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14 agosto, 2023

Agosto de 1873: un robo real.

 " - Dios le guarde, amigo, qué, ¿Se ha enterado de algo de lo de anoche? ¿Qué me puede contar?

- Buenos días nos de Dios; pues mucho no hay que rascar; a ver, que se sepa, eran dos, eso es lo que cuentan los monaguillos, incluso hay quien dice que dejaron alguna prueba de su presencia dentro del recinto, como una colilla y los restos de un puro habano, aunque eso no termino de creérmelo. Emplearon útiles afilados y durante el robo se desprendieron algunas piedras preciosas que quedaron en el suelo. Planeado lo tenían, de eso no hay duda, actuaron con premeditación, nocturnidad y alevosía, como dicen ustedes, ¿No?; es más que seguro que se escondieron tras el cierre, quizá dentro de un armario usado por un capellán enfermo que lleva semanas sin acudir a sus deberes litúrgicos, burlaron la vigilancia y salieron con total impunidad al amanecer tras la apertura para los primeros cultos de la jornada, sin que nadie notase nada extraño.

- Don Juan Manuel, el Capellán Mayor de la Capilla Real, fue puesto de inmediato sobre aviso por Miguel García, el sacristán mayor, de que alguien había forzado las dos cerraduras del camarín de la Virgen y que faltaban... bueno, quede con Dios que ya está llamando a Coro la Giralda y llevo prisa, desconozco más detalles y está a punto de llegar el juez de primera instancia para iniciar las pesquisas. Luego si lo desea nos vemos en Las Escobas y a ver de qué más me entero para relatarle, con un chato de vino por delante, eso sí".-

Ésta bien podría haber sido, por qué no, una probable conversación entre un "repórter" o "plumilla" de hace ciento cincuenta años a la búsqueda de titulares y su fuente anónima, a buen seguro personal de la catedral. ¿Qué ocurrió en la capilla real aquella noche de finales de abril de 1873? ¿Qué sucedió para que hasta la prensa madrileña se hiciera eco? Como siempre, vayamos por partes.

Tras el breve reinado de Amadeo I de Saboya, en febrero de aquel año se había proclamado la I República Española: inestabilidad política y crisis económica iban de la mano; como ha relatado Alfonso Jiménez, el cabildo catedralicio hispalense incluso carecía de los fondos necesarios para  el gran Monumento Eucarístico y éste, insólitamente, quedó sin montar, en una Semana Santa en la que sólo salieron tres cofradías: las Siete Palabras, la Macarena y las Cigarreras. La guerra abierta con los carlistas y los independentistas cubanos y una preocupante y creciente conflictividad social auguraban meses difíciles para la naciente República.  Todo ello se pudo comprobar en nuestra propia ciudad con la proclamación del denominado Cantón de Sevilla, breve intento de federalismo republicano independiente promovido por los llamados "intransigentes" y que funcionó durante los meses de junio y julio de aquel año, hasta que finalmente fue suprimido y reprimido por la fuerzas militares al mando del general Pavía (sí, el de los "soldaditos de bacalao"), quien el 1 de agosto daba por finiquitado el Cantón no sin resistencia armada y destrozos en zonas concretas de la ciudad. 

Joaquín Domínguez Bécquer. Virgen de los Reyes portando la corona sustraida. Siglo XIX.

En un clima de cierta tensión, al amanecer de aquel martes de la primavera de aquel año de 1873 el cabildo de capellanes reales hubo de reunirse con carácter de urgencia ante la gravedad de los hechos acaecidos en la noche anterior, la sacrílega sustracción de varios elementos que formaban parte de la vestimenta de la Virgen de los Reyes, a saber: corona, peto, alhajas varias y una flor de pedrería que solía portar en su mano el Niño Jesús, tal como ha recogido en sus interesantes investigaciones la profesora Teresa Laguna. 

Avisado el Cardenal Arzobispo Luis de la Lastra, la noticia del expolio corrió de boca en boca, congregándose gran cantidad de curiosos en el entorno de la catedral a la búsqueda de las últimas novedades de un caso que había entristecido a la ciudad tanto por el atentado que suponía a su patrona como la pérdida de una parte importante de su patrimonio. Ni que decir tiene que la prensa no tardó en hacerse eco de lo sucedido, planteando, como en el caso del diario La Andalucía algunas incógnitas:

"Lo extraño del suceso es que la gran verja que sirve de puerta de entrada no tenía señales de haber sido forzada. ¿Por dónde entraron los autores del robo? Sin duda se quedarían dentro de la capilla desde el día anterior; y aun siendo así, ¿Por dónde salieron? Cuestiones son éstas que la autoridad se ha encargado de aclarar."

Para mayor abundamiento, el delictivo suceso se propagó hasta la capital del Reino, (perdón, de la República), ya que el diario El Imparcial de Madrid publicaba citando a otro colega sevillano:

"Dice El Español de Sevilla que el jueves se echó de ver que a la imagen de la Virgen de los Reyes de la real capilla de la Catedral le habían robado la corona y el peto, ambas alhajas de oro, plata y piedras preciosas. Sin duda el robo se hizo por el camarín y se supone que los ladrones quedaron escondidos en el templo desde el día anterior. La corona robada es la real de San Fernando, donado por el Santo Rey a la imagen, juntamente con el peto, propiedad que fue de doña Berenguela su madre. Su valor, aparte de su mérito histórico, asciende a unos 30.000 duros".

Dejando aparte que esos 30.000 duros ahora serían unos 900,00 euros, la corona sustraída, llamada de las águilas, pudo haber formado parte de las posesiones de doña Beatriz de Suabia, esposa de  Fernando III el Santo, era una pieza de gran antigüedad, y poseía además una secular tradición que hablaba de una legendaria donación fernandina a la Virgen. 

En respuesta a lo sucedido, el Cabildo de la catedral, anticipándose al devenir político y al gobierno de Madrid, y esperando una inminente incautación de sus bienes, ordenó actualizar los libros de inventario y aumentar la vigilancia de sus dependencias, capillas y estancias, efectuar registros de todos los espacios públicos antes de cada cierre y aumentar el retén de guardia nocturna, con tres peones armados acompañados por perros, bajo supervisión de un clérigo que permanecía de guardia durante la franja de la noche. Todas estas medidas, que pasaron a formar parte de un llamado "plan de seguridad", sirvieron de muy poco un año después, cuando se produjo un nuevo robo, éste también de bastante importancia, en el templo mayor de la ciudad, el del San Antonio de Murillo, que ya tuvo su espacio en estas páginas no hace mucho. 

Por cierto, calmados en parte los ánimos tras los enfrentamientos entre el general Pavía y los cantonalistas, la prensa local destacó en sus páginas que aquel año la procesión del 15 de agosto sería casi una acción de gracias por los malos momentos vividos en la ciudad, que a la Novena a la Virgen de los Reyes seguiría la solemne Octava y que la popular Velada en honor a la Virgen cobraba especial importancia:

"En la Real Capilla se celebrará la octava de su excelsa patrona, según se ha acostumbrado desde la institución de dichas fiestas, no obstante haberle retirado el gobierno desde hace tiempo la asignación que tenía señalada. 

Esta noche y mañana se verificará la popular velada en derredor de nuestro hermoso primer templo; y como los acontecimientos de los dos últimos meses han privado al pueblo sevillano de distracciones de igual clase, es de esperarse que la que nos ocupa se verá extraordinariamente favorecida."

¿Se recuperaron las joyas robadas? Lamentablemente, se les perdió la pista para siempre, sin que se hallase a los culpables o a los inductores del delito; de ahí que fuese necesario encargar una nueva corona para la Virgen de los Reyes, como quedó reflejado en la prensa local, en concreto en el diario El Español del 10 de octubre de aquel fatídico año de 1873, con una reseña que firma el "Inspeccionador de objetos artísticos": 

"Se halla expuesta en la conocida y acreditada platería de D. José Lecaroz, calle Chicarreros núm. 17 una corona de plata sobredorada que ha de sustituir a la que robaron a la imagen de la Virgen de los Reyes. Esta corona ha sido costeada por una señora devota, cuyo nombre no estoy autorizado para manifestar, y se ha construido en el citado establecimiento con arreglo a modelos y dibujos que existen de la que ha desaparecido. Esta nueva obra es en mi juicio un modelo de arte, por lo bien acabada que se halla".

Realizada bajo pautas historicistas, como ha apuntado Teresa Laguna, la llamada corona de Lecaroz consta de ocho módulos repujados enriquecidos con el añadido de pedrería que posteriormente quizá desvirtuase la idea original, la de rendir homenaje a la pieza robada y nunca más hallada, pero esa, esa ya es otra historia.


 

08 agosto, 2022

Un "Plan B" para la Virgen de los Reyes.


Ahora que nos vamos adentrando en las vísperas de la celebración de la Asunción, y que en Sevilla han comenzado los solemnes cultos anuales a la Virgen de los Reyes, no estaría de más comentar algo sobre una curiosa faceta de la devoción a esta imagen: la teatral, que fue tan importante y respetada que incluso provocó hasta el rechazo de una obra escrita por uno de los mejores dramaturgos españoles de todos los tiempos; pero como siempre, vayamos por partes. 

Foto Reyes de Escalona

Sabido es que la devoción a la Virgen de los Reyes arranca tras la conquista de Sevilla en 1248 por Fernando III el Santo, y que esta devoción, ligada estrechamente a la ciudad y a sus cabildos eclesiales y seculares, tuvo siempre especial protagonismo, considerándose su salida procesional del 15 de agosto una de las fechas más importantes del calendario religioso hispalense, junto con la anual procesión del Corpus Christi.

¿Qué tendrían en común ambas festividades con respecto al teatro? Viajemos al año 1620. El consistorio sevillano ha nombrado una delegación de caballeros veinticuatro (especie de concejales, pero eso sí, aristócratas únicamente) para que se ocupe de todo lo relativo a la organización de los festejos y procesión del Corpus, y para ello, propone encargar al gran Lope de Vega Carpio, residente entonces en la Villa y Corte, no uno, sino cuatro textos para otros tantos autos sacramentales a representar en tan señalada fecha. Sin embargo, y pese a aceptar el encargo de buen grado, todo son evasivas por parte del encumbrado escritor, alegando falta de tiempo para entregar los manuscritos, sin olvidar que la compañía teatral encargada de representarlos, regida por Alonso de Olmedo, presionaba para tener los manuscritos cuantos antes, ya que en caso contrario se vería con apenas unos días para ensayar adecuadamente tan importantes obras.

El siempre concienzudo historiador Santiago Montoto, recogió el curioso testimonio de primera mano del escritor Hipólito de Vergara, poeta nacido quizá en Osuna, ensalzado por el mismo Cervantes, y que en numerosas ocasiones había demostrado una especial devoción tanto por San Fernando como por la Virgen de los Reyes, ya que, por ejemplo, cuando se recaban supuestos hechos milagrosos atribuibles al Rey Santo para su canonización, Vergara había comunicado hasta dos de estos hechos, como quedó transcrito en 1627 en un volumen denominado "Antepreguntas que se han de hazer a los testigos que declararen en las provanças del Santo Rey Don Fernando, antes que se examinen":

“Tenía una mujer estéril, y aviendo estado sin parir doce años, se encomendó al Santo Rey, a quien hizo dezir una missa y poco después su mujer se halló preñada, y en fin de nueve meses parió felicísimamente, lo qual por merced que luego al instante le fue hecha, se atribuyó por todas las personas a la intercesion del Santo Rey: lo qual fue, era, y es verdad, publico, notorio, y manifiesto, publica voz, y fama.”

Y para mayor abundamiento:

“Tenia un esclavo, a quien dio ciertas escrituras, las quales estimava en mucho, y las perdió, y encomendandose al dicho Santo Rey, con promesa de vna Misa, luego milagrosamente las halló: lo qual fue, era, y es verdad, publico, notorio, y manifiesto, pública voz y fama.”

Vergara sabía moverse en círculos mercantiles y aristocráticos; había hecho negocios monetarios con Francisco Madrid, guarda mayor de la vallisoletana Casa de la Moneda y, aquí lo importante, contaba con la amistad de Antonio Domingo de Bovadilla, caballero veinticuatro, familiar del Santo Oficio, custodio de la devoción a la Reina de Reyes, y uno de los que encarga la antedicha obra a Lope de Vega. Presintiendo que se les venía encima un más que probable incumplimiento por parte de éste, se juramentaron solemnemente para tener prevenido un “Plan B”, valga la expresión, consistente en que Vergara escribiría un auto dedicado a la Virgen de los Reyes “donde se haría notoria al mundo la tradición de su milagroso santuario, quedando así su particular devoción, y la de su ciudad más satisfecha”

Foto Reyes de Escalona

 Los veinticuatro suspiraron aliviados en principio cuando, tres días antes del Corpus, llegaron los escritos de Lope procedentes de Madrid, pero pronto sintieron que no les llegaba la camisa al cuello cuando uno de los autos, concretamente el dedicado a la patrona de Sevilla, era reprobado sin ambages por los canónigos de la Catedral, ¿la razón?, un sacerdote y su particular manera de documentar a Lope de Vega sobre la Virgen de los Reyes y el nacimiento de su devoción:

“Por haber venido y estar errado en la parte principal, que es la verdad de la tradición; y la culpa de este error tuvo un capellán de la Real Capilla, que siendo nuevo en ella, sin más fundamento que haber visto dos flores de lis en los zapatos de la Virgen, pareciéndole que eran insignias de Francia, y que San Luis pudo enviar al Santo Rey aquella Imagen, lo certificó por una memoria que envió a Lope de Vega.”

Desafortunadamente, no se conserva el texto de Lope, pero todo parece indicar que en él no aparecía la milagrosa leyenda de los dos misteriosos jóvenes peregrinos y escultores, (¿Ángeles?) que en tiempo récord realizan una imagen solicitada por San Fernando durante el sitio de Sevilla, idéntica a la soñada por él, desapareciendo como por ensalmo, sino una versión diferente que también ha sido difundida a lo largo de los años: que el monarca francés Luis IX, futuro San Luis de los Franceses, habría obsequiado gentilmente la imagen de la Virgen con el Niño en su regazo a Fernando, su primo castellano a fin de cuentas.

¿Qué sucedió al final? ¿Llegó a representarse el auto de Lope de Vega? ¿Se estrenó la farsa de Hipólito de Vergara con el apoyo de Bovadilla?

 


Acudimos de nuevo a Montoto. Don Santiago comprobó los pagos realizados en aquellos años dentro de los gastos del Corpus, existiendo una partida de 1.200 reales abonados a Lope de Vega por la escritura de cuatro autos sacramentales (cuyos títulos no han llegado hasta nosotros) aunque esto no significa que se representasen finalmente como atestiguó Hipólito de Vergara, quien a la postre no cumplió el juramento de tener pergeñado el “Plan B” y a quien la vida, como castigo según él mismo por su negligencia o pereza, se le complicó allá por diciembre de 1622: un tribunal madrileño había dictado orden de captura contra su persona.

Como descubrió el profesor navarro Miguel Zugasti, ni que decir tiene que el poeta hizo lo habitual en casos así, acogerse "a sagrado", en esta ocasión en el desaparecido monasterio de San Jerónimo, donde, en aquel monacal cautiverio voluntario tuvo tiempo para hacer examen de conciencia sobre el incumplimiento de su promesa con Bovadilla y componer finalmente el texto a la Virgen de los Reyes, afirmando incluso que “el mismo día y a la misma hora que yo comencé a escribir la comedia de la Virgen, se mandó en la corte que no se usase de la provisión contra mí que se había despachado”

 

File:Fernando III el Santo, rey de Castilla y León.jpg

La trama de la pieza teatral en sí viene a dramatizar la tradicional leyenda popular sobre la aparición de la Virgen María a Fernando III y el deseo por parte del monarca de lograr una escultura idéntica a su visión; en tal búsqueda el autor se tomará algunas licencias, desde anacronismos de libro, como que el escultor Juan Martínez Montañés (estamos, se supone, en el siglo XIII) es uno de los “candidatos fallidos”, a imágenes semejantes, como la Virgen de la Aguas del Salvador, una devoción también de origen fernandino, pasando por todo un repertorio de loas y alabanzas marianas. Como podemos imaginar, todo concluye con final feliz, con San Fernando literalmente "alucinado" por la prestancia de la devota imagen de la Virgen realizada por los dos peregrinos, proclamando ser idéntica a la de su milagrosa aparición y otorgándole la advocación de Virgen de los Reyes: 

"Retrato deseado y milagroso: 

¿Quién, sino quien os hizo, hacer pudiera

imagen tan perfecta y verdadera

de aquel original que vi glorioso?"

Casi lo dejamos en el tintero, la obra, finalmente, se estrenó en Sevilla por la compañía teatral de Hipólito Avendaño en 1624, coincidiendo casualmente, o no, con la estancia en la ciudad del rey Felipe IV.  Fernando III sería canonizado en 1671.

En definitiva, y prestos ya a echar el telón a este episodio, aquel “Plan B” por si Lope de Vega no llagaba a tiempo, se convirtió, en una época en la que las redes sociales ni se soñaban, en una de las más eficaces formas de propagar, desde los escenarios, el origen prodigioso de la patrona de Sevilla, constituyendo, al decir de los investigadores del tema, la primera ocasión en la que un texto dramático se ocupa de la milagrosa intervención angelical en la talla de una imagen mariana, pero esa, esa ya es otra historia...

Foto Reyes de Escalona