Aunque hora llamada Betis por símil con el nombre romano del llamado Río Grande por los musulmanes y Guadalquivir por nosotros ahora, no deja de ser llamativo que tal vía, que mide 618 metros, tuviera como nombre, allá por el siglo XV el de “Calle del Rey” y ello se debiera a singular suceso que tomando prestada la crónica de Maese Macías relataremos a continuación:
Corriendo los años de 1359, el
monarca castellano Don Pedro I (Cruel o Justiciero, tómese el apodo que más
plazca al lector) se había apropiado de ciertas rentas que legítimamente
pertenecían a la Iglesia,
de modo que el prelado, celoso de sus privilegios, resolvió enviarle al rey el
oportuno requerimiento notarial para que restituyera las cantidades de las que
se había apropiado.
Conocedor el Notario de cómo se
las gastaba Don Pedro, iracundo y de genio vivo como era, resolvió aprovechar
que cierto día éste paseaba a caballo por la orilla del río que daba a Sevilla
para, desde una embarcación que se había proveído, reclamar de viva voz las
antedichas rentas. Mas como el soberano daba la callada por respuesta ignorando
la reclamación, envalentonado el Notario, comenzó a lanzarle anatemas e
improperios, seguro de que tales agravios no llegarían a los reales oídos.
Craso error, pues Don Pedro, montó
en cólera (que no era el nombre de su caballo), espoleó a su cabalgadura y lanzóse
al Guadalquivir para dar escarmiento al lenguaraz, quien pudo escapar merced a
los remos de su barca y a que la rápida corriente fluvial arrastró al rey, y de
no ser por su caballo, habría perdido la vida, alcanzando, algo maltrecho, la
orilla del río que ahora llamamos Betis.