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03 marzo, 2025

Butrones.

Entre las calles Sol y Gallos, existe una pequeña vía con nombre peculiar. Bastante antigua, ya en 1363 era denominada así por la existencia en ella de un corral de vecinos y un horno que llevaban este nombre perviviendo aún a mediados del siglo XVII. Estrecha, peatonal y con viviendas en su mayoría, hasta 1643 hay constancia de un callejón que iba hasta el cercano convento del Valle (sede ahora de la Hermandad de los Gitanos), pero desapareció tras las quejas del vecindario por la acumulación de suciedad. Como curiosidad, en el número 19, ya cerca de la Puerta Osario, nació en 1890 Pastora Pavón Cruz, conocida «cantaora» flamenca apodada como «La Niña de los Peines», fallecida en 1969. Queda por comentar el origen del nombre de esta calle: Butrón. 

Foto: Reyes de Escalona.

El término puede aludir a un río existente en la provincia de Vizcaya, a un linaje feudal castellano o, incluso, siguiendo el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, al "agujero hecho en suelos, techos o paredes para robar." Precisamente, de un butrón y sus efectos delictivos hemos encontrado una reseña de finales del XIX que pasamos a desmenuzar.

Corre el mes de octubre del año 1897. En la antigua calle Mercaderes número 56 (actual de Álvarez Quintero), esquina con Chapineros, se encuentra la afamada Joyería Pérez, Machuca y Ruiz; a ella acude un sujeto llamado José Lledó (alto, rubio, con barba y acento catalán, según las descripciones de los testigos) con la idea de que los propietarios de dicho establecimiento le alquilen la vivienda de enfrente, también de su pertenencia. El precio del arrendamiento queda estipulado en tres pesetas y media al mes y preguntado sobre qué uso pensaba darle a dicho inmueble, el sujeto declaró que deseaba instalar una negocio de comercialización de vinos que ya había explotado en Gerona, su zona de origen y que para ello requeriría realizar obras de albañilería. Hasta ahí, todo se desarrolló con normalidad, nada hacía pensar en algo sospechoso.

En la mañana del lunes 8 de noviembre, cuando los empleados de la joyería levantaron sus cierres para comenzar su jornada laboral comprobaron, estupefactos, que todo estaba en el más absoluto desorden, estuches y bandejas vacíos abandonados en el suelo, muebles volcados, papeles revueltos y para colmo la caja de caudales estaba abierta y del escaparate de la tienda faltaban innumerables alhajas de gran valor, realizadas en oro y con brillantes y otras piedras preciosas.  Aprovechando las horas nocturnas, los «amigos de los ajeno» habían accedido al céntrico establecimiento con evidentes intenciones. Si el suceso en sí era sorprendente, todavía más lo fue comprobar el modus operandi de los ladrones: un butrón en toda regla; avisados los dueños de la tienda con urgencia, éstos comunicaron el hecho a las autoridades judiciales y gubernamentales, mejor, veamos cómo la prensa local narraba con precisión el desarrollo el robo:

"Una vez que el juzgado vio el pozo que abrieron los ladrones en el escritorio de la casa, trasladáronse con objeto de ver de dónde partía el «escalo», a la casa número 54 de la calle Mercaderes. Las puertas de ésta estaban abiertas. En el patio a la izquierda, hay una habitación con ventana a la calle, en la que se encontró el juzgado un pozo de cerca de tres metros de profundidad y de uno y medio de boca; una habitación que está dentro de aquella estaba llena de tierra. 

Todos los que han presenciado la obra llevada a cabo por los ladrones se maravillan de la precisión de todos los trabajos, de la manera de prevenir hasta los menores detalles para consumar sus propósitos sin ser descubiertos."

Solo en metálico, los ladrones se apropiaron de billetes por valor de 12.500 pesetas de la época, toda una fortuna, eso sí, sin contar el casi incalculable precio del gran número de relojes, pendientes, cadenas y piedras preciosas desaparecidas, lo que sin dudas suponía un enorme quebranto para la firma de joyería sevillana, que había hecho un fuerte desembolso, (se hablaba de 100.000 pesetas) para adquirir género de calidad.  


A la hora de buscar culpables, todas las sospechas recayeron en quien había alquilado la casa de enfrente, misteriosamente desaparecido a la vez que se cometía el delito, aunque interrogados los guardas y el sereno afirmaron no haber visto nada que llamase la atención, salvo precisamente eso, el silencio que existía siempre en ese edificio. Como curiosidad, los "cacos" habían dejado abandonados cinco pares de pantalones, una chaqueta, dos blusas una gorra valenciana y un pañuelo con iniciales. Las primeras prendas quizá fueron usadas durante los trabajos de excavación. Del mismo modo, se halló un gran número de herramientas, como barrenas, palanquetas, berbiquíes, velas y linternas, al igual que restos de alimentos (tres chorizos, pan y dos trozos de queso castellano) y numerosas colillas de cigarros puros. Se ve que trabajaron duro para preparar el butrón, evitando dar con tuberías o canalizaciones y apuntalando su trayectoria para que no se produjeran derrumbes, de manera que los autores de la fechoría tenían experiencia en este tipo de actividades, ya que incluso, para no despertar sospechas, depositaron toda la tierra sacada del túnel en otra habitación aneja. Se dio, además, la circunstancia de que hasta las doce de la noche del día del robo un criado de la joyería estuvo en su interior sin percatarse de nada.

Las pesquisas se prolongaron, especialmente en la búsqueda y captura del misterioso sujeto arrendatario, de quien se supo había estado en una casa de huéspedes y que posteriormente habría tomado un ferrocarril en dirección a Madrid, aunque se habría bajado al llegar a Córdoba, donde se le había perdido finalmente la pista. 

Nadie había escuchado nada, nadie había dado la voz de alarma, ni siquiera el sereno. Habían trabajado sigilosamente, de madrugada o puede que incluso a plena luz del día. Todo se había ejecutado en unas horas, con asombrosa rapidez y efectividad. El botín fue tan abundante como la sorpresa de quienes sufrieron un robo que pasó a la pequeña historia de Sevilla. Casi de inmediato, personal del juzgado detuvo e interrogó a un antiguo empleado de la joyería, en la creencia de que pudo haber suministrado información a los ladrones sobre la ubicación de las cajas fuertes y demás, lo que quedaría demostrado por la precisión con la que actuaron, yendo "a tiro hecho", esto es, sabiendo de antemano dónde buscar y hallar. Sin embargo, las noticias sobre este suceso se diluyen en los meses siguientes, sin que hallamos encontrado referencias sobre si, finalmente, pudo recuperarse el cuantioso botín y capturar a los culpables, de modo que, quizás, pudo tratarse de un "robo perfecto", pero esa, esa ya es harina de otro costal. 

11 mayo, 2020

Calles para recordar en confinamiento (V): Álvarez Quintero

LA ANTIGUA DE LOS MERCADERES.

Audio emitido en la mañana del lunes 11 de mayo, primer día en la Fase I de la llamada desescalada tras la pandemia del malhadado Covid-19. Hablaremos de una calle plena de historia, personajes y comercios. Agradecidos a Maese Jiménez por proporcionarnos sonido.