Ahora que se acorta la espera, permítannos que en aqueste pliego que ahora principiamos relatemos cómo las cofradías hispalenses se aprestan para celebrar la inminente Semana Santa, afanándose en montar sus andas procesionales, trasladándolas a sus templos o ejecutando pertinentes ensayos para los mozos que cargarán dichos Pasos, que no hay cosa más hermosa que esta bendita espera, pues en cuanto lleguen los anhelados días todo pasará como en suspiro.
Disfruten vuesas mercedes de estas dulces jornadas, pues, y procuren apurarlas al máximo...
Desde 2011. Venturas y aflicciones de Don Alonso de Escalona, un sevillano del siglo XVII en la Hispalis del XXI.
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08 marzo, 2016
09 marzo, 2015
Con nocturnidad.-
En las frías noches cuaresmales, causábanos cierto estupor contemplar extrañas mesas de gran tamaño portadas en su interior por esforzados jóvenes (y no tan jóvenes) cubiertas las testas con costales y fajados con gruesos lienzos como los que usaban los mozos de cuerda antaño.
Cierto es que en principio pensamos, en nuestra habitual ignorancia, que se trataba de condenados por la justicia y que era su castigo portar tremendos pesos sobre sus cervices, preguntándonos, incluso, si no habría sido más útil para el Rey, nuestro Señor, que sirvieran como galeotes en la Armada.
Tal sería nuestra sorpresa al contemplar tales maniobras en plena madrugada, que uno de los mozos, inquirido por nosotros, nos ilustró sobre tal pormenor, indicándonos que tratábase de entrenamientos para las andas de Semana Santa y que tales parihuelas iban o bien cargadas con pesados fardos, o con macizos bloques de piedra o incluso con algunas de las esculturas que luego procesionarán, Dios mediante, a partir del próximo Domingo de Ramos.
Quedamos sobrecogidos por la destreza de capataces y contraguías, que así se denominan quienes comandan tales ingenios de madera y metal, e hicimos votos por apreciar, en lo sucesivo, el oficio y trabajo del que los dichos costaleros hacen gala.
04 marzo, 2013
Vísperas de vísperas.-
Casi a hurtadillas, entrando en
cualquier templo, hemos apreciado no sin cierta alegría, cómo prodíganse o brotan en no
pocos sitios ciertos esqueletos hechos de pesado hierro.
Para cualquier profano en
materia, quizá resulten confusas estructuras o inexplicables artilugios, pero
es bien sabido que soportarán, en cuestión de jornadas, terciopelos, maderas,
orfebrerías, y lo que es más notorio, a benditas Imágenes de singular devoción
prestas y dispuestas a su anual veneración por las calles de la ciudad.
Item más, en San Francisco comienzan a erguirse plateas o andamios desde donde contemplar desfiles procesionales (discúlpesenos por tal expresión), o mejor dicho, cofradías, desde privilegiada atalaya reservada a escaso número de conciudadanos.
Todo parece conjugarse un año más, en fin, para que sobre osamentas de hierro (o madera, según casos) se revista la ciudad de mejores galas en espera de sus más ansiadas fechas.
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