" - Dios le guarde, amigo, qué, ¿Se ha enterado de algo de lo de anoche? ¿Qué me puede contar?
- Buenos días nos de Dios; pues mucho no hay que rascar; a ver, que se sepa, eran dos, eso es lo que cuentan los monaguillos, incluso hay quien dice que dejaron alguna prueba de su presencia dentro del recinto, como una colilla y los restos de un puro habano, aunque eso no termino de creérmelo. Emplearon útiles afilados y durante el robo se desprendieron algunas piedras preciosas que quedaron en el suelo. Planeado lo tenían, de eso no hay duda, actuaron con premeditación, nocturnidad y alevosía, como dicen ustedes, ¿No?; es más que seguro que se escondieron tras el cierre, quizá dentro de un armario usado por un capellán enfermo que lleva semanas sin acudir a sus deberes litúrgicos, burlaron la vigilancia y salieron con total impunidad al amanecer tras la apertura para los primeros cultos de la jornada, sin que nadie notase nada extraño.
- Don Juan Manuel, el Capellán Mayor de la Capilla Real, fue puesto de inmediato sobre aviso por Miguel García, el sacristán mayor, de que alguien había forzado las dos cerraduras del camarín de la Virgen y que faltaban... bueno, quede con Dios que ya está llamando a Coro la Giralda y llevo prisa, desconozco más detalles y está a punto de llegar el juez de primera instancia para iniciar las pesquisas. Luego si lo desea nos vemos en Las Escobas y a ver de qué más me entero para relatarle, con un chato de vino por delante, eso sí".-
Ésta bien podría haber sido, por qué no, una probable conversación entre un "repórter" o "plumilla" de hace ciento cincuenta años a la búsqueda de titulares y su fuente anónima, a buen seguro personal de la catedral. ¿Qué ocurrió en la capilla real aquella noche de finales de abril de 1873? ¿Qué sucedió para que hasta la prensa madrileña se hiciera eco? Como siempre, vayamos por partes.
Tras el breve reinado de Amadeo I de Saboya, en febrero de aquel año se había proclamado la I República Española: inestabilidad política y crisis económica iban de la mano; como ha relatado Alfonso Jiménez, el cabildo catedralicio hispalense incluso carecía de los fondos necesarios para el gran Monumento Eucarístico y éste, insólitamente, quedó sin montar, en una Semana Santa en la que sólo salieron tres cofradías: las Siete Palabras, la Macarena y las Cigarreras. La guerra abierta con los carlistas y los independentistas cubanos y una preocupante y creciente conflictividad social auguraban meses difíciles para la naciente República. Todo ello se pudo comprobar en nuestra propia ciudad con la proclamación del denominado Cantón de Sevilla, breve intento de federalismo republicano independiente promovido por los llamados "intransigentes" y que funcionó durante los meses de junio y julio de aquel año, hasta que finalmente fue suprimido y reprimido por la fuerzas militares al mando del general Pavía (sí, el de los "soldaditos de bacalao"), quien el 1 de agosto daba por finiquitado el Cantón no sin resistencia armada y destrozos en zonas concretas de la ciudad.
Joaquín Domínguez Bécquer. Virgen de los Reyes portando la corona sustraida. Siglo XIX. |
En un clima de cierta tensión, al amanecer de aquel martes de la primavera de aquel año de 1873 el cabildo de capellanes reales hubo de reunirse con carácter de urgencia ante la gravedad de los hechos acaecidos en la noche anterior, la sacrílega sustracción de varios elementos que formaban parte de la vestimenta de la Virgen de los Reyes, a saber: corona, peto, alhajas varias y una flor de pedrería que solía portar en su mano el Niño Jesús, tal como ha recogido en sus interesantes investigaciones la profesora Teresa Laguna.
Avisado el Cardenal Arzobispo Luis de la Lastra, la noticia del expolio corrió de boca en boca, congregándose gran cantidad de curiosos en el entorno de la catedral a la búsqueda de las últimas novedades de un caso que había entristecido a la ciudad tanto por el atentado que suponía a su patrona como la pérdida de una parte importante de su patrimonio. Ni que decir tiene que la prensa no tardó en hacerse eco de lo sucedido, planteando, como en el caso del diario La Andalucía algunas incógnitas:
"Lo extraño del suceso es que la gran verja que sirve de puerta de entrada no tenía señales de haber sido forzada. ¿Por dónde entraron los autores del robo? Sin duda se quedarían dentro de la capilla desde el día anterior; y aun siendo así, ¿Por dónde salieron? Cuestiones son éstas que la autoridad se ha encargado de aclarar."
Para mayor abundamiento, el delictivo suceso se propagó hasta la capital del Reino, (perdón, de la República), ya que el diario El Imparcial de Madrid publicaba citando a otro colega sevillano:
"Dice El Español de Sevilla que el jueves se echó de ver que a la imagen de la Virgen de los Reyes de la real capilla de la Catedral le habían robado la corona y el peto, ambas alhajas de oro, plata y piedras preciosas. Sin duda el robo se hizo por el camarín y se supone que los ladrones quedaron escondidos en el templo desde el día anterior. La corona robada es la real de San Fernando, donado por el Santo Rey a la imagen, juntamente con el peto, propiedad que fue de doña Berenguela su madre. Su valor, aparte de su mérito histórico, asciende a unos 30.000 duros".
Dejando aparte que esos 30.000 duros ahora serían unos 900,00 euros, la corona sustraída, llamada de las águilas, pudo haber formado parte de las posesiones de doña Beatriz de Suabia, esposa de Fernando III el Santo, era una pieza de gran antigüedad, y poseía además una secular tradición que hablaba de una legendaria donación fernandina a la Virgen.
En respuesta a lo sucedido, el Cabildo de la catedral, anticipándose al devenir político y al gobierno de Madrid, y esperando una inminente incautación de sus bienes, ordenó actualizar los libros de inventario y aumentar la vigilancia de sus dependencias, capillas y estancias, efectuar registros de todos los espacios públicos antes de cada cierre y aumentar el retén de guardia nocturna, con tres peones armados acompañados por perros, bajo supervisión de un clérigo que permanecía de guardia durante la franja de la noche. Todas estas medidas, que pasaron a formar parte de un llamado "plan de seguridad", sirvieron de muy poco un año después, cuando se produjo un nuevo robo, éste también de bastante importancia, en el templo mayor de la ciudad, el del San Antonio de Murillo, que ya tuvo su espacio en estas páginas no hace mucho.
Por cierto, calmados en parte los ánimos tras los enfrentamientos entre el general Pavía y los cantonalistas, la prensa local destacó en sus páginas que aquel año la procesión del 15 de agosto sería casi una acción de gracias por los malos momentos vividos en la ciudad, que a la Novena a la Virgen de los Reyes seguiría la solemne Octava y que la popular Velada en honor a la Virgen cobraba especial importancia:
"En la Real Capilla se celebrará la octava de su excelsa patrona, según se ha acostumbrado desde la institución de dichas fiestas, no obstante haberle retirado el gobierno desde hace tiempo la asignación que tenía señalada.
Esta noche y mañana se verificará la popular velada en derredor de nuestro hermoso primer templo; y como los acontecimientos de los dos últimos meses han privado al pueblo sevillano de distracciones de igual clase, es de esperarse que la que nos ocupa se verá extraordinariamente favorecida."
¿Se recuperaron las joyas robadas? Lamentablemente, se les perdió la pista para siempre, sin que se hallase a los culpables o a los inductores del delito; de ahí que fuese necesario encargar una nueva corona para la Virgen de los Reyes, como quedó reflejado en la prensa local, en concreto en el diario El Español del 10 de octubre de aquel fatídico año de 1873, con una reseña que firma el "Inspeccionador de objetos artísticos":
"Se halla expuesta en la conocida y acreditada platería de D. José Lecaroz, calle Chicarreros núm. 17 una corona de plata sobredorada que ha de sustituir a la que robaron a la imagen de la Virgen de los Reyes. Esta corona ha sido costeada por una señora devota, cuyo nombre no estoy autorizado para manifestar, y se ha construido en el citado establecimiento con arreglo a modelos y dibujos que existen de la que ha desaparecido. Esta nueva obra es en mi juicio un modelo de arte, por lo bien acabada que se halla".
Realizada bajo pautas historicistas, como ha apuntado Teresa Laguna, la llamada corona de Lecaroz consta de ocho módulos repujados enriquecidos con el añadido de pedrería que posteriormente quizá desvirtuase la idea original, la de rendir homenaje a la pieza robada y nunca más hallada, pero esa, esa ya es otra historia.