Con las temperaturas elevadas que están registrando los termómetros locales, y con lo que nos queda sin que el verano meteorológico haya aún comenzado, ¿A quién no le apetece algo frío, dulce y cremoso para refrescar el paladar?; Esta semana, nos vamos a por un helado, no sin antes conocer su pequeña historia y su presencia en nuestra ciudad; pero como siempre, vayamos por partes.
Elaborado con productos lácteos, y enriquecido con azúcar, edulcorantes o miel, puede admitir los más variados sabores, gracias al añadido de chocolates, frutos secos, frutas, galletas y además los consabidos aditivos. Cada día se consumen en el mundo millones de helados en sus más variadas formas: en vasito, en cucurucho, al corte, polos, barquillo, el ineludible "bombón-helado", y de los más variados tipos: artesanos, cremosos, sorbetes, tartas, cremas... pero, ¿Cuál es su origen?
Hay noticias de bebidas o cremas frías elaboradas y enriquecidas a partir de hielo o nieve natural tanto en la China más antigua (con leche de arroz) como en la Persia del 400 antes de Cristo, al igual que es conocido que Alejandro Magno o Nerón tomaban vino o zumos también enfriados con hielo, en el caso del emperador romano, procedente de los cercanos Alpes y mezclado con agua de rosas, miel, frutas y resina. Médicos de aquel tiempo considerarán que el uso del hielo era nocivo para la salud, aunque ello no frenará su difusión. Será finalmente el explorador italiano Marco Polo quien traiga a su tierra varias recetas de helados procedentes del lejano Oriente. De Italia, pasó a Francia, donde comenzó a añadírsele huevo y de ahí, a Inglaterra. El helado comenzó a aparecer en las mesas de la aristocracia como manjar favorito y signo de distinción.
En 1686 un siciliano, Francesco Procopio del Coltelli, que se dedicaba en París a la venta de limonadas y jugos de frutas congelados puso en marcha su propio negocio, el "Café Procope", donde por primera vez se comercializaron helados elaborados en una máquina de su invención que mezclaba leche, crema, mantequilla y huevos, empleando sal para mantener la temperatura de congelación. El resultado final agradó tanto al monarca Luis XIV, que incluso autorizó la fundación del Gremio de Heladeros de París, que pronto contó con más de 200 miembros; dicho café, además, se convirtió en lugar de cita para intelectuales y aristócratas, aún hoy permanece abierto, es considerado el primero de su género y el más antiguo de la ciudad parisina. En 1693, en un recetario publicado en Nápoles por Antonio Latini, apareció por primera vez reseñado el helado de chocolate, antes incluso que otro sabor clásico: el de vainilla.
En el siglo XVIII podemos decir que el helado ya se consumía en casi toda Europa, mientras que la llegada de la industrialización del siglo XIX trajo consigo la aparición de las primeras máquinas para fabricar helados, de patentes estadounidenses y británicas a lo que hay que unir la mejora en las técnicas de conservación frigorífica. Tras la Segunda Guerra Mundial se multiplicó el consumo por el gran público que lo hizo suyo y lo comenzó a adquirir como un alimento más en todo el mundo, producido de manera industrial y también artesana.
"En la Nevería antigua de la Puerta de Triana, establecida en la calle de las Sierpes se sirven sorbetes líquidos fríos y quesitos helados desde las 12 del día".
En julio de 1867 el Café San Fernando, por su parte, anunciaba en las páginas del mismo diario que:
"El dueño de este establecimiento, a invitación de varios de sus clientes, ha establecido nevería, sirviéndose mantecados y sorbetes bien condimentados, al precio de 2 reales copa con barquillos y 2 reales y medio con bizcochos; horchata y naranja fría, a real y medio".
En otros establecimientos había incluso música en directo. En agosto de 1897, seguimos con el mismo diario sevillano, se menciona la reapertura del Café Nevería, junto al Puente de Triana:
"Desde el sábado 19 quedó nuevamente abierto al público el CAFÉ NEVERÍA, que en años anteriores se ha venido instalando en este mismo sitio con gran aceptación del público, que en esta época del año, gusta de pasar cómodamente las veladas.
El dueño de este local ofrece al público artículos de superior calidad, tanto en café, como en exquisitos helados que ha el público conoce.
La banda del regimiento de Granada amenizará las veladas tocando de ocho a once las más escogidas piezas de su numeroso repertorio."
Por su parte, en el Noticiero Sevillano del 2 de agosto de 1909 podemos leer el siguiente suelto:
"En el Prado de San Sebastián, en la sucursal de la Vaquería Bretona, se sirven los mejores mantecados de Sevilla, leche merengada, cremas, leche helada y helados de todas clases, cervezas, refrescos, etc."
Un habitual cronista de la ciudad que acude a estas páginas, Manuel Chaves y Rey, escribía sobre la Plaza del Salvador durante el verano en 1905, y en su colorista descripción encontraremos alusiones al tema que tratamos:
"Las noches de estío, esas noches de Julio y Agosto en Sevilla, en que el calor es sofocante, acude un público bastante numeroso al paseo del Salvador en busca de alguna agradable brisa; allí se pasa las horas tranquilamente el desocupado, viendo a los corros de niños que juegan, a la gente joven que pasea, a los viejos que dormitan o a los que toman sorbetes y refrescos en los puestos de agua, siendo aquel, campo muy a propósito para conquistas de niñeras y criadas de servicio que incautamente creen en las promesas de chicucos domingueros y militares sin graduación."
Mientras, el famoso establecimiento Pasaje de Oriente, en Sierpes 76 y luego en Albareda 22, ofrecía helados durante todo el año allá por 1912, lo que indica que era un producto muy demandado y apreciado por los sevillanos, y no solo en fechas estivales. Por cierto, el "mantecado" era en realidad una especie de natillas heladas que gozaron de gran aceptación en su tiempo.
Detalle interesante, en 1925 existían establecimientos como Casa Pando, en calle Bailén número 5, esquina a San Pablo que se encargaban de proveer a los heladeros de todo tipo suministros:
Tras la Guerra Civil, surgirán empresas y fábricas dedicadas a la fabricación de helado, (aunque La Ibense databa de 1892 en Sanlúcar de Barrameda) lo que, como decíamos, popularizará aún más su consumo y proliferará toda una serie de marcas, muchas de ellas parte de nuestra cultura.