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23 agosto, 2021

Eritaña.

Para muchos, el nombre de Eritaña sonará a la actual avenida de la Guardia Civil, entre el desaparecido Puesto de los Monos y Manuel Siurot, frente a la Casa Rosa, propiedad en la actualidad de la Junta de Andalucía. El nombre de la avenida procede, como sabrán no pocos, de la famosa Venta de Eritaña, que estuvo situada en este lugar durante los siglos XIX y XX. Pero como siempre, vayamos por partes.

Históricamente hablando, la zona, ubicada en las cercanías de los arroyos Tagarete y Tamarguillo, siempre habría sido residual por lo alejado del casco urbano de Sevilla, ya que lo más cercano era el Prado de San Sebastián y, a partir del XVIII, la Fábrica de Tabacos o el Palacio de San Telmo. Ello hará que estos terrenos apenas tengan importancia por ser fácilmente inundables, aunque a partir de 1833, con la intervención del Asistente Arjona, se crean los Jardines de las Delicias, que abarcarían todo el margen del Guadalquivir y finalizarían en un extremo próximo a la zona de la que hablamos. 

No lejos de Ermita de San Sebastián, en 1839, el historiador González de León destacaba ya la presencia de la Venta de Eritaña, encrucijada para los caminos a Dos Hermanas y a El Copero y enclavada en la llamada Huerta Mariana, terrenos en los que andando los años se construiría la Plaza de América. Como curiosidad, el autor mantenía que el nombre de Eritaña procedía de Aritaña, que a su vez habría sido vocablo de origen romano relacionado con el dios Ares que habría tenido en esta zona un templo romano en su honor...

El 24 de junio de 1880 se estrenó en el Jardín del Buen Retiro de Madrid la obra "La Cachucha", "Pasillo Histórico Lírico" escrito por el sevillano Rafael Leopoldo Palomino de Guzmán con música del maestro Carlo Mangiagalli; el desarrollo de la obra, que transcurre en 1820 dentro del ámbito del más evidente costumbrismo andaluz, tiene lugar en la Venta de Eritaña, lo cual nos da idea de la antiguedad del lugar; a mayor abundamiento, en 1899, en el número 100 de la revista taurina madrileña Sol y Sombra, el cronista Carlos L. Olmedo publicó un extenso y laudatorio artículo que finalizaba así, en alusión a Manuel Vázquez, propietario entonces del negocio: 

Venir a Sevilla y no haber visitado la famosísima Venta de Eritaña, es tanto como ser cristiano y no haber entrado nunca en la Iglesia, y perdónenme la comparación. ¿Quién no conoce, aunque no sea más que de referencia, a Manolito Vázquez?
 

Como relata el profesor Duhart, de la Facultad de Ciencias Gastronómicas de Mondragón, el local poseía varios espacios o pabellones, con decoración ciertamente historicista, como el Merendero del Puente de Triana, el de la Torre del Oro o el rústico, así como una carta basada en menús con productos andaluces que eran muy apreciados por la aristocracia hispalense y por no pocos turistas o visitantes,  no en balde, llegó incluso a recibir, entre otras, la visita del Ministro de Marina, Arias de Miranda, en 1910, narrando la prensa local que degustó unas cervezas junto con sus acompañantes.

Además, la Venta de Eritaña se caracterizó en sus primeros tiempos por acoger innumerables banquetes en honor de personajes destacados del ámbito político, castrense, académico o artístico, banquetes en los que los discursos e intervenciones se prodigaban y en los que no faltaban los vinos generosos o los consabidos cigarros habanos. Buena prueba de ello es el homenaje brindado al escritor Vicente Blasco Ibáñez en la primavera de 1907 por parte de sus correligionarios del Partido Radical, al que pertenecía y por el que se presentó como Diputado a Cortes; Eritaña debió impactar al literato valenciano, pues aparece en su novela "Sangre y Arena" como lugar tanto para elegantes comidas como para sórdidas juergas de madrugada protagonizadas por el torero protagonista, Juan Gallardo y su séquito de aduladores y banderilleros, en las que nunca faltaba el cante flamenco. 

Del mismo modo, el lugar era también propicio para mítines y reuniones de corte político, como la celebrada en junio de 1931, promovida por el Comandante Ramón Franco, entonces Director General de Aeronáutica, en la que participó Blas Infante.

Unida a estos pormenores, otro de cierta importancia, esta vez en el orden gastronómico: el origen de la tapa. Tradicionalmente se ha atribuido, merced al relato de Antonio Burgos, éste a la iniciativa de un cliente del Café Iberia, en la calle Sierpes, quien envió a por manzanilla a un camarero a otro bar con el ruego de que le colocase al catavino una "tapa" de jamón. Sin embargo, en 1904, un escritor español, aunque establecido en La Habana, Nicolás Rivero Muñiz, en su obra "Recuerdos de un viaje", escribía: 

De la Biblioteca Colombina fuimos a la "Eritaña", venta célebre en Sevilla por sus hermosos emparrados y por las juergas que allí suelen correrse. Almorzamos bajo aquellos doseles de verdura, salpicados de flores, un gazpacho y un corderito asado que olían y sabían á gloria. Y antes habíamos preparado convenientemente el estómago catando unos chatos con tapaera, capaces de resucitar á un muerto. Dan allí ese nombre a unas cañitas achatadas de manzanilla cubiertas con unas rajas casi trasparentes de salchichón de Vich ó de jamón de la Sierra, que en materia de comer y beber son la esencia de lo sabroso y la suprema elegancia

De este modo, parece ser que la "tapadera" de chacinas o jamón con la que cubrir la copa o caña de manzanilla era algo más que habitual por aquellas fechas, o puede que incluso antes. 

1917: Cruz de Mayo en Eritaña

Como homenaje musical, el célebre compositor Isaac Albéniz, al componer su famosa Suite Iberia para piano entre 1905 y 1909 tituló uno de sus pasajes con el nombre de la "Venta de Eritaña", en una composición llena de vida y colorido basada en los acordes de unas sevillanas. El también músico Debussy afirmó tras escuchar esta pieza que "Nunca la música ha alcanzado expresiones tan diversas. Los ojos se cierran como fatigados de haber contemplado tantas imágenes".

La clausura de la Exposición Iberoamericana de 1929 en 1930 supondrá el lento declive de Eritaña, que poco a poco pasará de ser un elegante lugar de encuentro para las clases altas a convertirse en lugar de mala fama por comenzar a ser frecuentado por personas del entonces llamado "mal vivir", al menos por la noche, como alude la experta profesora y doctora en Antropología Isabel González Turmo. Finalmente, la Venta de Eritaña aún mantendrá abiertas sus puertas sobre 1962, cerrándolas más tarde, tras más de siglo y medio alegrando la vida de los sevillanos.