Prosiguiendo aquestos pliegos, y como mencionábamos en anteriores escritos, dispusímonos con ánimo jaranero y contento general a empaparnos, dicho sea sin gusto por la chanza, de lo que los hispalenses de hogaño llaman la Feria.
Tal y como augurábamos la ciudad paresció, por un lapso de tiempo, conjurarse contra los recientes temporales, ensalmar temores y olvidar tristezas pasadas y penurias presentes, concentrándose en el llamado Real y en más de diez cientos de casetas de la más diversa índole y tamaño, propiedad de corporaciones, gremios, cofradías o familias.
Tal y como augurábamos la ciudad paresció, por un lapso de tiempo, conjurarse contra los recientes temporales, ensalmar temores y olvidar tristezas pasadas y penurias presentes, concentrándose en el llamado Real y en más de diez cientos de casetas de la más diversa índole y tamaño, propiedad de corporaciones, gremios, cofradías o familias.
Harto complicado nos habría resultado tener paso franco a en alguna de ellas de nos ser por la correspondiente cedulilla que nos facilitase la entrada, antes bien, cosa a gala llevada por no pocos es la suma traza que se dan en burlar la vigilancia que monta guardia a las puertas, sortearla y embozarse cual aparecido o espectro.
Quienes saben de este acontecimiento cuéntannos que el aderezo y adorno de estas casetas viénese manteniendo desde tiempo ha, y que viene a ser trasunto de la morada hispalense en la décimo novena centuria, por ello, no es de extrañar que no se vean modernos aparatos ni recientes, en su diseño, mobiliario, antes bien, abunden cortinajes, cornucopias, cuadros, sillas y mesas en madera tallada y pintada con ingeniosos motivos y hasta retratos y lámparas y cómodas.
Empero, justo es de reseñar cómo si antaño eran frecuentes los cantos de seguidillas y su baile por parte de los naturales de cada caseta, en aquestos tiempos paresce que dicha costumbre ha caído en lamentable desuso, contraviniendo la más rancia tradición y siendo trocada por grupos de cantores que suelen interpretar las antedichas seguidillas o sevillanas por un estipendio.
Cuéntannos quienes saben de la dicha Feria que no poco ha cambiado el yantar en ella, pues chacinas de la Sierra, quesos u otras viandas más humildes han dado paso a exagerados manjares y profusión de mariscos de las costas del Atlántico, lo que merma no poco las bolsas. Abundan los vasos con cerveza, que aunque tenida por bebida de gentes del Norte o incluso de bárbaros en otros tiempos agora es venerada especialmente, con mayor intensidad si es la fabricada en unas barricas hasta no ha mucho cercanas al Humilladero de la Cruz del Campo.
Item más, son los caldos generosos de Sanlúcar de Barrameda o Jerez de la Frontera los preferidos en estas jornadas, aunque hemos de mostrar nuestro desagrado por su mixtura con bebidas carbonatadas, cosa que consideramos asaz vacua y hasta herética.
Como era obligado, acudimos a las fiestas de toros en el coso que los Maestrantes tienen en el Mal-Baratillo y pudimos regocijarnos no tanto del juego de las reses o del arte de sus matadores como de la belleza del edificio y de sus arcadas.
La mañana no la hay, pues en esas horas apenas puede verse público, y éste comienza a aglomerarse muy pasado el mediodía. Hasta el atardecer tiene lugar el Paseo de Caballos en el que lo más granado de la sociedad hace ostentación y gala de monturas y carruajes, con enganches del más diverso tenor. No faltan bellas damiselas ni gallardos jinetes.
La noche hace que la Feria torne en su colorido y que docenas de luces la iluminen con grande contento para todos. La Portada (a quien tomamos por Arco Regio no hace muchas calendas) luce con gran esplendor y conviértese en lugar de cita para no pocos.
Dejábamos en el tintero, para concluir, que si para muchos esta Feria bien podría ser Paraíso, soprendiónos en grado sumo la presencia de una Calle llamada del Infierno, y más aún que en ella, en vez de almas sufrientes de tormentos del Maligno se erigiesen curiosos mecanismos y extravagantes maquinarias para divertimento general.
Quedamos sumamente impresionados por tal alarde, mas también ciertamente anhelantes de acudir en mayor número de ocasiones al Real. Elevaremos plegarias para que el próximo año dicho anhelo se cumpla.
Quedamos sumamente impresionados por tal alarde, mas también ciertamente anhelantes de acudir en mayor número de ocasiones al Real. Elevaremos plegarias para que el próximo año dicho anhelo se cumpla.