Casi a hurtadillas, entrando en
cualquier templo, hemos apreciado no sin cierta alegría, cómo prodíganse o brotan en no
pocos sitios ciertos esqueletos hechos de pesado hierro.
Para cualquier profano en
materia, quizá resulten confusas estructuras o inexplicables artilugios, pero
es bien sabido que soportarán, en cuestión de jornadas, terciopelos, maderas,
orfebrerías, y lo que es más notorio, a benditas Imágenes de singular devoción
prestas y dispuestas a su anual veneración por las calles de la ciudad.
Item más, en San Francisco comienzan a erguirse plateas o andamios desde donde contemplar desfiles procesionales (discúlpesenos por tal expresión), o mejor dicho, cofradías, desde privilegiada atalaya reservada a escaso número de conciudadanos.
Todo parece conjugarse un año más, en fin, para que sobre osamentas de hierro (o madera, según casos) se revista la ciudad de mejores galas en espera de sus más ansiadas fechas.
1 comentario:
Don Alonso, esto ya lo tenemos encima y nunca mejor dicho jejeje
Saludos
Publicar un comentario