamos la ausencia de gremios y corporaciones, siempre llamados rivalizar por su orden, por el color de sus estandartes, por sus atavíos y por lo llamativo de sus carros o arcos  con los que solían concurrir a dicha Fiesta.


Si aquestos gremios concentrábanse en adarves, plazas o callejas, cosa también común en mi época era que los naturales de cada país o nación agrupáranse en vías de las más preeminentes de la ciudad, pues quedando así reunidos mantenían no poco su estado y de mayor protección gozaban.





No en vano, poseían los germanos buen puñado de casas cabe la Catedral, en la collación del Sagrario, los genoveses poseían calle con el nombre de su origen, así como catalanes, gallegos, genoveses, vizcaínos y hasta originarios de Piacenza, en la lejana Italia.






Todos ellos gozaban de no pocos beneficios y franquías, y puede decirse, sin menoscabo de mendacidad, que eran gente industriosa y sagaz, dada a negocios y tenida por respetable.


Me narran que en estas calendas son agora naturales de nación asiática, oriundos de la patria del Sol Naciente,  quienes, “velis nolis”, ha sentado plaza y creado emporio comercial, que venden a precio ajustado y que no reparan en horas para engrandecer su comercio; que en sus almacenes se encuentra de todo y que en cada collación tienen asiento, renunciado a agruparse en barrio o adarve; que son gente afable y benévola, aunque no falte quien diga que hacen severo perjuicio.



Justo nos paresce, por ende, que acudiesen con su pendón al Corpus, y que ocupasen su lugar por antigüedad, mas me dicen que profesan extraña religión ajena a la cristiana, y cosa sorprendente habría constituido su presencia en la antedicha procesión.


17 junio, 2011

Calores...

          

          Como de esperar era, pasado San Antonio, finalizado el periplo romero y presta a celebrarse la festividad del Corpus, el temido astro rey ha comenzado a azotar calles y viviendas de esta Hispalis nuestra, con riesgo de derretir pavimentos y testas, y aunque es cosa común y sabida que el transcurrir de las estaciones consigo trae aquestas temperaturas y que el azogue de los termómetro se eleva sobremanera.




            Haciendo comparación de mis calendas de antaño con las de hogaño, hemos averiguado que los sevillanos soportan mal que bien el calor, y que por ello asemejánse a cartujos o benedictinos por aquello de recluirse en sus cubículos o a los indios de allende el Océano por su manera de vestir, abandonando basquiñas, jubones, sayas, manteos y calzas y haciendo uso de ropajes que en nuestra época habrían causado no poco escándalo por su ligereza y escasez, cuando no prefieren la diáspora a lugares lejanos y hasta desconocidos por nos…



            Llámanos la atención como el ingenio se agudiza por mor de buscar la ansiada umbría, y colocanse velas, sombrillas y toldos, y eso que hay lucidos árboles que prestan fresco cobijo al paseante, aunque a fuer de ser sinceros, notamos que son pocos e insuficientes.




            Paseando por la ribera del Río apreciamos cómo cuadrillas de jóvenes hacen oídos sordos a prohibiciones y advertencias del Concejo, y que prefieren la recompensa del fresco baño en aguas del Betis (horrenda palabra para quien campea en otros colores) que el asumir el cierto riesgo del ahogamiento, no en vano, hasta hubo en mis tiempos Cofradía dedicada por entero a dar cristiana sepultura a los ahogados en el cauce.




            Item más, hasta en los propios templos se toman medidas, que si bien nos sorprenden en grado sumo, son bien acogidas por parroquianos o devotos, que una cosa es orar y otra padecer.



            Signo de los tiempos, la nieve que otro tiempo se traía de la Sierra en carromatos y conservábase con sumo cuidado agora se ha convertido en panoplia de golosinas.



            No tememos, por así decirlo, el calor desta ciudad, antes bien, hemos tomado la honrosa decisión de asumirlo en tanto procede del Creador y por tanto bienvenido ha de ser, mas no por ello relajaremos el evitarlo, que para eso hay espirituosas bebidas, como las extraídas de allende la Cruz del Campo, con las que calmar la sed y no faltarán lugares dónde acomodarse con clara temperatura y mejor ambiente.



           

10 junio, 2011

De Romería...



Durante aquestos días pasados tronar de pólvora y repicar atambores y gaitas han sido ecos habituales para este que os escribe. En lapso breve de tiempo, hemos llegado incluso a pensar, ilusos de nosotros, que retornado habíamos a calendas propias, por singulares razones que más adelante desgranaremos.



Es el caso que cada año, al parescer, varios miles de sevillanos, según antigua tradición, acuden a venerar a la Virgen de las Rocinas, allá por tierras del Condado, junto a marismas, pinos y bancadas de arena.




Quien sabe de esto, con frecuencia a él acudimos para soslayar dudas y evitar falaces confusiones, nos cuenta que en esta Ciudad tan devota costumbre va para más de dos siglos y que en sus comienzos era cosa de pueblo llano y humilde, de naturaleza almonteña o manriqueña, que no por vivir en Sevilla arrinconaba sus devociones ancestrales y cada año echábase a los caminos con modesta impedimenta y ánimo festivo.





Fúndanse, pues, hermandades en la Ciudad en torno a benditos simulacros o estandartes, llamados Simpecado, con los que, entronizados en argénteos carruajes, peregrinan dichas corporaciones por estas fechas de Pentecostés.





Camino duro y peligroso, constituía proeza recorrer las leguas que distaban hasta la Ermita, no tanto por lo inseguro de las sendas como por el peligro a extraviarse, salvar arroyos, lograr no atascarse en las sendas, sufrir el ataque de alimañas o las incomodidades de tal travesía por arenales y pinares.



Cuéntanme que no ha mucho construyóse espaciosa carretera, que los carromatos a motor transitan por ella a placer y que ello movió a muchos a allegarse a aquellos predios en tan señaladas fechas, produciéndose asombrosas aglomeraciones con incontables devotos y fieles que quedaban prendados tanto de la belleza formidable del lugar (en el mismo Coto de Doña Ana) como por la majestad que irradiaba la excelsa imagen de la Virgen con su Divino Infante en brazos.




Item más, que los caminos se atascaron de carromatos y galeras, que hubo puja y rivalidad en comodidades excesivas y en ornato recargado, que imposible ya era perderse y que las alimañas del campo huían despavoridas ante tamaña invasión de romeros, llevando incluso a la Autoridad a proveer de vigilancia los dichos caminos en previsión de atascamientos. Cabalgaduras, carretas, carriolas, faetones, enganches de todo tenor y un sin fin de bestias de carga eficientemente sirven como transporte a no pocos, aunque a fuer de ser sinceros, afírmannos que no son pocos los que a pié, convertidos en peregrinos, hacen los dichos caminos escoltando a sus Simpecados y cosa asaz fervorosa y piadosa resulta.




Más sin embargo, pese a modernidades y desvaríos, contra despropósitos y dislates, sigue habiendo grande devoción a la dicha Virgen y es prueba dello la ingente cantidad de devotos que siguen fielmente poniéndose bajo su protección y amparo; por no hablar de los que por graves razones han de quedarse sin venerarla pasan estas jornadas cabizbajos y meditabundos, añorando romerías anteriores y pensando en la del siguiente año. 



Invitados por leales amigos, no seremos remisos a visitar tal Romería. Cumplida cuenta daremos dello.

POST SCRIPTUM.


Acudimos a la Aldea, más fue vana nuestra ilusión de venerar en plenitud a tan Celestial Señora, que los mozos que la portan, haciendo gala más de fuerza bruta que de devota voluntad, provocaron no pocos desmanes, cayendo a tierra las andas y truncándose uno de los varales, por lo que los Oficiales de la Mesa de la Matriz Hermandad acordaron dar por finalizada la procesión antes de que concluyera como es costumbre y tradición. Y fue de lástima contemplar las amargas las amargas lágrimas de romeros y devotos.

03 junio, 2011

Miré los muros de la patria mía...


Peinábamos ya canas en mi época y algunas arrugas surcaban nuestro rostro cuando era asaz frecuente que pillos, estudiantes o ganapanes tomaran la censurable costumbre de pintar muros y fachadas con vítores o frases, embadurnando con feo estilo la privada propiedad y hasta ultrajando consagrados lugares al confundirlos de mala manera con lienzos en los que plasmar deleznable caligrafía y peor gramática. Otrosí acaecía con inscripciones en puertas ejecutadas aquellas con dagas, estiletes o cualquier otro punzante objeto. 

Alguaciles y corchetes, siguiendo edictos de los regidores del municipio, persiguieron a quienes osaban desobedecer los dichos decretos, mas, como agora, o bien hubo poca diligencia en el acoso o bien los perpetrantes gozaban tamaña impunidad que a poco que se hubiera extendido la costumbre, en menos de un “Dios te salve”, hubiera quedado Hispalis como pizarra de párvulos.




Prestos a caminar por la ciudad como cada mañana, dímonos cuenta de cuán poco han cambiado las tornas a este tenor, aunque si antaño eran bastos brochazos apenas esbozados, hogaño los graffitis (me dicen que se llaman así por feo anglicismo) parecen haberse adueñado de todo...






No será quizá ocasión propicia para hacer prolija relación de los tipos y calidades que se nos presentan en este sentido, y por ello sea mejor plasmarlos aquí con su propio contenido para que cada lector aprehenda lo que mejor estime, que dicen que mil palabras valen menos que una imagen.














Incluiremos, pues, como aquí se aprecia, breve muestrario de nuestra ya, por desgracia, rica colección de esta clase de elementos y dejaremos, empero, para mejor y digna oportunidad, hacer inventario de pasquines y cartelones, que esa es harina de otro costal.