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18 junio, 2013

A peseta.-



Que en aquestos tiempos hay que apretar cinturón y abrir lo menos posible la faltriquera, que ante precios desorbitados no queda sino ahorro y recorte, que debido a alza de costes todo parece confabularse en contra del sufrido ciudadano es cosa ya sabida por común de los mortales, de modo que no seremos nosotros, humildes cronistas, quienes incidamos en tal asunto.


  Sin embargo, no podemos por menos que reseñar curiosa iniciativa de cierto caballero motorizado, quien por un lado pretende dicho ahorro y por otro reivindica retorno de cierta moneda rubia ligada a la Historia de España durante años y que fue sustituida por otra allá por 2002 si la memoria no nos falla.

    Broma o asunto serio, no deja de ser cuestión curiosa y como tal la reseñamos.


05 marzo, 2012

Indignados



Sucedió que faltaba trabajo, y que sequías llevaban a hambrunas, y hambrunas a epidemias, diezmando a la población (incrementada por plebe forastera) que padecía estos quebrantos y penalidades con un ojo puesto en el Creador y el otro en sus regidores, por aguardar misericordia de Aquel y esperar resoluciones de esotros. Poco restaba de pretéritos tiempos en que oro y plata fluían como ríos, en que prosperidad, bonanza y holgura alcanzaban a casi todos, cuando banca y cambistas hacían disponer de ilimitado crédito.


Descendían salarios, disminuía riqueza, apagábase comercio, cerraban industrias, mermaban ahorros, acrecentábanse miserias y a todo ello sumábase que arbitrios e impuestos ahogaban no poco, mientras que autoridades y poderosos vivían holgadamente desoyendo quejas y súplicas de pueblo llano y haciendo grosera ostentación de lujo y boato excesivo, percibiendo pingües rentas y disfrutando de prebendas y privilegios sin fin.

En olvido tiempos preclaros, en que parecía nadarse en abundancia, la funesta semilla del descontento halló fértil terreno en la aflicción, floreciendo primero insatisfacción frustrada, luego enojo insatisfecho, y más tarde franca irritación, abonada con rumores y comentarios venidos de la Corte en que se decía habría aún más gravámenes, tributos, recortes y ahorros por mor de la maltrecha hacienda estatal.


Sublevóse, pues,  alguna plebe y no tardaron en acrecentar en tropel su número por mor de desocupados, descontentos y algún que otro facineroso, que de todo había en aquella inusitada y confusa algarada, y que partiendo de humilde barrio dispuso encaminarse con ánimo exaltado y haciendo acopio de valor, hasta sede de gobierno donde reclamar sus justas peticiones a próceres hispalenses.
Mas como quiera que el tumulto aumentaba, que la masa enfurecíase cada vez más y que los sediciosos comenzaban a obrar iniquidades por doquier, haciendo mofa y escarnio de gobernantes, franqueando propiedades y allanando viviendas, liberando presos y tomando armerías, sin olvidar destrozos y barbaries en calles y plazas, determinó la Autoridad actuar contundentemente y dar escarmiento a los revoltosos, con grande acopio de caballería y artillería, quienes finalmente, los sediciosos, tras jornadas sangrientas de tumulto y violencia, fueron disueltos por fuerza de las armas, sus cabecillas condenados y arcabuceados por traidores y serenados los ánimos con promesas de mejoría de la situación.


Fue así, “grosso modo”, como discurrió aquel llamado “Motín de la Feria”, por la collación en que principió, aquel lejano año de gracia de 1652 bajo su Cristianísima Majestad Felipe IV (que en Gloria esté). Fuimos testigos y partícipes dello, de cómo prosperó el grito de “Viva el Rey y muera el Mal Gobierno”, mas es harina de otro costal, y nunca, por agora, volvimos a presenciar mayores desórdenes ni anarquías.


07 octubre, 2011

Poderoso caballero...

Las palabras son como monedas, que una vale por muchas
como muchas no valen por una. (Francisco de Quevedo, 1580-1645)


Cosa inevitable ha sido, desde que el Creador decidió que retornásemos a esta tierra, procurarnos sustento con el que vestirnos y alimentarnos, y para ello, merced a escueta herencia, contamos con las rentas de ciertas casas en la collación de San Salvador así como nuestro modesto salario de escribiente. Percibir las dichas rentas háse convertido en diaria preocupación y hemos de reconocer lo mucho que ha cambiado el cobro de tales recibos.


Poco queda de los doblones y cuartos recién salidos de la Casa de la Moneda, acuñados en dicha Ceca con el oro y la plata que provenían de Indias, que si ya cuando andábamos por este mundo hace siglos aquestos preciosos metales habían sido truncados por cobre o vellón, devaluados por la subida de precios, los maravedís de hogaño no valen un ardite, cuando no se han convertido en coloreados documentos en los que aparecen impresas cantidades de dinero que todos aceptan aunque ni el papel ni la tinta lo valgan.


Importante en grado sumo era tener a buen recaudo la bolsa o faltriquera para evitar la acción de malhechores, y si se salía a la calle era de obligado cumplimiento, por prudencia, anudar con fuerza la bolsa o faltriquera, que abundaban pícaros y manilargos prestos a su robo.



Basta agora con encaminarse a insólitos lugares, a manera de eclesiales confesionarios o conventuales tornos, donde se encuentran ciertos artefactos; con complicados botones y palancas, merced a resortes cuya labor no alcanzamos a comprender, expenden cantidades de ese papel moneda prestas a ser dilapidadas en comercios, tiendas o tabernas, siendo cosa admirable que haya alguien, a buen seguro de corta estatura, siempre aguardando, noche y día,  en el interior de las dichas máquinas, para proporcionar los tales caudales a quien disponga de cedulilla correspondiente.


Y aunque la banca non gozara de buena fama, por prohibir la Santa Iglesia la usura,  y aunque en Sevilla no prosperasen las casas de préstamo pese al empeño de muchos, proliferan ahora en toda la ciudad bancos y montes de piedad, y en ellos depositanse en ellos sus peculios, percibiendo por ello escuálidos réditos, con lo que más de uno piensa ya en retornar a la faltriquera o a guardar sus economías bajo seguro colchón.

Nos cuentan que en calendas como estas escasea el dinero, aunque viaje raudo sin necesidad de letra de cambio, que rentas y salarios peligran y que extranjeras potencias gobiernan las economías patrias; por nuestra parte encenderemos candelas y elevaremos devotas plegarias a San Carlos Borromeo, patrón de los bancarios, cuya fiesta se celebra el 4 de noviembre; quiera el dicho Santo que la situación se enderece…