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21 febrero, 2022

Entre Cruces.

 

Al entrar en la Parroquia de Omnium Sanctorum, sita en la popular calle Feria, llaman la atención varias cruces de cerrajería, de gran tamaño, situadas, una en su fachada principal y otras dos en el lateral interior de su puerta principal, recuerdo de tiempos pasados, en los que, como hemos comentado en ocasiones anteriores, la colocación del símbolo cristiano por excelencia en plazas y calles era tan frecuente que raro era el espacio urbano hispalense que careciese de este tipo de elementos; por un lado, sacralizaban el entorno y por otro, evitaban que a su alrededor se arrojasen basuras o inmundicias. En el siglo XIX el Consistorio decidió retirar la mayoría de estas cruces, entre ellas la famosa de la Cerrajería, perdiéndose muchas y conservándose no pocas, como en el caso que nos ocupa. Pero como siempre, vayamos por partes.


La primera de ellas es la llamada Cruz de Caravaca; recuerda a la cruz venerada en Caravaca de la Cruz (Murcia) y que según la tradición apareció  portada por los aires por sendos ángeles en el transcurso de una Eucaristía, tras carecer de ella el sacerdote que la oficiaba, prisionero de los musulmanes allá por el siglo XIII. 

El historiador y cronista sevillano Luis Montoto (1851-1929) obtuvo datos muy interesantes sobre la de Omnium Sanctorum, como que por ejemplo que ya en el siglo XVII se encontraba ya erigida, pues allá por agosto de 1616, como se denunció entonces, junto a ella se acumulaban las maderas y tablones de un grupo de miembros del gremio de carpinteros, provocando con ello molestias para el vecindario, que veía impedido el paso. Al decir de la resolución municipal de la época: "acordóse de conformidad que se le notifique a las personas afectadas en esta causa que dejen el paso libre de la calle de manera que se pueda pasar por ella sin estorbo y no se proceda contra ninguno de ellos"

Por otra parte, durante la sublevación popular del barrio de la Feria de 1652, el llamado "Motín del Pendón Verde" en contra de los elevados precios y de la falta de pan, se dio el caso de que uno de sus cabecillas, Francisco Portillo de nombre y batidor de oro de oficio, desarticulada la revuelta, según cuenta Álvarez Benavides: 

"Túvose noticia que estaba en su casa, de donde lo sacaron y junto a la Cruz de Caravaca lo confesaron y arcabucearon, colgándolo con los otros dos de diferentes rejas; y sucedió que estando Francisco Portillo cercado del escuadrón, llegó su mujer dando gritos, quiso romper el cerco y llegar, más los soldados no lo consintieron y presenció la infeliz la muerte de su marido."

Los otros dos cabecillas aludidos en el texto fueron apresados tras dar con ellos escondidos tras un altar en la parroquia de Omnium Sanctorum, siendo ejecutados en las inmediaciones de la actual Plaza de Calderón de la Barca y sus cadáveres expuestos públicamente para escarnio y advertencia en otra de las cruces de la collación: la Cruz Verde.

En torno a esta cruz de Caravaca se fundó una Hermandad para rendirle culto, que incluso contó con Reglas aprobadas por el Arzobispado y que llegado el mes de mayo, solicitaba permiso para colocar toldos con los que cubrir la zona a la hora de celebrar la fiesta de la Cruz, siendo restaurada dicho emblema en 1804 con una solemne función en su honor con luces y música y colocándosele una reja para protegerla en 1839. Como puede apreciarse, no era una cruz carente de oraciones y devoción.

En junio de 1840 el carácter reinvindicativo de los vecinos de la collación saldrá de nuevo a relucir, en este caso tras la retirada de la Cruz de Caravaca de su peana, hecho que acaeció de madrugada obedeciendo ello a órdenes dictadas por el Ayuntamiento, órdenes que buscaban al parecer el despejar las calles y plazas de este tipo de elementos, porque, se decía, entorpecían el transitar de viandantes y carruajes. El problema radicó en que la cruz fue entregada, mejor dicho, vendida por "cuarenta y pico reales", para sorpresa de vecinos y devotos, al cura de la "lejana" parroquia de San Marcos, sin que se sepa muy bien por qué, y ello ocasionó toda una tempestuosa oleada de quejas y protestas que culminó con la presentación de un escrito firmado por casi cincuenta vecinos de la Feria en el que afirmaban desear seguir dando culto a la Santa Cruz y que por tanto rogaban mandar que se les entregase.

El Ayuntamiento cedió y finalmente la cruz fue repuesta, aunque por poco tiempo, ya que de modo irrevocable se ordenará su supresión de la calle, ya en el año 1855. Un vecino narró cómo pudo trasladarse la cruz al interior de Omnium Sanctorum: 

"De la dicha parroquia salió un sacerdote revestido de alba, estola y manípulo, acompañado del clero de la misma iglesia parroquial, y al llegar al sitio donde estaba la cruz, que era inmediato a la Correduría, la quitaron de la peana donde estaba colocada, y formada procesión, la condujo dicho sacerdote sobre los hombros, sin embargo de ser tan pesada, ayudándole como cirineo uno de los clérigos que le acompañaban, llevándola así en esta forma hasta dicha iglesia, donde fue decentemente colocada y aún existe.

Esta cruz es de hierro y está pintada de amarillo, y tiene dos ángeles a los lados, también de hierro, que forman parte de su adorno." 



Otra otra cruz "compañera" de puerta es la llamada Cruz del Garfio, que poseyó este curioso nombre, ¿Por qué? el cronista González de León nos lo aclara al referirse a la calle donde estaba enclavada:

"Enmedio había una cruz grande de hierro sobre peana de material, en la cual estaba de firme un garfio o pescante, del que colgaban el peso o romana para pesar el carbón; y de este peso dejaban cierta limosna obligatoria para el culto de la dicha santa cruz, que del garfio que tenía en la peana tomó el nombre, y de ella y del peso lo tomó la calle"

 Efectivamente, sirvió como soporte para colocar en ella una balanza o "romana"; si decimos que la calle donde se ubicaba era la calle del Peso del Carbón (el actual tramo de Peris Mencheta más cercano a Feria) queda todo explicado, aunque hay que destacar que también poseyó hermandad propia, que se financiaba con aquellos donativos dejados tras cada "pesada" de carbón. 


En julio de 1816 se sabe que se estrenó un retablo para darle culto, sito en el muro exterior de Omnium Sanctorum más próximo al Mercado de Abastos, lo que indica que habría sido trasladada desde su ubicación primitiva, y allí convive con su otra "colega", así como con una tercera cruz llamada "de los Linos" (¿O quizá "del Triunfo"?), utilizada para marcar un cementerio de la Peste de 1649, reflejo de un tiempo en el que las cruces callejeras eran parte de la cotidianidad hispalense...

19 abril, 2021

Dos años con Feria.

 

Sería de perogrullo decir algo tan obvio como que debido a esta maldita pandemia llevamos dos años sin que pueda celebrarse la Feria de Abril, algo que sólo ocurrió durante los años de la Guerra Civil, entre 1937 y 1939. Pero, en cambio ¿Cómo fue la Feria durante sus dos primeros años? 

Como es comúnmente sabido, los concejales Narciso Bonaplata y José María Ybarra, catalán y vasco, respectivamente, lograron de la reina Isabel II el permiso para establecer una feria anual de ganados y productos agrícolas en nuestra ciudad, con el loable fin de promover las transacciones comerciales y dar aliciente a labradores y criadores de ganado para mejorar sus productos, a semejanza de otras ferias ya conocidas como las de Mairena del Alcor o Carmona. Se fijaron a tal fin los días 18, 19 y 20 de abril del año 1847 y el llamado Prado de San Sebastián como lugar escogido para la Feria;  en ella, al decir de las crónicas de aquel momento, se movieron 9.684 ovejas, 4.289 carneros o 4.111 cerdos, y para los amantes de las cifras, baste decir que el volumen de negocio ascendió a la nada despreciable cantidad de 316.000 reales. 

Mas no todo fueron cuestiones económicas, pues se entoldó la calle San Fernando, en ella se situaron tiendas de paños, peinetas, joyas e incluso un curioso bazar marroquí, por no hablar de cómo en otra zona cercana se colocaron puestos de quincalla, juguetes de barro y latón, abanicos, y desde la Alcantarilla del Tagarete hasta la Enramadilla asentaron sus reales gitanas que freían buñuelos, y feriantes que ofrecían menudo, pescado frito y caracoles regados por vinos de Sanlúcar de Barrameda y el Aljarafe. Eso sí, las casetas, el paseo de carruajes o el circo tendrían que esperar algunos años para tomar carta de naturaleza en el real. 

Tampoco quedó al margen la Fiesta Nacional, programándose varios festejos taurinos en el coso maestrante, alternando Juan Lucas Blanco, de Sevilla con Manuel Díaz “Lavi”, de Cádiz, lidiando reses de acreditadas ganaderías. La lluvia deslució el final, pero se tomó la decisión, sobre la marcha, de ampliar la feria una jornada más. Al decir de los "plumillas" de la época, recogidas sus crónicas en la prensa local, el experimento resultó un sorprendente éxito, avalado por la gran presencia de sevillanos, aunque no faltaron voces discordantes como suele ocurrir.  

Incluso la prensa de la capital del reino se hizo eco de la actividad en el recinto ferial, como reflejó el diario El Clamor por aquellas fechas para sus lectores madrileños: 

El dia 18 del corriente dió principio la celebración de la feria que ha concedido útimamente S. M. a la ciudad de Sevilla. Los periódicos de aquella capital vienen describiendo el aspecto brillante y animado que aquella presentaba en el primer dia. El Diario de aquella capital dice de este  propósito , entre otras cosas, lo siguiente: «La hermosa y recta calle de San Fernando, perfectamente entoldada, y cuya acera derecha está cubierta de portátiles tiendas de todas clases de géneros y efectos, es como si dijéramos el principio ó primer término del hermoso panorama que se presenta a la vista del observador cuando se halla fuera de la puerta del mismo nombre. A la derecha un hermoso café, y á la izquierda, bajo también de cómodos toldos, una larga y no interrumpida hilera de tiendas y puestos están como circundando el pintoresco y dilatado prado de San Sebastian, sobre cuya verde alfombra se destacan mil pintorescas tiendas, dando con ellas y con la multitud que las rodea, la idea exacta de un numeroso campamento. Toda Sevilla vive estos dias en los alrededores de la feria. Las bellezas de Sevilla, abandonando estos días las encantadoras riberas del Guadalquivir, van a ella a ostentar sus gracias, llevando en pos de si, como es natural, a todo lo que encierra esta rica población.»

 Hasta aquí, todo resulta más o menos conocido, a fin de cuentas, por tratarse del primer año de la Feria de Abril no son escasas las fuentes para consultar datos sobre aquel año; sin embargo, en 1848, la Feria quedó marcada por una coincidencia que quizá sus fundadores no habían tenido en cuenta aquel primer año de debut: las jornadas previstas para que tuviera lugar, los días 20, 21 y 22 de abril, eran Jueves, Viernes y Sábado Santo. La celebración coincidía de pleno con la gran fiesta de la ciudad, la Semana Santa. Ello no amilanó a los organizadores, ya que se decidió (algo impensable en nuestros días) que ambos acontecimientos compartieran semana. ¿De qué manera?

El Sábado de Pasión, víspera del Domingo de Ramos, se inauguró en la Plaza de Toros la exposición de ganado con entrega de premios; el Domingo de Ramos, mientars que por la mañana el Cabildo de la Catedral celebraba su preceptiva Procesión de Palmas, por la tarde hicieron su estación de penitencia con normalidad las hermandades de la Amargura y el Amor, que estrenó los bordados del palio, aunque se dio la circunstancia, reflejada en la prensa local, de que aquel año las hermandades no llevaron acompañamiento musical dados los elevados precios de las diferentes bandas; los actos feriantes prosiguieron como decíamos el Lunes Santo, con un gran incremento en las ventas de ganado caballar o con la celebración de carreras de caballos en el hipódromo situado en la Dehesa de Tablada, todo ello durante los días del Lunes al Miércoles Santo y enmedio de una meteorología no muy favorable, con viento y lloviznas, que no consiguó desanimar a la numerosa concurrencia. Esa misma tarde tenía lugar en la catedral uno de los actos litúrgicos y músicales más importantes de la Semana Mayor: la interpretación del Miserere, compuesto por Hilarión Eslava en 1835 y renovado en 1837.

La Feria finalizó por tanto el Miércoles Santo, con gran éxito, y dejó paso a las celebraciones pasionistas del Jueves y Viernes Santo, que incluyeron, dentro de los "desfiles procesionales", la salida de la Hermandad del Santo Entierro, entonces radicada en la antigua Capilla de la Antigua y Siete Dolores, propiedad en la actualidad de la Hermandad de Montserrat.

Casualidad o no, un par de acontecimientos, cada uno en su vertiente y sin aparente conexión, marcará este año y el siguiente: por un lado, el primer número del Diario El Porvenir, fundado por Antonio de Cisneros, el 4 de marzo de 1848 y por otro, y no menos importante, la llegada a Sevilla de unos ilustres visitantes que a la postre elevarán a nuestra ciudad a la categoría de Corte Chica y que con su mecenazgo y apoyo darán empuje a las fiestas primaverales: los Duques de Montpensier. Pero esa, esa ya es otra historia...


06 julio, 2020

Mercados hispalenses (I)

Ahora que puede que vuesas mercedes gocen de merecido descanso en tiempo estival y que, Dios no lo quiera, han de permanecer en nuestra urbe por mor de aquestos tiempos inciertos, hacemos pública visión de cómo los mercados de abastos pueden constituir lugar de visita y hasta de disfrute para paladares exigentes. Y aunque ya en otra ocasión hablamos de pormenores sobre la calle Feria, baste ahora, ahora, como muestra, un botón:




03 febrero, 2020

Va de pozos...


   

Rebuscando posibles temas para esta sección, nuestro habitual equipo de documentalistas, archiveros y bibliotecarios nos alertó de la inexistencia de una reseña acerca de los diferentes Pozos erigidos en Sevilla en general y pertenecientes a calles o conventos en particular. Comenzaremos, pues, por uno bastante conocido, y que es hasta "Santo":

 

   El azulejo que preside dicho lugar es bastante elocuente, en él se nos cuenta que se fundó como Fraternidad Franciscana para mujeres impedidas en 1666 por las madres beatas de la Orden tercera de San Francisco Marta de Jesús y Beatriz de la Concepción; y así debió ser, pues María del Carmen Giménez, profesora del Departamento de Historia Contemporánea de la Hispalense, cuenta que el día 5 de enero, víspera de la Festividad de la Epifanía, del año ya comentado, arribaba a nuestra ciudad la religiosa franciscana Beatriz Jerónima de la Concepción, comisionada por su superiora para lograr limosnas con que constituir un Hospital de convalecientes en el salmantino pueblo de Cabrilla.


   Pero como el hombre propone y Dios dispone, coincidiendo con que religioso dominico Fray Gonzalo de Morales, confesor de la madre Beatriz, aconsejó a ésta la creación en Sevilla de otro instituto benéfico ella misma enfermó, lo que la movió a crear precisamente ese Hospital para ella misma y otras mujeres desvalidas. No quedó ahí la cosa, pues la mismísima Superiora, Marta de Jesús Carrillo, no sólo concedió su beneplácito, sino que viajo ella misma a Sevilla para ayudar a su compañera en el fin común que ambas se habían planteado: fundar un Hospital destinado a la asistencia de mujeres impedidas en cama o ciegas.

   Entra en escena otra mujer, Doña Ana Trujillo, quien determinó proveer el terreno para el hospital que, al mismo tiempo, hizo donación de tres camas  y de un cuadro que representaba a Cristo resucitado y a San Francisco y Santa Teresa. Esta primera casa estaba situada en la calle de la Venera, actual José Gestoso

   Con dichos elementos y la limosna de 50 reales que dio el doctor en Teología Melchor de Escuda, Obispo de Bizerta, se creó esta benéfica institución bajo el título de “Hospital del Santísimo Cristo de los Dolores o del Buen Pastor”. Tres años después, la misma señora Trujillo compró en la plaza del Pozo Santo el sitio en que hoy se alza el Hospital. Fallecida la madre Beatriz, su compañera Marta de Jesús, sola, procuró completar la fundación formando la Comunidad, trazando sus reglas, que fueron aprobadas por el Arzobispo Espínola y activando la terminación de las enfermerías e iglesia. La iglesia fue abierta el 18 de enero de 1682 y bendecida el 4 de febrero de 1686 por el prelado Jaime de Palafox y Cardona.



   Hasta aquí los comienzos de esta benéfica institución, siempre digna de encomio por su meritoria labor, pero, ¿Por qué el nombre de “Pozo Santo”? ¿Existió un pozo en la zona? ¿Por qué se “canonizó”? Un azulejo, realizado por Luis Maroto de Guzmán en 1916 y colocado en ese año en el zaguán del actual Comedor de San Juan de Dios, en la frontera calle Misericordia, nos recuerda un suceso o leyenda acaecida no se sabe bien cuándo. Luis de Peraza, en su Historia de Sevilla, escrita en torno a 1535-1536 según el profesor Morales Padrón, nos lo cuenta de esta manera, reproduciento por nuestra parte el texto tal cual:

    “Otras algunas cosas hai en la real cibdad Sevilla, cuyos nombres, aunque usamos, por no saber las causas dellos, nos ponen admiración, y combidan a nuestros ánimos a que lo preguntemos. Es el primero el Varrio del Pozo Santo, al qual hombres mui antiguos, dignos de fee, llaman así; y preguntándoles yo a algunos dellos la causa, responden, en el tiempo pasado haver allí enmedio de aquella plaza, haver sido un pozo común, del qual se servía en sus necesidades todo aquél varrio, y cayendo un niño en él, súbitamente subió el agua hasta arriba hasta lanzar al niño y ponerlo sin ninguna lisión en tierra. Por esto fue aquel pozo luego aplicado a la confiscación y tapado por que más no se aprovechasen dél en usos profanos, y su nombre de Santo Pozo se ha quedado así.”


   Curiosamente, en 1832, el investigador González de León, al describir la Plaza del Pozo Santo, también aludía al mencionado hecho milagroso, ampliado la información:

   “En este sitio estaba una pintura de Nuestra Señora y al pie un pozo público en el cual por descuido casual cayó un niño y o el mismo clamó, ó sus padres lo encomendaron á la Señora en aquella pintura, y continuando en su oración vieron que las aguas del pozo subían con el niño hasta llegarlo al brocal donde sus padres lo recogieron salvo y sano. Esto movió á los cofrades del antigüo é inmediato hospital de la Misericordia á que llevasen la citada imágen dentro de su iglesia y la colocasen en su altar mayor pintando el milagro en el mismo cuadro, y levantando sobre el pozo una cruz y cercándola de rejas co-mo existe, dejando á la posteridad el nombre del pozo Santo para eterna memoria del milagro. Este nombre de Santo se le dió al pozo, y del pozo Santo tomó el nombre la pla-za, y despues el hospital qjae se fundó en ella. (…) El sitado pozo está cubierto, y en la octava de la Asunción de Nuestra Señora lo abren y se veven sus aguas, sin que en la plaza halla nada mas que observar; la cual es pequeña y está á la salida de la calle de la Misericordia.”

 

   Nada se sabe de la pintura que alude González de León, aunque curiosamente se conserva en la Sacristía de los Cálices de la Catedral un lienzo llamado La Virgen del Valle o del Pozo Santo, atribuida a Alonso Vázquez en el último cuarto del siglo XVI.


   Otro apunte con un pozo como protagonista, un suceso narrado por también por Don Félix González de León: se cuenta que en 1403 ocurrió célebre milagro que hizo, se supone, la Virgen María a través de una imagen suya propiedad de una señora natural de Écija. Todo estriba en que al parecer el hijo de esta ecijana cayó al pozo de su vivienda en un descuido y las aguas se levantaron hasta el brocal, echando fuera al niño en presencia, se dice, de innumerables testigos. Este milagro conmovió tanto a la piadosa mujer que con sus donatviso fundó un convento de monjas Dominicas con la advocación del Valle, pensamos que por tratarse de la Virgen patrona de Écija. 

Pozo hallado y expuesto en la Sala de Recuerdos

    Con el tiempo ese Convento del Valle ha quedado ahora convertido en el Santuario de la Hermandad de los Gitanos, quien conserva junto al templo, en la zona de la tienda de recuerdos, un brocal de pozo de bastante antiguedad, ¿Será el pozo que dio origen a la leyenda milagrosa? 



   Tampoco podemos olvidar que un tramo de la calle Feria, donde estaban radicados los pertenecientes al Gremio de Carpinteros, se llamó en el siglo XVI Pozo de los Hurones, en alusión a estos animales, criados al parecer para ser utilizados sobre todo para la caza de conejos. 

   Y por último, un pozo en pleno centro histórico: el del Compás del Antiguo Convento de la Paz, ahora sede de la Hermandad de la Sagrada Mortaja; un pozo del cuál nos cuentan que hasta los años 50 o 60 sirvió para proporcionar agua a los vecinos del patio en tiempos de sequía... 



Terminamos, pues, y aprovechamos para dejar un refrán castellano apopiado para estas letras: "Dios te dé salud y gozo y casa con corral y pozo."


09 junio, 2016

Paso a dos


 Nos contaron aquesta historia una noche entre jarros de mosto, aceitunas, queso y chicharrones, que para eso no andábamos alejados de la Plaza de la Feria, famosa por sus manjares y valentones: 

 "Se cuenta que, en tiempos del buen rey Felipe el Cuarto, unos enamorados, de buena cuna y aristocráticas familias, hartos de soportar la negativa de sus progenitores, fugáronse una noche, contrayendo matrimonio con la complicidad y aquiescencia del párrroco de Omnium Sanctorum y su sacristán. 



Conchabados todos, con dos testigos aprestados para la ocasión, contrajeron nupcias, sin que el secreto fuera levantado. Prometiánselas muy felices, e incluso celebraron banquete con más íntimos deudos, donde no faltaron ni las risas ni los bailes, amén de razonables cantidades de apetitosas viandas y deliciosos vinos del Condado y el Aljarafe. 

Mas cuentan también que, encolerizadas ambas familias por tamaño desafío, una vez conocido el suceso, los apresaron y obligaron a renunciar a tan cabal matrimonio, ingresando el marido en un monasterio cartujo y ella en convento de clausura, no lejos de San Marcos. Quedó con ello tapado el escándalo y el honor en salvaguarda de tan nobiliarias casas.


 Pueden imaginarse vuesas mercedes cómo el dolor por la separación y la angustia por no saber el uno del otro causaron tan profunda tristeza que en lo sucesivo renunciaron a toda visita o contacto con sus semejantes, al heremítico modo."



Llega hasta aquí la narración, amable lector de estos pliegos. Apócrifa o no, se dice que, fallecidos al cabo de los años, todavía en aquestos tiempos que corren, pueden verse sus osamentas por la calle de la Feria, bailando como si fuera la primera danza de su convite nupcial, ora una zarabanda, ora una chacona y que quienes así los han contemplado incluso han escuchado melodías alegres que acompañan los pasos y giros de los frustados esposos...

18 agosto, 2015

Enigmas (III)



La hemos hallado en plena calle de la Feria, no lejos de la parroquial de Omnium Sanctorum y de su famoso Mercado de Abastos. Cuelga de casa corriente y desconocemos su utilidad, ya que no parece estar destinada a toques de vísperas, angelus, oraciones o quinarios; por un momento pensamos pudiera ser fruto de rapiña de desaprensivos o broma de escaso gusto, pero el ver que adolece de badajo y que por tanto trátase de muda campana no hace sino confundirnos aún más.