21 septiembre, 2020

El primer Tesorero

 

Canónigo de la catedral y testigo del hundimiento de su cimborrio, Tesorero de la casa de contratación, experto en contablidad por ello, Abad de Jamaica, albacea de Magallanes, colega y amigo del fundador de la universidad de sevilla, sin duda, un curriculum envidiable para este personaje histórico tan unido a la ciudad que hasta posee calle en ella y quiso llevarse a su tierra burgalesa un trocito en forma de lápida funeraria ¿de quien hablamos en esta ocasión? ¿quien pudo acumular tantos honores y responsabilidades en la Sevilla de finales del siglo XV y comienzos del XVI? El envío de la foto de una lauda sepulcral en un pueblo perdido en Burgos, envío por el que estaremos siempre agradecidos a una lectora de estas líneas, nos puso tras su pista…

 

 

Era la Sevilla abierta al mar, a los descubrimientos, la que se preparaba para recibir los primeros ríos de oro y plata, de especias, de esclavos, de riquezas allende los mares. La Sevilla que lo mismo asistía con total naturalidad a las bodas de un Emperador en los Alcázares que se atemorizaba ante los brotes epidémicos de peste. La Sevilla del compás de la Mancebía o del Via Crucis a la Cruz del Campo, dos caras de la misma moneda. La Sevilla de las casas de gula o de los ayunos y abstinencias cuaresmales. La Sevilla de la fiesta generalizada con el Corpus o la del duelo en las jornadas de Semana Santa.


Nuestro personaje, Sancho de Matienzo, nace entre 1450 y 1460 en la localidad burgalesa de Villasana; su formación universitaria le llevará a Valladolid, donde logrará los títulos de Bachiller y Doctor en Leyes, título este último adquirido entre 1472 y 1475. La influencia de su pariente Fray Tomás de Matienzo, confesor de los Reyes Católicos, hará que ponga rumbo a Sevilla y adquiera el rango primero de Beneficiado y luego de Canónigo (1490) en la Catedral Hispalense, llegando a ser encargado para redactar el testamento del Arzobispo Diego Hurtado de Mendoza, con todo lo que ello suponía.


Una fecha fundamental en la vida de Matienzo será el 20 de enero de 1503, cuando los Reyes Católicos dicten mediante una Real Provisión firmada en Alcalá de Henares las primeras veinte Ordenanzas para la futura Casa de Contratación de Sevilla, para las Indias, las islas Canarias y África. Las funciones de la naciente Casa serían : recoger y tener en ella, todo el tiempo necesario, cuantas mercaderías, mantenimientos y otros aparejos fuesen menester para proveer todas las cosas necesarias para la contratación de las Indias; para enviar allá todo lo que conviniera; para recibir todas las mercaderías y otras cosas que de allí se vendiese, de ello todo lo que hubiese que vender o se enviase a vender e contratar a otras partes donde fuese necesario.”


La presencia sevillana en esta Casa de Contratación no quedó solo en su ubicación, sino en los diferentes puestos a ocupar, notándose en ello la especial influencia de Juan Rodríguez de Fonseca, arcediano de la catedral hispalense y mano derecha de la reina en cuestiones indianas; de este modo, no es de extrañar que el sevillano de ascendencia italiana Francisco Pinelo, amigo personal de Colón, fuera designado Factor, que el contador-escribano fuera Jimeno de Briviesca y que finalmente Matienzo ostentase el rango de Tesorero, realizando una tarea ingente con la meritoria y ordenadísima organización de un complejo sistema de contabilidad que nada tendría que envidiar al de las actuales multinacionales, con hasta tres tipos de Libros contables, teniendo interlocutores tan importantes como los hermanos Pinzón, Magallanes, (para quien organizó la Flota que circunnavegó el mundo y de quien fue su albacea testamentario) Juan de la Cosa o Juan Díaz de Solís, a quienes abonaba los sueldos procedentes de la Corona, siendo promotor además de la creación del cargo de Piloto Mayor.





En definitiva, el papel de Matienzo en el Descubrimiento es considerado por todos como esencial, prueba de ello es el agradecimiento patente de los Reyes hacia el “Venerable Doctor”, solicitando y logrando del Papado la creación, en 1516, de la Abadía de Jamaica expresamente para Matienzo. Aunque la titularidad de esa Abadía era meramente honorífica, ésta reportó ciertos beneficios económicos, así como la intención de fundar allí una ciudad con el nombre de Sevilla la Nueva, como se hizo efectivamente, aunque el enclave urbano así denominado pervivió apenas unos años, hasta 1524.


Como curiosidad, ya que era algo nada extraño y hasta aceptado en aquellos tiempos, Sancho Matienzo llegó a poseer esclavos de raza negra a su servicio, involucrándose posteriormente en la trata negrera como negociante.




En 1511 se produce toda una catástrofe en la ciudad. Tras el llamado Terremoto de Carmona de 1504, uno de los pilares de la catedral, el llamado pilar “toral” situado al noroeste había quedado dañado, cediendo finalmente el 28 de diciembre por su deterioro progresivo y provocando con ello el derrumbamiento del cimborrio. . El Cabildo de la Catedral tomó rápidamente cartas en el asunto, delegando en Matienzo el acudir a los Reyes Católicos para solicitar ayuda en las reparaciones; prueba de las buenas relaciones que mantenía con la Corona es que el propio Rey Fernando le indicó que: “Ha habido gran placer en que seáis vos elegido para venir a me lo suplicar de parte de la iglesia, e siendo vos el procurador, lo he de hacer más cumplidamente que de otra manera”.

Buen conocedor del mundillo artístico de la época y mecenas destacado por su buena posición socioeconómica, no es de extrañar que recurriera a lo “mejorcito” para contratarlo en las obras de la capilla funeraria que poco a poco fue creando en su localidad natal, allá en el Valle de Mena; se sabe que, como dató el gran historiador Diego Angulo, concertó ni más ni menos que con Alejo Fernández la hechura de un retablo pictórico (quemado en julio de 1936) en el que el propio Matienzo aparecería como donante, y, al decir de Angulo:

«De rodillas, al pie de San Jerónimo, birrete en mano, pleno de vigor físico. Rostro proporcionado, cuadrado; facciones correctas, sin denotar ruinas de vejez; negra la barba rasurada; cabello ralo cubriendo la frente, nos dice que aún no contaría 50 año.

 

 


Sancho Matienzo morirá el 8 de diciembre de 1521, meses antes del regreso de la expedición de Elcano, tras una vida al servicio de la Corona y de la Iglesia, dejando, como detalle, 3.950 maravedís de renta para misas por su alma en la capilla catedralicia de la Virgen de la Antigua, para ello otorgó a la catedral los tributos de varias casas en San Isidoro, San Bartolomé, San Lorenzo y el Postigo del Carbón, lo que da idea de la capacidad económica de nuestro tesorero a la hora de su fallecimiento. 

 

Como prueba y testimonio del cariño a Sevilla, quiso que la torre de su Catedral estuviera presente en su capilla burgalesa, finalizada en 1499, presentando la apariencia anterior al añadido del cuerpo de campanas de Hernán Ruiz, con la siguiente inscripción:


Esta es la (torre) de la Sancta igl (esia)

de Sevilla do(n)de fue canó(nigo) el

doctor S(ancho) Ortiz de Matienco

q(ue) hizo esta capilla. Acabose año

del Señor MCCCCXCIX años”.

 


 

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