30 septiembre, 2019

Aquel gigante de madera


Ya saben los lectores de aquestos pliegos sobre mis idas y venidas, sobre mis lances y cuitas por nuestra amada ciudad y cómo en no pocas ocasiones nos hemos visto envueltos en venturosos sucesos.

En esta ocasión, aquello acaeció antes del Corpus de 1598, una luminosa mañana de primavera. Bajábamos por la calle de Gallegos y dimos de bruces con peculiar traslado o conducción, aunque parecía que llevar, llevaban a un auténtico atlante, o al menos eso se adivinaba por las trazas de la figura que, envuelta cuidadosamente en telas, portaban unos esforzados mozos con gran denuedo. 

Atizada nuestra curiosidad, la fortuna acudió en pos de nosotros, ya que junto a aquel sudoroso (y maloliente, pardiez) grupo, dirigiendo maniobras cual capataz semanasantero deambulaba afanoso nuestro compadre Lucas Chamorro, maestro guantero de la calle de Francos, al que interpelamos sobre tan peculiar cortejo, diciéndonos que de esta guisa provenían ni más ni menos que desde la collación de la Magdalena:

- Sepa que trasladamos para su bendición en la Colegial del Salvador la novísima escultura de nuestro patrón San Cristóbal, ejecutada por la mano maestra del insigne Juan Martínez Montañés.

- Pues a fe que por su porte y estatura bien que reflejará el gigantesco carácter de tal santo, famoso por su corpulencia y vigor, aunque de poco le sirviera a la hora de portar sobre sus hombros al Divino Infante. 

- No lo dude, Don Alonso, que nuestros buenos ciento diez ducados nos ha costado tamaña efigie, mas el Cabildo de la Ciudad nos adeuda treinta con los que costear parte de la talla. Buena madera, pino de Segura, y nueve palmos de vara de altura que no es moco de pavo. Mas no tema vuesa merced -dijo ante nuestro rostro de incredulidad- que hemos medido dinteles y habrá de caber por las puertas de la Colegial. 

- Que sea enhorabuena, compadre, y que bendiga a vuesas mercedes y su gremio con todo tipo de venturas y mercedes.



Y, renqueantes los mozos, resoplando y maldiciendo entre dientes, que todo hay que decirlo, dejamos partir la fantasmal efigie camino del Salvador.

Bendecida y entronizada en la vieja Colegial, fue por todos alabada por su donosura y belleza, por el porte varonil del santo y la tierna compostura del Niño Dios, por no hablar del prodigioso trato dado a la madera por Montañes en lo concerniente a anatomía y vestimenta. 



Por todo ello, ha sido alabada y admirada desde aquel lejano siglo hasta nuestros días, en que en breve, nos dicen, será de nuevo trasladada a la collación que la vio nacer, mas en esta oportunidad será expuesta en la antigua Casa Grande de la Merced, ahora Museo de Bellas Artes con motivo de fausto certamen en honor a su autor...

23 septiembre, 2019

"El Papa Negro" y su retrato.


Audio de nuestra sección "Hispalensia" correspondiente al programa "Estilo Sevilla" de Radio Sevilla F. C., dirigido por Antonio Bejarano y emitido el lunes 21 de septiembre de 2019:


16 septiembre, 2019

Pequeña historia de un cuadro grande.

Audio de la sección Hispalensia, emitido en el programa "Estilo Sevilla" el lunes 16 de septiembre de 2019.
 

Con la ilusión de quien estrena un cuaderno, retomamos nuestra colaboración semanal en Estilo Sevilla gracias al empeño del gran Antonio Bejarano, con lo cual intentaremos en esta temporada desgranar aspectos, detalles y anecdotas en torno a obras de arte sevillanas, bien poco conocidas, bien merecedoras de nuestra atención y de la de los oyentes. 

 A propuesta del Sr. Bejarano, arrancamos por tanto en esta ocasión con uno de los lienzos de mayor tamaño colgados en Sevilla, un lienzo relativamente reciente, data de 1966, y que fue pintado por un nazareno de bocina de la Hermandad de la Amargura, nacido septiembre de 1893 en la misma calle donde tuvieron taller Pedro Roldán, Duque Cornejo o Juan Manuel Rodríguez Ojeda, casi nada. 

Pintor afamado del que se conocen más de 2.000 obras en su catálogo, director de la Escuela de Artes y Oficios, Catedrático, Director del Museo de Bellas Artes, el curriculum del autor de esta obra que comentamos daría para libros enteros, como así ha sido, y además con la particularidad de haber sido un artista poco dado a las vanguardias, manteniendo el sano estilo costumbrista de sus maestros García Ramos o Gonzalo Bilbao. A buen seguro los oyentes sabrá ya de quien estamos hablando; efectivamente se trata del pintor Alfonso Grosso Sánchez, ojo, no confundir con su sobrino el novelista, de mismo nombre y primer apellido y que ideológicamente anda en las antípodas de su tío, basta con leer sus textos y narraciones. Alfonso Grosso es, pues, el autor de esta obra cuyo título aún no hemos desvelado. Si afirmamos que se titula “Alegoría de la Consagración del Misterio de la Inmaculada Concepción” poco ayudaremos, pero si aclaramos que está colgado en la catedral de Sevilla, sobre la Puerta de la concepción en el crucero, muchos ya se habrán situado y habrán reconocido de qué obra se trata. 

 Sí, en efecto, es la Inmaculada, esa Inmaculada. 

 En 1904 se había cumplido el cincuenta aniversario de la Bula papal “Ineffabilis Deus”, documento pontificio que ratificaba la creencia en el Dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, algo que en Sevilla, desde el siglo XVII, se había jurado defender incluso con sangre, como los cofrades de la Hermandad del Silencio, con su hermano mayor Tomás Pérez a la cabeza sostuvieron. Con motivo de la efemérides, son palabras del propio Grosso, el siempre recordado beato cardenal Spínola encargó un cuadro al pintor Virgilio Mattoni, cuadro que finalmente quedó ubicado en el palacio arzbispal; con el paso de los años, en 1940 el alcalde de sevilla Eduardo Luca de Tena encarga un boceto de la Inmaculada a Grosso empleando para ello el dinero de una colecta realizada por los empleados municipales.

 El boceto contó con el beneplácito de la Real Academia de Bellas Artes, del Cabildo de la Catedral y del propio Cardenal Segura, pero la enfermedad de éste pospuso todo el proyecto hasta que el cardenal Bueno Monreal, decide relanzarlo. Para ello, dadas las dimensiones del cuadro (6 x 8 metros, ni más ni menos) contará con unas dependencias cedidas por la casa de Alba en su Palacio de las Dueñas, por no hablar de la ayuda económica de instituciones como el Ayuntamiento, la diputación provincial, hermandades como la Macarena, el Silencio o la sacramental del Sagrario, o instituciones como el Círculo de Labradores o las Esclavas. 1966, por tanto es el año. 

El año de la cabalgata de reyes magos enmedio de una tarde de muchísima niebla, con el rejoneador Alvaro Domecq como Baltasar, el año en el que la pila del pato se traslada a la plaza de san leandro, en el que la Hermandad de los Estudiantes se traslada a su actual sede de la antigua Fábrica de Tabacos, el año en que la Casa de los Pinelo pasa a propiedad municipal y el año en el que un chaval de apenas 16 años talla su primera dolorosa, la Virgen de Guadalupe, Luis Álvarez Duarte en el recuerdo siempre. 

 Ante la envergadura del encargo, Alfonso Grosso, que nos ha dejado obras tan entrañables como el Monaguillo del museo de BBAA o varias pinturas de temática cofrade, entre otras, ha de rodearse de una serie de colaboradores que le hará más facil su tarea. Así, contará con los pintores Rafael Rodríguez y José Espinosa, con el tallista José Bergali para la moldura y con el dorador Luis Jiménez, por no hablar de Luis Rank y José Manuel Naranjo quienes acometerán la delicada faena del traslado, el martes 15 de marzo de 1966, y colocación del cuadro a los muros catedralicios. 

Como curiosidad, fotos de Serrano recogidas por ABC muestran que el lienzo, enrollado sobre sí mismo fue llevado a hombros desde las Dueñas hasta la catedral, haciendo su entrada por la Puerta de los Palos. 

 La bendición, recogida por la prensa sevillana, tuvo lugar el domingo 27 de marzo de 1966 por el entonces aún arzobispo Bueno Monreal, asistiendo el capitán general de la II region Teniente general Maroto, los presidentes de la Diputación y el gobernador civil y el alcalde Moreno de la Cova. Intervinendo en la escolanía Virgen de los Reyes. 

 Obviamente, el motivo central de esta pintura que comentamos es la propia imagen de María Inmaculada, representada dentro de lo cánones clásicos, con manto azul y túnica rosada, manos entrelazada y con el rostro de la venerada Esperanza Macarena, que había sido coronada canónicamente hacía entonces escasos dos años; precisamente en ese 1966 el Papa Pablo VI otorgaba el rango de Basílica Menor al templo de su Hermandad. Al pie de la Inmaculada, a la izquierda se puede contemplar al pontífice Pio IX imponiendo sus manos sobre las escrituras sostenidas por un ángel, mientras que a la derecha se sitúa un cardenal (¿Spínola?) revestido con capa pluvial azul, color litúrgico de la Inmaculada tomado de la liturgia hispalense y que se extendió a toda la cristiandad, además de un nazareno con túnica de cola negra, perteneciente a la Hermadandad del Silencio que se levanta el antifaz para contemplar a la Inmaculada, así como una pareja de niños seises, vestidos de azul, que se acompañan de la bandera concepcionista y del simpecado de la Hermandad Sacramental del Sagrario.