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05 diciembre, 2022

Sin Pecado Concebida.

 El 8 de diciembre de 1918 pasó a la pequeña historia de Sevilla por ser una fecha dedicada la Inmaculada, como marca la tradición, y además, por la inauguración de un momumento que poco a poco supo hacerse un sitio entre los demás de la ciudad. Pero como siempre, vayamos por partes. 

 Apenas hacía un mes que había finalizado la sangrienta Primera Guerra Mundial. La ciudad de Sevilla vivía en aquellos primeros fríos días de diciembre (17 grados de máxima, 3 de mínima) pendiente del llamado "Crimen de la calle del Coliseo" (actual Alcázares), en una de cuyas tabernas se produjo el asesinato de una mujer a manos de su esposo, quien se dio a la fuga para ser detenido posteriormente, siendo salvado del linchamiento popular por las fuerzas del orden público. Puesto a disposición en sede judicial de la calle San Vicente, alegó en su defensa celos y enajenación mental fruto del alcohol para cometer tal crimen; de igual modo la vida sevillana transcurría, con permiso de la temible gripe, entre mítines políticos, "Rigoletto" en el Teatro Cervantes, huelga de cocheros, conferencias en el Ateneo, actos sociales como el homenaje al historiador José Gestoso (fallecido el año anterior) o partidos de fútbol, como el amistoso disputado entre Sevilla y Betis saldado con un 4-2 a favor del blancos, "Hat-Trick" del sevillista Juan Antonio Armet, más conocido como "Kinké" incluido.  

Anuncio comercial en prensa local. Diciembre de 1918.

Un año más, la ciudad se disponía a celebrar la festividad de la Inmaculada Concepción, vinculada tradicionalmente al Dogma de la Inmaculada proclamado en 1854 por el Papa Pío IX, aunque en nuestra ciudad existía la creencia popular desde mucho antes, siendo abanderada en la defensa de dicho dogma con innumerables ejemplos tanto a nivel individual como de entidades o hermandades que juraron incluso defenderlo hasta la última gota de su sangre si preciso fuera, como es el caso de la de El Silencio. Tampoco podemos olvidar el patronazgo de la Inmaculada sobre el Arma de Infantería, circunstancia promovida tras el llamado "Milagro de Empel" que narramos no hace mucho al relatar la estancia del Conde de Puñonrrostro en Sevilla.

Sin embargo, no es hasta el verano de 1917 cuando a través de una iniciativa privada, promovida por el joven sacerdote José Sebastián y Bandarán y por Ramón Ybarra y González en unión de otros personajes de la vida pública sevillana se solicitaba licencia al Ayuntamiento para instalar un monumento a María Inmaculada. Como ha recogido Mercedes Espiau, ello se hacía "interpretando el sentir de muchos sevillanos, amantes de las tradiciones de ésta nuestra ciudad, y más amantes aún del honor y la gloria que puedan dar a la santísima Virgen en el Misterio de su Concepción Inmaculada".

La idea no cayó en esta ocasión en saco roto, pues aprovechando la reforma urbanística realizada a la Plaza del Triunfo por Juan Talavera se decidió colocar el monumento en la misma, abriéndose una suscripción popular para costearlo, y que alcanzó la cantidad de 102.952,52 pesetas de la época, logradas con los donativos de más de mil setecientas personas que engrosaron una lista que quedó depositada en la primera piedra del monumento colocada en agosto de 1918, y todo ello pese a los informes desfavorables de la Academia de Bellas Artes de Sevilla, presidida por Joaquín Bilbao, que lograron paralizar las obras por un breve espacio de tiempo.

Foto: Reyes de Escalona.

La estructura del monumento debe sus trazas al arquitecto José Espiau y Muñoz, quien le proporcionó un basamento octogonal sobre el que colocó una plataforma del mismo tipo. En la cúspide, sobre cuatro fustes de columnas con capiteles jónicos, se colocó la imagen de María Inmaculada realizada en mármol blanco por el escultor y discípulo de Antonio Susillo Lorenzo Coullant Valera, inspirada en los modelos de Murillo, mientras que en el basamento se añadieron cuatro esculturas representando otros tantos personajes vinculados a la defensa sevillana del Dogma de la Inmaculada en el siglo XVII, a saber: el escultor Juan Martínez Montañés, el sacerdote y teólogo jesuita Juan de Pineda, el propio pintor Bartolomé Esteban Murillo y el poeta Miguel Cid, autor de las populares coplas de 1614: 

Todo el mundo en general 

a voces reina escogida

Diga que sois concebida

sin pecado original. 

 Para recabar datos sobre cómo fue la inauguración de este monumento bastará con recurrir a las fuentes periodísticas de la época, como El Correo de Andalucía, que lanzó una portada al día siguiente con gran alarde tipográfico o El Liberal, que publicó una extensa crónica de lo sucedido en aquella fría mañana del 8 de diciembre de 1918.


Según las crónicas, la mañana comenzó con la celebración de la función litúrgica a la Inmaculada en el interior de la catedral, efectuada con toda la solemnidad habida y por haber y presidida por el Cardenal Enrique Almaraz y Santos. Terminada la celebración litúrgica, a las once de la mañana y bajo un sol radiante, se organizó una procesión que partiendo de la catedral se encaminó hacia el monumento a bendecir, formada por representaciones de todos los estamentos religiosos, comunidades (capuchinos, franciscanos, salesianos, dominicos, escolapios), seminaristas, parroquias, hermandades, destacando la presencia de la de el Silencio y la Sacramental del Sagrario, congregaciones y clero, capellanes reales y canónigos catedralicios,  y de los diferentes colegios profesionales, academias, Real Audiencia, Maestranza de Caballería, delegaciones del gobierno nacional, comandancias militares, diputación provincial y el propio consistorio, las "fuerzas vivas" que solía decirse en esos tiempos. 

Así describía la escena "El Liberal": 

"La Plaza del Triunfo se hallaba totalmente ocupada por el público, así como todas las calles adyacentes. Alrededor de la plaza se había instalado un cordón para que en aquella sólo penetrasen las Comisiones que formaban la procesión y las autoridades.

En lugar próximo al monumento se había colocado una mesa, para firmar el acta de la entrega y varios sillones para las autoridades. El aspecto que presentaba la plaza y sus alrededores era verdaderamente hermoso. Todos los balcones de las casas se hallaban completamente llenos, así como las azoteas de la Lonja, del Alcázar y de la Catedral."

A la solemne bendición del monumento por el Cardenal siguió toda una serie de emocionados discursos por parte de los promotores del monumento, en cuyo nombre habló el diputado en Cortes Rojas Marcos como vicepresidente de la comisión gestora y que fue contestado por el alcalde de la ciudad, tras lo cual se firmó la pertinente acta de entrega por parte de todas las dignas autoridades asistentes, dándose por inaugurado el conjunto en un ambiente de día grande. 

Como curiosidad, la Real Sociedad Colombófila de Andalucía procedió a soltar cuentrocientas dos palomas mensajeras y el Orfeón Sevillano interpretó las famosas coplas inmaculistas de Miguel Cid,  mientras que las bandas militares allí congregadas (Regimientos de Granada y Soria) interpretaron la Marcha Real acompañada del jubiloso repique de primera clase por las campanas de la Giralda. Para recordar tan destacada fecha para la religiosidad sevillana, se repartieron cientos de estampas con la imagen de María Inmaculada, en cuyo reverso podía leerse la siguiente oración:

"Recibid, Madre, esta ofrenda de vuestros hijos los Sevillanos; ayudadnos a cumplir nuestros propósitos, y alcanzadnos la gracia de imitar vuestras virtudes, a fin de que nuestras obras, palabras y pensamientos sean dignos de unos hijos vuestros, y que merezcamos veros y alabaros por toda la eternidad en el Cielo. Amén."

 
A título anecdótico, y como colofón a la jornada, por la tarde se celebró en la Plaza de Toros Monumental un festival taurino con la participación de, por ejemplo, Joselito y Rafael "El Gallo" e Ignacio Sánchez Mejías, a beneficio de la coronación canónica de otra de las grandes devociones de Andalucía: La Virgen del Rocío. Pero esa, esa ya es otra historia.

16 septiembre, 2019

Pequeña historia de un cuadro grande.

Audio de la sección Hispalensia, emitido en el programa "Estilo Sevilla" el lunes 16 de septiembre de 2019.
 

Con la ilusión de quien estrena un cuaderno, retomamos nuestra colaboración semanal en Estilo Sevilla gracias al empeño del gran Antonio Bejarano, con lo cual intentaremos en esta temporada desgranar aspectos, detalles y anecdotas en torno a obras de arte sevillanas, bien poco conocidas, bien merecedoras de nuestra atención y de la de los oyentes. 

 A propuesta del Sr. Bejarano, arrancamos por tanto en esta ocasión con uno de los lienzos de mayor tamaño colgados en Sevilla, un lienzo relativamente reciente, data de 1966, y que fue pintado por un nazareno de bocina de la Hermandad de la Amargura, nacido septiembre de 1893 en la misma calle donde tuvieron taller Pedro Roldán, Duque Cornejo o Juan Manuel Rodríguez Ojeda, casi nada. 

Pintor afamado del que se conocen más de 2.000 obras en su catálogo, director de la Escuela de Artes y Oficios, Catedrático, Director del Museo de Bellas Artes, el curriculum del autor de esta obra que comentamos daría para libros enteros, como así ha sido, y además con la particularidad de haber sido un artista poco dado a las vanguardias, manteniendo el sano estilo costumbrista de sus maestros García Ramos o Gonzalo Bilbao. A buen seguro los oyentes sabrá ya de quien estamos hablando; efectivamente se trata del pintor Alfonso Grosso Sánchez, ojo, no confundir con su sobrino el novelista, de mismo nombre y primer apellido y que ideológicamente anda en las antípodas de su tío, basta con leer sus textos y narraciones. Alfonso Grosso es, pues, el autor de esta obra cuyo título aún no hemos desvelado. Si afirmamos que se titula “Alegoría de la Consagración del Misterio de la Inmaculada Concepción” poco ayudaremos, pero si aclaramos que está colgado en la catedral de Sevilla, sobre la Puerta de la concepción en el crucero, muchos ya se habrán situado y habrán reconocido de qué obra se trata. 

 Sí, en efecto, es la Inmaculada, esa Inmaculada. 

 En 1904 se había cumplido el cincuenta aniversario de la Bula papal “Ineffabilis Deus”, documento pontificio que ratificaba la creencia en el Dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, algo que en Sevilla, desde el siglo XVII, se había jurado defender incluso con sangre, como los cofrades de la Hermandad del Silencio, con su hermano mayor Tomás Pérez a la cabeza sostuvieron. Con motivo de la efemérides, son palabras del propio Grosso, el siempre recordado beato cardenal Spínola encargó un cuadro al pintor Virgilio Mattoni, cuadro que finalmente quedó ubicado en el palacio arzbispal; con el paso de los años, en 1940 el alcalde de sevilla Eduardo Luca de Tena encarga un boceto de la Inmaculada a Grosso empleando para ello el dinero de una colecta realizada por los empleados municipales.

 El boceto contó con el beneplácito de la Real Academia de Bellas Artes, del Cabildo de la Catedral y del propio Cardenal Segura, pero la enfermedad de éste pospuso todo el proyecto hasta que el cardenal Bueno Monreal, decide relanzarlo. Para ello, dadas las dimensiones del cuadro (6 x 8 metros, ni más ni menos) contará con unas dependencias cedidas por la casa de Alba en su Palacio de las Dueñas, por no hablar de la ayuda económica de instituciones como el Ayuntamiento, la diputación provincial, hermandades como la Macarena, el Silencio o la sacramental del Sagrario, o instituciones como el Círculo de Labradores o las Esclavas. 1966, por tanto es el año. 

El año de la cabalgata de reyes magos enmedio de una tarde de muchísima niebla, con el rejoneador Alvaro Domecq como Baltasar, el año en el que la pila del pato se traslada a la plaza de san leandro, en el que la Hermandad de los Estudiantes se traslada a su actual sede de la antigua Fábrica de Tabacos, el año en que la Casa de los Pinelo pasa a propiedad municipal y el año en el que un chaval de apenas 16 años talla su primera dolorosa, la Virgen de Guadalupe, Luis Álvarez Duarte en el recuerdo siempre. 

 Ante la envergadura del encargo, Alfonso Grosso, que nos ha dejado obras tan entrañables como el Monaguillo del museo de BBAA o varias pinturas de temática cofrade, entre otras, ha de rodearse de una serie de colaboradores que le hará más facil su tarea. Así, contará con los pintores Rafael Rodríguez y José Espinosa, con el tallista José Bergali para la moldura y con el dorador Luis Jiménez, por no hablar de Luis Rank y José Manuel Naranjo quienes acometerán la delicada faena del traslado, el martes 15 de marzo de 1966, y colocación del cuadro a los muros catedralicios. 

Como curiosidad, fotos de Serrano recogidas por ABC muestran que el lienzo, enrollado sobre sí mismo fue llevado a hombros desde las Dueñas hasta la catedral, haciendo su entrada por la Puerta de los Palos. 

 La bendición, recogida por la prensa sevillana, tuvo lugar el domingo 27 de marzo de 1966 por el entonces aún arzobispo Bueno Monreal, asistiendo el capitán general de la II region Teniente general Maroto, los presidentes de la Diputación y el gobernador civil y el alcalde Moreno de la Cova. Intervinendo en la escolanía Virgen de los Reyes. 

 Obviamente, el motivo central de esta pintura que comentamos es la propia imagen de María Inmaculada, representada dentro de lo cánones clásicos, con manto azul y túnica rosada, manos entrelazada y con el rostro de la venerada Esperanza Macarena, que había sido coronada canónicamente hacía entonces escasos dos años; precisamente en ese 1966 el Papa Pablo VI otorgaba el rango de Basílica Menor al templo de su Hermandad. Al pie de la Inmaculada, a la izquierda se puede contemplar al pontífice Pio IX imponiendo sus manos sobre las escrituras sostenidas por un ángel, mientras que a la derecha se sitúa un cardenal (¿Spínola?) revestido con capa pluvial azul, color litúrgico de la Inmaculada tomado de la liturgia hispalense y que se extendió a toda la cristiandad, además de un nazareno con túnica de cola negra, perteneciente a la Hermadandad del Silencio que se levanta el antifaz para contemplar a la Inmaculada, así como una pareja de niños seises, vestidos de azul, que se acompañan de la bandera concepcionista y del simpecado de la Hermandad Sacramental del Sagrario.