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02 mayo, 2022

Pasarela

Que exista en Sevilla una plaza dedicada a Don Juan de Austria, famoso por su victoria en la batalla de Lepanto (1571) pero que nadie la llame así o que una construcción efímera que apenas estuvo en pié veintiséis años sea la que denomine esa zona, es algo digno de estudio tal como han reflejado no pocos estudiosos en cuestiones urbanísticas, pero como siempre, vayamos por partes. 

Durante años, el arroyo Tagarete transcurrió libremente hasta su desembocadura en el Guadalquivir a la altura de la Torre del Oro. Sin embargo, la construcción de la Fábrica de Tabacos, que comenzó su actividad en 1758, obligó a canalizar dicho arroyo y a configurar el entorno, creándose la llamada Puerta de San Fernando o Nueva en el extremo de la calle de nueva creación. 

La creación de la Feria de Ganados en 1846, y su establecimiento en el Prado de San Sebastián, supuso una reutilización de ese espacio, poco utilizado hasta entonces y a partir de ahora epicentro tanto de la actividad de compra-venta ganadera como de la colocación de casetas, puestecillos y demás elementos que poco a poco irán conformando la imagen de la Feria de Abril que hemos conocido a través de representaciones pictóricas o, más adelante, fotografías. 


 A fin de evitar el tránsito de peatones en una zona cruzada por "tráfico intenso" (tranvía, carruajes, cabalgaduras) en lo que sería la antesala de la Feria, el Ayuntamiento decidió encargar al ingeniero Dionisio Pérez Tobía el diseño de una "pasadera" o "pasarela" que salvara con sus veinte metros de altura dicho "tráfico", hablamos del año 1896 y Sevilla, siempre o casi siempre reacia a las novedades no tardó en ponerle el mote de "Pasa Lila" a aquella estructura de hierro fundida entre las calles Torneo y San Vicente (Talleres de Pérez Hermanos) cuyo valor, al decir del catedrático Villar Movellán, fue más pintoresco que utilitario, y que pronto quedó convertida en atalaya o mirador del recinto ferial. Olvidamos mencionarlo, la Puerta Nueva o de San Fernando que mencionábamos al comienzo fue demolida en 1868 al igual que otras tantas puertas y lienzos de muralla.

Archivo Ruiz Vernacci, IPCE, Ministerio de Cultura y Deporte

Constaba de un pequeño pabellón o templete sobre cuatro puntos de apoyo sobre los que apoyaban otras tantas escalinatas de subida (o bajada) a otras dos plataformas. Como estructura básica, una pareja de arcos dobles, alcanzando una altura total de 20 metros. 

Aquella calurosa Feria de 1896, en la que el ambiente no fue el esperado en cuanto a ventas ganaderas debido a la "pertinaz sequía" que asolaba los campos andaluces y a la deriva que estaba tomando el conflicto bélico en la isla de Cuba, en la que el domingo llegaron a celebrarse varias misas para los propios feriantes en la cercana Ermita (ahora Parroquia) de San Sebastián y en la que la autoridad municipal prohibió severamente la celebración de rifas o sorteos no autorizados en el real, supuso por tanto la "puesta de largo" o debut de la Pasarela. Así lo reflejaba el Noticiero Sevillano en su edición del 18 de abril: 

En la feria no hubo esta mañana excesiva concurrencia. El paseo de carruajes, es el que estuvo animado. En cambio había poca gente a pie y de ésta fué muy escasa la que se decidía á subir y bajar algunos centenares de escalones de la pasadera, para atravesar de uno á otro lado del arrecife central. La pasadera se ha utilizado hoy como punto de vista, y nada más. Hay que convenir, sin embargo, en que el panorama que desde arriba se presencia es hermoso y nuevo. Merece verse.
Con el tiempo, la Pasarela quedó erigida en portada permanente para la Feria de Abril, iluminándose con farolillos, globos de gas o "arcos voltaicos" y sirviendo como antecedente, claro está, de las actuales y efímeras portadas de feria. Puede que, igual que ahora no es extraño eso de "quedar en la Portada", en aquel entonces los sevillanos hicieran lo mismo, pero en la Pasarela. Incluso sirvió con fines religiosos el día antes de la Feria de 1898, ¿Quizá como desagravio por los excesos que se suponía se iban a cometer en el Real?, en cualquier caso, dejemos mejor que sea un informador de la prensa local quien narre cómo se organizó aquel acto: 
 
Cediendo a excitaciones (sic) de personas piadosas de esta capital, la comisión de Ferias y Festejos ha acordado que una subcomisión, compuesta por los señores Pérez López, Lemus y Herrera, gestione cerca del capitán general de Andalucía la autorización para que se celebre una misa de campaña, que, en este caso, oirían las tropas de la guarnición el día antes del primero de feria de Abril.
 
El altar se instalará en la primera planta de la Pasarela, exornada convenientemente con plantas, flores, trofeos, banderas y gallardetes. Se colocarán tribunas para las autoridades e invitados. El desfile se efectuará por delante de las casetas de la feria. La subcomisión tiene el propósito de que este acto religioso resulte con todo el mayor esplendor posible. 

 

Una leyenda urbana sostiene que la escasa vida de la Pasarela se debió, en parte, a las quejas de la población femenina sevillana, que alegaba que los hombres aprovechaban la subida de aquella por las escaleras para disfrutar de la vista de sus tobillos, aunque hubo ciertos intentos, sin éxito ni autorizados finalmente, de colocar colgaduras con anuncios publicitarios para evitar tan "impúdicas" vistas. Tampoco se libró la Pasarela de ser escenario para robos, como el reseñado por el Noticiero Sevillano en la Feria del año 1900:
 
En la pasarela se cometió anoche un hurto, del que fue víctima la distinguida señora doña María Conrado. Se encontraba ésta en la primera plataforma, cuando se le acercó un ratero, que le sustrajo del bolsillo un portamonedas conteniendo varias monedas de plata de a cinco pesetas. El adorador de Caco huyó después tranquilamente. 

 

 Algunos autores afirman que adolecía de problemas estructurales que obligaron a su desmontaje entre 1920 y 1921, subastándose como chatarra los más de 80.000 kilos de hierro por algo más de 45.000 pesetas de la época. Desaparecida como antesala de la Feria, como anécdota, en los años 1970, 1974 y 1986 la imagen de la suprimida Pasarela fue elegida como modelo para la portada de la Feria y la zona, ahora llena de tráfico rodado y contaminación como decíamos al comienzo, aún conserva ese nombre, como si se resistiera a abandonar del todo el Prado de San Sebastián...

21 abril, 2022

De Gibraltar a la Feria

No, no se trata en esta ocasión del nombre de una caseta cuyos socios sean británicos, sino, cercanos ya, tras dos años, a una nueva Feria de Abril, de dar algunas pinceladas, nunca mejor dicho, sobre la figura de un sevillano (de adopción) que fue parte importante en la renovación de la apariencia de la propia Feria. Pero como siempre, vayamos por partes.

En 1873, Veintisiete años después de la primera edición de la Feria, promovida en 1846 por los concejales municipales Narciso Bonaplata y José María de Ibarra, nacía en Gibraltar el hijo de Gabriel y Adela, ambos provenientes de Menorca, quien recibiría con el bautismo el nombre de Gustavo y los apellidos de sus progenitores: Bacarisas Podestá. Ya en su infancia habría mostrado especial soltura en todo lo relacionado con las Bellas Artes, siguiendo la estela de su padre, de ahí que fuera becado por un grupo de mecenas gibraltareños y tuviera la oportunidad de formarse en la Escuela Libre de la Academia de Bellas Artes de Roma.

Aquella estancia juvenil en la Ciudad Eterna abrió en nuestro protagonista el ansia de seguir aprendiendo y viajando, conociendo gran parte de Europa y América, en especial Argentina y Estados Unidos, París (donde conocerá las principales vanguardias artísticas) y Londres y logrando merecida fama por su creatividad llena de luminosidad y energía. Viajero trotamundos, reflejó con su colorida paleta muchos pueblos de la geografía española, obtuvo múltiples reconocimientos por su labor y destacó también como docente, dejando numerosos discípulos entre los que se podría citar a Juan Miguel Sánchez.

En 1913, Gustavo Bacarisas se establecerá en nuestra ciudad, a la que no volverá a dejar salvo estancias en Madeira o Aracena. Embarcada ya en los primeros preparativos para la Exposición Iberoamericana, Sevilla ofrecerá al artista la oportunidad irrepetible de volcarse en labores decorativas, con hermosos azulejos comerciales o la decoración cerámica del Pabellón Real, sin olvidar que en 1917 será elegido para realizar el cartel de las Fiestas de Primavera, que se implicará especialmente en el Ateneo, colaborando con su creatividad en la primera Cabalgata de Reyes Magos de 1916 organizada por José María Izquierdo o que, finalmente, será autor de uno de los carteles anunciadores de la ansiada Exposición Iberoamericana de 1929-1930

La Feria de Abril que que se abrirá ante los ojos de Bacarisas es ya una fiesta plenamente asentada en el calendario local, en la que la compra-venta de ganado convive con el paseo de carruajes y caballos y las ya típicas celebraciones en las casetas, aunque cada una de ellas presente su propia estructura, aspecto y decoración. Pertenecientes a familias ganaderas en principio, poco a poco esto dará paso a casetas propiedad de asociaciones, entidades o hermandades que de este modo lograrán hacer suya la Feria. 

Para dar mayor uniformidad a dichas casetas, en 1919 se establecerá por parte del Ayuntamiento una especie de modelo a seguir, consistente en un módulo con cubiertas a dos aguas y protegido con lonas listadas en rojo o verde y blanco, de modo que en la parte superior de la zona frontal se situase una especie de frontón triangular o "pañoleta", quizá llamada así por asemejarse a un pañuelo doblado con tres picos. 


Es en este momento cuando Bacarisas entra en escena, ya que será el encargado de realizar el diseño inicial de esas pañoletas para de ese modo dar sensación de uniformidad, aunque no será hasta 1983 cuando ya se reglamente de manera definitiva el aspecto de las casetas, de hecho, a lo largo del siglo XX se mantuvieron casetas con características especiales, que incluso estaban montadas durante todo el año, como la del Círculo de Labradores, realizada en hierro fundido y que terminó sus días formando parte de una bodega en el onubense pueblo de Bollullos Par del Condado. 

La Feria de 1919, entre abril y mayo, gozó de gran afluencia de público al decir de los "reporters" de la prensa local, destacando la gran animación en el paseo de carruajes y las ventas de ganado, sin olvidar que la visita del conde de Romanones, entonces ex presidente del gobierno suscitó gran expectación y alguna que otra crítica por el pobre exorno de la calle San Fernando y la Pasarela y la presencia de carteristas en los tranvías; ya por entonces el consistorio organizaba un concurso de exorno de casetas, que fue ganado por el Ateneo de Sevilla, seguido de la llamada "Caseta del Rocío" del señor Carriedo y la de la Sociedad Benavente, que reproducía el kiosko del estanque del Parque de María Luisa, aunque quedó de manifiesto la belleza de no pocas casetas que presentaban animado aspecto tanto en la mañana como en la tarde.

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Como curiosidad, en la caseta del Real Círculo de Labradores antes aludida se celebró una "comida a la Americana", elaborada por las cocinas de Williams, sin hayamos descubierto en qué consistió el menú; además, en la caseta del Casino Sevillano tuvo lugar incluso un "cotillón" con bailes y regalos y enorme asistencia de público, con más de trescientas personas. 


No quedará ahí la relación de Gustavo Bacarisas con la Feria, se afirma incluso que fue el propagador de la colocación de los farolillos de papel allá por los "felices años veinte", y en 1948 será el encargado de realizar el precioso cartel conmemorativo del primer centenario de la Feria, en el que aparece una pareja, ella con traje de gitana, él de corto y sombrero de ala ancha con el telón de fondo de las casetas que precisamente diseñara Bacarisas como hemos comentado.

 

Dos años antes del traslado del Real de la Feria a los Remedios, en 1971, a la avanzada edad de noventa y ocho años, fallecía en su tierra de adopción y en su domicilio de la calle Pastor y Landero Gustavo Bacarisas, dejando un sello especial a la hora de entender el color y la luz de nuestra tierra, por no hablar de un extenso catálogo de obras que abarcarían desde la pintura hasta la cerámica, pasando por los tapices e incluso la escenografía teatral, pero esa, esa ya es otra historia... 

"Sevilla en fiestas". 1915. Museo de Bellas Artes de Sevilla.

19 abril, 2021

Dos años con Feria.

 

Sería de perogrullo decir algo tan obvio como que debido a esta maldita pandemia llevamos dos años sin que pueda celebrarse la Feria de Abril, algo que sólo ocurrió durante los años de la Guerra Civil, entre 1937 y 1939. Pero, en cambio ¿Cómo fue la Feria durante sus dos primeros años? 

Como es comúnmente sabido, los concejales Narciso Bonaplata y José María Ybarra, catalán y vasco, respectivamente, lograron de la reina Isabel II el permiso para establecer una feria anual de ganados y productos agrícolas en nuestra ciudad, con el loable fin de promover las transacciones comerciales y dar aliciente a labradores y criadores de ganado para mejorar sus productos, a semejanza de otras ferias ya conocidas como las de Mairena del Alcor o Carmona. Se fijaron a tal fin los días 18, 19 y 20 de abril del año 1847 y el llamado Prado de San Sebastián como lugar escogido para la Feria;  en ella, al decir de las crónicas de aquel momento, se movieron 9.684 ovejas, 4.289 carneros o 4.111 cerdos, y para los amantes de las cifras, baste decir que el volumen de negocio ascendió a la nada despreciable cantidad de 316.000 reales. 

Mas no todo fueron cuestiones económicas, pues se entoldó la calle San Fernando, en ella se situaron tiendas de paños, peinetas, joyas e incluso un curioso bazar marroquí, por no hablar de cómo en otra zona cercana se colocaron puestos de quincalla, juguetes de barro y latón, abanicos, y desde la Alcantarilla del Tagarete hasta la Enramadilla asentaron sus reales gitanas que freían buñuelos, y feriantes que ofrecían menudo, pescado frito y caracoles regados por vinos de Sanlúcar de Barrameda y el Aljarafe. Eso sí, las casetas, el paseo de carruajes o el circo tendrían que esperar algunos años para tomar carta de naturaleza en el real. 

Tampoco quedó al margen la Fiesta Nacional, programándose varios festejos taurinos en el coso maestrante, alternando Juan Lucas Blanco, de Sevilla con Manuel Díaz “Lavi”, de Cádiz, lidiando reses de acreditadas ganaderías. La lluvia deslució el final, pero se tomó la decisión, sobre la marcha, de ampliar la feria una jornada más. Al decir de los "plumillas" de la época, recogidas sus crónicas en la prensa local, el experimento resultó un sorprendente éxito, avalado por la gran presencia de sevillanos, aunque no faltaron voces discordantes como suele ocurrir.  

Incluso la prensa de la capital del reino se hizo eco de la actividad en el recinto ferial, como reflejó el diario El Clamor por aquellas fechas para sus lectores madrileños: 

El dia 18 del corriente dió principio la celebración de la feria que ha concedido útimamente S. M. a la ciudad de Sevilla. Los periódicos de aquella capital vienen describiendo el aspecto brillante y animado que aquella presentaba en el primer dia. El Diario de aquella capital dice de este  propósito , entre otras cosas, lo siguiente: «La hermosa y recta calle de San Fernando, perfectamente entoldada, y cuya acera derecha está cubierta de portátiles tiendas de todas clases de géneros y efectos, es como si dijéramos el principio ó primer término del hermoso panorama que se presenta a la vista del observador cuando se halla fuera de la puerta del mismo nombre. A la derecha un hermoso café, y á la izquierda, bajo también de cómodos toldos, una larga y no interrumpida hilera de tiendas y puestos están como circundando el pintoresco y dilatado prado de San Sebastian, sobre cuya verde alfombra se destacan mil pintorescas tiendas, dando con ellas y con la multitud que las rodea, la idea exacta de un numeroso campamento. Toda Sevilla vive estos dias en los alrededores de la feria. Las bellezas de Sevilla, abandonando estos días las encantadoras riberas del Guadalquivir, van a ella a ostentar sus gracias, llevando en pos de si, como es natural, a todo lo que encierra esta rica población.»

 Hasta aquí, todo resulta más o menos conocido, a fin de cuentas, por tratarse del primer año de la Feria de Abril no son escasas las fuentes para consultar datos sobre aquel año; sin embargo, en 1848, la Feria quedó marcada por una coincidencia que quizá sus fundadores no habían tenido en cuenta aquel primer año de debut: las jornadas previstas para que tuviera lugar, los días 20, 21 y 22 de abril, eran Jueves, Viernes y Sábado Santo. La celebración coincidía de pleno con la gran fiesta de la ciudad, la Semana Santa. Ello no amilanó a los organizadores, ya que se decidió (algo impensable en nuestros días) que ambos acontecimientos compartieran semana. ¿De qué manera?

El Sábado de Pasión, víspera del Domingo de Ramos, se inauguró en la Plaza de Toros la exposición de ganado con entrega de premios; el Domingo de Ramos, mientars que por la mañana el Cabildo de la Catedral celebraba su preceptiva Procesión de Palmas, por la tarde hicieron su estación de penitencia con normalidad las hermandades de la Amargura y el Amor, que estrenó los bordados del palio, aunque se dio la circunstancia, reflejada en la prensa local, de que aquel año las hermandades no llevaron acompañamiento musical dados los elevados precios de las diferentes bandas; los actos feriantes prosiguieron como decíamos el Lunes Santo, con un gran incremento en las ventas de ganado caballar o con la celebración de carreras de caballos en el hipódromo situado en la Dehesa de Tablada, todo ello durante los días del Lunes al Miércoles Santo y enmedio de una meteorología no muy favorable, con viento y lloviznas, que no consiguó desanimar a la numerosa concurrencia. Esa misma tarde tenía lugar en la catedral uno de los actos litúrgicos y músicales más importantes de la Semana Mayor: la interpretación del Miserere, compuesto por Hilarión Eslava en 1835 y renovado en 1837.

La Feria finalizó por tanto el Miércoles Santo, con gran éxito, y dejó paso a las celebraciones pasionistas del Jueves y Viernes Santo, que incluyeron, dentro de los "desfiles procesionales", la salida de la Hermandad del Santo Entierro, entonces radicada en la antigua Capilla de la Antigua y Siete Dolores, propiedad en la actualidad de la Hermandad de Montserrat.

Casualidad o no, un par de acontecimientos, cada uno en su vertiente y sin aparente conexión, marcará este año y el siguiente: por un lado, el primer número del Diario El Porvenir, fundado por Antonio de Cisneros, el 4 de marzo de 1848 y por otro, y no menos importante, la llegada a Sevilla de unos ilustres visitantes que a la postre elevarán a nuestra ciudad a la categoría de Corte Chica y que con su mecenazgo y apoyo darán empuje a las fiestas primaverales: los Duques de Montpensier. Pero esa, esa ya es otra historia...


21 abril, 2015

Pan y Vino.-


Sedientos por largo paseo, la otra noche, merodeando por collación de San Martín, junto a la Europa y la Alameda, nos sentimos ciertamente atraidos por ciertos letreros. 

(No, no piensen mal vuesas mercedes, que no buscábamos solaz con mancebas ni somos de frecuentar lupanares o lugares de mala nota.) 

Al cabo, decidimos entrar en cierta taberna que aunque se anunciaba con extrañas letras (similares a las que venían del lejano Catai) sobre sus muros pregonaba las excelencias de ciertos caldos procedentes de la preclara localidad de Sanlúcar de Barrameda, de manera que supusimos cuán espabilados andan nuestros ciudadanos orientales que hasta en eso saben cómo pescar comensales con vinos del sur de España. 


Sin embargo, grande fue nuestra sorpresa cuando, pese a lo esmerada de la decoración y lo obsequioso de los camareros, de nación nipona,al entregarnos carta de viandas, aún sin tomar asiento, comprobamos que en ella se nos ofrecían extraños manjares con nombres impronunciables que poco tenían que ver con chicharrones, albures, solomillos o potajes, antes bien, preguntado uno de los aludidos mozos, nos indicó que servían una especie de pescado en su sazón pero crudo, tal cual sacado del mar. Amablemente, declinamos la invitación, máxime cuando inquirimos por manzanilla y nos brindaron tisana o infusión de olor agradable, pero en nada similar al vino que ansiabamos degustar, y más en estas fechas ferianas. 



Ya lo dijo el poeta, Manuel de nombre, y apellidado Machado: 

La manzanilla es mi vino
porque es alegre, y es buena
y porque -amable sirena-
su canto encanta el camino.
Es un poema divino
que en la sal y el sol se baña...
La médula de una caña
más rica que la de azúcar...
El color que da Sanlúcar
a la bandera de España.

Quede pues dicha casa de comidas a la oriental para quienes gusten de tales exquisiteces, que nosotros preferiremos otros manteles y hacemos votos porque no se pierdan tan preciosos rótulos sanluqueños en su fachada, muestra de otro tiempo cuando aquel mismo local era llamado "Las Siete Puertas".



La manzanilla es mi vino
porque es alegre, y es buena
y porque -amable sirena-
su canto encanta el camino.

Es un poema divino
que en la sal y el sol se baña...
La médula de una caña
más rica que la de azúcar...

El color que da Sanlúcar
a la bandera de España.

Lea más: http://www.latino-poemas.net/modules/publisher2/article.php?storyid=1829 © Latino-Poemas

La manzanilla es mi vino
porque es alegre, y es buena
y porque -amable sirena-
su canto encanta el camino.

Es un poema divino
que en la sal y el sol se baña...
La médula de una caña
más rica que la de azúcar...

El color que da Sanlúcar
a la bandera de España.

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La manzanilla es mi vino
porque es alegre, y es buena
y porque -amable sirena-
su canto encanta el camino.

Es un poema divino
que en la sal y el sol se baña...
La médula de una caña
más rica que la de azúcar...

El color que da Sanlúcar
a la bandera de España.

Lea más: http://www.latino-poemas.net/modules/publisher2/article.php?storyid=1829 © Latino-Poemas


04 mayo, 2014

Enganchados.-


 

Luminosa mañana nos acogió con calor sin agobiar en la redondez del coso taurino propiedad de los caballeros maestrantes, y como quiera que acudimos con inmejorable compañía nos aprestamos a disfrutar, pues, de la belleza de tamaña Plaza y del concurso de enganches que anualmente celébrase en la misma.


Principió con gallardo desfilar de tropa a caballo bien pertrechada con lanzas en ristre y musical escolta de clarines, proclamando que había que despejar el ruedo para no entorpecer el marchar de los carruajes. Con briosas maniobras, ejecutaron no pocos cruces y trotes, a cuál más difícil, siendo aplaudidos los del Benemérito Instituto por el numeroso público congregado.


Como quiera que no somos doctos en materia de guarniciones, cabezales, riendas o lacayos, ni como dominamos terminología al uso con nombres de carromatos tales como calesas, milords, faetones, carretelas, landós o breaks, mejor será dejar constancia gráfica de parte de lo que contemplamos y que el paciente lector de estos pliegos disfrute de la belleza de tan cuidadosa exhibición.









12 abril, 2013

En Portada

 Como en aquesta bendita tierra trócanse con celeridad túnicas por volantes y capirotes por mantoncillos, no vendría mal recordar a los habituales lectores de estos pliegos cómo transcurrió aquella primera Feria que tuvo lugar allá por 1847. Quizás sepan vuesas mercedes, fue creación de vasco y catalán (curiosa amalgama, vive Dios) pues de tal condición eran José María Ibarra y Narciso Bonaplata quienes lograron del Municipio licencia para solicitar a la Corona una Feria de Ganados pues a su decir esa feria llevaba aparejado doble objetivo: promover mercantiles transacciones y dar aliciente a labradores y criadores de ganado para mejorar sus productos.

 Quedó autorizada, pues, dicha Feria para los días 18, 19 y 20 de abril de aquel año. Aquella Semana Santa habría sido familiar para actuales tiempos, pues no en balde de quince cofradías anunciadas sólo salieron las del Domingo de Ramos y Miércoles Santo, quedándose en sus templos las restantes merced al fuerte temporal de agua y viento que azotó la ciudad.


Fue el llamado Prado de San Sebastián lugar escogido para la Feria, y en ella al decir de las crónicas, se movieron 9.684 ovejas, 4.289 carneros o 4.111 cerdos, y para amantes de cifras, baste decir que el monto de negocio ascendió a nada desdeñable cifra de 316.000 reales. 

Mas no todo fueron cuestiones económicas, que habíase entoldado la calle San Fernando en ella se situaron tiendas de paños, peinetas, joyas e incluso curioso bazar marroquí, por no hablar de cómo en otra zona cercana se colocaron puestos de quincalla, juguetes de barro y latón, abanicos, y desde la Alcantarilla del Tagarete hasta la Enramadilla asentaron sus reales gitanas que freían buñuelos, y feriantes que ofrecían menudo, pescado frito y caracoles regados por vinos de Sanlúcar y el Aljarafe. 


Como no podía ser menos, en el coso de la Maestranza se lidiaron toros para la ocasión, alternando Juan Lucas Blanco, de Sevilla con Manuel Díaz “Lavi”, de Cádiz, lidiando reses de acreditadas ganaderías. 


 Al decir de las crónicas, y echamos mano del erudito hispalense Manuel Chaves Rey, fueron jornadas de gran actividad en el real, huérfano aún de farolillos y gallardetes por ser vez primera, que concluía a las once de la noche según Bando de la Alcaldía, aunque la lluvia hizo acto de presencia y deslució algo la Feria.

Baste, para concluir, cómo el Diario El Independiente resumía esos días: “No nos detendremos en pintar la vida y animación que notamos en ese feliz ensayo de lo que llegará a ser la feria de Sevilla, ni los atractivos que le prestaron la brillantez de la concurrencia que había establecido su paseo en este lado de la capital, porque sería imposible hacerlo comprender para los no hayan tenido el gusto de verlo.”    Tal fue la génesis de los días que nos aprestamos a vivir, y pese a transcurrir malos tiempos no por ello habrá que hacer menoscabo de tal Feria, aunque sea para pisar su albero de modo breve…


P.d. Con singular regocijo nos hacemos eco de cómo ha sido repuesta la palmera de San Juan de la Palma, a la que dedicamos no ha mucho unas palabras. Quede constancia de nuestra alegría por ello.

12 mayo, 2012

Feria.-

Pensará malpensado leyente que aún permanecemos merodeando por feriante real, con rostro demudado, trasegando caldos sanluqueños, resistiendo numantinamente todavía clausura de última caseta, afónicos tras excesivo uso de cuerdas vocales. Poco o nada hay de cierto en lo que antecede, pues a mayor abundamiento, aunque acudimos como es menester a predios en Los Remedios, fue en justa medida, agradable compañía y escaso consumo de viandas y demás, dicho sea de paso.  

Hablamos en esta ocasión de otra Feria, ésta sin paseo ecuestre o hermosas damas ataviadas a la egipcíaca manera, que celébrase en aquestos días en solar del antiguo Convento de San Francisco y que descubrimos casualmente cierta mañana en que deambulábamos plácidamente en molicie, anhelando sombra y huyendo de tórridas y bochornosas temperaturas que hacen subir no poco el mercurio.

Seguidores de gentes preclaras como Diego Sánchez de Cantalapiedra o Alonso de Porras, pioneros tipográficos en siglo XV o de aquel legendario Jacobo Cromberger, que en 1512 envió a Indias “doscientas cartyllas de enseñar a leer” con destino a freires franciscanos que allí hacían misión evangelizadora, fue el de Impresores (en que conservamos fieles amigos) gremio asaz destacado, pues de sus prensas, siempre “con las debidas licencias” salían breviarios, devocionarios, y demás, sin que entre sus ediciones faltasen sesudos tratados de ciencia o ligeras comedias, pliegos de cordel o conocidas  “relaciones de sucesos”, papeles o menudencias, ávidamente seguidas por copiosos lectores tanto por su contenido como por su escasa valía, apenas un cuarto de real y que agora bien podríanse comparar con esotras gacetillas que véndense en kioskos a modo de genero cardíaco.


Aunque no ha mucho que relatábamos virtudes del libro, en esta ocasión ensalzaremos, sin que en ello nos vaya un ardite, figura de mercader de libro, oficio ingrato que escasea y que en estas calendas pone su pica en Flandes en forma de Feria, como antes aludíamos.




Item más, en ella encontrará vuesa merced novela, teatro y poesía, libros raros o comunes, barata literatura o sesudos memoriales, cuentecillos para infantes o espesos mamotretos, historias del pasado o del futuro, y todo ello en tenderetes o garitas en que en vez de correr vino y cante, corren papel y palabras.


Item más, hasta háblannos de existencia de ciertos mágicos libros ayunos de encuadernación, a manera de espejuelo, que portan en su vientre ciento y millar de volúmenes sin que su peso agravie a su dueño, y que en futuro podrán trocar a actuales textos impresos, siendo algo por ver y digno de contemplar.  
 
Fieles amantes de letras (incluso de las de cambio) como nos declaramos, aunque ande escasa la faltriquera, será ocasión propicia para adquirir algún volumen, que dicen que lectura ensancha entendimiento, aviva el seso y constituye riqueza para ser humano.